CONFIANZA EN EL DISEÑO DIVINO

"Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados." — Romanos 8:28 (RVR60)

Introducción: Una Promesa en Medio del Caos
En un mundo marcado por la incertidumbre, el dolor y las circunstancias inesperadas, el versículo de Romanos 8:28 se erige como un faro de esperanza inquebrantable. No es un cliché bien intencionado, sino una verdad profunda y teológica que se hunde en la naturaleza misma de Dios y su relación con su creación. El apóstol Pablo no escribe desde un lugar de teoría abstracta, sino desde la experiencia propia de naufragios, azotes, cárceles y persecuciones. Él sabe. Esta certeza no se basa en el optimismo humano, sino en el carácter de Dios y en la obra redentora de Cristo, temas que ha estado desarrollando exhaustivamente en los capítulos anteriores de esta carta.

Anclados en el "Sabemos"
La declaración comienza con una afirmación poderosa: "Y sabemos...". Este no es un "quizás", "esperamos" o "sería bueno si...". Es un conocimiento seguro, una conclusión a la que se llega por la fe y la revelación. Este "sabemos" se conecta directamente con los versículos anteriores, donde Pablo habla de la esperanza que no se ve y de la intercesión del Espíritu Santo con gemidos indecibles (Romanos 8:24-27). En nuestra debilidad, cuando ni siquiera sabemos pedir lo que conviene, el Espíritu está actuando, y por eso podemos tener esta certeza. Nuestra confianza no está en nuestra capacidad para entender el presente, sino en la fidelidad de Aquel que gobierna el futuro.

Los Destinatarios de la Promesa: Una Relación de Amor y Propósito
La promesa no es universal en el sentido de que aplique a todas las personas sin distinción. Pablo es específico: "a los que aman a Dios" y "a los que conforme a su propósito son llamados". Estas dos frases describen la misma realidad desde dos ángulos. "Amar a Dios" habla de nuestra respuesta a su gracia inicial; es la evidencia de una vida transformada. "Conforme a su propósito son llamados" nos remonta al origen divino de nuestra salvación. Dios nos llamó con un propósito eterno, y es dentro de ese marco de soberanía y amor donde la promesa opera.

Esto nos libra de una interpretación mágica o mecánica del versículo. No es una fórmula que funcione automáticamente, sino la experiencia vital de aquellos que, habiendo sido reconciliados con Dios por la fe en Cristo, caminan en una relación de amor y sumisión a Él. Nuestro amor por Dios es la respuesta a que Él nos amó primero (1 Juan 4:19), y nuestro llamado está seguro en su propósito eterno.

El Alcance de la Promesa: "Todas las Cosas"
He aquí la parte que desafía nuestra lógica y nuestra fe: "todas las cosas les ayudan a bien". ¿Todas? ¿Incluye la enfermedad, la traición, la pérdida financiera, el duelo, la injusticia y el fracaso? La Palabra de Dios es clara e inclusiva: Todas las cosas. No solo las cosas buenas y agradables, sino también las que, desde nuestra perspectiva limitada, clasificamos como malas, dolorosas o sin sentido.

Pablo no está diciendo que todas las cosas sean buenas. El pecado, el mal y el dolor son reales y contrarios a la voluntad perfecta de Dios. Lo que la Escritura afirma es que Dios, en su soberanía infinita y su amor insondable, es capaz de tomar cualquier circunstancia, sin importar su origen, y tejerla en la trama más grande de nuestro bien y su gloria. José lo entendió cuando declaró a sus hermanos: "Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien" (Génesis 50:20). La cruz de Cristo es el ejemplo supremo: el acto más malvado de la historia humana fue utilizado por Dios para lograr el bien supremo: la redención de la humanidad.

La Meta: "Para Bien" y "Conforme a su Propósito"
¿Qué es este "bien" al que todas las cosas cooperan? Es crucial entenderlo para no decepcionarnos. El "bien" no es necesariamente comodidad, éxito material, salud o la realización de nuestros planes personales. El contexto inmediato lo aclara: "Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo" (Romanos 8:29). El bien supremo es nuestra transformación a la imagen de Jesucristo. Es nuestra santificación.

Dios está trabajando para moldear nuestro carácter, para aumentar nuestra dependencia de Él, para purificar nuestra fe y para hacernos más semejantes a Jesús. A veces, las herramientas que Él usa para esculpirnos son el cincel del sufrimiento y el martillo de las dificultades. El "bien" es que, a través del proceso, nos volvemos más pacientes, más compasivos, más humildes y más llenos de una esperanza que trasciende este mundo. Es un bien que se alinea con su "propósito" eterno: una humanidad redimida que refleje la gloria de su Hijo.

Conclusión: Caminando con Confianza
Romanos 8:28 es un llamado a cambiar nuestra perspectiva. En lugar de preguntar "¿Por qué a mí?", podemos aprender a confiar y a preguntar: "¿Qué quieres enseñarme, Señor? ¿Cómo puedes usar esto para tu gloria y para moldearme a la imagen de Cristo?". Esta verdad nos libera de la ansiedad y nos permite enfrentar cada día, sea soleado o tormentoso, con una confianza inquebrantable. Sabemos que detrás del telón de las circunstancias visibles, hay un Dios amoroso y soberano que está obrando activamente, coordinando incluso los hilos rotos de nuestras vidas para crear un tapiz de belleza y propósito eterno.

Oración
Padre Celestial,

Te damos gracias porque tu Palabra es verdadera y tu fidelidad alcanza hasta los cielos. Hoy nos aferramos a la promesa de Romanos 8:28. Confesamos que muchas veces, en medio del dolor y la confusión, nos cuesta creer que todas las cosas obran para nuestro bien. Nuestra visión es limitada y nuestro entendimiento, imperfecto.

Te pedimos, oh Dios, que el Espíritu Santo fortalezca nuestra fe. Ayúdanos a confiar no en lo que vemos, sino en quien Tú eres: un Padre bueno, soberano y lleno de amor. Cuando las tormentas de la vida azoten, recuérdanos que tú estás en control, que tu propósito para nosotros es eterno y bueno, y que tu meta final es conformarnos a la imagen de tu amado Hijo, Jesucristo.

Transforma nuestra perspectiva. Que en lugar de aferrarnos a nuestra ansiedad, podamos descansar en tu cuidado. Usa cada experiencia, gozosa o dolorosa, para profundizar nuestro carácter, refinar nuestra fe y acercarnos más a ti. Que nuestra vida sea un testimonio de tu gracia poderosa, capaz de obrar belleza aun en medio de las cenizas.

En el nombre poderoso de Jesús, quien sufrió por nosotros para que tuviéramos vida eterna, Amén.

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