Lucas 10:27 (RVR60)
"Aquel, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo."
Introducción: Una Respuesta para la Eternidad
En el capítulo 10 de Lucas, encontramos una escena cargada de significado. Un intérprete de la ley, un experto en los detalles de la Torá, se levanta para poner a prueba a Jesús. Su pregunta: "Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?" (Lucas 10:25). Es una pregunta teológica profunda, la clase de debate que consumía horas en las escuelas rabínicas. Jesús, con la sabiduría que solo Él posee, le devuelve la pregunta: "¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?" (Lucas 10:26).
La respuesta del hombre no es original; es una cita directa de Deuteronomio 6:5 y Levítico 19:18, versículos que todo judío piadoso conocía de memoria. Pero al citarlos juntos, este maestro de la ley demuestra una comprensión crucial: que el amor a Dios y el amor al prójimo son dos caras de una misma moneda, indivisibles e interdependientes. Jesús valida su respuesta: "Bien has respondido; haz esto, y vivirás" (Lucas 10:28). La teoría era correcta, pero la aplicación era el verdadero desafío.
Amar a Dios: La Totalidad de Nuestra Entrega
El mandamiento comienza con una entrega total a Dios. No es un amor a medias, ni un sentimiento ocasional. Es una consagración que involucra every facet de nuestro ser.
"Con todo tu corazón..." El corazón, en la cosmovisión hebrea, no era solo el asiento de las emociones, sino el centro de la voluntad, el carácter y la lealtad. Amar a Dios con todo el corazón significa que Él es nuestra lealtad suprema. Es una decisión fundamental de alinear nuestros deseos más profundos, nuestras pasiones y nuestra voluntad con la Suya. Es elegirlo a Él por encima de los ídolos modernos del éxito, las relaciones, el placer o la comodidad.
"...y con toda tu alma..." El alma (psyche en griego) se refiere a nuestra vida misma, nuestro aliento, nuestra existencia consciente. Es la esencia de quiénes somos. Amar a Dios con toda el alma es entregarle nuestra identidad misma. Es decir: "Señor, mi vida te pertenece. Mis sueños, mis temores, mis triunfos y mis fracasos están en tus manos". Es un amor que persevera incluso cuando las emociones fluctúan, porque está arraigado en un pacto inquebrantable con el Dador de la vida.
"...y con todas tus fuerzas..." Este aspecto habla de energía, recursos y capacidad física. Nuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo (1 Corintios 6:19). Amar a Dios con todas nuestras fuerzas significa usar nuestra salud, nuestra energía, nuestro tiempo y nuestros recursos materiales para Su servicio y Su gloria. Es la dedicación práctica de lo que tenemos y lo que podemos hacer como un acto de adoración.
"...y con toda tu mente..." En un mundo de distracciones y filosofías contradictorias, este llamado es más relevante que nunca. Amar a Dios con toda la mente significa involucrar nuestro intelecto en la relación con Él. Es estudiar Su Palabra, cultivar una cosmovisión bíblica, rechazar los pensamientos vanos y tomar "todo pensamiento cautivo a la obediencia a Cristo" (2 Corintios 10:5). Es permitir que la verdad de Dios renueve nuestra mente (Romanos 12:2) para que podamos discernir y amar lo que Él ama.
Amar al Prójimo: La Evidencia Tangible de Nuestro Amor a Dios
Inmediatamente después del mandamiento vertical (amar a Dios), viene el horizontal (amar al prójimo). El apóstol Juan lo expresa con crudeza: "Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso" (1 Juan 4:20). Nuestro amor por un Dios invisible se demuestra y se hace visible a través de nuestro amor por las personas que sí podemos ver.
La parábola del Buen Samaritano, que Jesús cuenta inmediatamente después de este versículo, es la ilustración perfecta. El amor al prójimo no es un sentimiento abstracto, sino una compasión que actúa. Se trata de ver a la persona herida en nuestro camino, acercarnos a ella—aun cuando sea inconveniente o costoso—y hacer lo que esté a nuestro alcance para ayudarla.
