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Siete pasos para recibir respuesta a la oración

Por el Pastor Ricardo Botto

En esta enseñanza vamos a tratar los aspectos fundamentales de la oración que da resultados. Si un creyente sigue fielmente estos pasos, recibirá respuesta a cualquier oración que haga.

Primer Paso: Decide lo que Quieres Recibir

Santiago 1:6-8

6 Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra.

7 No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor.

8 El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.

Una persona que no sabe lo que quiere nunca recibirá nada de Dios.

La palabra que se usa para dudar es diakrino, que significa: “separar entre dos” u “oscilar”.

Cuando era niño, mis abuelos tenían un reloj de péndulo en la sala de su casa; yo veía que marcaba el tiempo yendo de izquierda a derecha una y otra vez, sin parar. Muchos creyentes hacen lo mismo, están de un lado a otro, sin saber lo que quieren.

El hombre de doble ánimo es como el niño al que se le lleva a la juguetería, quiere todos los juguetes que hay, no sabe por cual decidirse, y al final el padre es el que escoge por el niño.

Debemos aprender a decidirnos.

Juan 15:7

7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.

Al momento de orar debemos saber lo que queremos. Notemos que el verso dice: querer y no necesitar.

Mucha gente piensa que Dios solo quiere darnos las cosas que necesitamos; pero este verso dice que podemos pedir lo que queremos y Dios no los dará.

Marcos 10:46-52

46 Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando.

47 Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!

48 Y muchos le reprendían para que callase, pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!

49 Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama.

50 El entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús.

51 Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista.

52 Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino.

Notemos que en la sanidad de Bartimeo, Jesús le preguntó: ¿Qué quieres que te haga? Para poder recibir algo de Dios, Bartimeo necesitaba quererlo.

Mucha gente no recibe nada de Dios porque no quieren nada.

Dios te pregunta hoy: ¿Qué quieres que haga por ti? Así que decide lo que quieres y se determinado en ello.

Segundo Paso: Encuentra las Escrituras que Prometan lo que Quieres

Si ya sabes lo que quieres necesitas el respaldo de los versos que prometen lo que quieres recibir de Dios.

1 Juan 5:14-15

14 Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye.

15 Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.

Aquí encontramos la clave para la oración respondida, pedir de acuerdo a Su voluntad. Y, ¿dónde encontramos su voluntad? En Su Palabra.

Si queremos tener respuesta a nuestras oraciones siempre debemos orar basados en la Palabra de Dios.

Lucas 4:1-12

1 Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto

2 por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días, pasados los cuales, tuvo hambre.

3 Entonces el diablo le dijo: Si eres Hijo de Dios, dí a esta piedra que se convierta en pan.

4 Jesús, respondiéndole, dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios.

5 Y le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra.

6 Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy.

7 Si tú postrado me adorares, todos serán tuyos.

8 Respondiendo Jesús, le dijo: Vete de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás.

9 Y le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo;

10 porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden;

11 y, En las manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra.

12 Respondiendo Jesús, le dijo: Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios.

Durante la tentación en el desierto Jesús usó tres veces la Palabra de Dios para derrotar al diablo.

La Palabra de Dios es lo que nos trae victoria en cualquier circunstancia en la que nos encontremos y nos da la respuesta deseada.

2 Pedro 1:3-4

3 Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia,

4 por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia

Todas las cosas que necesitamos y deseamos en esta vida ya han sido provistas por Dios. Así que nosotros podemos disfrutar de todas estas cosas.

Tercer Paso: Pídele a Dios las Cosas que Necesitas

Este paso es tan obvio que parece tonto darlo; pero la verdad es que muchos creyentes no le piden a Dios las cosas que desean. Dan por descontado que Dios les dará las cosas que no le piden lo que necesitan.

Mateo 7:7-11

7 Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.

8 Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.

9 ¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra?

10 ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente?

11 Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?

Aquí el énfasis está en que debemos pedir si es que queremos recibir.

Santiago 4:2

2 Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís.

Las personas no reciben las cosas que desean porque no las piden.

Es como una persona que va a un restaurante, se sienta en la mesa, lee el menú, se queda una hora y se va a su casa sin comer nada. ¿Por qué no comió nada? Porque no pidió nada.

Si quieres algo debes ir y pedirle a Dios, que Él te responderá.

Cuarto Paso: Cree que Recibes

Marcos 11:23-24

23 Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.

24 Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.

En este verso vemos que debemos creer antes de recibir.

El verso 24 en la Versión Amplificada dice: “Cuando ores, ten confianza y cree que se te ha concedido, y lo tendrás.”

Mucha gente está esperando ver la respuesta para empezar a creer; pero si ya lo tienes para que necesitas creer que lo tendrás.

Uno cree primero y después ve la respuesta.

Juan 20:24-29

24 Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino.

25 Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. El les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré.

26 Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros.

27 Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.

28 Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!

29 Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.

Aquí vemos a Tomás diciendo: “Ver para creer”.

Tomás es como mucha gente que está esperando ver primero para luego empezar a creer. Pero la fe no funciona así, tu primero crees lo que has pedido y luego lo verás.

Notemos que Jesús llamó incrédulo a Tomás por decir “ver para creer”; y dijo además: “Bienaventurados los que no vieron y creyeron”.

¿Por qué? Porque él que cree antes de ver recibirá cualquier cosa que pida.

Quinto Paso: Rehusa Dudar

Como dijo F. F. Bosworth: “Cree en tus creencias y duda de tus dudas”.

Aunque la mayoría de los creyentes hacen las cosas al revés, creen en sus dudas y dudan de sus creencias.

Santiago 1:6-7

6 Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra.

7 No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor.

Como vimos antes la palabra duda nos habla de oscilar.

El problema en la iglesia es que hay muchos “creyentes margaritas”. Son creyentes que hoy creen, mañana dudan, al día siguiente creen y luego vuelven a dudar. Están siempre a ambos lados del péndulo.

Son como el joven que deshojaba una margarita mientras pensaba en su novia y decía: “Me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere...”.

Así están muchos creyentes: “Creo que recibo, no creo que recibo, creo que recibo, no creo que recibo...”. Ese tipo de persona nunca recibirá de Dios.

Mateo 14:22-32

22 En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud.

23 Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo.

24 Y ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas; porque el viento era contrario.

25 Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar.

26 Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo.

27 Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!

28 Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas.

29 Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús.

30 Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame!

31 Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?

32 Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento.

En este pasaje podemos ver un ejemplo de lo que es la duda.

Pedro estaba en la barco y cuando vio a Jesús le dijo: “Si eres tu manda que yo camine sobre las aguas”. Y Jesús le dijo: “Ven”.

Pedro salió de la barca y empezó a caminar sobre el agua. Mientras el camino sobre las palabras de Jesús, siguió caminando por encima de las aguas; pero cuando puso sus ojos en el mar, las olas y el viento empezó a hundirse.

La duda es sacar los ojos de la Palabra de Dios y ponerlos en las circunstancias.

Marcos 11:23

23 Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.

Siempre habrán circunstancias que se levanten en contra de lo que estamos creyendo; pero nosotros debemos rehusar dudar y ordenarle a ese monte de circunstancias adversas que se mueva.

Sexto Paso: Medita las Promesas

Josué 1:8

8 Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.

La clave para el éxito en nuestra vida cristiana es la meditación de la Palabra de Dios.

La palabra hebrea para meditar es hagah (hagah) que significa: gemir, refunfuñar, proferir, hablar, decir, meditar, reflexionar, ponderar, murmurar.

El meditar no es poner la mente en blanco repitiendo un sonido como hacen las religiones orientales, sino mas bien colocando algo en ella.

Proverbios 4:20-22

20 Hijo mío, está atento a mis palabras; inclina tu oído a mis razones.

21 No se aparten de tus ojos; guárdalas en medio de tu corazón;

22 Porque son vida a los que las hallan, y medicina a todo su cuerpo.

El meditar la Palabra de Dios es ponerla delante de nuestros ojos. Es decir, vernos en posesión de las cosas que le hemos pedido a Dios; y hacer planes como que ya son una realidad en nuestra vida.

Marcos 5:25-29

25 Pero una mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre,

26 y había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor,

27 cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto.

28 Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva.

29 Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote.

En el verso 27 vemos que la mujer decía; no dice que dijo; si no que decía, esto nos habla de una continuidad en el decir; ella decía una y otra vez: “Si tan solo toco el manto de Jesús seré sana, si tan solo toco el manto de Jesús seré sana, si tan solo toco el manto de Jesús seré sana....”; y fue tocó el manto de Jesús y fue sana.

Al decir estás palabras ella estaba meditando la Palabra; se estaba viendo sana, y al hacerlo ella fue y recibió su sanidad.

Un hermano dijo: “Si lo puedes ver, lo puedes tener.”

Eso es lo que debes hacer, debes ir una y otra vez a las promesas de la Palabra que te prometen lo que quieres recibir de Dios, hasta que se hagan una realidad en tu vida.

2 Corintios 4:13

13 Pero teniendo el mismo espíritu de fe, conforme a lo que está escrito: Creí, por lo cual hablé, nosotros también creemos, por lo cual también hablamos.

Si tu has creído la Palabra debes empezar ha hablarla hasta que se haga una realidad en tu vida.

La Dra. Lillian Yeomans; pionera de la sanidad a principios del siglo pasado; tenía casas de sanidad donde ministraba a los enfermos con la medicina de Dios.

Ella cuenta que un día llego una mujer que tenía tuberculosis en su grado terminal. La ministró con la Palabra, le dio un cuarto y le dijo que repitiese: “Por las llagas de Jesús he sido sanada.”

La mujer lo repitió sin parar durante tres días, al cabo de los cuales se levantó completamente sana.
La meditación de la Palabra trajo completa sanidad a esta mujer.

Debemos meditar en las promesas para recibir lo que Dios ya nos proveyó.

Séptimo Paso: Alaba a Dios por la Respuesta

Alguien dijo que la alabanza es el nivel mas alto de fe; y yo lo creo, porque tu estás dando gracias a Dios por la respuesta aunque todavía no hayas visto nada.

Romanos 4:20-22

20 Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios,

21 plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido;

22 por lo cual también su fe le fue contada por justicia.

Eso fue lo que hizo Abraham; dio gracias de antemano, aún no había nacido Isaac, sin embargo, él daba gracias a Dios porque estaba plenamente convencido de que era capaz de hacer todo lo que había prometido.

Debemos mantenernos firmes alabando y dando gracias a Dios por respondernos aunque aun no se haya manifestado físicamente nuestra respuesta.

