Salmo 56:4 (RVR60): "En Dios alabaré su palabra; en Dios he confiado; no temeré lo que me pueda hacer el hombre."
Este verso, brotado del corazón angustiado de David, nos llega como un bálsamo divino para nuestras propias luchas. Para apreciar plenamente su profundidad, debemos situarnos en el contexto: David está huyendo por su vida, perseguido por el rey Saúl, y ahora, en Gat, tierra de los filisteos, sus enemigos tradicionales, es capturado. El miedo, la ansiedad y la desesperación serían reacciones naturales y humanas. Sin embargo, en medio de esta tormenta perfecta de peligros, David pronuncia una de las declaraciones de fe más poderosas de las Escrituras. No es una fe nacida en la comodidad, sino forjada en el fuego de la adversidad.
1. El Fundamento de la Fe: "En Dios alabaré su palabra"
David no comienza negando el miedo de inmediato. Primero, establece el fundamento sobre el cual se sostendrá: la Palabra de Dios. Su alabanza no está centrada en un cambio circunstancial, sino en la naturaleza inmutable de Dios revelada a través de Sus promesas. En el Antiguo Testamento, la "palabra" de Dios representaba Su carácter, Sus pactos y Sus promesas fieles. David está diciendo: "Independientemente de lo que vea, de lo que sienta o de la amenaza que enfrente, yo elijo alabar la fiabilidad de Dios. Él es un Dios que cumple lo que promete".
Para nosotros hoy, esto se traduce en aferrarnos a las Escrituras. Cuando la incertidumbre nos rodea, ¿dónde ponemos nuestra mirada? David nos enseña a clavar nuestros ojos en las promesas de Dios. Versículos como "No te desampararé, ni te dejaré" (Hebreos 13:5), o "a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien" (Romanos 8:28), se convierten en nuestro ancla. Alabar Su palabra es un acto de guerra espiritual contra la mentira del enemigo que nos dice que Dios se ha olvidado de nosotros. Es proclamar la verdad sobre nuestra realidad.
2. La Decisión Activa: "En Dios he confiado"
Notemos el tiempo del verbo. No es "confiaré", en un futuro hipotético, ni "confiaba", como un recuerdo del pasado. David usa el pretérito perfecto: "he confiado". Es una decisión que ya ha sido tomada, un depósito de fe que ya ha sido hecho. Es un hecho consumado. En medio del caos, David hizo una elección consciente y deliberada: entregar su situación, su vida y su futuro en las manos de Dios.
La confianza no es un sentimiento; es una elección. Los sentimientos son volubles, cambian con el viento de las circunstancias. Pero la confianza es una postura del alma, un "sí" definitivo a la soberanía de Dios. Es como firmar un contrato en blanco y entregárselo al Señor. David podría haber confiado en sus habilidades militares, en su astucia o en buscar un refugio seguro. Pero él elige, activamente, confiar en Dios. Esta decisión previa es lo que le permite enfrentar lo que venga después. Nos desafía a preguntarnos: ¿Hemos tomado ya la decisión de confiar en Dios, sin importar lo que revele el próximo informe médico, el siguiente despido o la próxima crisis familiar?
3. El Resultado de la Confianza: "No temeré lo que me pueda hacer el hombre"
Solo después de alabar la Palabra y declarar su confianza, David puede pronunciar la poderosa negación: "No temeré". El miedo es natural, pero no tiene que ser nuestro amo. La fe no elimina la amenaza, pero sí le quita su poder para paralizarnos. David no dice: "El hombre no puede hacerme nada". Al contrario, reconoce la realidad del peligro ("lo que me pueda hacer el hombre"). Sus enemigos podían, humanamente hablando, hacerle mucho daño, incluso matarle. Pero su declaración trasciende lo físico: "No temeré". El miedo es derrotado por una confianza que es mayor que la amenaza.
¿A qué o a quién te enfrentas hoy? ¿A la crítica de un compañero? ¿Al rechazo de un ser querido? ¿A la opresión de un jefe injusto? ¿A las amenazas de un mundo hostil a tu fe? El principio es el mismo. El "hombre" representa cualquier poder terrenal, cualquier circunstancia humana que se levante contra ti. Cuando tu confianza está firmemente arraigada en el Dios Todopoderoso, la fuerza limitada de lo humano pierde su capacidad de aterrorizarte. Recuerdas que el que está en ti es mayor que el que está en el mundo (1 Juan 4:4).
Conclusión: Un Camino hacia la Valentía Sobrenatural
El Salmo 56:4 nos ofrece un camino divino para vencer el miedo. No es un salto mágico, sino un proceso deliberado:
Enfócate en la Palabra de Dios (Alaba Su fidelidad).
Toma la decisión de confiar (Haz de tu fe una acción, no solo un sentimiento).
Experimenta la liberación del temor (Camina en la valentía que Dios provee).
La valentía de David no era ausencia de miedo, sino la presencia de una fe más grande. Hoy, puedes seguir sus pasos. Tu Gat, tu lugar de miedo y peligro, puede convertirse en el lugar donde declares con una fe inquebrantable: "En Dios he confiado; no temeré".
Oración
Señor Dios y Padre nuestro,
Te acercamos a ti hoy con corazones que a menudo tiemblan ante las incertidumbres y las amenazas de este mundo. Reconcemos que, como David, nos sentimos a veces acorralados y llenos de temor.
Gracias porque tu Palabra es un faro en nuestra oscuridad. Hoy elegimos alabarte, no porque nuestras circunstancias sean fáciles, sino porque Tú eres fiel. Tu carácter es inmutable y tus promesas son nuestro fundamento seguro.
En este momento, con actitud deliberada, depositamos nuestra confianza en Ti. Te entregamos nuestros miedos específicos: [Menciona aquí tus propias preocupaciones]. Declaramos que en Ti, y solo en Ti, hemos puesto nuestra confianza.
Por el poder de tu Espíritu Santo, fortalece nuestra fe para que podamos proclamar con convicción: "No temeré". Rompe las cadenas de la ansiedad que nos paralizan. Ayúdanos a caminar con una valentía que no nace de nosotros, sino de la certeza de quién Tú eres.
Que nuestras vidas sean un testimonio de que un corazón anclado en Ti no puede ser sacudido por ninguna tormenta. En el nombre poderoso de Jesús, Amén.
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