9. VIDAS RESTAURADAS

Bienvenidos al sermón número 9 de la serie “El poder de la fe”, estoy seguro que Dios está haciendo cambios significativos en tu vida, porque ahora estás aprendiendo a no guiarte por tus sentidos, por tu intuición, por tu inteligencia o por referencia de otros. Sino que has empezado caminar en la fe, la que proviene de Dios. La semana pasada tratamos el asunto de aprender a hablar el lenguaje de la fe, porque hasta en tu manera de comunicarte y expresarte está permeado del don de la fe.

El tema de hoy es cómo la fe empieza a regenerar nuestras vidas el don de la fe, porque una vez que la fe empieza a actuar en tu vida, Dios empieza a restaurarte y prepararte para lago bueno. ¿Qué es lo que Dios va a restaurar en tu vida? ¿Hay algo que Dios no restaurará? ¿Cómo puedo cooperar con el plan divino de restauración?

Nuestra naturaleza humana se inclina a estudiar la fe de manera que nos ayude a llevar a cabo nuestros propósitos. Es triste cuando se busca la fe sólo como una manera de satisfacer una necesidad personal, como una aspirina que te quita el dolor de cabeza.

Todos los seres humanos tenemos necesidades y esto nos puede lleva a caer en una trampa. Por un lado, Dios quiere satisfacer todas nuestras necesidades (Mateo 6:33). Por otro lado, ¡Dios tiene un plan! Él no existe por el solo hecho de satisfacer nuestras necesidades. Desde la eternidad, Dios se ha comprometido a llevar adelante un curso de acción, y no torcerá su plan. Al ejecutar ese programa eterno, en su gracia satisface nuestras necesidades. Pero su plan va mucho más allá que el mero alivio de la condición humana, de nuestros problemas, enfermedades o pérdidas.

La fe alcanza su mayor exponente cuando tú y yo cooperamos con el plan eterno de Dios y nos unimos a Él en su búsqueda, en vez de exigirle que se una al nuestro. La restauración implica que se ha perdido algo. Nadie puede vivir en un planeta caído, tratar con la naturaleza propia caída y enfrentar la naturaleza caída de los demás sin sufrir pérdidas. Tienes que aprende a vivir por fe, a enfrentar todo lo que sucede en tu vida y salir victorioso. Es cuando te has comprometido a estar en el plan de Dios, sentirás la gracia y el poder de los ministerios de restauración de Dios.

En la Biblia tenemos varios ejemplos de cómo Dios restaura después de experimentar una pérdida, el papel que juega la fe y la manera de cómo interviene el Espíritu Santo para hacer nuevas todas las cosas.

Hageo es uno de los profetas que pertenecieron al período de restauración. Generalmente se cree que este período vino después de que gran parte de la población de Israel fuera deportación a Babilonia. Israel fue entonces repoblado por los babilonios, y más tarde por el imperio persa. Aun antes de que comenzara la deportación, después de años de derrotas humillantes a mano de los asirios, Dios habló a través de sus profetas e indicó que Israel sería restaurado en sus tierras. Al comenzar dicha restauración, tal como Dios había dicho, Hageo fue usado para hacerle recordar al pueblo el plan de Dios.

Hageo profetizó durante los esfuerzos de Esdras (520 a.C.) y su pueblo por reconstruir el templo de Salomón que había sido demolido. «El libro de Hageo aborda tres problemas comunes a todos los pueblos en todas las épocas, y ofrece tres inspiradoras soluciones a estos problemas. El primero de los problemas es el desinterés (1:1–15). El pueblo había retornado del exilio con el propósito de reconstruir el templo de Jerusalén (Esdras 1:2–4) y había comenzado la tarea asignada; pero surgió la oposición y la obra se detuvo. La gente se interesó más en construir sus propias casas, quizás para olvidar el tiempo vivido en tierra extraña (1:4). Dios les habló en dos ocasiones para despertarlos de su apatía. Primero debían reconocer que su vida era infructuosa (1:5, 6), porque habían desestimado la casa de Dios para ocuparse de sus propias casas (1:7, 9). Los esfuerzos por construir su propio reino no podrían jamás producir frutos permanentes. Después de tomar conciencia de sus problemas, el pueblo debía comprender que Dios aceptaría la obra que pudieran hacer, lo glorificarían con solo dedicarle lo que tenían (1:8).

