EL LLAMADO A SERVIR

Juan 13:14
Texto clave: "Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros." (Juan 13:14, RVR60)

Introducción: Una Escena que Desafía la Lógica
Imagina la escena: la habitación del aposento alto está cargada de tensión. Los discípulos han llegado con sus pies polvorientos, cansados del camino. En la cultura judía, lavar los pies era una tarea reservada para el siervo de más baja categoría en el hogar. Sin embargo, esa noche, ninguno de los doce se había ofrecido para realizar este acto humilde. Sus corazones estaban ocupados con ambiciones personales, discutiendo sobre quién sería el mayor en el reino que imaginaban.

Entonces ocurre lo inimaginable. Jesús, el Hijo de Dios, el Creador del universo, se levanta de la mesa, se quita su manto exterior y se ata una toalla a la cintura. Toma una palangana con agua y comienza a lavar los pies de sus discípulos. Pedro se resiste, incómodo con la inversión de roles. Pero Jesús insiste, comprendiendo que esta lección visual sería fundamental para entender el corazón del evangelio.

La Paradoja del Liderazgo Divino
En Juan 13:14, Jesús establece un principio revolucionario: "Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros." Observemos dos títulos que Jesús usa para sí mismo: "Señor" y "Maestro".

Como "Señor" (Kyrios en griego), Jesús posee toda autoridad en el cielo y en la tierra. Como "Maestro" (Didáskalos), Él es el instructor supremo de la verdad. Sin embargo, este Señor y Maestro no vino para ser servido, sino para servir. En el reino de Dios, la grandeza no se mide por cuántos te sirven, sino por cuántos puedes servir.

Jesús no estaba instituyendo un ritual literal permanente de lavado de pies, aunque algunas tradiciones cristianas lo practican. Más profundamente, estaba estableciendo un principio eterno: en Su reino, el servicio humilde no es opcional; es la esencia misma de la identidad del discípulo.

El Servicio como Identidad del Discípulo
Jesús no dijo: "Si yo, el Señor, he lavado vuestros pies, vosotros podéis considerar lavar los pies de otros si os sentís inclinados." Él dijo: "debéis lavaros los pies los unos a los otros." El verbo "debéis" (opheilete en griego) indica una obligación moral, una deuda de amor que tenemos con nuestros hermanos en la fe.

Este servicio no se limita a actos ceremoniales. Se manifiesta en las rutinas diarias de la vida:

Escuchar pacientemente a alguien que repite la misma historia por enésima vez.

Ofrecerse para hacer una tarea doméstica que nadie más quiere hacer.

Ceder nuestros derechos por el bien de otro.

Celebrar el éxito de otros en lugar de competir con ellos.

Asumir responsabilidad sin buscar reconocimiento.

El lavado de pies representa todas esas acciones humildes, a menudo invisibles, que reflejan el corazón de Cristo.

Las Barreras que Nos Impiden Servir
¿Por qué nos cuesta tanto practicar este servicio humilde? Porque choca frontalmente con nuestro orgullo natural. Como los discípulos, nosotros también luchamos con:

El deseo de posición: Queremos títulos, reconocimiento y autoridad. El servicio anónimo no alimenta nuestro ego.

El temor al menosprecio: Tememos que si servimos en formas humildes, otros nos verán como inferiores.

La selectividad en el servicio: Estamos dispuestos a servir a quienes consideramos "dignos" de nuestro esfuerzo, o a aquellos que pueden devolvernos el favor.

Jesús lavó los pies de todos los discípulos, incluyendo a Judas, quien sabía que le traicionaría horas después. Nuestro llamado es a servir sin discriminación, recordando que Cristo sirvió a quienes no lo merecían, incluyéndonos a nosotros.

El Poder Transformador del Servicio Humilde
Cuando nos humillamos para servir, experimentamos varias transformaciones:

Transformación comunitaria: El servicio rompe barreras y construye auténtica comunidad. Cuando lavamos los pies de otros, ya no podemos mantener actitudes de superioridad.

Transformación espiritual: El servicio humilde nos conforma al carácter de Cristo. Cada acto de servicio, por pequeño que sea, nos hace más semejantes a Jesús.

Transformación testimonial: En un mundo obsesionado con el poder y la autopromoción, el servicio desinteresado testifica poderosamente del evangelio. Como dijo Francis de Sales: "No se puede ir por todo el mundo haciendo grandes cosas, pero se pueden hacer cosas pequeñas con gran amor."

Conclusión: El Llamado a la Toalla y la Palangana
Jesús nos invita a tomar la toalla y la palangana, no como símbolos de inferioridad, sino como insignias de honor en Su reino. El servicio humilde no disminuye nuestro valor; por el contrario, nos asemeja al Rey del universo, quien "no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos" (Marcos 10:45).

Hoy, Jesús nos pregunta: ¿Estamos dispuestos a quitarnos el manto de nuestro orgullo, atarnos la toalla del servicio y tomar la palangana del amor humilde?

Oración
Señor Jesús, hoy me enfrento a la verdad desafiante de Tu Palabra. Reconozco que a menudo busco ser servido en lugar de servir, recibir honor en lugar de darlo gratuitamente.

Perdóname cuando he considerado algunas tareas por debajo de mi dignidad, olvidando que Tú, el Señor del universo, lavaste los pies pecaminosos de Tus discípulos.

Ayúdame a ver las oportunidades diarias para "lavar pies" — esas ocasiones para servir humildemente, sin buscar reconocimiento ni recompensa.

Que Tu Espíritu me recuerde constantemente que en Tu reino, el camino hacia arriba es hacia abajo, y que la verdadera grandeza se encuentra en arrodillarse para servir.

Que mi vida refleje Tu corazón servicial, para que otros puedan verte a Ti a través de mis actos de amor humilde. En Tu nombre precioso, Amén.

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