LLAMADO A LA PUERTA DE TU CORAZÓN

El libro de Apocalipsis, escrito por el apóstol Juan, es un texto lleno de simbolismos, visiones y mensajes profundos dirigidos a las iglesias y a los creyentes. En medio de sus páginas, encontramos un versículo que resuena con una ternura y una invitación personal que contrasta con el tono solemne de gran parte del libro. Apocalipsis 3:20 (RVR60) dice: "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo". Este versículo no solo es una promesa, sino también una expresión del amor y la paciencia de Jesucristo hacia cada uno de nosotros.

1. La Puerta Cerrada: Un Llamado a la Reflexión
En este versículo, Jesús se presenta a sí mismo como alguien que está "a la puerta". La imagen de una puerta cerrada puede representar muchas cosas en nuestra vida: un corazón endurecido por las circunstancias, una mente cerrada a la verdad, o una vida llena de distracciones que nos impiden escuchar Su voz. La puerta es un símbolo de la voluntad humana; Jesús no fuerza su entrada, sino que espera pacientemente a que nosotros decidamos abrirle.

Reflexiona por un momento: ¿Hay áreas de tu vida donde has mantenido la puerta cerrada a Jesús? Tal vez sean heridas del pasado, decisiones que prefieres controlar por tu cuenta, o simplemente el ajetreo diario que te impide escuchar Su voz. Jesús no ignora esas puertas cerradas; Él está allí, llamando con amor.

2. El Llamado de Jesús: Una Voz de Amor y Paciencia
Jesús no solo está a la puerta, sino que también llama. Su voz es suave, pero persistente. No es un grito que intimida, sino una invitación llena de gracia. En Juan 10:27, Jesús dice: "Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen". Su llamado es personal y específico para cada uno de nosotros. Él conoce nuestras luchas, nuestras dudas y nuestros anhelos más profundos.

¿Has escuchado Su voz últimamente? En medio del ruido del mundo, Su llamado puede parecer débil, pero está allí. A veces, Él habla a través de Su Palabra, otras veces a través de circunstancias, personas, o incluso en la quietud de nuestro corazón. El llamado de Jesús es una invitación a restaurar nuestra relación con Él, a dejar que Él entre en nuestra vida y transforme todo lo que está desordenado.

3. Abrir la Puerta: Un Acto de Fe y Entrega
Jesús no entra sin permiso. Él dice: "Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él". Abrir la puerta es un acto de fe, un reconocimiento de que necesitamos a Jesús en nuestra vida. No se trata de una acción complicada, sino de un simple "sí" de nuestro corazón. Es entregarle nuestras cargas, nuestros pecados, y nuestra voluntad.

Abrir la puerta también implica confianza. Confiamos en que Él no nos decepcionará, que Su presencia traerá paz, gozo y propósito a nuestra vida. Cuando abrimos la puerta, le damos acceso a todas las áreas de nuestra existencia, no solo a las que nos parecen "presentables". Jesús quiere entrar en lo más íntimo de nuestro ser, sanar nuestras heridas y llenarnos de Su amor.

4. La Cena con Jesús: Comunión Íntima y Transformadora
El versículo culmina con una promesa hermosa: "Cenaré con él, y él conmigo". En la cultura bíblica, compartir una comida era un signo de comunión, de amistad y de pacto. Jesús no solo quiere entrar en nuestra vida, sino también tener una relación íntima y constante con nosotros. La cena simboliza un tiempo de compañerismo, de diálogo, y de disfrutar mutuamente de la presencia del otro.

Imagina la escena: Jesús sentado a la mesa contigo, compartiendo no solo el pan, sino también tus alegrías, tus tristezas, tus sueños y tus luchas. Él no es un invitado distante; Él es el anfitrión que desea llenar tu vida de Su gracia y verdad. Esta comunión no es algo que ocurre una sola vez, sino un estilo de vida en el que caminamos con Él día a día.

5. Una Invitación para Hoy
Apocalipsis 3:20 no es solo un mensaje para la iglesia de Laodicea, a quien originalmente fue dirigido, sino también para nosotros hoy. Jesús sigue llamando a la puerta de nuestros corazones, esperando que le abramos. No importa cuántas veces hayamos cerrado la puerta en el pasado; Su invitación sigue en pie.

¿Qué te impide abrirle hoy? ¿Es el miedo, la duda, o simplemente la indiferencia? Recuerda que Jesús no viene a condenarte, sino a salvarte, a restaurarte y a darte una vida abundante (Juan 10:10). Su amor es más grande que cualquier cosa que hayas hecho o dejado de hacer.

Conclusión:
Apocalipsis 3:20 es un recordatorio poderoso de la gracia y la paciencia de Jesús. Él no nos abandona, incluso cuando le cerramos la puerta. Su llamado es una invitación a experimentar Su presencia, Su paz y Su amor de una manera profunda y transformadora. Hoy es el día perfecto para abrirle la puerta y permitir que Él entre en tu vida.

Oración
Señor Jesús, gracias por estar a la puerta de mi corazón y por llamarme con Tu voz de amor. Reconozco que muchas veces he cerrado la puerta por miedo, orgullo o distracción, pero hoy quiero abrirte completamente. Entra en mi vida, Señor, y transforma todo lo que está desordenado. Quiero cenar contigo, disfrutar de Tu presencia y caminar en comunión contigo cada día. Perdona mis pecados, sana mis heridas y lléname de Tu paz. Gracias por Tu paciencia y por nunca dejar de llamarme. En Tu nombre, Amén.

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Aclaración

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