EL ESPÍRITU NO HACE ACEPCIÓN DE PERSONAS

"¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros?"
— Hechos 10:47 (RVR60)

Introducción: Un Momento que Cambió la Historia
El capítulo 10 de Hechos relata uno de los eventos más revolucionarios y transformadores en la historia de la iglesia primitiva. Hasta ese momento, el evangelio de Jesucristo se predicaba casi exclusivamente a los judíos. Existía una barrera cultural, religiosa y social enorme entre los judíos y los gentiles (todos los que no eran judíos). Un piadoso judío como Pedro consideraba impuro entrar en la casa de un gentil o incluso asociarse con ellos (Hechos 10:28).

Sin embargo, Dios tenía un plan mayor. En una visión, le mostró a Pedro que lo que Él había limpiado, ningún hombre debía llamarlo impuro. Simultáneamente, preparó el corazón de un centurión romano llamado Cornelio, un hombre devoto que anhelaba conocer la verdad. Cuando Pedro, obedeciendo al Espíritu, llega a la casa de Cornelio y le predica a Cristo, sucede lo impensable: el Espíritu Santo desciende con poder sobre todos los gentiles que estaban escuchando el mensaje. El versículo 47 captura la reacción asombrada y la conclusión inevitable de Pedro ante este evento sobrenatural.

1. La Sorprendente Iniciativa de Dios
Pedro no llegó a la casa de Cornelio con un plan elaborado para salvar gentiles. Fue arrastrado allí por la guía directa del Espíritu Santo. La iniciativa siempre es de Dios. Él fue quien rompió los prejuicios de Pedro con una visión. Él fue quien preparó a Cornelio y a su familia para recibir la Palabra. Y fue el Espíritu Santo quien se derramó sobre ellos antes de que se realizara ningún ritual o ceremonia.

Esto nos enseña una lección profunda: Dios no está limitado por nuestras teologías estrechas, nuestras tradiciones o nuestras expectativas. Su gracia es más amplia de lo que podemos imaginar. Él actúa donde, cuando y sobre quien Él quiere. El descenso del Espíritu sobre los gentiles fue un acto puro de la gracia soberana de Dios, demostrando que la salvación no es un derecho étnico o cultural, sino un don divino para todo aquel que cree.

2. La Evidencia Irrefutable del Espíritu
La pregunta retórica de Pedro, "¿Puede acaso alguno impedir el agua...?", se basa en una evidencia tangible. ¿Cuál fue la evidencia? Que aquellos gentiles habían "recibido el Espíritu Santo también como nosotros".

¿Cómo supieron que lo habían recibido? El contexto (Hechos 10:46) nos dice: "Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios". La misma manifestación que acompañó el Pentecostés (Hechos 2:4) se repitió en la casa de un gentil. Esto era irrefutable para los creyentes judíos presentes. No era una experiencia subjetiva o un sentimiento; era una demostración poderosa y audible del poder de Dios.

Dios, en su sabiduría, dio una señal innegable para sellar este momento crucial. Nos recuerda que la verdadera conversión y el bautismo del Espíritu se manifiestan en una vida transformada que glorifica a Jesucristo. La evidencia no es primarily nuestra elocuencia, sino nuestra alabanza; no nuestro estatus, sino nuestra sumisión al Señorío de Cristo.

3. Derribando Barreras Humanas
La pregunta de Pedro es profundamente retórica. La respuesta obvia es "No, nadie puede impedirlo". Si Dios mismo, el Juez supremo, ya los había aceptado, perdonado y sellado con su Espíritu, ¿qué derecho tenía ningún hombre, tradición o regulation religiosa para negarles el signo físico y público de esa realidad espiritual (el bautismo en agua)?

Este versículo es un grito de libertad contra toda forma de exclusivism o prejuicio en la iglesia. Nos confronta preguntándonos: ¿Estamos poniendo barreras donde Dios no las ha puesto? ¿Negamos la bienvenida, la comunión o el reconocimiento a otros creyentes por razones de raza, condición social, trasfondo cultural o denominación? El Espíritu Santo es el gran igualador. Delante de Él, no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer (Gálatas 3:28). Todos somos uno en Cristo Jesús.

4. Un Llamado a la Obediencia Radical
La conclusión de Pedro no se quedó en una simple observación. Inmediatamente after su pregunta, "mandó que fueran bautizados en el nombre del Señor Jesús" (v. 48). La evidencia de Dios demandaba una obediencia inmediata. Pedro tuvo que ir en contra de toda una vida de entrenamiento cultural y religioso para bautizar a estos gentiles. Fue una obediencia radical basada en la clara revelación de Dios.

En nuestra vida, Dios a menudo nos llama a obedecerle en formas que desafían nuestras convenciones. Nos pide que extendamos la mano a quien hemos evitado, que perdonemos a quien hemos juzgado, que sirvamos a quien hemos menospreciado. Como Pedro, estamos llamados a actuar con base en lo que Dios ya está haciendo, no en lo que nuestra tradición nos dice que debería hacer.

Aplicación Personal
Hoy, el versículo nos interpela:

¿Hay algún "Cornelio" en tu vida? ¿Alguien a quien, consciente o inconscientemente, has considerado fuera del alcance de la gracia de Dios o de tu círculo de comunión?

¿Confías en la soberanía del Espíritu? ¿Reconoces su obra en lugares y personas que quizás no se ajustan a tu molde esperado?

¿Estás listo para obedecer? Cuando Dios te muestre que ha aceptado a alguien, ¿estarás listo para dar la bienvenida, afirmar y bautizar (en el sentido de integrar plenamente) a esa persona en la familia de Dios?

Conclusión
Hechos 10:47 es mucho más que un versículo sobre el bautismo. Es la declaración fundacional de una iglesia universal. Es el eco del corazón de Dios, que no hace acepción de personas y que derrama su Espíritu sobre toda carne que le busca en espíritu y en verdad. Que podamos ser una iglesia que, al ver la obra de Dios, no ponga impedimentos, sino que corra a afirmar, incluir y celebrar la gracia soberana de nuestro Señor.

Oración
Señor Dios, Padre misericordioso,

Te alabamos porque tu amor y tu gracia no conocen límites. Gracias por el poderoso recordatorio en Hechos de que tu Espíritu se mueve con libertad y soberanía, derramándose sobre todos los que creen, sin importar su origen, su pasado o su estatus.

Perdónanos, Señor, por las veces que hemos erigido barreras donde tú has construido puentes. Perdónanos por nuestros prejuicios sutiles, por nuestras exclusiones inconscientes y por poner nuestras tradiciones por encima de tu claro mover. Ayúdanos a tener la misma visión que le diste a Pedro, para que no llame impuro a lo que tú has limpiado con la preciosa sangre de Cristo.

Danos ojos espirituales para reconocer tu obra en los corazones de las personas, aun cuando no se parezcan a nosotros. Danos la valentía de Pedro para obedecer radicalmente, para abrazar calurosamente y para afirmar gozosamente a cada hermano y hermana que has redimido.

Que nuestra iglesia sea un reflejo fiel de tu reino: diversa, unida por tu Espíritu y llena de alabanza a tu nombre.

En el nombre de Jesús, el Salvador de todos los que creen, Amén.

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