Filipenses 4:6

6 Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.

De nada nos sirve afanarnos y orar una y otra vez la misma oración; pues al orar por segunda vez le estás diciendo a Dios que no te escuchó la primera vez.

Cambia el afán por la alabanza, dándole gloria a Dios porque Él es poderoso para hacer todo lo que ha prometido.
Dale las gracias porque ya respondió tu oración.

Conclusión

Si eres fiel en seguir estos pasos recibirás la respuesta a tu oración.

Fuente: http://ow.ly/4igl1

Lo Que es la Fe

Por el Pastor Ricardo Botto

Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Hebreos 11:1

Este es el versículo clave para entender lo que la fe es. Por eso veamos este verso en varias versiones. Me he tomado la libertad de traducir literalmente algunas traducciones en idioma ingles.

Reina Valera 1909. Es pues la fe la sustancia de las cosas que se esperan, la demostración de las cosas que no se ven.

La Biblia al Día. Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve.

Dios Habla Hoy. Tener fe es tener la plena seguridad de recibir lo que se espera; es estar convencidos de la realidad de cosas que no vemos.

Moffat (Inglés). Pues, la fe quiere decir que tenemos la confianza de tener lo que esperamos, estar persuadidos de lo que no vemos.

Versión Amplificada. Ahora la fe es la seguridad (la confirmación, el titulo de propiedad) de las cosas que [nosotros] esperamos, siendo la prueba de las cosas que [nosotros] no vemos y la convicción de su realidad [la fe percibe como hecho real  lo que no ha sido revelado a nuestros sentidos].

Nueva Versión Internacional. Ahora bien,  la fe es la garantía de lo que se espera,  la certeza de lo que no se ve.

La Biblia de Jerusalén. La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven.

La Nueva Biblia de los Hispanos. Ahora bien, la fe es la certeza (sustancia) de lo que se espera, la convicción (demostración) de lo que no se ve.

La Biblia en Lenguaje Sencillo. Confiar en Dios es estar totalmente seguro de que uno va a recibir lo que espera. Es estar convencido de que algo existe, aun cuando no podamos verlo.

Al ver estas versiones podemos entender mas claramente lo que es la fe.

La fe es el título de propiedad que nos garantiza que las cosas que esperamos son nuestras a pesar de que no las veamos con nuestros ojos físicos. La fe nos da la seguridad de las cosas que estamos creyendo ya son nuestras. La fe es el brazo que se extiende al mundo espiritual y recibe las cosas que Dios ya nos dio.

La Fe es la Certeza de lo que se Espera

Para entender la fe, debemos entender que la fe y la esperanza son cosas diferentes, pero que trabajan juntas para que podamos recibir de Dios

La fe se encuentra en el tiempo presente mientras que la esperanza en el futuro.

Un joven fue un día a un negocio y le pidió al dueño que le fíe una gaseosa, el dueño le mostró un cartel que decía: “Hoy no fío, mañana si.” Al día siguiente fue de nuevo a la tienda y encontró el mismo cartel: siguió haciendo lo mismo durante varios días y siempre veía el mismo cartel, hasta que un día se dio cuenta que podía seguir yendo una y otra vez pero nunca le iban a fiar.

La esperanza esta siempre en el futuro, nunca nos ofrece la seguridad que tendremos las cosas que queremos recibir. Lo que nos da la seguridad es la fe.

Lo que hace la esperanza es trazarnos la meta, mientras que la fe la realiza.

Mi abuelo era ingeniero y mi papá es arquitecto. Cuando trabajaban juntos mi papá realizaba los planos de la casa y luego la construía mi abuelo.

Eso es lo que hace la esperanza dibuja el planos de lo que queremos recibir de Dios, y la fe lo trae a nuestras vidas.

Una hermana enferma de cáncer decía: “Yo se que Dios me sanará algún día.” Y se murió. Algunos hermanos se preguntaban porque esas palabras llenas de fe no funcionaron. La respuesta es sencilla no eran palabras llenas de fe sino llenas de esperanza.

Marcos 11:24 (Reina Valera 1960). 24 Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.

Biblia al Día. Por eso os digo: Creed que ya habéis recibido todo lo que estéis pidiendo en oración, y lo obtendréis.

Dios Habla Hoy. Por eso les digo que todo lo que ustedes pidan en oración, crean que ya lo han conseguido, y lo recibirán.

Nueva Biblia de los Hispanos. Por eso les digo que todas las cosas por las que oren y pidan, crean que ya las han recibido, y les serán concedidas.

La fe cree que recibe ahora; la esperanza en el futuro. La fe y la esperanza son dos tiempos diferentes para recibir de Dios.

A veces cuando termino de hacer la oración de acuerdo (Mateo 18:19) con alguien le pregunto: “¿Cuándo vas ha recibir tu respuesta?”  Si me dice ahora se que ya lo tiene porque está en fe, si me dice “Dios me lo dará algún día”, o algo parecido, se que no está en fe sino en esperanza, porque ha puesto su respuesta en el futuro y se que no recibirá de Dios.

Hagamos ajustes en nuestro creer, pongámoslo en el tiempo presente. La fe dice: “Es mío, lo tengo ahora.”

La Fe es la Evidencia de lo que No Se Ve

Hace unos años estaba en la ciudad minera de Calama, en la Segunda Región de Chile; recién habíamos llegado a la ciudad y fuimos a almorzar con el pastor que me invitó. Cuando salimos del restaurante vimos que la ventana trasera del furgón del pastor estaba abierta y faltaban dos maletas. Una de ellas tenía mi pasaporte, mi dinero y toda mi ropa. 

Cuando nos dimos cuenta, el diablo empezó a decirme: “Hoy día vas a predicar con blue jean y polera.” Yo le respondí: “No, diablo, la Biblia dice en Proverbios 6:30-31 que si el ladrón fuese descubierto devolverá siete veces, así que tu me vas a devolver siete veces lo que me has robado.”

Fuimos a la estación de carabineros, y mientras esperaba que me atendieran ví que entraba un carabinero con dos maletas; el capitán me pregunto: “¿Para que ha venido?” Yo le respondí: “Para recoger mis maletas.”

Me pidieron que revisara el contenido y vimos que no faltaba nada.

Al cabo de tres semanas había recibido siete veces más de lo que me había robado el diablo.

¿Qué me dio la confianza de que iba a recuperar mis cosas? ¿Qué me dio la seguridad de que iba a recibir siete veces más? La fe, la fe en la Palabra de Dios.

La fe en Dios cree en la Palabra de Dios a pesar de las circunstancias en las que estemos.

2 Corintios 4:18. No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.

¿Qué es algo temporal? Una cosa que está sujeta a cambio.

El problema o necesidad que tienes puede cambiar; no importa cual sea la circunstancia que estés pasando, está sujeto a cambio.

¿Existe algo que sea eterno? Si, la Palabra de Dios

Mateo 24:35. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

La Palabra de Dios es eterna.

Santiago 1:16-17. Amados hermanos míos, no erréis. Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.

         El verso 16 en la Biblia en Lenguaje Sencillo dice: Mis queridos hermanos, no sean tontos ni se engañen a ustedes mismos.”

El verso 17 en la Biblia Castilian: “Todo lo que recibimos de bueno y perfecto procede de Dios, creador de todas las luces del universo y en quien no hay cambio alguno ni sombra de variación”; y en la Biblia al Día: “Toda buena dádiva y todo don perfecto descienden de lo alto, donde está el Padre que creó las lumbreras celestes, y que no cambia como los astros ni se mueve como las sombras”.

Entonces podemos leer este verso así: “Amados hermanos no sean tontos, ni se equivoquen ni engañen, todo lo bueno y perfecto que recibimos viene de Dios, que creó las luces del universo y no cambia como los astros ni se mueve como las sombras.”

Malaquías 3:6. Porque yo Jehová no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos.

Dios no es un ser inconstante, ni variante, ni cambiante; Él sigue siendo siempre el mismo; y Su Palabra tampoco cambia.

Dios no es hombre para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta, las cosas que ha dicho las cumplirá en nuestra vida; Él apresura su Palabra para ponerla por obra (Números 23:19, Jeremías 1:12).

Podemos caminar confiados porque tenemos un Dios que cumple perpetuamente Su Palabra a nuestro favor.

Las circunstancias o problemas que pasemos son cosas temporales que cambian cuando ponemos lo eterno en nuestras vidas.

Si las circunstancias te hacen sentir enfermo solo debes declarar lo que dice 1 Pedro 2:24: “Soy sano por las llagas de Jesús.”

Si tienes problemas financieros solo cree lo que dice Filipenses 4:19: “Mi Dios suplirá todo lo que me falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.”

La Palabra de Dios tiene la respuesta a tus problemas.

Romanos 4:16-22. Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también para la que es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros. (como está escrito: Te he puesto por padre de muchas gentes) delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen. El creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia. Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; por lo cual también su fe le fue contada por justicia.

Abraham no creyó lo que sus sentidos le decían, no creyó lo que sus ojos veían; él estaba completamente convencido de que Dios iba a cumplir la promesa que le había hecho y su fe trajo como resultado el nacimiento de su hijo Isaac cuando tenía cien años.

Abraham no miró las cosas que se veían, sino lo que no se veía la palabra de Dios.

Proverbios 4:20-22. Hijo mío, está atento a mis palabras; Inclina tu oído a mis razones. No se aparten de tus ojos; Guárdalas en medio de tu corazón; Porque son vida a los que las hallan, Y medicina a todo su cuerpo.

Nuestros ojos siempre deben estar firmes en la Palabra de Dios, sabiendo que ella nos va ha traer las cosas que estamos deseando.

La fe siempre esta viendo la Palabra de Dios y tomándola como una realidad aunque las circunstancias por las que estemos pasando parezcan ser contrarias a lo que Dios promete.

Fuente: http://ow.ly/4igaK

12. UN EJEMPLO DEL PODER DE LA FE

Bienvenidos al último mensaje de la serie “El Poder de la Fe”, sin duda, Dios ha hechos cambios importantes en tu vida porque la fe te hace ver el mundo diferente, te da un nuevo significado de vida y una nueva esperanza para vivir mejor con un alto grado de confianza.

