EL MINISTERIO DE LA RECONCILIACIÓN

2 Corintios 5:19 (RVR60)
"Que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación."

Introducción: El Gran Dilema
Desde la caída en el Jardín del Edén, la humanidad ha vivido en un estado de separación de su Creador. El pecado erigió un muro de enemistad que parecía insuperable. La santidad de Dios y la pecaminosidad del hombre crearon un abismo que ninguna obra humana podía cruzar. En este contexto de desesperanza, el versículo de 2 Corintios 5:19 emerge como un faro de luz divina, revelando el corazón mismo del Evangelio: la reconciliación.

Dios Toma la Iniciativa
La frase "Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo" es profundamente significativa. La reconciliación no comenzó con el hombre, sino con Dios. No fuimos nosotros quienes, arrepentidos, buscamos la forma de aplacar a un Dios iracundo. Al contrario, fue el Dios ofendido quien, en su amor insondable, tomó la iniciativa para restaurar la relación rota.

Dios no envió a un ángel o a un profeta más. Él mismo, en la persona de Jesucristo, vino a nuestro encuentro. La encarnación no fue un acto distante de un ser indiferente, sino la inmersión del Creador en su creación para rescatar a aquellos que amaba. En cada milagro, en cada palabra de gracia, en cada acto de compasión, Dios en Cristo estaba activamente reconciliando al mundo consigo mismo.

La Naturaleza de la Reconciliación
El apóstol Pablo aclara magníficamente el método de esta reconciliación: "no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados". Esto contradice completamente toda religión basada en méritos humanos. Las religiones dicen: "haz, esfuerzate, cumple". El Evangelio proclama: "creé, recibe, confía".

Dios, en su justicia perfecta, podría habernos tratado según nuestros pecados. En cambio, trató a Cristo según nuestros pecados, para poder tratarnos a nosotros según la justicia de Cristo. La cruz fue el lugar donde Dios cargó sobre su Hijo la deuda que nos correspondía a nosotros. Cristo se convirtió en el pecado por nosotros, para que nosotros pudiéramos convertirnos en justicia de Dios en él (2 Corintios 5:21).

El Alcance de la Reconciliación
Pablo declara que Dios estaba reconciliando "al mundo". Esto no significa universalismo (la creencia de que todos serán salvos automáticamente), sino que ilustra la amplitud de la oferta divina. La reconciliación no está limitada a una nación, etnia o clase social. Es para judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres, ricos y pobres.

Sin embargo, aunque la reconciliación se ofrece a todos, solo se aplica a aquellos que la reciben por fe. Como un regalo valioso que, aunque comprado para muchos, solo beneficia a quienes lo aceptan y abren.

Nuestra Responsabilidad en la Reconciliación
El versículo concluye con una verdad transformadora: "y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación". Después de experimentar personalmente esta reconciliación, Dios nos comisiona como sus embajadores.

Este "encargo" no es opcional para el creyente. Así como un sobreviviente de un naufragio que ha encontrado tierra firme tiene la obligación moral de guiar a otros a la seguridad, nosotros, que hemos sido reconciliados, tenemos el privilegio y la responsabilidad de proclamar las buenas nuevas de reconciliación.

La "palabra de la reconciliación" que predicamos no es un mensaje de condenación, sino de invitación. No decimos: "¡Arrepiéntanse o Dios los destruirá!", sino "¡Reconcíliense con Dios, porque él ya ha provisto el camino!".

Aplicación Prática
Hoy, reflexionemos en estas verdades:

Para el no creyente: ¿Reconoces tu estado de separación de Dios? Él te ofrece gratuitamente la reconciliación a través de Cristo. No esperes más; recibe hoy este regalo inmerecido.

Para el creyente: ¿Eres consciente de tu papel como embajador de la reconciliación? Ora por oportunidades para compartir esta esperanza. Vive de manera que tu vida refleje la paz que tienes con Dios.

Para la iglesia: ¿Estamos cumpliendo colectivamente nuestro encargo de proclamar la reconciliación? Que nuestras comunidades sean puentes hacia Dios, no muros que alejen a los que buscan.

Oración
Padre celestial, te damos gracias porque en tu amor infinito tomaste la iniciativa de reconciliarnos contigo a través de tu Hijo Jesucristo. Gracias porque no nos trataste según nuestros pecados, sino que cargaste sobre Jesús el castigo que merecíamos.

Perdónanos cuando, habiendo experimentado esta reconciliación, hemos descuidado el encargo que nos diste de proclamar tu mensaje de paz. Aviva en nosotros la pasión por los perdidos y danos valor para compartir las buenas nuevas con gracia y verdad.

Ayúdanos a vivir como verdaderos embajadores de Cristo, representándote fielmente en un mundo fragmentado. Que nuestras palabras, acciones y relaciones reflejen la reconciliación que hemos recibido.

Y para aquel que hoy reconoce su necesidad de ser reconciliado contigo, te ruego que le des fe para recibir tu perdón y nueva vida en Cristo. En el nombre de Jesús, el Príncipe de Paz, amén.

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