TIEMPO CUMPLIDO: EL LLAMADO URGENTE DEL REINO

Marcos 1:15 (RVR60)
"Decía: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio."

El Evangelio de Marcos comienza con un sentido de urgencia celestial. No es un susurro tímido, sino un anuncio resonante que marca un punto de inflexión en la historia de la humanidad. Juan el Bautista ha preparado el camino, y ahora Jesús llega a Galilea proclamando un mensaje que es, a la vez, un cumplimiento y un nuevo comienzo. Sus primeras palabras registradas en este evangelio están cargadas de un significado eterno que sigue interrumpiendo nuestra rutina hoy.

"El tiempo se ha cumplido..."
Esta frase no habla simplemente del paso de los minutos o de los días en el calendario. La palabra griega aquí es kairós, que denota un momento decisivo, una oportunidad única, un punto crítico en el plan divino. Durante siglos, el pueblo de Dios había vivido bajo la promesa, esperando al Mesías, anhelando la consolación de Israel. Los profetas habían señalado hacia este momento, y ahora, en la persona de Jesucristo, el relato profético había llegado a su hora señalada. El "tiempo cumplido" significa que Dios ha actuado. La espera ha terminado. El momento para el cual toda la creación había estado gimiendo había llegado. En nuestra propia vida, este "kairós" se repite cada vez que el Espíritu Santo nos convence y nos llama; es ese momento preciso en el que Dios interviene en nuestra jornada personal.

"...y el reino de Dios se ha acercado."
Jesús no dijo "el reino vendrá en un futuro lejano", sino que "se ha acercado". En Él, la mismísima autoridad, soberanía y gobierno de Dios irrumpieron en la esfera humana. Donde está el Rey, allí está el Reino. El Reino de Dios no es un territorio geográfico, sino el ámbito donde la voluntad de Dios se cumple perfectamente. En Jesús, el poder del pecado, la enfermedad y los demonios fue confrontado y vencido. Este acercamiento del Reino era una invitación a experimentar una nueva realidad, a vivir bajo el gobierno benevolente de Dios. Es una oferta de liberación, paz y propósito que comienza ahora y se consuma en la eternidad.

"Arrepentíos..."
La respuesta apropiada al anuncio del Reino es el arrepentimiento. Esta no es una mera emoción de culpa o remordimiento. El arrepentimiento bíblico (metanoia) es un cambio de mentalidad que resulta en un cambio de dirección. Es un giro de 180 grados: alejarse del pecado, del egocentrismo y de la autosuficiencia, y volverse hacia Dios. Es reconocer que nuestros caminos han fallado y que el camino del Rey es el único que conduce a la vida. Es un llamado a rendir nuestras armas de rebelión y someter cada área de nuestra vida a Su señorío. Sin arrepentimiento, el Reino permanece como una realidad cercana, pero no experimentada.

"...y creed en el evangelio."
Jesús une el arrepentimiento con la fe. No basta con dejar el pecado; debemos volcarnos hacia la buena noticia. El evangelio es la asombrosa verdad de que, en Cristo, Dios ha provisto la salvación que nosotros no podíamos ganar. Creer en el evangelio es depositar nuestra confianza completa en la persona y la obra de Jesús: en Su muerte expiatoria por nuestros pecados y en Su resurrección para nuestra justificación. Es abandonar cualquier intento de auto-justificación y descansar únicamente en la gracia de Dios. El arrepentimiento y la fe son las dos caras de la misma moneda: la respuesta humilde y total al Rey que se ha acercado.

El mensaje de Jesús en Marcos 1:15 es tan urgente hoy como lo fue hace dos mil años. El "tiempo cumplido" continúa en esta era de la gracia, donde la puerta del Reino sigue abierta. El Rey ha venido, ha muerto, ha resucitado y volverá. Hoy, si oyes Su voz, no endurezcas tu corazón. Este es tu "kairós". El Reino se ha acercado a ti en este mismo momento, a través de estas palabras. Da la espalda a la vieja vida y cree de todo corazón en la buena noticia de Jesús. Es la decisión más crucial que jamás tomarás.

Oración

Señor Dios y Padre Eterno,

Te damos gracias porque en tu perfecto plan, el tiempo se cumplió y enviaste a tu Hijo, Jesucristo, nuestro Salvador. Gracias porque tu Reino se acercó a nosotros en Él, ofreciéndonos redención, perdón y vida eterna.

Reconozco, Señor, que he pecado y he vivido lejos de tu gobierno. Me arrepiento de todo corazón. Me aparto de mis caminos de autosuficiencia, orgullo y desobediencia. Hoy me vuelvo hacia Ti. Pongo mi fe completa en el evangelio de Jesús: creo que Él murió por mis pecados y resucitó para mi justificación. Lo recibo como mi Señor y mi Rey.

Te ruego que gobiernes en mi vida desde este día en adelante. Que tu Espíritu Santo me guíe, me transforme y me use para extender las realidades de tu Reino dondequiera que vaya.

En el nombre poderoso de Jesús, Amén.

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