Dios nos permitió conocer mucho de su Palabra para activar la fe que él ha puesto en nuestra vida. Los temas fueron diversos, se logró que cada una de las áreas de tu vida fuera explorada y confrontada con el poder de la fe. Los temas fueron los siguientes:

El testimonio de la fe

La fe como don

La decisión de creer

La provisión de sanidad

Existen los milagros

La esperanza en el sufrimiento

La fe salvadora

Cómo hablar el lenguaje de la fe

Vidas restauradas

La prosperidad espiritual

El poder de la oración

El último tema de esta serie, está enfocado a la vida de Abraham, de hecho, el primer tema exploramos un poco de su testimonio, y ahora terminamos nuevamente con su testimonio. Abraham es considerado padre de la fe de todos los creyentes. Los judíos y los árabes se sienten orgullos porque se consideran descendientes de él, pero la Biblia nos enseña que en realidad los hijos de Dios redimidos por Jesucristo, somos hijos espirituales de Abraham, porque su vida fue un verdadero testimonio de fe, que inspira al cristiano a ser aventurero en la vida espiritual. Por supuesto, no fue un hombre perfecto, pero cada episodio de su vida es una enseñanza de fe, aún los errores, son parte del peregrinaje de la fe.

Qué dice la Biblia acerca de Abraham, lo primero que enseña es que es considerado indudablemente como «el padre de la fe» Romanos 4:11 Es más, cuando todavía no estaba circuncidado, recibió la señal de la circuncisión como sello de la justicia que se le había tomado en cuenta por la fe. Por tanto, Abraham es padre de todos los que creen, aunque no hayan sido circuncidados, y a éstos se les toma en cuenta su fe como justicia. Entonces, es considerado padre de los creyentes en Cristo (los que no son circuncidados). Es a quien Dios prometió: «Y serás padre de muchedumbre de gentes» (Génesis 17:4); cuando Pablo escribe a los Gálatas, señala que todo el que cree en Jesucristo se ha convertido en descendencia de Abraham Gálatas 3:29 Y si ustedes pertenecen a Cristo, son la descendencia de Abraham y herederos según la promesa. Como personas de fe, nos hemos convertido en miembros de la casa de Abraham (Romanos 4:13), así que las promesas que se hicieron para la descendencia de Abraham se aplican a nuestras vidas de fe (Romanos 4:16; Gálatas 3:16).

Existen dos secciones de la Escritura que debemos estudiar cuando examinamos el poder de la fe de Abraham: Primero, la narración histórica de su vida comenzó con la conclusión de la genealogía en  Génesis 11:27–32. Hasta que Dios le dio el nombre Abraham, se le conocía por Abram (Génesis 17:5); el relato bíblico de la vida de Abraham concluye más adelante, en Génesis 25:11.

La segunda sección de las Escrituras que tratan con la vida de Abraham, aunque en perspectiva histórica, establece una proposición teológica. Esa sección se encuentra en Romanos 4. En los evangelios, Abraham aparece a menudo como el padre de la fe, y Pablo utiliza el ejemplo de su vida para enseñar eficazmente a los Gálatas. Sin embargo, la sección que mejor define el papel de Abraham en los asuntos de fe se ubica en la carta de Pablo a los Romanos.

Seguir la vida de Abraham significa trazar una jornada de fe que merece ser vista como un modelo para todo creyente. El seguir su vida, nos ofrece un testimonio ejemplar de fe, su peregrinaje nos da pauta para entender el poder de la fe. El viaje de 2.400 km de Abraham estaba alimentado por la fe.

  1. La fe te lleva al desarraigo.

«Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios» (Hebreos 11:8–10). Abram deja Harán para dirigirse a Canaán por causa de la palabra del Señor Génesis 12.1–3. El Señor le dijo a Abram: «Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, y vete a la tierra que te mostraré. »Haré de ti una nación grande, y te bendeciré; haré famoso tu nombre, y serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan; ¡por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra!»

Una vida de fe requiere (1) que respondamos a una promesa y (2) que al salir abandonemos algo. En el caso de Abram, vemos que fue enviado a una tierra hasta ese momento no identificada. Aunque no tenía idea a dónde lo llevaría su decisión de fe, sabía que debía ir. Así es a menudo la jornada de fe. Dios nos dice con claridad solamente lo que debemos dejar o suspender, mientras que el futuro permanece poco claro. Esto no sugiere un futuro incierto para quienes caminan en fe, sino que a veces es confuso. La presencia y promesa del Señor sostienen la certeza, aun cuando no veamos el futuro.

La obediencia de Abram al irse se basa en la clara instrucción de Dios: «Vete de tu tierra y de tu parentela» (Génesis 12:1). Aunque el Señor prometió sólo mostrarle la tierra prometida en algún momento futuro, el resto de sus promesas fueron bastante claras. Las mismas promesas pueden aplicarse de igual manera a la vida de todo aquel que cree como lo hizo Abraham.

Una de las cosas que no estamos dispuestos en la vida es a dejar, y eso impide que tenga una vida de fe. Necesitas aprender a renunciar y experimentar el desarraigo. El desarraigo significa el dejar los lugares cómodos y apropiados para ir a lo nuevo. El desarraigo es parte de las transiciones de cada una de las etapas de la vida, por ejemplo, cuando vamos por primera vez a la escuela, es un proceso de desarraigo, cuando nos casamos, cuando nos independizamos, cuando nos cambiamos de casa o de trabajo.

En todo momento estamos expuestos al desarraigo, pero una de las cosas que más trabajo nos cuesta renunciar al desarraigo, es vivir con nuestros problemas, vivir con nuestro desánimo de lograr metas, de conformarnos con nuestro estilo de vida y no aspirar a más. El verdadero desarraigo es renunciar a lo que tu viste alcanza a ver, a lo que tus emociones te mueven, a lo que tus pensamiento te encajona.

La vida en el poder de la fe, es moverte constantemente de la apatía a la acción, del conformismo a la renovación, del fracaso al éxito, de la enfermedad a la sanidad, de la opresión a la libertad. Así como Dios sacó a Abraham de los lugares cómodos y apropiados, Dios quiere sacarte de tu pesimismo, de tu egoísmo, de tu confusión, de tu depresión, de tu enojo, de tus dudas, de aquello que era más cómodo a los lugares de bendición. En poder de la fe, Dios te llevará a la bendición eterna.

  1. La fe te da la victoria sobre la adversidad.

Abram parte de Canaán hacia Egipto por causa del hambre (Génesis 12:10). Aunque creemos en Dios, obedecemos su Palabra y andamos en su camino, no tenemos ninguna garantía contra el hambre. Nuestra jornada de fe, al igual que la de Abraham, atravesará momentos de hambre. Estas sequías a veces se dan cuando perdemos el trabajo, cuando hay enfermedad y/o a través de algún otro modo de sufrimiento. La fe no es tan solo el poder para defenderse del mal, es el poder que nos da Dios para procesar la realidad. La fe nunca niega la realidad sino que la atraviesa con la confianza de la victoria prometida por Dios. En verdad,  1 Juan 5:4 En realidad, todo el que es hijo de Dios vence lo malo de este mundo, y todo el que confía en Jesucristo obtiene la victoria. Específicamente anuncia que la fe es la victoria que ha vencido al mundo.

¿Cuándo vences? ¡Al momento en que empiezas a creer! La lucha de la fe no concluye en la victoria de conseguir aquello en lo que tenía puesta la esperanza. ¡No! Tú ganas en el momento en que tomas una posición de fe cuando decides poner la confianza en el Señor, en lo que El ha dicho en medio de circunstancias amenazadoras.

Algunos sugieren que Abram no debería haber dejado la tierra que el Señor le acababa de indicar que le sería dada (Génesis 12:7–9). Si esto fuera en verdad una falla en la fe de Abram, si este fracasó en confiar en Dios frente a las circunstancias difíciles, entonces aún ese tropezón (al ninguno está excepto), Dios lo trató, y Abram sacó aprendizaje. En vez de mandarle una plaga por su falta de fe, Dios mandó una plaga a Faraón. Aunque no parece que Abram estaba en condiciones de decidirse a salir de Egipto, Dios intervino de manera tal que fue provisto y virtualmente forzado a volver a la tierra que llegaría a ser suya.

Regocíjate en esto. Tu jornada de fe no requiere que seas perfecto. Un creyente no es una persona infalible. Sin embargo, un creyente es alguien que responde a Dios cuando se descubren las fallas. Abram volvió al altar que había hecho antes, al principio, cuando vino a la tierra, entonces invocó de nuevo en ese lugar al nombre del Señor (Génesis 13:3–4).

Si tú no confías en Dios cuando te enfrentas a circunstancias amenazadoras, vuelve lo más rápido posible al lugar donde lo invocaste por primera vez, y renueva tu compromiso. Él te da la victoria sobre la adversidad, ni siquiera tienes que esperar a ver la solución, la victoria está desde que ya confías y crees que Dos te la dio.

  1. La fe te genera bendición.

Otro apisodio en la jornada de Abram fue cuando rescata a Lot su sobrino, el resultado de esta historia de victoria concluye con la consagración de Abram en Génesis 14:20 ¡Bendito sea el Dios altísimo, que entregó en tus manos a tus enemigos!» Entonces Abram le dio el diezmo de todo.

Estamos revisando la jornada de Abram, pero vale la pena analizar la vida de Lot. Eligió mal, pensando que era la mejor tierra (espíritu egoísta) dio fruto amargo. Lo llevó a asociarse con Sodoma y Gomorra. También, cuando los reyes de la región pelearon entre sí, Lot se convirtió en víctima de esas riñas. Elegir lo aparentemente mejor sin consultar a Dios te dará como resultado graves problemas en tu vida, pero aún así, de todas maneras, Dios saldrá a tu encuentro para ser rescatado de algún tipo de dificultad por tus malas decisiones. El poder de la fe, Dios sale a tu encuentro para sacarte de la maldición y llenarte de bendición y tú responder a esa bendición.

Como contraste al egoísmo de Lot, se ve el espíritu generoso de Abram. Cuando supo Abram de la cautividad de Lot, convocó inmediatamente a sus sirvientes y los preparó para rescatar a su sobrino. Este hecho es otra ojeada al carácter de este «padre de la fe». La misión tuvo éxito, y como resultado de la victoria ocurrieron dos incidentes importantes que sirven de enseñanza a todos los que viven por fe.

Primero, Abram se encuentra con Melquisedec, rey de Salem, a quien la Biblia describe como «sacerdote del Dios Altísimo» (Génesis 14:18). Abram le mostró gran reverencia a Melquisedec y le ofreció el diezmo de todo lo que había ganado en la batalla. En otras partes de la Escritura se nos dice que Melquisedec es la representación de Jesucristo (Salmos 110:4;  Hebreos 7:1–10). Al pagar los diezmos al rey de Salem, el «padre de la fe» nos enseña a los hombres y mujeres de fe que debemos pagar diezmos de nuestras prebendas. Ya tratamos el tema de la prosperidad, pero es importante resaltar que los creyentes son generosos con los diezmos y las ofrendas.

