El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado. – Romanos 5:5.
Guarda tu corazón; porque de él mana la vida. – Proverbios 4:23.
En nuestra manera de pensar, el corazón representa los afectos,
mientras que la cabeza evoca más bien la inteligencia, la reflexión. En
el ser humano, la Biblia distingue espíritu, alma y cuerpo (1ª
Tesalonicenses 5:23). El corazón representa el ser interior (espíritu y
alma), mientras que el hombre exterior corresponde al cuerpo.
El ser interior del hombre y su cuerpo no se oponen, sino que están
constantemente en interacción. Los acontecimientos, los contactos con
las demás personas e incluso sus acciones tienen un impacto en nuestro
corazón. A la inversa, nuestros pensamientos y decisiones se
exteriorizan por medio de la acción.
En nuestro corazón se elaboran los pensamientos, los proyectos, y se
toman las decisiones que comprometen nuestra responsabilidad. Es el
centro de nuestra persona, lo esencial en contraste con la apariencia: “El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero el Señor mira el corazón” (1° Samuel 16:7).
Al recibir al Espíritu Santo en su corazón, el creyente recibe el
amor de Dios. Y este amor repercute sobre sus relaciones con los demás,
los cuales pueden ver la paz y la alegría de la vida que él recibió de
Dios.
¿Cómo podemos guardar nuestro corazón, centro y fuente de la vida?
Huyendo del mal, ocupándonos del bien, vueltos hacia el Señor Jesús.
Seamos verdaderos, simples, humildes, siempre conscientes del amor
divino.
Fuente: http://bit.ly/XUiQZC
No hay comentarios:
Publicar un comentario