LA PUREZA DEL CORAZÓN JOVEN

Salmo 119:9 (RVR60):
"¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra."

El Salmo 119 es un poema extenso que exalta la Palabra de Dios con una devoción apasionada. En medio de sus 176 versículos, encontramos esta pregunta penetrante y su respuesta sencilla, pero profunda. El salmista dirige su atención al "joven", que en la cultura hebrea representaba no solo a alguien de cierta edad, sino a cualquier persona en la etapa de formación de su carácter, en los años decisivos donde se establecen los hábitos y caminos de la vida.

La pregunta es retórica y universal: "¿Con qué limpiará el joven su camino?" Implica reconocimiento de la realidad humana: nuestro camino se ensucia. La vida está llena de tentaciones, influencias corruptoras, decisiones apresuradas y los efectos acumulativos del pecado. Para el joven –y para todo aquel que anhela integridad– la contaminación espiritual es una amenaza constante. El "camino" habla del curso de la vida, las decisiones diarias, las relaciones, los pensamientos y los actos. Es una metáfora de la trayectoria moral y espiritual.

La respuesta del salmista no es un sistema de autoayuda, ni un conjunto de reglas ascéticas, ni siquiera una dependencia exclusiva de la fuerza de voluntad. Es radical en su sencillez: "Con guardar tu palabra." Aquí descubrimos que la pureza no es principalmente el resultado de nuestro esfuerzo por evitar lo malo, sino el fruto de aferrarnos a lo bueno, a lo verdadero, a lo eterno. "Guardar" (en hebreo shamar) implica mucho más que una lectura ocasional; significa observar, atesorar, obedecer, custodiar en el corazón y poner por obra. Es una acción deliberada, constante y amorosa.

La Palabra de Dios actúa como un espejo que revela la suciedad (Santiago 1:23-25), como agua que lava (Efesios 5:26) y como una lámpara que ilumina el sendero para no tropezar (Salmo 119:105). Pero el salmista va más allá: la Palabra no solo diagnostica e ilumina; es el agente mismo de la limpieza. Al internalizarla, meditando en ella día y noche, permitimos que la verdad de Dios reforme nuestros pensamientos, purifique nuestros deseos y guíe nuestros pasos. Jesús oró por sus discípulos: "Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad" (Juan 17:17). La santificación –el proceso de ser limpiados y apartados para Dios– ocurre por medio de la verdad de la Escritura aplicada por el Espíritu Santo.

Para el joven –y para cada creyente– esto significa que la pureza es un camino dinámico, no un estado estático. No se logra solo con evitar el mal, sino con perseguir activamente a Dios a través de Su Palabra. Cada decisión de leer las Escrituras, de memorizarlas, de meditar en ellas y de obedecerlas, es un paso hacia un camino más limpio. La tentación de conformarse al mundo es fuerte, especialmente en la juventud, pero la Palabra nos transforma mediante la renovación de nuestra mente (Romanos 12:2).

Hoy, quizá te sientes consciente de las manchas en tu camino: decisiones pasadas de las que te arrepientes, hábitos que te esclavizan, pensamientos recurrentes que te avergüenzan. La respuesta de Dios sigue siendo la misma. No te ofrece solo un borrador, sino una fuente constante de purificación. Acércate a Su Palabra no como una obligación religiosa, sino como un encuentro vital con el Dios que te ama y quiere guiarte. Deja que ella te interrogue, te conforte, te corrija y te dirija. Tu camino puede ser limpiado. La promesa es segura.

Oración

Padre celestial,
Gracias por tu Palabra, viva y eficaz, que penetra hasta lo más profundo del alma. Reconozco que mi camino necesita ser limpiado una y otra vez. Mis pensamientos, actitudes y acciones a veces se desvían de tu pureza.

Te pido que me des un corazón amoroso hacia tu Palabra. Ayúdame a guardarla, no como un simple deber, sino como un tesoro personal. Que medite en ella de día y de noche, permitiendo que moldee mi carácter y mis decisiones. Límpiame con tu verdad, y que mi vida refleje la belleza de tu santidad.

Que, como el salmista, pueda decir: "En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti". Guía mis pasos por la senda de la obediencia, y que mi vida sea un testimonio de la transformación que tu Palabra obra.

En el nombre de Jesús, amén.

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