Segundo, la gente de fe no es generosa sólo con los diezmos y las ofrendas, exhiben otro aspecto que se caracteriza en la actitud de Abram para con el rey de la vil Sodoma. Abram no le permitió a este rey corrupto que lo bendijera. El rey de Sodoma quería los prisioneros, ofreciendo bienes a Abram pero pretendiendo a cambio el dominio de las personas. Abram rehusó entrar en sociedad con este rey. ¿Por qué? «Para que no digas: Yo enriquecí a Abram». Dios ya había enriquecido a Abram, y él entendía claramente que sus recursos provenían de su relación con el Altísimo.

Deuteronomio 30:9 Entonces el Señor tu Dios te bendecirá con mucha prosperidad en todo el trabajo de tus manos y en el fruto de tu vientre, en las crías de tu ganado y en las cosechas de tus campos. El Señor se complacerá de nuevo en tu bienestar, así como se deleitó en la prosperidad de tus antepasados,

Una persona de fe no se asociará con quien mancille la fuente de bendición . De este incidente nuestra jornada de fe nos enseña: (1) A rescatar inclusive a los pecadores, (2) a manifestar generosidad en los diezmos y en las ofrendas y (3) a oponernos a cualquier sociedad que pudiera manchar la fuente de nuestras bendiciones.

En tu vida, ¿qué personas estarías dispuesto a rescatar? Escribe los nombres, asegúrate de incluir los que puede que no sean «inocentes».

¿Cuál es tu plan de ofrendar? Evalúa tu propia generosidad. Si tú lidias con el pago de los diezmos, reflexiona la razón principal o las razones principales, si son más de una. Por último, ¿has hecho acuerdos que como persona de fe hayan deshonrado la fuente de su bendición? Pide perdón a Dios y desarrolla un plan de acción para corregirlas.

  1. La fe te garantiza la promesa.

En la trayectoria del padre de la fe vemos otro ejemplo a seguir cuando decide establecer una relación duradera, pero Dios le pide algo que no estaba en la agenda de fe de Abram, la historia bíblica lo denomina como un pacto con sacrificio de (Génesis 15), seguido de este pacto viene la promesa cumplida. Representa un ejemplo de fe como lo dice Pablo en Romanos 4:16 Por eso la promesa viene por la fe, a fin de que por la gracia quede garantizada para toda la descendencia de Abraham; esta promesa no es sólo para los que son de la ley sino para los que son también de la fe de Abraham, quien es el padre que tenemos en común.

Cuando Abram se quejó de no tener heredero, Dios le prometió que alguien nacido de su simiente sería su heredero. Dios le pide a Abram mirar a las estrellas. Cuando miraba los innumerables astros, Dios le dijo: «Así será tu descendencia» (Génesis 15:6). Abram creyó al Señor cuando miró las estrellas, oyó la promesa de Dios. En ese momento, la fe de Abram permitió al Señor «impartirle» justicia. ¿Qué clase de fe es esta? ¿Qué significa que el Señor nos imparte justicia? Es cuando Dios (por su gracia y elección de amor) nos atribuye un complemento total de su justicia y de su justificación prometida.

Cuando tú te conviertes en una persona de fe, serás de suma importancia que reconozcas la diferencia entre creer en la promesa y creer en Aquel que ha hecho la promesa. Para Abram, lo segundo se hizo realidad. Y esta fe permitió al Señor impartirle justicia. Abraham recibió la promesa de un hijo a través de Sara (Génesis 18:1–5).

Una de las grandes lecciones que enseña la jornada de fe de Abraham tiene que ver con el tiempo. Vivimos en una cultura en que el tiempo parece estar comprimido. Casi todo lo que nos rodea se mueve con rapidez: el internet, las computadoras y los hornos de microondas actúan de inmediato. Sin embargo, la fe no opera en una atmósfera donde todo se hace de inmediato o por conveniencia. En ese momento de la jornada de Abraham, Dios le había prometido un hijo muchos años antes. Esta promesa provocó risa pero no fue por la incredulidad, más bien por la falta de entendimiento de las promesas de Dios que se mueven en el tiempo de Dios y no en el nuestro.

Finalmente, Abraham se enfrentó con el llamado supremo a la fe: A dejar frente al altar todo lo que Dios le había dado. A rendir todo, inclusive la promesa cumplida, y confiar en el que hizo la promesa por sobre todo.

Este encuentro fue el momento cumbre en la jornada de fe de Abraham. Los propósitos más altos de Dios no son enriquecernos (aunque lo haya hecho con Abraham), sanarnos (aunque haya «sanado» el cuerpo de Abraham, haciendo posible así el nacimiento de Isaac) o cumplir su promesa con nosotros (aunque dio a Abraham y a Sara el hijo prometido, Isaac). Su objetivo es traernos de vuelta a confiar en Él bajo cualquier circunstancia y en toda situación, y a caminar con él, por encima y más allá de todo.

 

Fuente: Pastor Alberto Arenas Mondragón

11. EL PODER DE LA ORACIÓN

Bienvenido al penúltimo mensaje de la serie “El poder de la fe”. ¿Has descubierto la paz y el gozo que vienen de la oración? Te hago la pregunta porque temo que demasiadas personas quieren discutir sobre la oración por razones diferentes a los beneficios espirituales: se encuentran muy ocupados por mejorar físicas o económicas. Desde luego, para nosotros es natural querer aprender los «secretos del éxito». Incluso cuando los discípulos le pidieron a Jesús que les enseñara a orar puede que lo hicieran por motivos errados. Sabemos que insensatamente pidieron posición y reconocimiento (Marcos 10.35–45).

Sin embargo, el poder de la oración se haya no sólo en una fe enérgica que busca exigirle a Dios cualquier cosa que deseemos, sino que el verdadero poder espiritual se encuentra en el poder de la fe que lucha por: (1) que se haga la voluntad de Dios (2) como se revela en las Escrituras . Si deseas que el poder de la fe se desate de manera que no busques el beneficio propio, es necesario entonces, que estés completa y exclusivamente comprometido con el reino, la voluntad y el gobierno de Dios. A medida que te comprometas se hace real en ti el verdadero acceso a la promesa de  Mateo 6:33 Lo más importante es que reconozcan a Dios como único rey, y que hagan lo que él les pide. Todo lo demás, él se los dará a su tiempo.

Reconocer (zeteo). En el buen sentido, esta palabra significa buscar, como en la alabanza, con todo el corazón a Dios. En la antigüedad, cuando la palabra se empleaba con una connotación negativa, quería decir tramar o conspirar. Pero cuando buscamos a Dios con todo el corazón, planificando y aceptando el reino de Dios como una realidad inmediata, el Señor puede «darnos todas las cosas» que hemos deseado en la profundidad del corazón.

En el poder de la fe, es vital que aprendas a ser paciente, a no desesperarte por satisfacer tus necesidades, porque la voluntad de Dios no está en función de tus necesidades, sino del proyecto que ha diseñado para ti, por eso el apóstol Pedro exhortó a que desechemos toda ansiedad sobre el Señor 1 Pedro 5:7 Así que pongan sus preocupaciones en las manos de Dios, pues él tiene cuidado de ustedes.

La razón para esta oración se basa en el conocimiento del amor de Dios. Ese es el punto de partida, el fundamento para la oración en el poder de la fe. ¿Sabías que el Señor te cuida? Solamente cuando en lo íntimo de nuestro corazón estamos convencidos del continuo afecto del Señor por nosotros, es posible acercarnos a Él con fe sencilla y confiada. Para ello, es necesario que puedas usar alguna de las cuatro tipo de oraciones en el poder de la fe para el crecimiento de tu vida espiritual.

  1. La oración de entrega.

Los mayores ejemplos de este tipo de oración son las palabras de Jesús hizo previo a la traición y crucifixión, y la realizó en un huerto o jardín llamado Getsemaní. Mateo 26:36–46 Luego fue Jesús con sus discípulos a un lugar llamado Getsemaní, y les dijo: «Siéntense aquí mientras voy más allá a orar.» Se llevó a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, y comenzó a sentirse triste y angustiado. «Es tal la angustia que me invade, que me siento morir —les dijo—. Quédense aquí y manténganse despiertos conmigo.» Yendo un poco más allá, se postró sobre su rostro y oró: «Padre mío, si es posible, no me hagas beber este trago amargo. Pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.» Luego volvió a donde estaban sus discípulos y los encontró dormidos. « ¿No pudieron mantenerse despiertos conmigo ni una hora? —Le dijo a Pedro—. Estén alerta y oren para que no caigan en tentación. El espíritu está dispuesto, pero el cuerpo es débil.» Por segunda vez se retiró y oró: «Padre mío, si no es posible evitar que yo beba este trago amargo, hágase tu voluntad.» Cuando volvió, otra vez los encontró dormidos, porque se les cerraban los ojos de sueño. Así que los dejó y se retiró a orar por tercera vez, diciendo lo mismo. Volvió de nuevo a los discípulos y les dijo: « ¿Siguen durmiendo y descansando? Miren, se acerca la hora, y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de pecadores. ¡Levántense! ¡Vámonos! ¡Ahí viene el que me traiciona!»

Nadie puede entender la angustia que Jesús sintió. Aunque nosotros lidiamos con el pecado, no somos puros como él. Nosotros luchamos por volvernos puros, pero Jesús era puro. No había pecado (y no habría de pecar), pues no formaba parte de su naturaleza. Mientras agonizaba, enfrentaba la posibilidad de que el pecado lo separara del Padre, ya que estaba a punto de pagar el precio de nuestro pecado.

¡Aun así se rindió! En el Evangelio de Lucas, dice que un ángel le fortaleció (Lucas 22:43). Finalmente, se rindió a la muerte de la cruz. Fue levantado de entre los muertos. Pero para todo esto, Dios ya tenía un propósito que lo describe perfectamente Pablo a este hecho en  Filipenses 2:9–11 Por eso Dios le otorgó el más alto privilegio, y le dio el más importante de todos los nombres, para que ante él se arrodillen todos los que están en el cielo, y los que están en la tierra, y los que están debajo de la tierra; para que todos reconozcan que Jesucristo es el Señor y den gloria a Dios el Padre.