Y el estándar es profundo: "como a ti mismo". No nos manda que nos amemos a nosotros mismos; da por sentado que lo hacemos de forma natural. Nos preocupamos por nuestro bienestar, nos alimentamos, nos vestimos, buscamos protección y felicidad. El mandamiento es tomar esa misma preocupación, esa misma búsqueda activa del bien, y aplicarla a los demás. Es desear para el prójimo el mismo bien que deseamos para nosotros mismos.
La Fuente del Amor Verdadero
Intentar cumplir este mandamiento con nuestras propias fuerzas es una tarea abrumadora e imposible. Nuestros corazones son divididos, nuestras almas están cansadas, nuestras fuerzas son limitadas y nuestras mentes son confusas. La ley nos muestra la norma perfecta de Dios, pero también nos muestra nuestra incapacidad para alcanzarla.
La gloriosa noticia del evangelio es que Jesús no solo enseñó este mandamiento, sino que lo encarnó perfectamente. Él amó al Padre con todo Su corazón, alma, fuerza y mente, hasta el punto de la obediencia en la cruz (Filipenses 2:8). Y Él nos amó a nosotros, Su prójimo, como a Sí mismo, dando Su vida por nosotros cuando aún éramos pecadores (Romanos 5:8).
Por lo tanto, no nos acercamos a este versículo como una lista de verificación para ganar la vida eterna, sino como una invitación a participar del amor que ya hemos recibido en Cristo. Es el Espíritu Santo derramando el amor de Dios en nuestros corazones (Romanos 5:5), capacitándonos para amar como hemos sido amados. Comenzamos recibiendo el amor de Dios en Cristo, y desde ese lugar de gracia y gratitud, ese mismo amor fluye naturalmente hacia Él y hacia los que nos rodean.
Conclusión: Una Vida Centrada en el Amor
Lucas 10:27 no es solo un versículo para memorizar; es un plan para la vida. Nos define como discípulos de Jesús. Cada día es una oportunidad para tomar una decisión consciente: ¿Amaré a Dios con todo lo que soy hoy? ¿Y demostraré ese amor amando activamente, práctica y sacrificialmente a la persona que Él ponga en mi camino?
Que este mandamiento supremo se convierta en la brújula de nuestras vidas, recordándonos que en el fondo, todo se reduce al amor. Un amor que nace de Dios, se centra en Dios y se expresa a través de nosotros hacia un mundo que lo necesita desesperadamente.
Oración
Señor Dios y Padre nuestro,
Te acercamos hoy con corazones humildes, reconociendo la profundidad y el desafío de tu mandamiento. Confesamos que, con demasiada frecuencia, hemos amado a medias. Nuestros corazones se han dividido en su lealtad, nuestras almas han buscado satisfacción en otras cosas, nuestras fuerzas las hemos gastado en nuestros propios afanes y nuestras mentes han sido cautivadas por las voces del mundo.
Perdónanos, Señor. Límpianos de nuestra autosuficiencia y llénanos de tu Espíritu Santo. Que tu amor, derramado en nuestros corazones por la obra de Jesús en la cruz, sea la fuente de la cual bebamos hoy.
Te pedimos que nos des la gracia para amarte con una entrega total. Que todo nuestro corazón te adore, que toda nuestra alma descanse en Ti, que todas nuestras fuerzas se empleen en tu servicio y que toda nuestra mente se someta a tu verdad.
Y, Señor, abre nuestros ojos para ver a nuestro prójimo como Tú los ves. Danos un corazón compasivo y manos dispuestas para servir. Ayúdanos a amar no solo de palabra, sino con hechos y en verdad, reflejando el amor sacrificial de Cristo.
Que nuestra vida entera sea una respuesta de amor a Ti, que nos amaste primero.
En el nombre precioso de Jesús, Amén.
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