"Como bien saben, ustedes fueron rescatados de la vida absurda que heredaron de sus antepasados. El precio de su rescate no se pagó con cosas perecederas, como el oro o la plata, sino con la preciosa sangre de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin defecto". 1 Pedro 1:18-19.
En el libro de 1 Pedro, el apóstol nos presenta una poderosa verdad acerca de nuestra redención en Cristo Jesús. En los versículos 18 y 19 del capítulo 1, Pedro nos recuerda el precio que se pagó por nuestra salvación y cómo esto nos llama a vivir una vida santa y consagrada a Dios.
Aquí, Pedro nos recuerda que antes de conocer a Cristo, estábamos atrapados en una vida vacía y sin propósito. Nuestro pecado nos había alejado de Dios y nos había llevado por caminos de vanidad y destrucción. Sin embargo, la buena noticia es que no fuimos rescatados con cosas corruptibles, sino con algo mucho más valioso: la preciosa sangre de Cristo.
La sangre de Jesús es el precio que se pagó por nuestra redención. En el versículo 19, Pedro continúa diciendo: "sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin defecto". Jesús, el Cordero de Dios, ofreció su vida sin mancha ni contaminación en la cruz del Calvario para liberarnos del poder del pecado y la muerte. Su sangre derramada es el único medio por el cual podemos ser purificados y reconciliados con Dios.
Este acto de amor y sacrificio nos llama a vivir una vida santa y consagrada. Pedro nos exhorta en el versículo 15 a ser santos en toda nuestra manera de vivir, porque aquel que nos llamó es santo. Nuestra respuesta a la redención de Cristo debe ser una vida que refleje su carácter y su amor. Debemos renunciar a nuestra manera de vivir pasada y abrazar una nueva identidad en Cristo, viviendo en obediencia y pureza.
La verdad de nuestra redención en Cristo es asombrosa y transformadora. Fuimos comprados a un alto precio, la sangre preciosa de Jesús. Esta realidad debe impactar cada aspecto de nuestras vidas, recordándonos la importancia de vivir de acuerdo a la voluntad de Dios y en obediencia a su Palabra.
Oracíón
Padre celestial, te damos gracias por la redención que tenemos en Cristo Jesús. Gracias por el precio que se pagó en la cruz para liberarnos del pecado y restaurar nuestra relación contigo. Ayúdanos a vivir en la plenitud de esta redención, renunciando a nuestra manera de vivir pasada y abrazando una vida santa y consagrada a ti. Capacítanos para vivir de acuerdo a tu voluntad y en obediencia a tu Palabra. Que nuestra vida sea un reflejo de tu amor y gracia. En el precioso nombre de Jesús, amén.
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