En este tipo de oración, en el poder de la fe se te invita a asumirla, a ser parte de entregar tu vida a Cristo no sólo para salvación, también para servir, porque en la medida que te entregues y te humilles, Dios te exaltará, te pondrá en alto, te dará la victoria sobre la enfermedad, victoria sobre la depresión, victoria sobre el pecado y la tentación, victoria sobre la maldad y corrupción. Si nos rendimos en oración de fe a la voluntad de Dios, seremos fortalecidos de manera sobrenatural y finalmente exaltados junto con Cristo.

  1. La oración de autoridad.

La oración debe realizarse con autoridad, la autoridad no proviene de ti, la autoridad es de Dios, pero él pone autoridad en tu boca para que declares su voluntad. Lo que tú declares debes de hacerlo en el nombre de Jesús, al que todos se doblan por su autoridad. Dios nos ha dado autoridad sobre la enfermedad, sobre las tormentas y sobre las finanzas (Mateo 10:1;  Lucas 10:19). A veces le pedimos a Dios que actúe, cuando en verdad nos llama a emplear su autoridad actuando por medio de declaraciones divinamente autorizadas. Debemos declarar esa autoridad en nombre de Jesús: podemos ordenar que fluyan a nuestras manos los fondos necesarios, que cese la tormenta, que un demonio abandone a alguien, que una aflicción nos deje o que una enfermedad desaparezca.

Las palabras de Jesús fueron muy claras: «Les aseguro que si tienen confianza y no dudan del poder de Dios, todo lo que pidan en sus oraciones sucederá. Si le dijeran a esta montaña: "Quítate de aquí y échate en el mar", así sucedería. Sólo deben creer que ya está hecho lo que han pedido.» Marcos 11:23. ¡Cree en tu corazón que ya se hizo! Proclámelo con el poder de la fe que Dios te da. Pero recuerda: los milagros nacen de la fe en el poder de Dios, no nacen de un ritual, fórmula o fuerza de la voluntad humana»

  1. La oración de sanidad.

Si tú te entregas cada día de corazón a la voluntad de Dios y ejercer la autoridad que Jesucristo te dio, podrá practicar la oración de sanidad. En el poder de la fe, la enfermedad no es un obstáculo para el creyente, muchas veces Dios permite la enfermedad y hasta la muerte para manifestar su gloria, pero siempre cabe la posibilidad de sanidad en la oración cuando no dudas, cuando tienes absoluta confianza de que Dios tiene poder sobre la enfermedad, y ese mismo poder te lo dio en la fe, una prueba de ello es el libro de  Santiago 5:14–15 Si alguno está enfermo, que llame a los *líderes de la iglesia, para que oren por él; entonces ellos le untarán aceite y le pedirán al Señor que lo sane. Si oran con confianza, Dios les responderá y sanará al enfermo, y si ha pecado también lo perdonará. «Y el Señor lo sanará» Esa es la promesa. ¿Cuál será tu participación? Si estás enfermo (a), llama a los ancianos de la iglesia, a tu guía espiritual. Pide oración. Algunos sugieren que Santiago se refiere a la oración de fe como una aplicación para ese momento de sanidad. Se cree que en este ejemplo los ancianos son los que elevan la oración de fe. Sin embargo, cuando no están disponibles los ancianos, puedes elevar la oración en el poder de la fe.

Otro ejemplo en el A. T., es cuando Dios promete sanidad si el pueblo aprende a obedecer la voz de Dios, la obediencia significa fe poderosa aplicada. Cuando no crees en el poder de Dios, simplemente no crees en lo que dice Dios, lo escuchas pero no le crees. Es muy sencillo, cuando él te dice: “trae tu diezmo a mi casa y yo te bendeciré”, tú dices: me gustaría pero tengo muchas gastos, espera a que me reponga. Eso significa desobediencia, significa falta de fe, de confianza en las Palabras de Dios, por eso en  Éxodo 15:26 Les dijo: «Yo soy el Señor su Dios. Si escuchan mi voz y hacen lo que yo considero justo, y si cumplen mis leyes y mandamientos, no traeré sobre ustedes ninguna de las enfermedades que traje sobre los egipcios. Yo soy el Señor, que les devuelve la salud.» Esto se llama el Pacto de Sanidad Divina en el Antiguo Testamento, se basa en la confianza en las promesas de Dios, en la fe, en la obediencia. 

  1. La oración de revelación.

El hecho de ser cristianos no significa que lo sabes todo, Dios ha guardado misterios desde la eternidad y se los revela a sus hijos, pero se requiere una fe ciega en Dios para obtener su conocimiento. Dios se dio a conocer por medio de Cristo, pero Dios quiere que le conozcas mejor. Los teólogos dicen: Dios es conocible, pero incomprensible; significa que tienes la posibilidad de conocer parte de la verdad de Dios, pero tu mente no te da la capacidad para conocerlo de todo y comprenderlo absolutamente. En el poder de la fe, es posible conocer cada vez mejor de Dios, así lo dice el autor de Efesios 1:15–17 Por eso yo, por mi parte, desde que me enteré de la fe que tienen en el Señor Jesús y del amor que demuestran por todos los santos, no he dejado de dar gracias por ustedes al recordarlos en mis oraciones. Pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre glorioso, les dé el Espíritu de sabiduría y de revelación, para que lo conozcan mejor.

Ora con confianza pidiendo «revelación». Puesto que esta palabra se usa mal en algunos sectores de la iglesia, podrías luchar con esta idea. Pero la enseñanza de este texto es el modelo adecuado para todos los creyentes respecto de la oración que se eleva en el poder de la fe.

El autor dice en este pasaje que ora para que los destinatarios de su carta reciban “espíritu de sabiduría y de revelación”, con el propósito y el poder de Dios en sus vidas. Tal “revelación” es como un descorrer del velo del corazón, a fin de que podamos recibir el entendimiento profundo de la manera en que la Palabra de Dios intenta obrar en nuestras vidas. Esta se puede aplicar a la enseñanza o a la predicación especialmente ungida para ayudar a las personas a ver la gloria de Cristo y la manifestación de su propósito y poder en sus vidas.

La palabra “revelación” se emplea de dos maneras en la Biblia. A las Sagradas Escrituras se las llama la “Palabra revelada de Dios”. La Biblia declara que la “Ley” de Dios (Deuteronomio 29:29) y los “profetas” (Amós 3:7) son el resultado de la revelación divina, lo cual describe a todo el Antiguo Testamento “revelado”. En el Nuevo Testamento, esta palabra también se aplica a las Escrituras” (Romanos 16:25; Efesios 3:3; Apocalipsis 1:1), las cuales llegaron a formar parte del canon completo de la Biblia.

La sabiduría y el entendimiento, al igual que un hablar sano y práctico, recomiendan que el creyente de hoy conozca y exprese con claridad lo que quiere decir cuando habla de “revelaciones”. El Espíritu Santo, a decir verdad, nos da revelación, así como este texto lo enseña. Pero esta intuición profética nunca se debe considerar igual a la recepción real de las Santas Escrituras. Tan útil como pueda ser para la Palabra de Dios, el propósito de toda la revelación de la Santa Palabra es el único fundamento seguro para la edificación de nuestras vidas» (Mateo 7:24–29).


Fuente: Pastor Alberto Arenas Mondragón

10. LA PROSPERIDAD ESPIRITUAL

¿Puedes ver la conexión entre las condiciones de la prosperidad y la fe? Para entenderlo es necesario que primero sepas lo que queremos hablar de la prosperidad. En la actualidad existe una doctrina antibíblica llamada “Teología de la Prosperidad”, donde la fe justifica los medios económicos, si tú eres verdadero cristiano, luego entonces, debes ser próspero económicamente, porque eres hijo del gran Rey, y sus hijos no están en la miseria, él da en abundancia si lo crees, si lo declaras.

Pareciera que la condición de tu fe es el dinero, la ausencia del mundo material es la falta de fe. Si la condición para la fe eficaz fuera la prosperidad materia, porque hay muchos ejemplos de personas que nos enseñan la grandeza de la fe desde su pobreza como la viejita que dio como ofrenda la única moneda que tenía en sus manos, o la mujer que gastó todo su poco dinero en un frasco de fragancia para ungir a Jesús. También en el A. T. un grupo de gente sin dinero, sin tierra, pobre, enferma, cansada es llamada para entrar a la tierra prometida por Dios, así lo atestiguan Josué y Caleb, los que entraron a la tierra a observar las condiciones.

¿Tiene lógica para ti el hecho de que ninguna de estas condiciones es posible sin fe? ¿Sin fe, podría Josué hablar la Palabra del Señor al enfrentarse con todos los obstáculos que tendría al guiar a Israel a la Tierra Prometida? ¿No se necesita una fe viva para llenar la mente de la Palabra de Dios, en vez de dejar que se llene de los desafíos de la conquista? Por eso Dios dijo a Josué muchas veces: «Sé valiente, no temas ni desmayes» (Josué 1:6-9).

¡Qué importante es el poder de la fe cuando intentamos obedecer la voz de Dios! ¡Trata de dar siete vueltas alrededor del muro de Jericó sin fe! Sin fe intenta cruzar el Jordán pidiéndoles a los sacerdotes que entren en las aguas. Lee estas historias en los primeros capítulos de libro de Josué, y estarás de acuerdo en que fue la fe de Josué, fue estimulada por la promesa divina de «gran prosperidad» la que le dio el triunfo. ¿Cómo sucedió? Mediante la alimentación, la meditación y la comunicación constante de la verdad de la Palabra de Dios.

La fe en estas expresiones de diálogo, pensamiento y acción, centrada en la Palabra de Dios, se vuelve el fundamento de la prosperidad dada por Dios. Quiero definir la palabra «prosperidad»: Alcanzar una meta deseada. El concepto se enfoca menos en la abundancia material y más en las aventuras prósperas en el ámbito espiritual. La prosperidad de Dios es la provisión divina que posibilita el avance real en el camino asignado o en la tarea que debe realizarse de acuerdo a su voluntad, y esto no tiene que ver con dinero.

Repasaremos en este tema lo que realmente enseña la Biblia sobre la prosperidad. Algunas promesas de bendición se manifiestan ampliamente en la Biblia cuando tu te comprometes con Dios. Otras promesas son muy precisas, con parámetros bien definidos cuando te consagras a servirle. Pero sobre todo, descubrirás que las condiciones para la bendición y la prosperidad casi siempre nos llevan por el sendero de las relaciones. En otras palabras, aunque comprendas principios ricos de la prosperidad, notarás que Dios no está interesado en enriquecer a alguien por el simple hecho del enriquecimiento.

