Salmo 130:5 (RVR60): "Esperé yo a Jehová, esperó mi alma; en su palabra he esperado".
En el silencio de nuestra aflicción, en la quietud de nuestra necesidad, surge una de las disciplinas espirituales más profundas y a la vez más desafiantes: la espera. El salmista, desde la profundidad de su angustia (como clama en el primer versículo de este mismo salmo), nos revela el camino hacia la liberación. No es un camino de acción frenética, sino de espera paciente y confiada. "Esperé yo a Jehová, esperó mi alma". En esta repetición hay una intensidad, un anhelo que involucra todo nuestro ser. No es una espera pasiva, como quien aguarda en una sala sin hacer nada. Es una espera activa, una espera *en*, una espera *con* y una espera *por*.
**La Espera Integral: "Esperé yo a Jehová, esperó mi alma"**
El salmista distingue entre "yo" y "mi alma". Esto nos habla de una espera que es integral. "Yo" representa nuestra voluntad, nuestra decisión consciente. Es el acto de la fe que, a pesar de las circunstancias, elige confiar. Es decir: "Hoy, con mi fuerza de voluntad, con mi entendimiento, decido esperar en Dios". Es una postura de obediencia.
Pero luego añade: "esperó mi alma". El alma es el centro de nuestras emociones, nuestros afectos, nuestros anhelos más profundos. Mientras que "yo" puede decidir esperar, el "alma" a menudo se agita, se impacienta, llora y duda. La verdadera victoria espiritual ocurre cuando no solo nuestra voluntad está sometida a la espera, sino cuando nuestro ser emocional más profundo—nuestra alma—también descansa en esa espera. Es cuando la convicción de nuestro espíritu calma la turbación de nuestras emociones. Es permitir que la verdad de Dios desciende de nuestra cabeza a nuestro corazón, transformando nuestra ansiedad en una paz que sobrepasa todo entendimiento.
**El Fundamento de la Espera: "En su palabra he esperado"**
Aquí encontramos el ancla que evita que nuestra espera se convierta en un simple deseo vago o en un optimismo infundado. El salmista no espera en circunstancias cambiantes, en personas falibles o en sus propios recursos. Su espera está cimentada en algo inmutable: la Palabra de Dios.
Esperar en Su Palabra es recordar Sus promesas. Es abrir las Escrituras y aferrarse a declaraciones como: "Fiel es el que prometió" (Hebreos 10:23), "No te desampararé, ni te dejaré" (Hebreos 13:5), o "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Filipenses 4:13). La Palabra de Dios es el fundamento sólido sobre el cual construimos nuestra espera. Cuando las emociones fluctúan y las situaciones se oscurecen, la Palabra permanece como una roca eterna. Nuestra espera se vuelve una meditación constante, una repetición llena de fe de lo que Dios ha dicho, por encima de lo que nuestros ojos ven o nuestros sentimientos experimentan.
Esta espera en la Palabra es activa. Implica clamar a Dios, buscarle en oración y escudriñar las Escrituras con hambre. Es como el vigía que espera la mañana (Salmo 130:6), sabiendo con certeza que, así como la aurora sigue a la noche, la fidelidad de Dios seguirá a nuestro tiempo de espera. No esperamos *a que* pase la tormenta, esperamos *a Dios* en medio de la tormenta, confiando en que Su presencia es nuestra mayor certeza.
La espera en Jehová es el crisol donde se forja el carácter, donde la fe se purifica y donde aprendemos la lección más dulce: que Él es suficiente. Mientras esperamos, Él está obrando en lo invisible, moldeando nuestra historia para Su gloria y nuestro bien supremo.
Oración
Señor Jehová, mi Dios y mi Redentor,
Te doy gracias porque en medio de mis luchas y mi impaciencia, me llamas a esperar en Ti. Reconozco que mi alma a menudo se agita y mi fe flaquea. Perdóname por las veces en que he confiado en mis propias fuerzas o he buscado respuestas en lugares equivocados.
Hoy, decido con mi voluntad esperar en Ti. Anclo mi alma en la verdad de Tu Palabra. Ayúdame a descansar en Tus promesas, a confiar en Tu carácter fiel y en Tu tiempo perfecto. Mientras espero, fortalece mi fe, calma mis temores y lléname de Tu paz que sobrepasa todo entendimiento.
Que esta temporada de espera no sea un tiempo de inactividad, sino de crecimiento íntimo contigo. Enséñame a escuchar Tu voz con más claridad y a depender de Tu gracia con más profundidad. Confío en que Tú estás obrando aun en el silencio, y que Tu respuesta, en Tu tiempo, será buena, perfecta y agradable.
En el nombre de Jesús, quien es nuestra esperanza viva, Amén.
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