BIENAVENTURADOS LOS PERSEGUIDOS: LA PARADOJA DEL REINO

Mateo 5:10 (RVR60)
"Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos."

Introducción: Una Bienaventuranza Desconcertante
En el corazón del Sermón del Monte, Jesús pronuncia una serie de declaraciones que revolucionan nuestra comprensión de la felicidad y la bendición. Estas "bienaventuranzas" voltean los valores del mundo al revés, y quizás ninguna lo hace de manera más radical que la octava y última: "Bienaventurados los perseguidos". Para una audiencia original que anhelaba un Mesías libertador político, y para nosotros hoy que a menudo equiparamos la bendición de Dios con comodidad y éxito, estas palabras suenan a una paradoja profunda. ¿Cómo puede ser feliz alguien que es perseguido? Jesús no está glorificando el sufrimiento en sí mismo, sino que está revelando una verdad eterna: la fidelidad a Dios en un mundo caído a menudo conlleva oposición, y es en esa misma oposición donde se manifiesta la auténtica ciudadanía del cielo.

1. La Naturaleza de la Persecución: "Por causa de la justicia"
Jesús es muy específico. No es "bienaventurados los que son perseguidos" por cualquier motivo. Uno puede ser perseguido por ser ofensivo, por actuar injustamente o por sostener ideas dañinas. Esa no es la bendición de la que habla Jesús. La clave está en la frase "por causa de la justicia".

¿Qué es esta "justicia"? En el contexto del sermón, es la justicia del Reino que Jesús mismo inaugura y enseña. Es una justicia que va más allá del legalismo farisaico y penetra el corazón (Mateo 5:20). Es la justicia que busca activamente la voluntad de Dios, que anhela ver su reino de shalom, integridad y rectitud establecido en la tierra. Es vivir de acuerdo con los valores del Reino que Jesús acaba de enumerar: ser pobre en espíritu, manso, misericordioso, puro de corazón, pacificador.

Cuando una persona vive de esta manera, se convierte en un recordatorio viviente y, a menudo, incómodo para un mundo que prefiere la autosuficiencia, la arrogancia, la venganza y la impureza. La luz revela la oscuridad, y la oscuridad, a veces, reacciona con hostilidad.

2. La Promesa Inmediata: "De ellos es el reino de los cielos"
Es profundamente significativo que la promesa para los perseguidos sea idéntica a la promesa para los "pobres en espíritu" en el primer verso de las bienaventuranzas (Mateo 5:3). Esto forma una inclusión literaria, encerrando todas las bienaventuranzas con la misma verdad fundamental: el Reino de los Cielos pertenece a los que reconocen su necesidad espiritual total y a los que, por vivir esa dependencia, enfrentan la enemistad del mundo.

La promesa no es "heredarán el reino después de que la persecución termine". Es una realidad presente. "De ellos es el reino de los cielos". En el momento mismo del sufrimiento, cuando la injusticia parece triunfar, el perseguido posee una herencia inquebrantable. Su ciudadanía está en el cielo (Filipenses 3:20). Tienen un Rey que los reconoce como suyos. Esta verdad les da una perspectiva eterna que trasciende las circunstancias temporales. El veredicto de Dios sobre sus vidas fieles pesa infinitamente más que el veredicto de sus perseguidores.

3. El Sello de Autenticidad: Uniéndose a la Gran Nube de Testigos
La persecución por la justicia no es una anomalía en la vida de fe; es, de hecho, un sello de autenticidad y una señal de que estamos en buena compañía. Jesús lo deja claro en los versículos siguientes (Mateo 5:11-12), donde anima a regocijarse porque "así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros".

Desde Abel, cuyo sacrificio justo provocó la envidia de Caín, hasta los profetas como Elías, Jeremías e Isaías, que fueron rechazados, amenazados y asesinados por anunciar la palabra de Dios, la historia de la redención está marcada por la fidelidad en medio de la oposición. El mismo Señor Jesús, el único completamente justo, fue perseguido, calumniado y crucificado. Seguir a Cristo significa, inevitablemente, tomar nuestra cruz y caminar en sus pasos, lo que puede llevarnos por el mismo camino de rechazo.

Cuando somos perseguidos por causa de la justicia, estamos siendo identificados con Cristo y uniéndonos a la larga y noble línea de mártires y testigos que dieron todo por amor a la verdad. Es una prueba dolorosa pero poderosa de que nuestra fe es real y que nuestro destino está seguro en Él.

Aplicación Práctica: Vivir la Bienaventuranza Hoy
¿Cómo se ve esta bienaventuranza en nuestra vida diaria?

En el lugar de trabajo: Ser perseguido puede significar ser pasado por alto para un ascenso por negarse a participar en prácticas deshonestas. Puede significar ser objeto de burlas por negarse a unirse a chismes o por hablar con integridad.

En la esfera pública: Puede significar ser cancelado en las redes sociales o calificado de "intolerante" por defender la santidad de la vida o la verdad bíblica sobre el matrimonio y la identidad de género, siempre que se haga con amor y gracia, no con arrogancia.

En la familia y las relaciones: A veces, la oposición más dolorosa viene de aquellos más cercanos a nosotros, que no comprenden nuestra fe y pueden presionarnos para que comprometamos nuestros valores.

En la iglesia: Incluso dentro de la comunidad de fe, defender la sana doctrina y la integridad ética puede generar incomprensión y oposición.

En todos estos casos, estamos llamados no a buscar el martirio, sino a mantener una fidelidad serena y valiente, confiando en que el Reino nos pertenece aquí y ahora.

Conclusión: La Alegría que Trasciende el Dolor
La bienaventuranza de los perseguidos nos recuerda que la alegría cristiana no es la ausencia de dolor, sino la presencia de Cristo en el dolor. Es la profunda, misteriosa y sobrenatural certeza de que, aunque se nos quite todo—reputación, comodidad, libertad, incluso la vida—nada ni nadie puede arrebatarnos nuestro lugar en el Reino de Dios. Nuestro Rey ha vencido al mundo, y en Él, nosotros también somos más que vencedores.

Oración Final
Padre Celestial,

Tu Palabra nos confronta con la verdad de que seguir a tu Hijo, Jesucristo, a menudo conlleva oposición y sufrimiento. Confesamos que nuestra naturaleza humana huye del dolor y anhela la aceptación del mundo.

Te pedimos que nos concedas un valor santo, no un valor propio, sino uno sostenido por tu Espíritu. Ayúdanos a vivir de tal manera la justicia de tu Reino—con amor, humildad y verdad—que nuestra misma vida sea un testimonio que, si es rechazado, sea rechazado por causa de tu nombre.

Cuando enfrentemos la incomprensión, el desprecio o la persecución por ser fieles a ti, recuérdanos la promesa gloriosa: que tu Reino ya nos pertenece. Que esta verdad sea el ancla de nuestra alma y la fuente de un gozo que el mundo no puede dar ni quitar.

Sostenidos por esta esperanza, danos la gracia de orar por aquellos que nos persiguen y de regocijarnos, no en nuestro sufrimiento, sino en el privilegio de ser contados dignos de padecer por el Nombre que está sobre todo nombre.

En el nombre poderoso de Jesús, Amén.

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