Para asegurar una perspectiva sana del tema del pode de la fe y la prosperidad, que tan a menudo se distorsiona, establezcamos tres aspectos de prosperidad espiritual.

  1. La prosperidad espiritual se vincula siempre con el propósito de Dios.

Dios pretende que seamos instrumentos de recursos porque es parte de sus propósitos. Nos llena de riqueza espiritual cuando estamos en sus propósitos, cuando entramos en la dinámica de responder a su llamado. El estar lejos de Dios significa pobreza espiritual, vacía, agonía, confusión, incertidumbre. Pero Dios lo llena todo en todo, llena de su Espíritu para que seamos prósperos. Filipenses 4:19 «Por eso, de sus riquezas maravillosas mi Dios les dará, por medio de Jesucristo, todo lo que les haga falta». La conexión entre las ofrendas responsables de los filipenses y el propósito de la bendición de Dios es clara, cuando leemos esta promesa en su contexto. Le dieron a Pablo, y luego Dios les dio la recompensa. Pero los recompensó para que pudieran seguir siendo una fuente de recursos para el programa del reino de Dios en todos los aspectos no sólo en lo material, en estos términos de los Filipenses con Pablo, Dios usó el recurso material para bendecir una vida que vivía bajo la amenaza de la muerte y desolación, eso seguro levantó el espíritu de Pablo.

  1. La prosperidad espiritual siempre está relacionada con el carácter de Dios.

Siguiendo el testimonio de Pablo, él nunca quiso recibir alguna ayuda económica de ninguna iglesias, él trabaja por su cuenta reparando tiendas de campaña, la única iglesia que le recibió ayuda económica fue la de los Filipenses, cuando él estuvo en una gran necesidad y no tenía la posibilidad de generar sus propios recursos.

Sin embargo, aceptó la ayuda no porque no le queda de otra, o porque estaba acostumbrado a un cierto estilo de vida; ese es el problema en nuestra sociedad, no estamos conforme con lo que tenemos, ni contentos, deseamos más y si pudimos subir de nivel, es muy importante mantenerse ahí y si se puede subir. En sí no es malo el ingreso económico, el problema es verlo como un fin y no un medio. El fin te obliga a buscarlo a toda cuesta, el medio llega en su momento y en la voluntad de Dios y que puedas ser capaz de decir como Pablo dijo: Filipenses 4:11–13 No digo esto porque esté necesitado, pues he aprendido a estar satisfecho en cualquier situación en que me encuentre. Sé lo que es vivir en la pobreza, y lo que es vivir en la abundancia. He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias, tanto a quedar saciado como a pasar hambre, a tener de sobra como a sufrir escasez. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.

Casi sin respiro, Pablo transmite la promesa de bendiciones a los que dieron y administra las lecciones de vivir plenamente satisfechos con lo que se tiene. La prosperidad no está prometida como una medicina para tu insatisfacción. La confesión de Pablo es simple: Yo estoy contento en la abundancia y en la escasez. Las posesiones o la prosperidad económica no determinan el nivel de satisfacción, en cambio la prosperidad espiritual sí contribuye o satisface tu necesidad interna. Esta actitud es reflejo del carácter de Dios en tu vida, porque él es el que moldea tus pensamientos por medio de la fe, para que vivas satisfecho con lo que tiene. ¿Es posible estar satisfechos en Dios? Pablo afirma su famosa declaración: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece». A partir e este contexto, se ve claramente que la fortaleza, el poder de la fe, que viene del Señor Jesús, surge de estar satisfecho a pesar de la presencia o ausencia de abundancia.

Dios no quiere que vivas en la miseria, sino que aprenda a ser prosperado desde tu interior, y después de reflejará en tu exterior. 3 Juan 2 « ¡Amado, yo ruego a Dios que en todos respectos prosperes y tengas salud, así como prospera tu alma!». Euodoo viene de las palabras griegas que significan «bueno» y «camino». Por lo tanto denota éxito en alcanzar un objetivo, ya sea en un viaje o en el negocio.

Juan se asegura de que el concepto de prosperidad sea integral. Él enlaza la condición del ser interior con los aspectos externos de la vida. Según su forma de pensar, sería inútil orar para alcanzar una meta si uno no está bien internamente. Alguien dijo lo siguiente: «Deseo que puedas llegar a donde quieres ir en tu exterior mientras en tu interior vayas a donde Dios quiere».

  1. La prosperidad espiritual siempre está subordinada a las promesas de Dios.

El éxito está más relacionado con el programa de Dios que con nuestros deseos. No está mal presentar nuestras peticiones y deseos al Señor. Está mal hacer que los deseos condicionen la relación. Dios quiere bendecirnos, darnos éxito en todas las áreas de nuestra vida. Sin embargo descubriremos que esas bendiciones vendrán confirmadas cuando te comprometes con el propósito de Dios para tu vida.

No existe una condición para que la promesa de Dios se cumpla en tu vida, él da en abundancia aún cuando somos malos, pero a los hijos que hacen la voluntad de su Padre, les sobreabunda desde su interior hasta su exterior, dice Malaquías 3:10 »Traigan íntegro el diezmo para los fondos del templo, y así habrá alimento en mi casa. Pruébenme en esto —dice el Señor Todopoderoso—, y vean si no abro las compuertas del cielo y derramo sobre ustedes bendición hasta que sobreabunde.

La Biblia tiene tanto promesas de prosperidad como advertencias acerca de la prosperidad. ¿Por qué? Porque el Señor conoce los corazones. La humanidad caída y hasta los redimidos del Señor son fácil presa de los patrones de pensamiento acerca de la teología de la prosperidad que se inclinan hacia la codicia y la avaricia. El Señor desea que la prosperidad sea una bendición, no una maldición. Pero la fe se emplea erróneamente cuando la motiva la codicia y cuando la prosperidad se convierte en la condición sobre la cual la fundamentamos. De repente, confiamos en Dios para obtener bienes, en vez de confiar en Él en todo. ¡En ese momento, la prosperidad se convierte en una maldición! Por esa razón, la promesa va seguida de la obediencia a la Palabra de Dios. Josué 1:8 «Que el libro de esa ley no se te caiga de los labios; medítalo día y noche, para poner en práctica todas sus cláusulas; así prosperarán tus empresas y tendrás éxito.»

9. VIDAS RESTAURADAS

Bienvenidos al sermón número 9 de la serie “El poder de la fe”, estoy seguro que Dios está haciendo cambios significativos en tu vida, porque ahora estás aprendiendo a no guiarte por tus sentidos, por tu intuición, por tu inteligencia o por referencia de otros. Sino que has empezado caminar en la fe, la que proviene de Dios. La semana pasada tratamos el asunto de aprender a hablar el lenguaje de la fe, porque hasta en tu manera de comunicarte y expresarte está permeado del don de la fe.

El tema de hoy es cómo la fe empieza a regenerar nuestras vidas el don de la fe, porque una vez que la fe empieza a actuar en tu vida, Dios empieza a restaurarte y prepararte para lago bueno. ¿Qué es lo que Dios va a restaurar en tu vida? ¿Hay algo que Dios no restaurará? ¿Cómo puedo cooperar con el plan divino de restauración?

Nuestra naturaleza humana se inclina a estudiar la fe de manera que nos ayude a llevar a cabo nuestros propósitos. Es triste cuando se busca la fe sólo como una manera de satisfacer una necesidad personal, como una aspirina que te quita el dolor de cabeza.

Todos los seres humanos tenemos necesidades y esto nos puede lleva a caer en una trampa. Por un lado, Dios quiere satisfacer todas nuestras necesidades (Mateo 6:33). Por otro lado, ¡Dios tiene un plan! Él no existe por el solo hecho de satisfacer nuestras necesidades. Desde la eternidad, Dios se ha comprometido a llevar adelante un curso de acción, y no torcerá su plan. Al ejecutar ese programa eterno, en su gracia satisface nuestras necesidades. Pero su plan va mucho más allá que el mero alivio de la condición humana, de nuestros problemas, enfermedades o pérdidas.

La fe alcanza su mayor exponente cuando tú y yo cooperamos con el plan eterno de Dios y nos unimos a Él en su búsqueda, en vez de exigirle que se una al nuestro. La restauración implica que se ha perdido algo. Nadie puede vivir en un planeta caído, tratar con la naturaleza propia caída y enfrentar la naturaleza caída de los demás sin sufrir pérdidas. Tienes que aprende a vivir por fe, a enfrentar todo lo que sucede en tu vida y salir victorioso. Es cuando te has comprometido a estar en el plan de Dios, sentirás la gracia y el poder de los ministerios de restauración de Dios.

En la Biblia tenemos varios ejemplos de cómo Dios restaura después de experimentar una pérdida, el papel que juega la fe y la manera de cómo interviene el Espíritu Santo para hacer nuevas todas las cosas.

Hageo es uno de los profetas que pertenecieron al período de restauración. Generalmente se cree que este período vino después de que gran parte de la población de Israel fuera deportación a Babilonia. Israel fue entonces repoblado por los babilonios, y más tarde por el imperio persa. Aun antes de que comenzara la deportación, después de años de derrotas humillantes a mano de los asirios, Dios habló a través de sus profetas e indicó que Israel sería restaurado en sus tierras. Al comenzar dicha restauración, tal como Dios había dicho, Hageo fue usado para hacerle recordar al pueblo el plan de Dios.

Hageo profetizó durante los esfuerzos de Esdras (520 a.C.) y su pueblo por reconstruir el templo de Salomón que había sido demolido. «El libro de Hageo aborda tres problemas comunes a todos los pueblos en todas las épocas, y ofrece tres inspiradoras soluciones a estos problemas. El primero de los problemas es el desinterés (1:1–15). El pueblo había retornado del exilio con el propósito de reconstruir el templo de Jerusalén (Esdras 1:2–4) y había comenzado la tarea asignada; pero surgió la oposición y la obra se detuvo. La gente se interesó más en construir sus propias casas, quizás para olvidar el tiempo vivido en tierra extraña (1:4). Dios les habló en dos ocasiones para despertarlos de su apatía. Primero debían reconocer que su vida era infructuosa (1:5, 6), porque habían desestimado la casa de Dios para ocuparse de sus propias casas (1:7, 9). Los esfuerzos por construir su propio reino no podrían jamás producir frutos permanentes. Después de tomar conciencia de sus problemas, el pueblo debía comprender que Dios aceptaría la obra que pudieran hacer, lo glorificarían con solo dedicarle lo que tenían (1:8).

