LOS OJOS DEL SEÑOR SOBRE LOS QUE LE TEMEN

Salmo 33:18 (RVR60)

"He aquí, el ojo de Jehová está sobre los que le temen, sobre los que esperan en su misericordia."

En medio de un salmo que proclama la majestad de Dios como Creador, Gobernante y Redentor, el salmista nos presenta una verdad íntima y personal. Después de describir los cielos formados por la palabra de Dios, los mares contenidos en su inmensidad y a las naciones bajo su soberano juicio, dirige nuestra mirada hacia una realidad que toca el corazón humano: la mirada atenta y personal del Señor. No es una mirada distante o general, sino una que se posa con intención y propósito sobre un grupo específico: "los que le temen, los que esperan en su misericordia".

El "ojo de Jehová" es una expresión poderosa. En las Escrituras, el ojo simboliza atención, conocimiento, cuidado y vigilancia. No hay detalle que escape a su mirada. No hay necesidad que no sea vista. No hay lágrima que caiga desapercibida. Pero aquí, el énfasis no está solo en que Dios ve, sino en sobre quién reposa su mirada de manera especial. No está sobre los poderosos según el mundo, ni sobre los autosuficientes, sino sobre los humildes, los dependientes, los que tienen una actitud correcta hacia Él.

El temor reverente no es un miedo paralizante, sino una postura del alma que reconoce la santidad, la autoridad y la bondad de Dios. Es una mezcla de admiración, sumisión y confianza. Temer a Dios es darle el lugar que le corresponde, es vivir conscientes de su presencia, es apartarse del mal por amor a quien es todo pureza. Sobre aquellos que caminan con esta reverencia, se posa su ojo. Dios observa con interés paternal cada paso, cada batalla, cada decisión tomada para honrarle.

La esperanza en su misericordia es la otra característica. No es una esperanza vaga, sino una expectativa confiada en su hesed—su amor inquebrantable, su bondad covenantal, su fidelidad misericordiosa. Estos no esperan en sus propias fuerzas, en sus méritos o en la estabilidad de las circunstancias. Su ancla es el carácter misericordioso de Dios. Y es sobre estos corazones orientados hacia su gracia donde la mirada divina encuentra descanso y deleite.

¿Qué significa para nosotros hoy que el ojo de Dios esté sobre nosotros?

Significa vigilancia protectora. Como un padre que observa a su hijo dando sus primeros pasos, listo para intervenir, Dios nos rodea con su cuidado. Su ojo ve el peligro antes de que llegue a nosotros. Su mirada no es de un espectador pasivo, sino de un Guardián activo (Salmo 121:3-4).

Significa atención personal. En un mundo de millones, podemos sentirnos insignificantes. Pero este versículo proclama que Dios no nos pierde de vista. Conoce nuestra situación exacta, nuestro cansancio, nuestras luchas ocultas, nuestras alegrías secretas. Su mirada es individual y amorosa.

Significa provisión oportuna. El ojo que ve la necesidad está conectado al corazón que se compadece y a la mano que provee. Esperar en su misericordia es confiar en que, al ver nuestra hambre, nuestra sed o nuestra herida, Él responderá conforme a su bondad y perfecto timing.

Significa aprobación y guía. Su mirada sobre nosotros es de interés y dirección. Busca guiarnos por sendas de justicia, corregirnos con amor y afirmarnos cuando caminamos en obediencia. Es una mirada que nos invita a mantener nuestros ojos en Él, para no desviarnos.

En los momentos de oscuridad, cuando nos sentimos solos o abandonados, podemos aferrarnos a esta verdad: Su ojo está sobre mí. No me ha dejado. Su atención no se ha distraído. Su cuidado no ha menguado. Cuando la esperanza humana flaquea, podemos, como el salmista, poner nuestra esperanza en su misericordia, que es nueva cada mañana.

Hoy, podemos examinar nuestro corazón: ¿Vivimos con un temor reverente que nos lleva a la obediencia? ¿Nuestra esperanza está verdaderamente anclada en su misericordia y no en nosotros mismos? Si es así, podemos caminar con una confianza serena, bajo la mirada amorosa y atenta de nuestro Padre Celestial.

Oración Final:

Señor Dios, Padre misericordioso y santo,

Gracias porque tu Palabra nos revela la verdad preciosa de tu mirada atenta. Nos humillamos ante ti, reconociendo que a menudo hemos vivido más conscientes de nuestras circunstancias que de tu presencia. Perdónanos. Ayúdanos a cultivar un corazón que te tema verdaderamente, que te honre en cada pensamiento y acción.

Ancla nuestra esperanza, no en lo mutable ni en lo visible, sino en tu misericordia inquebrantable, demostrada de manera suprema en la cruz de Cristo. En los días de incertidumbre, recuérdanos que tu ojo está sobre nosotros. Cuando nos sintamos solos, haznos sensibles a tu mirada de amor. Que esta verdad sea nuestro escudo contra el temor y nuestra fuente de paz.

Caminamos hoy bajo tu mirada protectora, confiando en tu cuidado y dirección. En el nombre de Jesús, Amén.

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