»El segundo problema es el desaliento (2:1–9). Algunos los mayores dentro del grupo de los exilados que retornaron habían visto el templo de Salomón cuando eran niños; así que ningún edificio, por hermoso que haya sido, podía compararse con la gloria del templo anterior (2:3). El desaliento de los mayores pronto influyó en los jóvenes, y a sólo un mes de iniciada la obra cesó la edificación del templo. Pero, de nuevo Hageo trae un mensaje dirigido a enfrentarse enérgicamente al desaliento del pueblo. La solución consta de dos partes: una trata del problema inmediato, la otra ofrece una solución a largo plazo. Por el momento, es suficiente que el pueblo se esfuerce… se esfuerce… y trabaje (2:4). La otra clave para superar el desaliento es hacer saber a los constructores que están edificando un templo para que Dios lo llene con su gloria, de tal manera, que sobrepase la antigua gloria del templo de Salomón (2:9).

»El último problema que Hageo enfrenta es el de la insatisfacción (2:10–23). Ahora que pueblo está trabajando espera recuperar rápidamente los años de inactividad. Entonces el profeta se presenta ante los sacerdotes con una pregunta (2:12, 13) sobre las cosas limpias e inmundas y su influencia recíproca. La respuesta de los sacerdotes es que la inmundicia se contagia, mientras que la santidad no. La lección es obvia: no esperes que la obra de tres meses compense dieciséis años de negligencia. El siguiente mensaje de Dios para el pueblo constituye una sorpresa: Mas desde este día los bendeciré (2:19). La gente debía comprender que la bendición de Dios no podía ser comprada, sino que era una dádiva gratuita del Dios misericordioso. Dios escogió a Zorobabel como una señal (2:23), es decir, como representante de la naturaleza del siervo, la cual tuvo su máxima expresión en el más grande hijo de Zorobabel, Jesús. El nombre de Zorobabel en las dos listas genealógicas que aparecen en los Evangelios (Mateo 1;  Lucas 3), lo que indica que la más alta y definitiva bendición de Dios se encarna en una persona, la de su Hijo Jesucristo» 

Hacer restitución (Shalam). En forma figurada, ser o estar (completar; por insinuación, ser amigable; por extensión, corresponder). Se traduce como «desagraviar», «terminar», «llenar», «hacer el bien», «restaurar», «restituir». Da la idea de devolver algo a su propietario, o de enmendar, en el sentido de intentar devolver algo a su sitio original.

Restablecer (shuwb). Devolver en forma práctica o figurada (no necesariamente con la idea de que sea a su punto de origen). Esta palabra trae la connotación de un nuevo comienzo. El regreso al punto de partida podría ser imposible en términos geográficos o de tiempo. Sin embargo, en este sentido, «restablecer» hace posible un nuevo comienzo.

Ante toda crisis que ha provocado pérdida, se requiere todo un programa de restauración divina. El efecto de vivir bajo el poder de la fe, te hace experimentar una vida restaurada y restituida. Qué efecto tiene desde la fe, la vida restaurada, en qué restaura, veamos algunos de ellos:

  1. Restaura nuestro gozo de la salvación.

El problema de muchos creyentes que viven el cristianismo como una costumbre y no como una experiencia nueva, con mucha religiosidad muerta, tal parecería que la experiencia de la salvación ya no resulta de alegría o gozo. Pero no sólo la costumbre de vivir en una religión hace que se pierda el gozo de salvación, también los problemas que enfrentamos pueden generarte desánimo cuando piensas que Dios no está escuchando tu oración o súplica; también se puede perder el gozo cuando cometes una falta que perjudica gravemente a las personas y te genera sentimiento de culpa, siente que te has alejado del amor de Dios y de su presencia. Salmos 51:10–12: « Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva la firmeza de mi espíritu. No me alejes de tu presencia ni me quites tu santo Espíritu. Devuélveme la alegría de tu salvación; que un espíritu obediente me sostenga».

Esta oración de David es su respuesta a la obra de convicción del Espíritu Santo luego de su pecado con Betsabé. Está incluida en las Escrituras porque nos ofrece un modelo de la posibilidad de recibir perdón y la restauración del gozo de salvación.

  1. Restaura nuestras ganas para vivir.

Cuando llegas a pasar por momentos muy difíciles, puedes experimentar este tipo de sentimiento que se denomina depresión. La depresión (del latín depressus, que significa 'abatido', 'derribado') es un trastorno del estado de ánimo que en términos coloquiales se presenta como un estado de abatimiento e infelicidad que puede ser transitorio o permanente.

