"Jehová el Señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de ciervas, y en mis alturas me hace andar." (Habacuc 3:19, RVR60)
En el contexto del libro de Habacuc, este versículo final no es un grito de victoria en medio de la comodidad, sino un canto de fe nacido en el horno de la angustia. Habacuc ha planteado preguntas difíciles a Dios: ¿Por qué permite la injusticia? ¿Por qué usa a naciones impías para disciplinar a su pueblo? Después del diálogo, después de la visión de juicio, después del temor reverencial ante la majestad de Dios, llega esta confesión sublime. No es la respuesta a todos sus "porqués", sino la respuesta a pesar de los "porqués".
1. La fuente de la fortaleza: "Jehová el Señor es mi fortaleza"
La palabra hebrea traducida como "fortaleza" (chayil) implica poder, eficacia, recursos y firmeza. Habacuc declara que su fuerza no reside en circunstancias favorables, en la estabilidad de su nación, ni en sus propios recursos emocionales. Su fortaleza es una Persona: Jehová, el Dios del pacto. En medio del colapso económico y social que profetiza (la higuera no florecerá, no habrá frutos en las viñas, fallarán las cosechas), su sustento no será material, sino espiritual. Esto nos recuerda que nuestra verdadera resiliencia no está en lo que poseemos, sino en Quien nos posee. Cuando todo apoyo falla, el Señor permanece como roca inamovible.
2. La agilidad en el camino difícil: "hace mis pies como de ciervas"
Las ciervas habitan en terrenos escabrosos y montañosos. Sus pies están diseñados para la estabilidad en lugares peligrosos, para saltar sobre obstáculos y avanzar con gracia donde otros tropezarían. Dios no promete un camino llano; promete pies adaptados para el camino empinado que toca recorrer. La imagen sugiere que Dios transforma nuestra capacidad misma para enfrentar la adversidad. No solo nos da fuerza para soportar, sino agilidad para avanzar, incluso para correr en medio de la dificultad (como en Isaías 40:31). Nuestra debilidad es la oportunidad para que Él demuestre su poder perfeccionador.
3. La perspectiva victoriosa: "y en mis alturas me hace andar"
Esta es la cumbre de la declaración. No dice "me saca de las alturas" (lugares peligrosos y expuestos), sino que en ellas me hace andar. Las "alturas" pueden representar los momentos de crisis, los peligros, los desafíos que nos hacen sentir vulnerables. Dios no siempre nos libra inmediatamente de ellas; en cambio, nos da la gracia para caminar sobre ellas, para habitarlas sin miedo, como dominándolas. Hay un matiz de triunfo: andar en las alturas es como poseer la tierra del enemigo, como afirmarse sobre el lugar de la batalla. Es la experiencia de la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento, guardando nuestro corazón y nuestra mente en Cristo Jesús, aún en el risco más alto.
Habacuc modela una fe que trasciende el entendimiento. La secuencia es crucial: primero, la queja honesta; luego, la espera en la revelación de Dios; finalmente, la confianza que se aferra a Su carácter, no a Sus dádivas. Su gozo no está en lo que Dios da, sino en quién es Dios. Por eso puede regocijarse en el Dios de su salvación incluso cuando la salvación visible aún no llega.
Oración
Señor Dios, Jehová de los ejércitos,
Tú eres nuestra fortaleza cuando nuestras fuerzas se agotan.
En medio de las preguntas sin respuesta, de los caminos escarpados y de las alturas que nos intimidan,
Reconocemos que nuestro recurso eres solo Tú.
Transforma nuestros pies temblorosos en pies de cierva,
Para que avancemos con seguridad por los senderos que has dispuesto,
Y enséñanos a caminar en las alturas de nuestras pruebas,
No con temor, sino con la confianza de quien sabe que Tú sostienes sus pasos.
Que nuestra declaración final, como la de Habacuc,
No dependa de las circunstancias, sino de la roca inamovible de Tu carácter.
En el nombre de Jesús, quien anduvo sobre las alturas de la cruz para llevarnos a la victoria,
Amén.
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