"Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz." - Génesis 1:3 (RVR60)
En el principio, antes de que existiera el tiempo tal como lo conocemos, antes de que hubiera forma o sustancia, había una oscuridad profunda y vacía. El Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas, una presencia silenciosa y expectante en medio de la nada. Y entonces, en ese momento eterno, Dios habló. No fue un esfuerzo laborioso, ni una batalla cósmica; fue una simple y soberana declaración. "Sea la luz." Y con esas tres palabras, la realidad misma obedeció. La luz irrumpió en la oscuridad, no como la lenta llegada del amanecer, sino como un acto instantáneo de creación pura. La luz fue.
Este versículo, tan breve y a la vez tan monumental, es mucho más que el registro de un evento cosmológico. Es una revelación profunda del carácter de Dios y del poder de Su Palabra. Nos habla de un Dios que no lucha contra la oscuridad, sino que simplemente la disipa con Su voz. La oscuridad no tiene sustancia ni poder ante Él; no es más que la ausencia de Su luz. Y cuando Él decide revelarse, la oscuridad huye.
En nuestras vidas, a menudo experimentamos "tinieblas": momentos de confusión, dolor, incertidumbre, pecado o desesperanza. Estas tinieblas pueden sentirse tan reales y abrumadoras como las aguas primordiales del abismo. Nos sentimos atrapados, sin dirección, vacíos. Es en estos momentos donde la verdad de Génesis 1:3 se convierte en nuestro ancla. El mismo Dios que habló luz en el caos original desea hablar luz en nuestro caos personal.
Dios no necesita los materiales preexistentes para obrar. Él crea ex nihilo, de la nada. Esto significa que no importa cuán oscura, vacía o sin esperanza parezca tu situación, Dios puede crear algo nuevo y lleno de luz en ella. No depende de tus recursos, tu fuerza o tu entendimiento. Depende únicamente de Su Palabra creativa y soberana.
Jesús es la encarnación perfecta de esta verdad. Él es "la luz verdadera, que alumbra a todo hombre" (Juan 1:9). Así como la primera luz física iluminó el mundo material, Jesús, la Luz del Mundo, ilumina nuestras almas, revelando la verdad de Dios y disipando las tinieblas del pecado y la muerte. Al recibirle, permitimos que el "Sea la luz" de Dios se pronuncie de nuevo sobre el caos de nuestro corazón.
Hoy, si estás caminando en un periodo de oscuridad, recuerda este versículo. Medita en el poder de la Palabra de Dios. Él no ha cambiado. Su voz todavía tiene el mismo poder creativo. Clama a Él. Sumérgete en Su Palabra escrita, la Biblia, y deja que Su verdad ilumine tus pasos. Así como la luz fue la primera obra de Dios en la creación, Él quiere que Su luz sea la realidad fundamental en tu vida, ordenando tu caos y dando propósito a tu existencia.
Oración
Amado Padre Celestial, que en el principio diste origen a la luz con el poder de Tu Palabra,
te damos gracias porque ese mismo poder está disponible para nosotros hoy a través de Tu Hijo, Jesucristo, la Luz del Mundo.
Te reconocemos como el Dios soberano ante quien las tinieblas no pueden permanecer. Perdónanos por las veces que hemos permitido que las tinieblas del miedo, la duda y el pecado nublen nuestra visión y nuestro corazón.
Hoy, clamamos a Ti. Pronuncia Tu "Sea la luz" sobre las áreas de nuestra vida que están sumidas en la confusión, el dolor o la incertidumbre. Donde hay desesperanza, crea fe. Donde hay caos, trae Tu paz y orden. Donde hay pecado, irradia Tu santidad y gracia perdonadora.
Que Tu luz brille en lo más profundo de nuestro ser, disipando toda sombra y guiando cada uno de nuestros pasos. Ayúdanos a caminar como hijos de la luz, reflejando Tu gloria y Tu amor a un mundo que aún yace en tinieblas.
En el nombre poderoso de Jesús, la Palabra hecha carne, Amén.
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