»El segundo problema es el desaliento (2:1–9). Algunos los mayores dentro del grupo de los exilados que retornaron habían visto el templo de Salomón cuando eran niños; así que ningún edificio, por hermoso que haya sido, podía compararse con la gloria del templo anterior (2:3). El desaliento de los mayores pronto influyó en los jóvenes, y a sólo un mes de iniciada la obra cesó la edificación del templo. Pero, de nuevo Hageo trae un mensaje dirigido a enfrentarse enérgicamente al desaliento del pueblo. La solución consta de dos partes: una trata del problema inmediato, la otra ofrece una solución a largo plazo. Por el momento, es suficiente que el pueblo se esfuerce… se esfuerce… y trabaje (2:4). La otra clave para superar el desaliento es hacer saber a los constructores que están edificando un templo para que Dios lo llene con su gloria, de tal manera, que sobrepase la antigua gloria del templo de Salomón (2:9).

»El último problema que Hageo enfrenta es el de la insatisfacción (2:10–23). Ahora que pueblo está trabajando espera recuperar rápidamente los años de inactividad. Entonces el profeta se presenta ante los sacerdotes con una pregunta (2:12, 13) sobre las cosas limpias e inmundas y su influencia recíproca. La respuesta de los sacerdotes es que la inmundicia se contagia, mientras que la santidad no. La lección es obvia: no esperes que la obra de tres meses compense dieciséis años de negligencia. El siguiente mensaje de Dios para el pueblo constituye una sorpresa: Mas desde este día los bendeciré (2:19). La gente debía comprender que la bendición de Dios no podía ser comprada, sino que era una dádiva gratuita del Dios misericordioso. Dios escogió a Zorobabel como una señal (2:23), es decir, como representante de la naturaleza del siervo, la cual tuvo su máxima expresión en el más grande hijo de Zorobabel, Jesús. El nombre de Zorobabel en las dos listas genealógicas que aparecen en los Evangelios (Mateo 1;  Lucas 3), lo que indica que la más alta y definitiva bendición de Dios se encarna en una persona, la de su Hijo Jesucristo» 

Hacer restitución (Shalam). En forma figurada, ser o estar (completar; por insinuación, ser amigable; por extensión, corresponder). Se traduce como «desagraviar», «terminar», «llenar», «hacer el bien», «restaurar», «restituir». Da la idea de devolver algo a su propietario, o de enmendar, en el sentido de intentar devolver algo a su sitio original.

Restablecer (shuwb). Devolver en forma práctica o figurada (no necesariamente con la idea de que sea a su punto de origen). Esta palabra trae la connotación de un nuevo comienzo. El regreso al punto de partida podría ser imposible en términos geográficos o de tiempo. Sin embargo, en este sentido, «restablecer» hace posible un nuevo comienzo.

Ante toda crisis que ha provocado pérdida, se requiere todo un programa de restauración divina. El efecto de vivir bajo el poder de la fe, te hace experimentar una vida restaurada y restituida. Qué efecto tiene desde la fe, la vida restaurada, en qué restaura, veamos algunos de ellos:

  1. Restaura nuestro gozo de la salvación.

El problema de muchos creyentes que viven el cristianismo como una costumbre y no como una experiencia nueva, con mucha religiosidad muerta, tal parecería que la experiencia de la salvación ya no resulta de alegría o gozo. Pero no sólo la costumbre de vivir en una religión hace que se pierda el gozo de salvación, también los problemas que enfrentamos pueden generarte desánimo cuando piensas que Dios no está escuchando tu oración o súplica; también se puede perder el gozo cuando cometes una falta que perjudica gravemente a las personas y te genera sentimiento de culpa, siente que te has alejado del amor de Dios y de su presencia. Salmos 51:10–12: « Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva la firmeza de mi espíritu. No me alejes de tu presencia ni me quites tu santo Espíritu. Devuélveme la alegría de tu salvación; que un espíritu obediente me sostenga».

Esta oración de David es su respuesta a la obra de convicción del Espíritu Santo luego de su pecado con Betsabé. Está incluida en las Escrituras porque nos ofrece un modelo de la posibilidad de recibir perdón y la restauración del gozo de salvación.

  1. Restaura nuestras ganas para vivir.

Cuando llegas a pasar por momentos muy difíciles, puedes experimentar este tipo de sentimiento que se denomina depresión. La depresión (del latín depressus, que significa 'abatido', 'derribado') es un trastorno del estado de ánimo que en términos coloquiales se presenta como un estado de abatimiento e infelicidad que puede ser transitorio o permanente.

El término médico hace referencia a un síndrome o conjunto de síntomas que afectan principalmente a la esfera afectiva: la tristeza patológica, el decaimiento, la irritabilidad o un trastorno del humor que puede disminuir el rendimiento en el trabajo o limitar la actividad vital habitual, independientemente de que su causa sea conocida o desconocida.

Sólo un problema muy significativo como un evento no deseado o programado en tu vida lo puede provocar la muerte de un familiar, la pérdida del empelo, un divorcio, una infidelidad, una enfermedad incurable; pero la gracia de Dios hace que todas estas cosas no prevalezcan sobre nosotros, Él tiene un plan para estos casos, es muy claro; y seguramente, sus promesas, como lo muestra el profeta del Antiguo Testamento en Isaías 57:18 « He visto sus caminos, pero lo sanaré; lo guiaré y lo colmaré de consuelo. Y a los que lloran por él».

¿Qué clase de actitud atrae esta promesa de restauración de Dios? «No hay paz para los impíos» contrasta con la restauración del consuelo y ayuda a definir el significado de consuelo. No quiere decir consuelo en el sentido de conveniencia. Tiene más que ver con el llanto. La obra de restauración divina quitará ese tipo peculiar de tristeza que le roba al hombre la motivación por la vida. Cuando el penitente toma los pasos necesarios para avanzar más allá de la tristeza personal y el llanto se arrepiente ante el Señor y Él le dará tal renovación que renace la posibilidad de vivir de nuevo.

  1. Restaura nuestra relación con Dios.

La vida acelerada en nuestras ciudades son altamente estresantes, vivimos bajo el terror, el miedo, la desconfianza, la incertidumbre, la soledad y nuestro abandono. Todo esto genera una pérdida de relación con Dios y esa pérdida se refleja en los síntomas que te esté impulsando. Jeremías 30:17 « He visto sus caminos, pero lo sanaré; lo guiaré y lo colmaré de consuelo. Y a los que lloran por él».

Esta promesa es especial porque se refiere al fin del juicio. Cuando el profeta Jeremías dijo: «Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis» (Jeremías 29:11), se refería al fin de la dispersión de Israel; cuando regresaran a la tierra. El poder de la Palabra se emite durante la época en que Israel cosecha lo que sembró. Aun allí, Dios les dice: «Esto pasará. No es esto lo que quiero para ti. Yo te daré paz, y cumpliré las expectativas que todavía son posibles porque eres mi pueblo». Las heridas en  Jeremías 30.17  no son causadas por hombres. ¡Las causa el juicio de Dios! Por tanto podemos con seguridad dar expresión al corazón y a la voluntad de Dios para quien ha vivido el juicio del Señor por los pecados cometidos. Él desea sanar las heridas de su juicio y restaurar su corazón hacia Él.

  1. Restaura el poder para vivir con fortaleza.

Cuando pasas por momentos de muchos problemas, se genera un desgaste en tu vida, inviertes mucha energía en tratar de soportar el problema en tu cabeza y corazón, invierte mucha energía en buscar una solución, piensas, buscas, consultas, lloras, te enojas, te impacientas, cuestionas, regresas, etc. y al final quedas agotado de ese problema y ya no quieres saber nada. Es cuando el poder de la fe, te renueva las fuerzas, para continuar con tu vida, para que puedas vivir con fortaleza, el poder de la fe te mueve en esperanza y fortaleza, dice el profeta Isaías 40:31 « Pero los que confían en el Señor renovarán sus fuerzas; volarán como las águilas: correrán y no se fatigarán, caminarán y no se cansarán».

Esta restauración tiene también una condición. La renovación de la fuerza está disponible para quienes descansan en el Señor. ¡La idea de depender de otro no es popular en nuestra cultura! Se ve como señal de debilidad y disfunción. Pero en lo que respecta a tu relación con el Señor, la dependencia es un factor de fuerza. ¡Tu fuerza depende de tu debilidad! En efecto, ¿no es lo que dijo el apóstol Pablo? «Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2 Corintios 12:10). Descubrirás que tiene que ver con el cambio, con la renovación de lo que muere y algo nuevo que toma su lugar.

Fuente: Pastor Alberto Arenas Mondragón.

8. CÓMO HABLAR EL LENGUAJE DE LA FE

Bienvenidos al sermón número ocho de la serie “El poder de la fe”. En esta ocasión desarrollaremos el uso del lenguaje de la fe. El lenguaje es visto como un instrumento de la capacidad intelectual y afectiva de la persona, lo que indica que el conocimiento lingüístico que el niño posee depende de su conocimiento del mundo. Se dan aspectos en la lingüística del niño desde el nacimiento:

  • El prelenguaje es un sistema de comunicación rudimentario que aparece en el lenguaje de los bebés y que constituye la base de la adquisición de este. Se da a través y mediante un conjunto de cualidades necesarias para que el bebé pueda adquirir el lenguaje, y constituyen capacidades neurofisiológicas y psicológicas entre las que destacan percepción, motricidad, imitación y memoria.
  • El lenguaje es una capacidad o facultad extremadamente desarrollada en el ser humano; un sistema de comunicación más especializado que los de otras especies animales, a la vez fisiológico y psíquico, que pertenece tanto al dominio individual como al social y que nos capacita para abstraer, conceptualizar y comunicar. Según Ferdinand Saussure, en el lenguaje humano estructurado debe diferenciarse entre lengua y habla:

a) Lengua: llamada también idioma, especialmente para usos extralingüísticos. Es un modelo general y constante para todos los miembros de una colectividad lingüística. Los humanos crean un número infinito de comunicaciones a partir de un número finito de elementos, por ejemplo a través de esquemas o mapas conceptuales. La representación de dicha capacidad es lo que se conoce como lengua, es decir el código. Una definición convencional de lengua es la de "signos lingüísticos que sirve a los miembros de una comunidad de hablantes para comunicarse".

b) Habla: materialización o recreación momentánea de ese modelo en cada miembro de la colectividad lingüística. Es un acto individual y voluntario en el que a través de actos de fonación y escritura, el hablante utiliza la lengua para comunicarse. Son las diversas manifestaciones de habla las que hacen evolucionar a la lengua.

