Tú eres Dios que te encubres… – Isaías 45:15.
¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿Y sobre quién se ha manifestado el brazo del Señor? – Isaías 53:1.
Cuando Jesús vino a la tierra, no había “parecer en él, ni hermosura”; no tenía atractivo, “para que le deseemos” (Isaías 53:2).
No nació en un palacio, sino en un establo. Los ángeles anunciaron su
nacimiento, no a los grandes de este mundo, sino a unos pastores. Al
principio de su ministerio no llamó a sabios, sino a simples pescadores.
¿Por qué? Porque Dios no se manifiesta a “los sabios” y a “los entendidos” (Mateo 11:25),
es decir, a los orgullosos que se creen tales. Detrás de la sencillez
de los pasajes bíblicos, Dios permanece escondido para el lector
superficial que no toma en serio pasajes como el de Jonás, tragado por
un cetáceo, o el de David luchando contra el gigante Goliat; en cambio
para los creyentes estos pasajes están llenos de sentido.
Sin embargo, Dios quiere revelarse. La creación da testimonio de su
eterno poder y deidad, de modo que los hombres que no hayan dado gloria a
su Creador serán declarados inexcusables (Romanos 1:20).
Además, la Biblia nos revela el amor de Dios, su santidad, pero también
su gracia hacia nosotros los pecadores. Para comprender la Biblia
primeramente debemos tener la actitud confiada de un niño que se deja
enseñar. Entonces, ese Dios escondido se vuelve un Dios revelado para el
lector de su Palabra. Y esa revelación crecerá en la medida en que
tengamos el deseo de poner en práctica las enseñanzas de la Biblia.
¡Qué felicidad tener esta comunión con un Dios que se dio a conocer en Jesús, su Hijo!
Fuente: http://bit.ly/145FZvC
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