LA GUÍA DEL MANSO EN EL CAMINO DE LA VERDAD

"Bueno y recto es Jehová; Por tanto, él enseñará a los pecadores el camino. Encaminará a los humildes por el juicio, Y enseñará a los mansos su camino."
Salmos 25:8-9 (RVR60)

El Salmo 25 es una oración confiada del rey David en medio de la angustia y la incertidumbre. Es un canto que entreteje súplica y alabanza, y en su centro, estos dos versículos resplandecen como una revelación fundamental del carácter de Dios y de la condición humana que Él favorece. En un mundo que valora la autosuficiencia, la fuerza autoproclamada y el conocimiento orgulloso, estas palabras nos presentan un paradigma divino radicalmente distinto: Dios se inclina para instruir, no al que cree saberlo todo, sino al que reconoce su necesidad; no al que impone su camino, sino al que se inclina para aprender.

La Bondad y la Rectitud: El Fundamento de la Enseñanza Divina
El verso comienza con una declaración doble y firme sobre la naturaleza de Dios: "Bueno y recto es Jehová". Su bondad (tov) habla de su benevolencia inherente, su deseo activo de bienestar para su creación. Su rectitud (yashar) señala su perfecta integridad, la línea recta de su justicia y verdad en un mundo torcido. Esta combinación es esencial. Un Dios solo recto podría aterrarnos con su juicio infalible. Un Dios solo bueno (según nuestra comprensión humana y débil de la bondad) podría ser indiferente al pecado. Pero Aquel que es bueno y recto es capaz de ofrecer una salvación que es a la vez amorosa y justa. Y es desde este carácter perfecto que surge su acción de enseñar. Su enseñanza no es caprichosa ni errática; fluye de manera constante y confiable de su bondad amorosa y su integridad moral.

Los Discípulos Inesperados: Pecadores, Humildes y Mansos
Aquí encontramos la belleza y el desafío del texto. Dios enseña "a los pecadores el camino". No primero a los religiosos, a los cumplidores o a los moralmente superiores. Él comienza con aquellos conscientes de su extravío. La palabra "pecadores" (chata'im) implica aquellos que han errado el blanco, que están fuera de rumbo. Dios no espera que encontremos el camino por nosotros mismos para luego aprobarnos; Él toma la iniciativa de enseñar el camino precisamente a los que están perdidos. Es una gracia que precede al cambio.

Luego, el salmista profundiza en la actitud que recibe y retiene esta enseñanza divina. Dios "encaminará a los humildes por el juicio". Los "humildes" (anavim) son los pobres de espíritu, los que no tienen pretensiones delante de Dios, los que dependen totalmente de Él. "Juicio" (mishpat) aquí no es condena, sino el criterio justo, la decisión correcta, la forma de vivir que se ajusta al orden sabio de Dios. A aquellos que vacían su corazón de autosuficiencia, Dios los guía paso a paso en la aplicación práctica de su verdad.

Finalmente, la promesa culmina: "Y enseñará a los mansos su camino". Los "mansos" (anavim, una palabra muy relacionada con humilde, a menudo traducida como "dócil" o "gentil") no son débiles, sino aquellos cuyo poder está bajo control. Son los que han domado su orgullo, su ira autoafirmativa y han elegido confiar en la fuerza de Dios. A ellos, Dios no solo les muestra un camino genérico, sino "su camino" —el camino personal, particular, que Él ha diseñado para cada uno, el que conduce a la plenitud y al propósito.

La Lección para Nuestro Andar
En nuestra vida diaria, ¿dónde buscamos dirección? ¿En nuestra propia inteligencia, en las voces más ruidosas de la cultura, en la experiencia acumulada? Este salmo nos invita a un reposo activo: dejar de forcejear por el control y adoptar la postura del aprendiz perpetuo ante Dios. Ser "manso" y "humilde" significa llegar a Su Palabra no para confirmar nuestros prejuicios, sino para ser corregidos; orar no solo para presentar peticiones, sino para escuchar; enfrentar las encrucijadas no con ansiedad autónoma, sino con una confianza expectante de que el Dios Bueno y Recto nos instruirá.

Cada prueba, cada momento de confusión, es una oportunidad para practicar esta mansedumbre. Es un recordatorio de que no estamos solos en la travesía. Hay un Guía cuyo carácter es inmaculado y cuyo amor es constante. Él no nos entrega un mapa detallado de toda la vida de una vez; más bien, como un padre que enseña a un niño a caminar, sostiene nuestra mano y nos guía "por el juicio", un paso a la vez, iluminando el siguiente tramo del camino a medida que confiamos y obedecemos.

Oración

Señor Jehová, Dios Bueno y Recto,
Te damos gracias porque tu carácter es el fundamento firme de nuestra esperanza. Reconocemos ante Ti que, en nuestra soberbia e independencia, hemos buscado caminos torcidos y hemos confiado en nuestra propia luz, que es tinieblas.

Hoy, nos presentamos delante de Ti como pecadores necesitados de Tu dirección. Vaciamos nuestro corazón de toda autosuficiencia y orgullo. Haznos verdaderamente humildes, conscientes de que sin Ti nada podemos hacer. Domestica nuestro espíritu con Tu amor, para que seamos mansos, dóciles a Tu voz y sumisos a Tu guía.

Te suplicamos: Enséñanos Tu camino. Guíanos en Tus juicios. Ilumina la senda que hemos de seguir, especialmente en las áreas de confusión, dolor o decisión que enfrentamos. Danos un corazón atento para discernir Tu instrucción en Tu Palabra, en la sabiduría de Tu Espíritu y en las circunstancias que permites.

Que nuestra confianza no esté en nuestra capacidad para descifrar el futuro, sino en la certeza de que Tú, que eres fiel, nos guiarás. Enséñanos a caminar contigo, paso a paso, en la belleza de la mansedumbre y la seguridad de Tu bondad.

En el nombre de Jesús, nuestro Maestro y Camino,
Amén.

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