"Cuando mi pie resbalaba, tu misericordia me sustentaba" (Salmo 94:18 RVR60)
Introducción:
La vida está llena de momentos inesperados: pruebas que nos sacuden, circunstancias que nos desestabilizan y situaciones que parecen hacernos caer. En medio de la fragilidad humana, el Salmo 94:18 nos recuerda una verdad profunda: "Cuando decía yo: Mi pie resbala, tu misericordia, oh Jehová, me sustentaba". Este versículo no solo revela la vulnerabilidad del salmista, sino también la fidelidad de Dios como nuestro sostén eterno.
1. La Conciencia de Nuestra Debilidad
El salmista reconoce su fragilidad: "Mi pie resbala". Hay momentos en los que, a pesar de nuestra fe, sentimos que el suelo se mueve bajo nuestros pies. Puede ser una crisis familiar, una enfermedad, una decepción o incluso una lucha espiritual. A veces, nuestras fuerzas flaquean, y la incertidumbre nos abruma. Sin embargo, es en esa honestidad delante de Dios donde comenzamos a experimentar su gracia.
Reflexión: ¿En qué área de tu vida sientes que estás "resbalando"? Dios no te juzga por tu debilidad, sino que te invita a clamar a Él (Salmo 34:18).
2. La Misericordia de Dios como Sustento
La palabra "sustentaba" (del hebreo "samak") implica ser apoyado, sostenido o levantado. No es que Dios evite que enfrentemos dificultades, sino que en medio de ellas, su misericordia actúa como un brazo firme que nos impide caer del todo. La misericordia de Dios no es un simple sentimiento; es su "chesed" (amor leal), un pacto inquebrantable que nos sostiene incluso cuando fallamos.
Ejemplo bíblico: Pedro, al caminar sobre el agua, comenzó a hundirse, pero Jesús lo sostuvo (Mateo 14:31). Así mismo, Dios no abandona a los que claman por ayuda.
3. La Respuesta en Medio de la Crisis
El salmista no dice: "Cuando resbalé, yo me levanté", sino que atribuye todo el crédito a Dios. La misericordia divina es nuestra red de seguridad. En lugar de confiar en nuestra capacidad, aprendemos a depender de Él. Como dice Isaías 41:10: "No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios".
Aplicación práctica:
Recuerda: Tus caídas no definen tu destino; la misericordia de Dios sí.
Clama: Como el salmista, sé honesto con Dios en oración.
Confía: Él no solo te sostiene, sino que también te fortalece para seguir adelante (Filipenses 4:13).
Conclusión:
En cada tropiezo, hay una oportunidad para experimentar el poder sustentador de Dios. Su misericordia es el abrazo que nos levanta, la voz que nos dice: "Bástate mi gracia" (2 Corintios 12:9). Hoy, puedes descansar en la certeza de que, aunque tu pie resbale, sus manos eternas te sostendrán.
Oración
Padre misericordioso, gracias porque en mis momentos de debilidad, tú eres mi fortaleza. Reconozco que sin ti, mi pie resbala, pero tu amor fiel nunca me deja caer. Perdóname cuando he confiado en mis propias fuerzas. Hoy me aferro a tu promesa de sustentarme con tu gracia. Ayúdame a recordar que, aunque el camino sea difícil, tú estás conmigo. En el nombre de Jesús, amén.