EL INTERCAMBIO SUPREMO: DE LA DESOBEDIENCIA A LA JUSTICIA

Porque así como por la desobediencia de uno solo muchos fueron hechos pecadores, también por la obediencia de uno solo muchos serán hechos justos.
Romanos 5:19

Introducción

En el gran drama de la historia humana, dos actos de desobediencia y un acto de obediencia suprema han definido el destino de la raza humana. A menudo, nos vemos a nosotros mismos como individuos aislados, luchando con nuestras propias decisiones y sus consecuencias. Pero el apóstol Pablo, en su carta a los Romanos, nos presenta una visión más amplia y profunda. Nos muestra que estamos intrínsecamente conectados a dos figuras representativas: Adán y Cristo. En medio de esta narrativa cósmica, se encuentra un versículo que encapsula la esencia del evangelio: Romanos 5:19 en la Reina-Valera 1960, que dice:

"Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos."

Este versículo es un faro de esperanza en un mar de condenación, y hoy nos sumergiremos en sus verdades transformadoras.

Desarrollo

1. La Realidad de la Desobediencia: "Por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores"

La primera parte del versículo establece nuestra condición natural, heredada y universal. El "un hombre" es, por supuesto, Adán. Su acto de desobediencia en el Jardín del Edén no fue un simple error personal; fue un acto representativo que tuvo consecuencias cósmicas. La palabra "constituidos" (o "hechos" en otras traducciones) es poderosa. No significa simplemente que Adán nos dio un mal ejemplo que seguimos, sino que, debido a nuestra unión con él como cabeza de la humanidad, su pecado nos fue imputado—atribuido o acreditado a nuestra cuenta.

"Los muchos" aquí significa "todos", sin excepción (como Pablo aclara en Romanos 5:12). Nacemos en un estado de pecado, no solo como pecadores por nuestros actos, sino constituidos pecadores por herencia. Esta es una verdad humillante. Nos recuerda que no podemos salvarnos a nosotros mismos porque el problema de raíz es nuestra misma naturaleza. Estamos espiritualmente muertos, separados de Dios, y sin esperanza en nosotros mismos. La desobediencia de Adán nos trajo la culpa, la condenación y una inclinación natural hacia el mal.

2. El Remedio de la Obediencia: "Así también por la obediencia de uno..."

Frente a esta realidad desoladora, la Escritura presenta el antídoto divino. Así como un hombre nos hundió, otro Hombre nos levanta. Este "uno" es el Señor Jesucristo. Su vida entera fue una sinfonía de obediencia perfecta al Padre. Mientras que Adán, en un paraíso, desobedeció, Cristo, en un mundo caído, obedeció.

Esta obediencia de Cristo fue de dos maneras:

Obediencia Activa: Jesús cumplió perfectamente toda la ley de Dios. Cada pensamiento, palabra y acción Suya fue en perfecta armonía con la voluntad del Padre. Vivió la vida de justicia que nosotros nunca podríamos vivir.

Obediencia Pasiva: Su obediencia culminó en la cruz. "Haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (Filipenses 2:8). Aceptó voluntariamente el castigo por nuestro pecado, cargando sobre Sí la ira que merecíamos.

Esta obediencia no fue la de un simple mártir; fue la del Hijo de Dios, el segundo Adán, actuando como nuestro representante y sustituto.

3. El Resultado de la Gracia: "...los muchos serán constituidos justos."

Aquí está el glorioso clímax del versículo. Observa el paralelo perfecto: Lo que perdimos en Adán, lo recuperamos en Cristo. Así como fuimos constituidos pecadores por la desobediencia de uno, somos constituidos justos por la obediencia de Uno.

La palabra "constituidos" es la misma en ambos casos. Así de radical es la gracia de Dios. No nos hacemos justos por nuestras buenas obras; somos declarados justos por Dios sobre la base de la obra de Cristo. A todos los que ponen su fe en Jesús, Dios les atribuye, les imputa, la perfecta obediencia de Su Hijo. Es como si Dios nos vistiera con el manto impecable de la justicia de Cristo.

Cuando Dios nos mira, no ve nuestra pecaminosidad fallida; ve la justicia perfecta de Su Hijo acreditada a nuestra cuenta. Somos perdonados, reconciliados y aceptados plenamente en el Amado (Efesios 1:6). Esta justicia no es un sentimiento; es un veredicto legal del tribunal celestial. ¡Somos justos a los ojos de Dios!

Conclusión y Aplicación

Romanos 5:19 es el corazón del evangelio. Nos muestra que nuestra esperanza no reside en nuestra capacidad de obedecer, sino en la obediencia de Cristo recibida por la fe. Hoy, si te sientes abrumado por tu fracaso, recuerda que tu posición delante de Dios no depende de tu desempeño, sino del de Cristo. Si te sientes condenado, recuerda que has sido "constituido justo" por el acto supremo de obediencia de Jesús.

Esta verdad debe llenarnos de una humildad profunda (reconocemos que no podemos salvarnos) y de una confianza audaz (sabemos que estamos seguros en Cristo). Nos libera de la tiranía de intentar ganar el favor de Dios y nos impulsa a vivir en gratitud y obediencia gozosa, no como un medio para ser justos, sino como una respuesta a que ya hemos sido declarados justos por gracia.

Oración

Padre Celestial,

Te damos gracias hoy por la verdad profunda y liberadora de Tu Palabra. Reconocemos con humildad que, por la desobediencia de Adán, fuimos constituidos pecadores, separados de Tu gloria y sin esperanza en nosotros mismos.

Pero te alabamos, Dios de toda gracia, porque no nos dejaste en esa condición desesperada. Gracias por Tu Hijo, el Señor Jesucristo, quien por Su perfecta obediencia—en Su vida y en Su muerte en la cruz—se convirtió en nuestro sustituto y representante. Gracias porque, al poner nuestra fe en Él, somos constituidos justos ante Tus ojos. Su justicia se convierte en nuestra justicia.

Ayúdanos a descansar plenamente en esta verdad. Que no busquemos nuestra justificación en nuestros méritos, sino que nos aferremos a la obediencia de Cristo como nuestra única esperanza. Que esta gracia asombrosa moldee nuestros corazones, nos llene de paz y nos impulse a vivir para Ti en amor y obediencia gozosa.

En el nombre poderoso de Jesús, el obediente, Amén.

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