2 Timoteo 4:2 (RVR60)
"Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina."
Introducción: Un Mandato Urgente
En las páginas finales de lo que sería su última carta, el apóstol Pablo, encarcelado y consciente de que su partida era inminente, dirige un llamado solemne y apasionado a su amado hijo en la fe, Timoteo. No son las palabras de un hombre que reflexiona tranquilamente, sino las de un veterano de guerra, pasando la antorcha a la siguiente generación. El mandato de 2 Timoteo 4:2 es el núcleo de esta comisión. Es un versículo cargado de urgencia, responsabilidad y un profundo amor por la verdad. En un mundo que se parece cada vez más al "tiempo peligroso" que Pablo describe (2 Timoteo 3:1), este versículo no es solo una instrucción para un joven pastor del primer siglo; es el corazón de la misión para todo creyente que anhela ser fiel a Cristo.
I. La Esencia del Mensaje: "Que Prediques la Palabra"
El mandato comienza con lo fundamental: "Que prediques la palabra". No es una sugerencia, es un imperativo. Pablo no dice "predica tus ideas", "predica filosofías populares" o "predica lo que la gente quiere oír". La esencia, el contenido no negociable, es la Palabra de Dios.
En el contexto de la carta, Pablo acaba de recordarle a Timoteo el valor supremo de las Sagradas Escrituras (2 Timoteo 3:16-17). Es esta Palabra inspirada, y no la sabiduría humana, la que tiene el poder de salvar, santificar y sostener. Predicar la Palabra significa exponer fielmente lo que Dios ha revelado. Es dejar que la Biblia hable, explicando su significado y aplicándola a la vida. Es centrarse en la persona y obra de Jesucristo, el gran tema de toda la Escritura.
Hoy, la tentación de diluir el mensaje o de buscar métodos que eviten las partes "ofensivas" del evangelio es grande. Pero la fidelidad exige que nos aferremos al contenido dado por Dios. Nuestra autoridad no reside en nuestra elocuencia o ingenio, sino en la verdad inmutable que proclamamos.
II. La Urgencia del Mensaje: "A Tiempo y Fuera de Tiempo"
La frase "que instes a tiempo y fuera de tiempo" nos golpea con un sentido de urgencia inconfundible. "Instar" implica insistencia, ser persistente y urgente. No se trata de ser imprudente o falto de tacto, sino de poseer una convicción tan profunda que no puede ser contenida por la conveniencia.
"A tiempo" (oportuno) se refiere a aquellos momentos en que las personas son receptivas, cuando hay una necesidad evidente o una puerta abierta. Es la sabiduría de saber cuándo hablar.
"Fuera de tiempo" (inoportuno) se refiere a aquellos momentos en que la gente no quiere escuchar, cuando es incómodo, difícil o incluso peligroso. Es la valentía de hablar incluso cuando no es popular.
Este doble mandato nos libera de esperar el "momento perfecto". La fidelidad en la proclamación no depende del estado de ánimo de la cultura o de la receptividad de la audiencia. La semilla debe ser sembrada bajo el sol y bajo la lluvia, en tierra fértil y en terreno pedregoso. Nuestra responsabilidad es ser fieles en la siembra; la responsabilidad del crecimiento pertenece a Dios (1 Corintios 3:6).
III. El Alcance del Mensaje: Redarguye, Reprende, Exhorta
El ministerio fiel de la Palabra es multifacético. Pablo usa tres verbos poderosos para describir su alcance completo:
"Redarguye": Esto significa convencer, refutar, demostrar el error. La Palabra de Dios actúa como una luz que revela la pecaminosidad del corazón humano y la falsedad de las doctrinas erróneas. Es un ministerio incómodo pero necesario, pues lleva a las personas a enfrentar la verdad sobre su condición ante un Dios santo.
"Reprende": Va un paso más allá de la redargución. Implica una censura directa, una amonestación seria contra el pecado y la rebelión. Es la corrección amorosa pero firme que busca detener un comportamiento destructivo y llamar al arrepentimiento.
"Exhorta": Esta es la faceta consoladora y alentadora. Signliteralmente "llamar al lado" para animar, consolar y fortalecer. Después de que la verdad ha confrontado y corregido, viene a edificar y a infundir esperanza. Exhorta a perseverar, a confiar en las promesas de Dios y a caminar en obediencia.
Un ministerio equilibrado incluye estas tres dimensiones. Solo reprender crea legalismo y desánimo. Solo exhortar puede caer en un sentimentalismo vacío que no trata con el pecado. Pero la combinación de las tres, guiada por el Espíritu, produce un pueblo maduro y santo.
IV. El Espíritu del Mensaje: "Con Toda Paciencia y Doctrina"
Finalmente, Pablo califica cómo debe llevarse a cabo este ministerio tan intenso: "con toda paciencia y doctrina". Este es el antídoto contra el fanatismo, la arrogancia y el agotamiento.
"Paciencia" (longanimidad) es la capacidad de soportar la oposición, la lentitud del crecimiento espiritual y las fallas de los demás sin rendirse ni enojarse. Recuerda que nosotros mismos somos recipientes de la paciencia de Dios. Esta virtud protege al mensajero de la amargura y hace que la corrección sea recibible.
"Doctrina" se refiere a la enseñanza sólida y sistemática de la verdad. Es el ancla que evita que la paciencia se convierta en compromiso. No somos simplemente "amables" a expensas de la verdad; somos pacientes mientras nos aferramos incansablemente a la sana doctrina. La paciencia sin doctrina es tibieza; la doctrina sin paciencia es dureza.
Conclusión: El Llamado para Hoy
El mandato de 2 Timoteo 4:2 es para todo aquel que nombre el nombre de Cristo. Pastores, sí, pero también para padres que instruyen a sus hijos, para amigos que aconsejan a otros, para cada creyente que da razón de su esperanza. En una era de relativismo y de "comezón de oír", el llamado es a ser fieles: a la Palabra, en el tiempo y fuera de él, en toda su amplitud y con un espíritu cristiano.
Que seamos creyentes que no se avergüenzan del mensaje de la cruz, que proclaman a Cristo como la única esperanza, y que lo hacen con un corazón lleno de amor, paciencia y una confianza inquebrantable en el poder de la Palabra de Dios.
Oración
Padre Celestial,
Ante tu santa presencia, reconocemos la solemnidad y el peso del llamado que nos has hecho. Tu Palabra es verdad, es vida, y es nuestra única esperanza en un mundo confundido.
Perdónanos, Señor, por las veces que hemos sido negligentes en proclamarla. Por cuando hemos preferido la comodidad a la urgencia, la popularidad a la fidelidad. Perdónanos por callar cuando debimos hablar, y por hablar con dureza cuando debimos hacerlo con paciencia.
Te pedimos, Espíritu Santo, que nos llenes de un valor santo. Danos una pasión renovada por tu Palabra, para que sea el centro de nuestro mensaje. Enséñanos a instar a tiempo y fuera de tiempo, a ser fieles y no simplemente exitosos a los ojos del mundo.
Guíanos para que, al redargüir y reprender, lo hagamos con un corazón humilde y amoroso, reflejando tu deseo de restaurar y no de destruir. Y al exhortar, que nuestras palabras estén llenas de tu gracia y consuelo, señalando siempre a Cristo, el autor y consumador de nuestra fe.
Sobre todo, infunde en nosotros esa paciencia que soporta todas las cosas y aferra a la sana doctrina sin vacilar. Que seamos siervos fieles, confiando en que es tu Palabra, y no nuestra habilidad, la que lleva a cabo tu propósito.
Te lo pedimos en el nombre poderoso de Jesús, Amén.
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