"Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna." (Romanos 6:22, RVR60)
Introducción: De Esclavos a Siervos
El apóstol Pablo, en su carta a los Romanos, presenta un contraste radical entre la vida bajo el pecado y la vida en Cristo. En este versículo, resume la transformación gloriosa que experimenta todo creyente: de ser esclavos del pecado a ser siervos de Dios. Esta transacción divina no solo cambia nuestro destino eterno, sino también nuestro presente.
1. La Libertad Verdadera
"Mas ahora que habéis sido libertados del pecado..."
La libertad que Cristo ofrece no es una licencia para hacer lo que queramos, sino una liberación del pecado para vivir para Dios. Antes, el pecado nos dominaba; ahora, por la gracia de Dios, hemos sido rescatados. Esta libertad no se gana, sino que se recibe como un regalo (Juan 8:36).
Reflexión: ¿Vives como alguien verdaderamente libre, o hay áreas donde aún permites que el pecado tenga influencia?
2. El Privilegio de Servir
"...y hechos siervos de Dios..."
Ser "siervo" en el mundo implica opresión, pero en el reino de Dios es un honor. Servir al Creador es el propósito más elevado que podemos tener. Jesús mismo modeló esta actitud (Marcos 10:45). Ahora, nuestras vidas están alineadas con Su voluntad, y cada acto de obediencia lleva Su sello.
Pregunta: ¿Estás sirviendo a Dios con gozo, o lo haces por obligación?
3. El Fruto de la Santificación
"...tenéis por vuestro fruto la santificación..."
La santificación es el proceso de ser apartados para Dios y transformados a Su imagen. Es un fruto, no un esfuerzo humano, sino el resultado de la obra del Espíritu Santo en nosotros (Gálatas 5:22-23). Este fruto evidencia que somos de Cristo y crece a medida que nos rendimos a Él.
Aplicación: Busca cada día ser lleno del Espíritu para que tu vida manifieste santidad.
4. La Meta Gloriosa: Vida Eterna
"...y como fin, la vida eterna."
La santificación no es un fin en sí misma; apunta a algo mayor: la vida eterna con Dios. Esta promesa sostiene al creyente en las pruebas y da sentido a la lucha diaria contra el pecado (1 Juan 2:25).
Conclusión: Vivir en la Victoria de Cristo
Romanos 6:22 es un recordatorio de que en Cristo hemos cambiado de amo, de propósito y de destino. Ya no vivimos para nosotros mismos, sino para Aquel que nos redimió.
Oración
Padre celestial, gracias por liberarme del pecado y llamarme a ser Tu siervo. Ayúdame a caminar en santidad, recordando que cada paso me acerca a la vida eterna. Que mi vida dé fruto que glorifique Tu nombre. Refresca mi corazón con la verdad de que soy libre en Cristo y lléname de Tu Espíritu para servirte con fidelidad. En el nombre de Jesús, amén.
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