EL TESTIMONIO ETERNO: POSEYENDO LA VIDA VERDADERA

1 Juan 5:11 (RVR60)
"Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo."

En el panorama de la existencia humana, marcada por la búsqueda de significado y la sombra de la mortalidad, el apóstol Juan nos entrega una declaración de una claridad y potencia transformadoras. No es una filosofía más, ni un simple consejo para vivir mejor. Es un testimonio. En el lenguaje judicial, un testimonio es una declaración de hechos, una evidencia presentada para establecer una verdad. Y el testimonio que Juan presenta es el fundamento mismo de nuestra esperanza: Dios nos ha dado vida eterna.

Fíjate en los verbos de este versículo. No dice que Dios "podría" darnos vida eterna si cumplimos ciertos requisitos inalcanzables. Tampoco dice que la vida eterna es algo que merecemos o que hemos ganado. El verbo está en pasado: "ha dado". Es un acto consumado, un regalo ya entregado. Esto es crucial para nuestra fe. La vida eterna no es un salario por nuestro desempeño, sino un don de la gracia divina. Es una realidad presente, no solo una promesa futura. Comienza en el momento en que depositamos nuestra fe en Cristo y se extiende más allá de la frontera de la muerte física.

Sin embargo, Juan no se detiene ahí. Él añade una verdad que delimita y define el camino: "y esta vida está en su Hijo". Aquí reside el corazón del evangelio. La vida eterna no es un concepto abstracto o una energía cósmica que se pueda encontrar en cualquier lugar. Tiene una dirección, una ubicación, un nombre: Jesucristo. Él no es simplemente un maestro que nos muestra el camino a la vida; Él es el Camino, y la Vida misma (Juan 14:6). Separados de Él, podemos tener existencia, pero no tenemos esta vida—la vida en plenitud, la vida reconciliada con Dios, la vida que es imperecedera.

Esto nos confronta con una elección fundamental. Muchos buscan la "vida" en logros, relaciones, posesiones o experiencias. Pero todas estas fuentes son cisternas rotas que no pueden contener el agua viva. Juan nos señala con autoridad apostólica hacia la única fuente: el Hijo de Dios. Poseer a Cristo es poseer la vida. Estar unidos a Él por fe es tener la vida eterna fluyendo en nuestro ser interior, como el agua de la que Jesús habló a la mujer samaritana.

¿Qué significa, entonces, poseer esta vida? No es meramente una extensión cuantitativa del tiempo, sino una transformación cualitativa de nuestro ser. Es la vida de Dios misma implantada en el creyente. Es una vida que conoce a Dios (Juan 17:3), que está libre de condenación (Romanos 8:1), que está llena del Espíritu Santo (Gálatas 5:25) y que lleva fruto para la eternidad (Juan 15:16). Esta vida nos capacita para amar como Cristo amó, para perdonar como hemos sido perdonados y para vivir con una esperanza inquebrantable ante las circunstancias más adversas.

Hoy, si sientes la sequedad de una vida sin ese significado último, o si la condenación te susurra que no eres digno, recuerda este testimonio. No se basa en tus sentimientos, sino en el hecho irrevocable de lo que Dios ha hecho por ti en Cristo. Él te ha dado vida eterna. Él te ha dado a Su Hijo. Aférrate a este testimonio. Descansa en esta verdad. Y deja que la realidad de la vida eterna, que ya es tuya, transforme cada aspecto de tu hoy, dándote propósito, paz y poder para vivir para Aquel que es tu Vida.

Oración

Amado Padre celestial, te damos gracias porque tu Palabra es clara y tu testimonio es fiel. Gracias porque no nos dejaste en la oscuridad, buscando un significado que no podíamos encontrar, sino que nos revelaste el gran regalo de la vida eterna a través de tu Hijo, Jesucristo. Reconocemos hoy que esta vida no está en nosotros mismos, sino que reside únicamente en Él.

Perdónanos por las veces que hemos buscado vida y satisfacción en las cosas creadas, en lugar de en el Creador. Ayúdanos a arraigarnos cada día más en la verdad de que poseemos la vida eterna, no por nuestros méritos, sino por tu gracia. Que esta realidad impregne nuestros pensamientos, motive nuestras acciones y llene nuestros corazones de una esperanza inquebrantable.

Señor Jesús, Tú que eres la Vida, vive en nosotros de tal manera que nuestro ser entero refleje la realidad de esta vida eterna. Que nuestra existencia hable de Tu amor, Tu gozo y Tu paz. Te lo pedimos en el nombre precioso y poderoso de Jesús, Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Aclaración

Este Blog no tiene fines de lucro, ni propósitos comerciales, el único interés es compartir los gustos y las preferencias de su autor, con personas afines. Julio Carreto. Predicador