"Porque donde hay envidias y contiendas, allí hay perturbación y toda obra perversa." (Santiago 3:16, RVR60)
Introducción: Un Diagnóstico Espiritual
El apóstol Santiago, en su carta práctica y llena de sabiduría celestial, no se anda con rodeos. Después de hablarnos sobre la peligrosa potencia de la lengua y la sabiduría que viene de lo alto, nos ofrece en este versículo un diagnóstico incisivo de un mal que aqueja a nuestras comunidades, iglesias e incluso a nuestros propios corazones. Santiago 3:16 no es solo una observación; es una ley espiritual tan certera como la ley de la gravedad. Nos revela la causa y el efecto de un corazón que se aleja de Dios, mostrándonos que la raíz determina irremediablemente el fruto.
Análisis del Versículo: Desglosando la Raíz y el Fruto
Santiago utiliza la palabra "porque" para conectarnos con el versículo anterior, donde describe la sabiduría terrenal, animal y diabólica. El versículo 16 es la explicación de cómo se manifiesta esa falsa sabiduría.
La Raíz: "Donde hay envidias y contiendas..."
Envidias (Zêlos): Esta palabra en el griego original no siempre es negativa (puede significar "celo" bueno, como por Dios), pero aquí, en este contexto, se refiere a un deseo ardiente y egoísta de poseer lo que otro tiene. Es la amargura que nace al compararnos. Anhelamos los dones, el reconocimiento, la posición, las posesiones o incluso la espiritualidad de otro. La envidia es el síntoma de un corazón que duda de la bondad y la provisión de Dios para nuestra propia vida. Es una acusación silenciosa contra Él, como si lo que nos ha dado no fuera suficiente.
Contiendas (Eritheia): Este término es potente. Se refiere a la ambición egoísta, a la intriga, a la mentalidad de facción y a la búsqueda de poder por medios viles. Es el espíritu de partidismo que divide. No es una disputa abierta y honesta, sino una maquinación solapada para promover los propios intereses a expensas de la unidad. Es el "juego de tronos" que a veces vemos en lugares que deberían caracterizarse por el amor y el servicio.
Estas dos—envidia y ambición egoísta—siempre van de la mano. La envidia es el sentimiento interno que nace en el corazón, y la contienda es la acción externa que brota de ese sentimiento. Es la semilla podrida que se planta en la tierra del corazón humano.
El Fruto: "...allí hay perturbación y toda obra perversa."
Aquí está la consecuencia inevitable. No es una posibilidad, es una certeza. Donde se siembra esa semilla, se cosecha este fruto amargo.
Perturbación (Akatastasia): Significa desorden, confusión, inquietud, caos y anarquía. Es lo opuesto absoluto a la paz (shalom) de Dios. Imagina una familia donde los hermanos se envidian y compiten: hay gritos, resentimientos, tensiones y una falta de paz palpable. Lo mismo sucede en una iglesia o comunidad. La perturbación es el ambiente que crea la ambición egoísta. Destruye la unidad, ahuyenta al Espíritu Santo (que es un Espíritu de orden y paz) y crea un campo de batalla en lugar de un campo de cultivo para la gracia.
Toda obra perversa (Phaulon Ergon): Santiago no se detiene en el "malestar". Advierte que el desorden y la confusión son el caldo de cultivo perfecto para toda clase de acciones malvadas. La envidia no contenta con crear caos, impulsa a la gente a cometer pecados mayores: chismes, calumnias, mentiras, traiciones, hipocresía y hasta persecución. Es una pendiente resbaladiza. La contienda por un puesto de liderazgo puede llevar a la difamación del otro. La envidia por un don puede llevar a minimizar y criticar a la persona que lo posee. Donde falta la paz de Dios, florece toda maldad.
Reflexión y Aplicación: ¿Dónde Estamos Plantados?
Este versículo nos obliga a hacer un examen de conciencia profundo, tanto a nivel personal como comunitario.
En mi corazón: ¿Me encuentro comparándome constantemente con otros? ¿Siento un pesar secreto cuando a otro le va bien? ¿Busco promover mi propia agenda, mi reconocimiento o mi comodidad, incluso en mis actividades "espirituales"? La oración de hoy debe ser: "Señor, escudriña mi corazón y ve si hay en mí camino de perversidad" (Salmo 139:23-24).
En mi hogar: ¿Hay rivalidad entre hermanos o cónyuges? ¿Un espíritu de competencia en lugar de colaboración? El versículo nos llama a sembrar semillas de gratitud por lo que cada uno tiene y es, y de servicio mutuo.
En mi iglesia: ¿Existen facciones o grupitos que desprecian a otros? ¿Chismes disfrazados de "peticiones de oración"? ¿Una lucha por el control en lugar de una sumisión a Cristo como única cabeza? Santiago nos recuerda que esto no es sabiduría de lo alto, es terrenal y diabólica. El antídoto es clamar por la sabiduría de arriba, que es "primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía" (Santiago 3:17).
Conclusión: La Alternativa Divina
Frente a este cuadro desolador, la Palabra no nos deja sin esperanza. El versículo anterior (Santiago 3:15) nos habla de la sabiduría que no debemos seguir, y el posterior (3:17) nos describe con belleza la sabiduría que sí debemos buscar. La envidia y la ambición egoísta son el fruto de confiar en nuestra propia sabiduría finita y pecaminosa. La paz y la rectitud son el fruto de recibir y aplicar la sabiduría infinita y perfecta de Dios, que se nos concede generosamente si la pedimos con fe (Santiago 1:5).
Elegir cada día de qué lado queremos estar es nuestra responsabilidad y nuestro privilegio. ¿Viviremos según la sabiduría del mundo, que conduce al caos, o según la sabiduría de Dios, que conduce a la vida y la paz?
Oración
Señor Dios y Padre nuestro,
Te acudimos hoy con el corazón humilde, reconociendo que en nosotros mismos hay una tendencia a la envidia y a la ambición egoísta. Perdónanos por las veces que hemos permitido que estas semillas de maldad echen raíz en nuestro interior, creando perturbación y dando lugar a obras que no te honran.
Escudriña lo más profundo de nuestro ser, y arranca de raíz todo deseo de compararnos, de competir y de elevarnos por encima de nuestros hermanos. Límpianos con la preciosa sangre de Jesús y llénanos de tu Espíritu Santo.
Te suplicamos que nos concedas la sabiduría que viene de lo alto. Que ella guíe nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras acciones. Ayúdanos a ser agentes de tu paz en medio de la confusión, promotores de la unidad en lugar de la contienda, y siervos humildes que buscan tu gloria y no la nuestra.
Que nuestras vidas, familias e iglesias sean un reflejo de tu orden, tu amor y tu santidad, y no del caos que produce el egoísmo. Confiamos en que tú puedes hacer esta obra en nosotros.
En el nombre poderoso de Jesús, Amén.
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