6. Fe cristiana y pagana

«Esta mujer, que era pagana y de origen sirofenicio, le pidió que expulsara de su hija el demonio.» Marcos 7, 24-37

Las tradiciones, como factores instituyentes en la sociedad, generan determinados grupos de poder, y cultivan cierta exclusividad acaparando los beneficios que se produzcan en los desarrollos logrados. Por ejemplo los beneficios del ‘progreso’ no son disfrutados por todos/as, ni los desarrollos tecnológicos; lo mismo ocurre en el plano de la salud, de lo laboral, de la educación, o de los servicios en general. Siempre impera una exclusividad que permite -a determinado grupo- gozar de los beneficios que son producto de determinadas maneras de implementar políticas sociales, económicas y religiosas, que (dicho sea de paso) alcanzan con sus exigencias a todos/as. Los judíos creen poseer la exclusividad de la salvación. Jesús se encuentra en una situación, donde alguien que no es del pueblo judío (una mujer griega), pide la curación-salvación de su hija (Mc 7, 25-26), y llama la atención la respuesta de Jesús: ‘deja que antes se sacien los hijos; no está bien tomar el pan de los hijos para tirárselo a los cachorros’ (Mc 7,27). Con esa respuesta trata de poner de manifiesto los valores que se han cultivado en la sociedad, esos de exclusividad para algunos/as, e inferioridad y postergación para otros/as. Trato de imaginarme cuál sería la reacción de alguien, que en nuestras costumbres sociales, fuese comparado con un perro; hagan lo mismo, creo que no estaremos pensando cosas muy distintas. La respuesta de la mujer fue: ‘…pero hasta los cachorros, debajo de la mesa, comen de la migaja que dejan caer los hijos’. Esta mujer pudo transgredir los valores instituidos, pudo reenfocar la vida desde otro lugar, hasta pudo cambiar la vida de su hija (generación futura), en la confianza plena de la misericordia de Cristo, y sin ser judía. Jesús le dice: ‘A causa de lo que has dicho, puedes irte: el demonio ha salido de tu hija’ (Mc 7,29).

La mujer griega puede superar el determinismo de la inferioridad y postergación, propugnado por el grupo que pretende siempre beneficiarse desde la exclusividad que se ha atribuido. Ella puede hacer esto desde su confianza en Cristo, y no confiando en los poderes instituidos, o en los valores determinantes de la sociedad. Tomemos como ejemplo una tradición instituyente en la sociedad: La Iglesia. Muchas veces se hace difícil distinguir en ella su rol cristiano propiamente dicho (es decir, ese rol que ayuda a posibilitar el reenfoque y la trasgresión de aquellos instituidos dañinos que postergan y minimizan la dignidad del ser humano), y el rol conservador que hace perpetuar el cultivo de las exclusividades que acaparan los beneficios para determinado grupo que maneja el poder de turno. Si la Iglesia se torna exclusivista, me temo que no estará cumpliendo su rol cristiano; si se torna ‘abierta’, tampoco es abierta a cualquier cosa, sino a todo aquello que le permita colaborar en la superación de los instituidos que postergan la dignidad humana, con ello cumple un rol cristiano en la sociedad.

La pregunta para los que estamos dentro, y fuera de la institución Iglesia, es la siguiente: cuando hablamos de fe cristiana ¿desde qué lugar se la puede definir? Por ejemplo, ¿desde los instituidos judíos exclusivistas?, o ¿desde la mujer griega? La fe cristiana tiene que ver con Cristo, y con su ejemplo, por lo tanto, todo/a cristiano/a siempre debe brindarse a la colaborar en la superación de las necesidades postergadas y minimizadas por el grupo beneficiado por exclusividades acaparadas desde el mal uso del poder de turno. Esto implica una ‘Iglesia activa’, o si queremos pensarlo en ‘actividades de la Iglesia’, que a través de su accionar demuestre su fe cristiana. Demostrar la fe cristiana está lejos de mostrar una aparente ‘piedad’ social, mientras que en forma más íntima se desea conservar un espacio de exclusividad para determina do sector en la sociedad (sea en el ámbito religioso, social o político); más bien se demuestra en un compromiso por proteger y sanar la dignidad de la creación de Dios, desde adentro o desde afuera de la institución Iglesia.

Se trataría -como lo demostró en su accionar la mujer griega- de confiar en un apuntalamiento poderoso (Cristo), que sea mayor que cualquier artilugio de la inteligencia humana (ciencia, legalismos, condenaciones o juicios, estereotipos y limitaciones), y así contar con el valor para confrontar y desafiar los determinismos establecidos por los grupos de poder.

Fabián Paré.

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