Esto nos dice que no podemos prescindir del lenguaje, en todo momento usamos un código de comunicación. Existen diversos tipos de lenguajes, pero hablaremos uno muy peculiar que no cualquiera habla, sólo los que han tenido una experiencia de fe. Las Escrituras que resaltan la importancia del lenguaje de la fe. Tal como hay un cierto sonido para la duda y el temor, también hay un sonido claro para la fe. ¡Los que creen se distinguen por cómo hablan! A menudo hablan con un lenguaje muy particular, el de la fe.

Debemos considerar tres grandes aspectos que caracterizan el lenguaje de la fe:

  1. El lenguaje de la fe no crea una falsa realidad.

A veces los que escuchan la palabra «fe» piensan que esta es una manera de negar la realidad que a todo mundo le consta, como si se tratar de un leguaje de fanáticos, como aquellos que predican que el mundo se va acabar o los que piensan que Dios habló a sus vidas más allá de las Escrituras. Existen lenguajes religiosos que desvirtúan la realidad y la verdad.

Por ejemplo, el lenguaje de la fe no niega la existencia de la enfermedad, no niega las carencias económicas, no niega los problemas o conflictos que se presentan; así como ni ninguna otra cosa como la bajeza humana o la maldición que ha caído sobre el hombre como consecuencia del primer pecado. Los lenguajes religiosos se caracterizan por evadir la realidad y el mundo caído, argumentando que nuestro objetivo no está en la tierra, que no pertenecemos a esta sociedad.

Por otro lado, el lenguaje de la fe no es un lenguaje de «pretensiones», como si sólo pronunciando ciertas palabras mágicas, pudiéramos salir de la pobreza, la enfermedad, el divorcio o cualquier otro problema que vemos o enfrentamos. Tú no puedes, y la fe verdadera no se trata de eso.

Pero hay una manera especial de responder en fe a la realidad. Cuando lo haces, ¡hablarás de cierta manera! Tu lenguaje empleará palabras de fe. En vez de rendirse a la realidad de la circunstancia, la fe hablará de la voluntad del Señor para ese momento. En vez de ahondar en los síntomas de la realidad, la fe meditará en las promesas de Dios. En vez de someterte a la derrota o al desánimo, la fe dará alabanza a Dios por su bondad.

Hablar en fe no es practicar el arte de hacer caso omiso a la realidad, sino expresar con confianza lo que Dios ha prometido hacer con nuestra realidad. En el lenguaje de la fe, hablarás de cosas positivas a partir de una realidad negativa, no disfraza las causas y consecuencias, le da un sentido nuevo, positivo, de bendición, porque encima de la realidad crítica, está el lenguaje de esperanza, de bendición, en medio de la maldición. El autor de una libro de máxima sabiduría dice, Proverbios 10:32 Los labios del justo dan a conocer lo agradable, Pero la boca de los impíos, lo perverso. La realidad en que vivimos corrompe a las personas, los aliena. Cuando escuchas a hablar a las personas en la calle, por lo general hablan con maldiciones, obedecen a una realidad.

El lenguaje de la fe no es un lenguaje de “mochos”, de puritanos, es un lenguaje que bendice y nunca maldice, construye para la vida sobre la realidad de muerte; edifica sobre las ruinas de destrucción. La gente que maldice es porque su corazón atesora maldición, por eso su lenguaje responde a esa realidad maldecida. En lenguaje de la fe es positivo, es agradable, de buenas noticias en medio de sinsabores. En el lenguaje de la fe se manifiesta en el corazón regenerado, donde los labios del justo darán a conocer lo agradable, lo positivo, lo de bendición.

  1. El lenguaje de la fe habla para la vida.

Podemos mostrar que el pensamiento negativo es la causa de muchos fracasos, pero hablar del pensamiento positivo no es lo mismo que hablar en «fe». El lenguaje de la fe, sea positivo o negativo, habla la Palabra de Dios, la Palabra siempre es vida, Dios siempre tiene Palabras de vida. Hablar en fe es utilizar las promesas de Dios, esas promesas siempre son vida y respiro para los creyentes, no sólo las buenas intenciones del hombre. Hablar positivamente es muy bueno, pero el lenguaje de la fe accede al trono de Dios, accede a la vida. Hablar positivamente puede mover a muchos, pero no mueve la mano de Dios ni la vida.

El que genera la vida, es el mismo soplo de la existencia de todo lo que respira: el Espíritu Santo, es el portador de la vida. La fe es el don del Espíritu, el que usa el lenguaje de la fe, habla de la vida. El Espíritu Santo es el Espíritu de fe y de gracia, no de «obras». Él da fe viva, dinámica. No hay nada más superficial que una apariencia de fe sin la sustancia dada por el Espíritu Santo.

Piensa en lo siguiente: Uno de los peligros graves a la vida de fe es el legalismo. Proverbios 15:4 La lengua amable es un árbol de vida; la lengua perversa hace daño al espíritu. Este es el intento humano de reducir la gracia de Dios a un tipo de conducta que no requiere la obra dinámica del Espíritu Santo. Dondequiera que Pablo predicaba, los judaizados lo perseguían. Su preocupación más grave era que los nuevos creyentes cayeran en la trampa de lo que él llamaba «otro evangelio diferente» (Gálatas 1.6–9). Si no opera en nosotros el poder cálido, amoroso y vital del Espíritu Santo, aun la fe expresada con convicción puede volverse «otro evangelio diferente» hundido en los vestigios de la tradición religiosa.

Proverbios 18:21  La muerte y la vida están en poder de la lengua; Y el que la ama comerá de sus frutos. Cuando se trata del lenguaje de la fe, cada uno de nosotros necesita un tratamiento profundo del Espíritu, para que de la abundancia del corazón, hablemos palabras de fe (Mateo 12:34).

Poder, yad. Traducido casi exclusivamente como «mano», «en tu mano», indicando poder, medios, fuente y dirección. ¡El aspecto figurativo del lenguaje hebreo dibuja una lengua con una mano! La lengua puede «agarrar» la vida y la muerte. Las palabras que usas pueden retener o liberar poderes vinculados con la vida y la muerte. La expresión «sus frutos» indica que la palabra hablada es semejante a la semilla. Las palabras plantadas mediante el poder del habla son como plantas que llevan fruto y dan vida o muerte, dependiendo de lo que se haya hablado.

El lenguaje de la fe al hablar de la vida, te beneficia en obtener el lenguaje de la sabiduría. Proverbios 3:13 Dichoso el que haya sabiduría, el que adquiere inteligencia. Revela lo que la sabiduría divina (su Palabra) enseña a nuestros corazones verdades y promesas que deben reflejarse en nuestra conversación y transmitir esas enseñanzas a nuestros labios. La Palabra en nuestros corazones debe influir sobre nuestra conducta y conversación. La «dulzura» y la «medicina» que tales palabras promueven son deseables, ya sea para nuestras relaciones humanas o para la recepción de la gracia divina en nuestro diario vivir. Llevan al creyente a una vida victoriosa a través del reconocimiento del poder y la fortaleza de Dios, tanto con nuestras acciones como con nuestros labios.

Después de entender que el lenguaje de la fe no niega la realidad y que habla para la vida, ¿cómo puedes ponerlas por obra en tu propia vida? ¿Existe la posibilidad de que las palabras que pronuncias sean semillas, así como la Palabra de Dios es semilla? ¿Existen ocasiones en que debes usar tus propias palabras para hacer guerra? O, ¿puedes expresar palabras que sean usadas para el lavamiento y la purificación? Por supuesto que la respuesta es «sí». Pero esto sólo es posible en la medida en que estés dispuesto a dejar que la palabra de Dios se convierta en el patrón de tus propias palabras.

  1. El lenguaje de la fe es hablar de lo que Dios sigue haciendo en nuestras vidas.

El lenguaje de la fe es testimonial, porque da testimonio de lo que Dios hizo y hace en nuestras vidas. Al poner en práctica el lenguaje de la fe debes considerar y hacer memoria de todo lo que Dios te ha provisto sobre todo en los momentos de escases; hacer memoria de cuántas veces  te libró de peligros; hacer memoria de cuántas veces te ha bendecido; te ha salvado, te ha guiado, te ha orientado; de todo debes de hablar como respuesta inmutable a las circunstancias presentes. Dice el Salmo 77:11-12 Acordarme de las obras de JAH: Sí, haré yo memoria de tus maravillas antiguas. Y meditaré en todas tus obras, Y hablaré de tus hechos.

Una de las grandes enseñanzas de Jesús acerca del poder del habla se encuentra en  Marcos 11:23–24 Tengan fe en Dios —respondió Jesús—. Les aseguro que si alguno le dice a este monte: “Quítate de ahí y tírate al mar”, creyendo, sin abrigar la menor duda de que lo que dice sucederá, lo obtendrá. Por eso les digo: Crean que ya han recibido todo lo que estén pidiendo en oración, y lo obtendrán.

«De los propios labios de Jesús recibimos la más directa y práctica instrucción concerniente al ejercicio del lenguaje de la fe. Considera estos tres puntos: 1) Tu fe debe depositarse «en Dios». La fe te debe expresar antemano y no la fe que se busca. El Todopoderoso es la fuente y la base de tu fe y de tu ser. La fe fluye sólo hacia Él, debido a que la fidelidad fluye directamente de Él. 2) La fe no es una treta que haces con los labios, sino una expresión que brota de la convicción de tu corazón. No es bíblica la idea de que la confesión de fe es una “fórmula” para conseguir cosas de Dios. Lo que Jesús nos enseña es que la fe que hay en tu corazón debe expresarse, lo que la convierte en algo activo y eficaz, que produce resultados concretos. 3) Las palabras de Jesús: “Todo lo que pidas”, extienden este principio a todos los aspectos de nuestra vida. Las únicas restricciones son: (a) que nuestra fe esté puesta “en Dios”, nuestro Padre viviente en concordancia con su voluntad y palabra; y (b) “que creamos” en nuestros corazones y no dudemos. Así, decir “al monte” no es un ejercicio vano o supersticioso, sino más bien una forma de invocar la promesa de la palabra creadora de Dios» 

Puesto que tú tomas la fe en serio y deseas aprender el lenguaje de la fe, querrás prestar atención especial a la conexión entre el hablar que mueve montañas y la fe que echa fuera el pecado. Tal como lo hemos visto, ¡Jesús habló del lenguaje de la fe de las dos maneras!

Fuente: Pastor Alberto Arenas Mondragón.

Aclaración

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