El término médico hace referencia a un síndrome o conjunto de síntomas que afectan principalmente a la esfera afectiva: la tristeza patológica, el decaimiento, la irritabilidad o un trastorno del humor que puede disminuir el rendimiento en el trabajo o limitar la actividad vital habitual, independientemente de que su causa sea conocida o desconocida.

Sólo un problema muy significativo como un evento no deseado o programado en tu vida lo puede provocar la muerte de un familiar, la pérdida del empelo, un divorcio, una infidelidad, una enfermedad incurable; pero la gracia de Dios hace que todas estas cosas no prevalezcan sobre nosotros, Él tiene un plan para estos casos, es muy claro; y seguramente, sus promesas, como lo muestra el profeta del Antiguo Testamento en Isaías 57:18 « He visto sus caminos, pero lo sanaré; lo guiaré y lo colmaré de consuelo. Y a los que lloran por él».

¿Qué clase de actitud atrae esta promesa de restauración de Dios? «No hay paz para los impíos» contrasta con la restauración del consuelo y ayuda a definir el significado de consuelo. No quiere decir consuelo en el sentido de conveniencia. Tiene más que ver con el llanto. La obra de restauración divina quitará ese tipo peculiar de tristeza que le roba al hombre la motivación por la vida. Cuando el penitente toma los pasos necesarios para avanzar más allá de la tristeza personal y el llanto se arrepiente ante el Señor y Él le dará tal renovación que renace la posibilidad de vivir de nuevo.

  1. Restaura nuestra relación con Dios.

La vida acelerada en nuestras ciudades son altamente estresantes, vivimos bajo el terror, el miedo, la desconfianza, la incertidumbre, la soledad y nuestro abandono. Todo esto genera una pérdida de relación con Dios y esa pérdida se refleja en los síntomas que te esté impulsando. Jeremías 30:17 « He visto sus caminos, pero lo sanaré; lo guiaré y lo colmaré de consuelo. Y a los que lloran por él».

Esta promesa es especial porque se refiere al fin del juicio. Cuando el profeta Jeremías dijo: «Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis» (Jeremías 29:11), se refería al fin de la dispersión de Israel; cuando regresaran a la tierra. El poder de la Palabra se emite durante la época en que Israel cosecha lo que sembró. Aun allí, Dios les dice: «Esto pasará. No es esto lo que quiero para ti. Yo te daré paz, y cumpliré las expectativas que todavía son posibles porque eres mi pueblo». Las heridas en  Jeremías 30.17  no son causadas por hombres. ¡Las causa el juicio de Dios! Por tanto podemos con seguridad dar expresión al corazón y a la voluntad de Dios para quien ha vivido el juicio del Señor por los pecados cometidos. Él desea sanar las heridas de su juicio y restaurar su corazón hacia Él.

  1. Restaura el poder para vivir con fortaleza.

Cuando pasas por momentos de muchos problemas, se genera un desgaste en tu vida, inviertes mucha energía en tratar de soportar el problema en tu cabeza y corazón, invierte mucha energía en buscar una solución, piensas, buscas, consultas, lloras, te enojas, te impacientas, cuestionas, regresas, etc. y al final quedas agotado de ese problema y ya no quieres saber nada. Es cuando el poder de la fe, te renueva las fuerzas, para continuar con tu vida, para que puedas vivir con fortaleza, el poder de la fe te mueve en esperanza y fortaleza, dice el profeta Isaías 40:31 « Pero los que confían en el Señor renovarán sus fuerzas; volarán como las águilas: correrán y no se fatigarán, caminarán y no se cansarán».

Esta restauración tiene también una condición. La renovación de la fuerza está disponible para quienes descansan en el Señor. ¡La idea de depender de otro no es popular en nuestra cultura! Se ve como señal de debilidad y disfunción. Pero en lo que respecta a tu relación con el Señor, la dependencia es un factor de fuerza. ¡Tu fuerza depende de tu debilidad! En efecto, ¿no es lo que dijo el apóstol Pablo? «Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2 Corintios 12:10). Descubrirás que tiene que ver con el cambio, con la renovación de lo que muere y algo nuevo que toma su lugar.

Fuente: Pastor Alberto Arenas Mondragón.

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