"Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro." — Romanos 6:23 (RVR60)
Introducción: Un Contraste Radical
El apóstol Pablo, en su carta a los Romanos, nos presenta en este versículo uno de los contrastes más profundos y significativos de toda la Escritura. No se trata de una mera comparación, sino de una declaración de dos realidades eternas en conflicto. De un lado, la justa consecuencia de nuestra condición; del otro, la sorprendente solución de la gracia divina. Este versículo funciona como un resumen del mensaje central del evangelio: lo que merecíamos versus lo que gratuitamente recibimos.
La Paga del Pecado: Lo que Merecíamos
La primera parte del versículo establece una verdad fundamental y solemne: "Porque la paga del pecado es muerte...". La palabra "paga" (en griego, opsōnion) se refería originalmente al salario de un soldado. Es lo que se gana, lo que se ha merecido por el trabajo realizado. Pablo utiliza esta poderosa metáfora para decirnos que el pecado no es una actividad gratuita; tiene un costo, y ese costo es la muerte.
Esta muerte es tridimensional:
Muerte Física: La separación del alma del cuerpo, la consecuencia directa de la entrada del pecado en el mundo (Génesis 3:19).
Muerte Espiritual: La separación inmediata de Dios. El ser humano, en su estado natural, está "muerto en delitos y pecados" (Efesios 2:1), alienado de la fuente de toda vida y santidad.
Muerte Eterna: La separación eterna y consciente de Dios en el infierno, el destino final para aquellos que rechazan Su gracia (Apocalipsis 20:14-15).
Esta es la realidad de la que no podemos escapar por nuestros propios medios. Por más esfuerzo, religión o buenas obras que acumulemos, el salario que hemos ganado con nuestra rebelión es, ineludiblemente, la muerte. Nos recuerda nuestra desesperada necesidad y nos impide cualquier atisbo de autosuficiencia.
El Regalo de Dios: Lo que Recibimos sin Merecer
El versículo da un giro glorioso con la conjunción adversativa "mas" (en griego, de). Este pequeño cambio marca la transición de la condenación a la salvación, de la oscuridad a la luz. Frente a lo que hemos ganado, se alza lo que Dios nos da: "mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro".
Observemos la belleza de esta segunda parte:
"La dádiva de Dios": La palabra "dádiva" (en griego, charisma) significa un regalo gratuito, inmerecido. No es un salario que se gana, sino una gracia que se recibe. Este es el corazón del evangelio. La salvación no se compra, no se negocia, no se merece; se acepta con humildad y fe.
"Es vida eterna": En contraste directo con la muerte, el regalo es la vida. Pero no se trata solo de una prolongación de la existencia física. La "vida eterna" (en griego, zōē aiōnios) es la vida de Dios mismo, una vida de calidad y comunión con Él que comienza en el momento de la fe y se extiende por toda la eternidad. Es una vida plena, significativa y en relación con el Creador (Juan 17:3).
"En Cristo Jesús Señor nuestro": Esta es la cláusula más importante. El regalo no es genérico; está canalizado a través de una Persona. La vida eterna no se encuentra en una filosofía, ni en una lista de reglas, sino en una relación personal con Jesucristo. Él es el medio, el agente y la esencia misma del regalo. Él pagó nuestro "salario" en la cruz, muriendo la muerte que nosotros merecíamos, para que pudiéramos recibir la vida que solo Él puede dar.
Aplicación: Recibiendo el Regalo
La pregunta que Romanos 6:23 nos plantea es directa: ¿En qué lado del contraste estás viviendo? ¿Estás tratando de ganar un salario que, al final, solo te llevará a la muerte? ¿O has abierto tus manos vacías para recibir el regalo gratuito de Dios?
Recibir este regalo implica:
Reconocimiento: Admitir que hemos pecado y que el salario que hemos ganado es la muerte.
Arrepentimiento: Volvernos de nuestro camino de pecado para seguir a Cristo.
Fe: Poner nuestra confianza total en que la muerte de Jesús en la cruz fue el pago por nuestros pecados y que Su resurrección nos garantiza la vida eterna.
Conclusión: Vivir en la Realidad del Regalo
Para el creyente, Romanos 6:23 no es solo el versículo que nos salvó, sino la verdad que debe gobernar nuestra vida diaria. Ya no vivimos bajo la tiranía de "ganar" nuestro sustento espiritual. Vivimos en la libertad y la gratitud de haber recibido un regalo inmerecido. Nuestra obediencia, nuestro servicio y nuestra adoración no son un intento por ganar el favor de Dios, sino la respuesta gozosa de un corazón que ha sido inundado por Su gracia.
Oración
Padre Celestial,
Te damos gracias hoy por la honestidad brutal de Tu Palabra, que nos muestra la terrible realidad del pecado y su paga: la muerte. Reconozco que, por mí mismo, no tengo escapatoria y que merezco solo condenación.
Pero, sobre todas las cosas, te alabamos por el glorioso "mas" de Tu gracia. Gracias, Señor, porque en tu misericordia, no nos diste lo que merecíamos, sino que nos ofreciste el regalo más precioso: la vida eterna a través de tu Hijo, Jesucristo.
Te agradezco, Jesús, por haber tomado mi lugar en la cruz, por haber recibido tú la paga de mi pecado para que yo pudiera recibir el regalo de tu justicia. Hoy, con un corazón humilde y lleno de fe, recibo una vez más este don inmerecido.
Ayúdame a vivir cada día en la realidad de este regalo. Que mi vida no esté motivada por el deseo de ganar tu amor, sino por la gratitud de haberlo recibido gratuitamente. Que cada acto de obediencia, cada palabra de aliento y cada pensamiento sea una ofrenda de agradecimiento por la vida eterna que ya poseo en Ti.
En el nombre poderoso de Jesús, el dador de la vida, Amén.
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