CONFIANDO EN EL DIOS QUE TODO LO REVELA

"El revela lo profundo y lo escondido; conoce lo que está en tinieblas, y la luz mora con él."
(Daniel 2:22, RVR60)

Introducción: Un Grito en la Oscuridad
Imagina la escena en Babilonia. El rey Nabucodonosor ha tenido un sueño que lo perturba profundamente, pero se niega a compartir sus detalles. Exige que sus sabios no solo interpreten el sueño, sino que primero le revelen cuál fue el sueño mismo. Es una orden absurda, imposible para cualquier humano. La respuesta de los sabios es aterradora: "No hay hombre sobre la tierra que pueda declarar lo que el rey pide… no hay quien lo pueda declarar al rey, salvo los dioses, cuya morada no es con la carne" (Daniel 2:10-11). La sentencia es de muerte para todos los sabios, incluidos Daniel y sus amigos.

Es en este contexto de absoluta oscuridad, de un callejón sin salida humano, de un decreto de muerte irracional, donde surge la luz. Daniel pide tiempo y se va con sus amigos a orar. Y es en medio de esta angustia existencial que Dios se revela. La respuesta no es solo un susurro de consuelo, es una explosión de alabanza. Daniel 2:22 es el corazón de ese himno de fe, una verdad eterna que se clava como un faro en la noche de nuestra propia incertidumbre.

1. "El revela lo profundo y lo escondido" – La Soberanía del Conocimiento Divino
La palabra "revela" implica un acto deliberado de descubrir, de quitar un velo. No es que Dios encuentre la información; Él ya la posee. Él elige compartirla. Lo "profundo" se refiere a aquello que está beyond nuestro alcance intelectual, como los misterios del universo o los designios de la historia. Lo "escondido" son esos secretos íntimos del corazón humano, los motivos ocultos, los planes que se fraguan en la intimidad.

En nuestra vida, enfrentamos constantemente "cosas profundas y escondidas": un diagnóstico médico aterrador cuyo propósito desconocemos, la repentina pérdida de un empleo que parecía seguro, una ruptura relacional que no vimos venir, oraciones que parecen caer en un silencio abismal. Nos sentimos como Daniel: ante un misterio que no podemos descifrar y cuyas consecuencias nos aterran.

Este atributo de Dios nos recuerda que no hay crisis, por compleja que sea, que esté fuera del radar de Su conocimiento. Él no está desconcertado. El rompecabezas de nuestra vida, cuyas piezas parecen no encajar, para Él es un cuadro completo y perfecto. Él puede, y a menudo lo hace, revelar Su propósito en Su tiempo perfecto, dándonos claridad, dirección o simplemente la paz de saber que Él sí tiene el control.

2. "Conoce lo que está en tinieblas" – La Intimidad de Su Presencia
Las "tinieblas" son la metáfora universal del miedo, la ignorancia, el pecado, el dolor y la muerte. Para el hombre antiguo, la oscuridad era un reino de peligros desconocidos. Para nosotros, son esas temporadas de depresión, de duda espiritual, de soledad abrumadora o de culpa secreta. Tendemos a creer que en la oscuridad estamos solos y que nuestros temores más profundos están ocultos de toda mirada, incluso de la de Dios.

Este versículo destruye esa ilusión por completo. Las tinieblas no existen para Dios. El Salmo 139:12 lo corrobora: "Aun las tinieblas no encubren de ti, y la noche resplandece como el día; lo mismo te son las tinieblas que la luz". Él conoce lo que está en tinieblas. Su conocimiento no es una mera observación distante; es un conocimiento íntimo y personal. Él conoce el dolor que no le contamos a nadie, la ansiedad que nos roba el sueño a las 3 de la mañana, la vergüenza que tratamos de enterrar.

Lejos de ser aterrador, este es un truth profundamente consolador. Significa que nunca tenemos que explicarle a Dios nuestra desesperación. Él ya la conoce. Podemos acercarnos a Él con total honestidad, sin pretender que estamos bien cuando no lo estamos. Él ya ve la oscuridad, y aun así se acerca con amor.

3. "Y la luz mora con él" – La Esencia de Su Ser
Esta es la culminación del versículo y la clave de todo. Dios no solo posee luz o emite luz. La luz mora con Él. Es un atributo inherente a Su ser, permanente e inseparable. Donde está Dios, está la luz. La luz es sinónimo de Su verdad, Su santidad, Su revelación, Su guía y Su alegría.

Jesús se declaró a Sí mismo como esta misma luz: "Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida" (Juan 8:12). La luz que mora con el Padre se manifestó plenamente en el Hijo.

La aplicación para nosotros es transformadora: No tenemos que pedirle a Dios que envíe luz desde lejos. Al invocar Su nombre, al acercarnos a Él en oración y en Su Palabra, estamos entrando directamente en la morada de la Luz. La solución a nuestra oscuridad no es una explicación, sino una Persona. No necesitamos primero entender todos Sus planes para encontrar paz; necesitamos encontrarnos con Él, y la comprensión (o la fe para vivir sin ella) vendrá después.

Conclusión: De la Alabanza a la Confianza
Daniel no alabó a Dios después de que el problema se resolvió; alabó en medio de la crisis, porque conocía el carácter de su Dios. Su alabanza fue la evidencia de su fe. La revelación del sueño fue la consecuencia.

Hoy, este versículo nos invita a cambiar nuestra pregunta. En lugar de clamar "¿Dios, por qué está pasando esto?" o "¿Qué debo hacer?", nuestro primer clamor debe ser: "Dios, Tú revelas lo profundo. Tú conoces esta oscuridad. Tú eres la Luz. Me acerco a Ti confiadamente". Al hacerlo, no garantizamos que entenderemos inmediatamente el misterio, pero garantizamos que caminaremos con el Dueño de toda luz, y que Su paz, que sobrepasa todo entendimiento, guardará nuestro corazón y nuestra mente.

Oración Final
Padre Celestial,

Te alabamos porque Tú eres el Dios que revela lo profundo y lo escondido. Frente a los misterios que enfrentamos, confesamos nuestra limitada visión y nuestra tendencia al temor. Perdónanos por cuando actuamos como si las tinieblas de nuestra circunstancia pudieran ocultarte algo de nosotros, o a nosotros de Ti.

Gracias porque tu conocimiento es perfecto y tu visión, completa. Sabes exactamente lo que está en esta temporada de oscuridad que estoy atravesando. Conoces cada detalle, cada temor, cada pregunta sin respuesta. Y te doy gracias porque no solo observas desde lejos, sino que te acercas con compasión.

Hoy, clamamos a Ti, la Luz en quien no hay tiniebla alguna. Invadimos con nuestra fe y nuestra adoración la oscuridad que me rodea, declarando que donde moras Tú, la luz prevalece. Ilumina mi camino, Señor. Revela lo que necesito saber para el siguiente paso. Dame la paz para descansar en lo que decides mantener escondido, confiando en que tu sabiduría es perfecta.

Que mi vida, como la de Daniel, sea un cántico de alabanza a tu nombre, aun antes de ver la resolución, porque mi confianza no está en el resultado, sino en Ti, el Revelador, el que todo lo conoce, la Luz eterna.

En el nombre poderoso de Jesús, Amén.

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