LA INMINENCIA DE LA VENIDA DE CRISTO

"He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra."
—Apocalipsis 22:12 (RVR60)

El libro de Apocalipsis culmina con una promesa solemne y gloriosa: Jesucristo, el Señor resucitado, declara que viene pronto. Esta afirmación no es solo un anuncio profético, sino un llamado a la esperanza activa y a la vigilancia espiritual. La expresión "He aquí yo vengo pronto" resuena como un eco constante en el corazón de la iglesia, recordándonos que la historia no está a la deriva, sino que avanza hacia un encuentro definitivo con su Señor.

La prontitud de su venida no debe entenderse únicamente en términos cronológicos, sino como una certeza absoluta de que el regreso de Cristo es seguro y puede ocurrir en cualquier momento. Esta expectativa produce en el creyente una vida de preparación, de fe y de fidelidad, sabiendo que cada día puede ser el día en que se cumpla la promesa.

El galardón de Cristo: justicia y gracia

Jesús no solo anuncia su regreso, sino que declara que trae consigo su galardón, es decir, su recompensa. Esta recompensa no es arbitraria, sino que está directamente relacionada con las obras de cada persona: "para recompensar a cada uno según sea su obra". Aquí se revela el carácter justo de Dios: Él conoce y valora cada acto, cada sacrificio, cada obra realizada en su nombre.

No se trata de salvación por obras, pues la Escritura enseña que la salvación es por gracia mediante la fe. Sin embargo, las obras son la evidencia visible de una fe genuina y viva. Cristo, como juez justo, recompensará a sus hijos conforme a lo que han hecho, motivados por amor y obediencia. Este principio está en armonía con otras enseñanzas bíblicas (Mateo 16:27, Romanos 2:6-11), donde se afirma que Dios retribuirá a cada uno según sus hechos.

Un llamado a la perseverancia y la santidad

El contexto de Apocalipsis 22 muestra que esta promesa de recompensa es también un llamado a la perseverancia y a la santidad. En los versículos previos y posteriores, se exhorta a los justos a seguir practicando la justicia y a los santos a santificarse aún más. La inminencia del regreso de Cristo debe motivar a los creyentes a no conformarse con una vida mediocre, sino a buscar la excelencia espiritual, sabiendo que todo lo que hacemos tiene valor eterno.

Además, este versículo nos recuerda la seriedad de nuestras decisiones y acciones. Nada queda oculto ante los ojos de Aquel que escudriña los corazones. Cada obra, por pequeña que parezca, será tomada en cuenta. Esto nos desafía a vivir con integridad, a servir con humildad y a amar con sinceridad.

Esperanza y responsabilidad

La promesa del galardón no solo es una advertencia, sino también una fuente de esperanza. Para quienes han sufrido por causa de Cristo, para los que han perseverado en medio de pruebas, este versículo es un consuelo: nada de lo hecho para el Señor será en vano. Él es fiel para recompensar incluso el vaso de agua dado en su nombre.

Sin embargo, también implica responsabilidad. La vida cristiana no es pasiva; requiere entrega, servicio y fidelidad. Jesús mismo es el modelo supremo: vivió haciendo el bien, sirviendo y obedeciendo hasta la muerte. Ahora nos llama a seguir sus pasos, sabiendo que Él mismo traerá la recompensa.

Oración

Señor Jesús,
Gracias por tu promesa fiel de regresar y traer contigo tu galardón. Ayúdame a vivir cada día con la expectativa de tu venida, sirviéndote con todo mi corazón y perseverando en la fe. Que mis obras sean un reflejo de tu amor y tu gracia, y que nunca olvide que todo lo que hago para ti tiene valor eterno. Examina mi vida, purifica mis motivaciones y hazme digno de recibir la recompensa que has preparado para tus hijos fieles.
Ven, Señor Jesús. Amén.

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