ACEPTÁNDONOS CÓMO CRISTO NOS ACEPTÓ: UN LLAMADO A LA UNIDAD Y LA GRACIA

"Por tanto, recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de Dios". Romanos 15:7 (RVR60)

Este versículo, escrito por el apóstol Pablo, encapsula uno de los principios fundamentales de la vida cristiana: la aceptación mutua. Aquí, Pablo exhorta a los creyentes a reflejar el amor y la gracia de Cristo al aceptarse y acogerse unos a otros, no basados en méritos humanos, sino en el ejemplo de Cristo. Esta invitación no solo es un acto de obediencia, sino también una manera de glorificar a Dios a través de nuestras relaciones.

"Recibíos los unos a los otros"

La palabra "recibíos" implica más que una simple tolerancia o coexistencia; se trata de una aceptación plena y activa. Pablo está hablando a una iglesia que enfrentaba tensiones entre judíos y gentiles, dos grupos con trasfondos culturales, religiosos y sociales muy diferentes. En este contexto, la instrucción de aceptarse mutuamente no era algo fácil ni natural. Sin embargo, Pablo insiste en que la unidad y la aceptación son esenciales en el cuerpo de Cristo.

Hoy, esta exhortación sigue siendo relevante. Vivimos en un mundo lleno de divisiones y prejuicios. Como cristianos, estamos llamados a ser agentes de reconciliación y unidad. Recibir a los demás significa abrir nuestros corazones para amar, servir y valorar a las personas, independientemente de sus diferencias. Esto incluye no solo a nuestros hermanos en la fe, sino también a quienes aún no conocen a Cristo. Esta aceptación no significa comprometer los principios bíblicos, sino demostrar el amor de Dios con gracia y compasión.

"Como también Cristo nos recibió"

El estándar de nuestra aceptación mutua es Cristo mismo. Jesús nos aceptó no porque lo mereciéramos, sino por Su gracia y amor incondicional. Él nos recibió en nuestras debilidades, pecados y limitaciones, dándonos acceso a la familia de Dios. Este acto de aceptación es un modelo para cómo debemos tratarnos unos a otros. Si Cristo nos aceptó sin condiciones, ¿cómo podemos nosotros rechazar a alguien que Él ha recibido?

La aceptación de Cristo no fue pasiva, sino activa. Él buscó a los marginados, extendió Su gracia a los pecadores y rompió barreras culturales y sociales. Cuando imitamos Su ejemplo, reflejamos Su amor y mostramos al mundo la naturaleza de Su reino. Nuestra disposición a recibir a otros es una manifestación tangible del evangelio en acción.

"Para gloria de Dios"

La aceptación mutua no es solo un acto de bondad humana; tiene un propósito más elevado: glorificar a Dios. Cuando vivimos en unidad y amor, reflejamos el carácter de Dios al mundo. Jesús dijo en Juan 13:35: "En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros". Nuestra disposición a recibir y aceptar a otros es un testimonio vivo de la obra de Dios en nuestras vidas.

Además, la unidad glorifica a Dios porque muestra que Su poder puede trascender cualquier barrera humana. Donde el mundo ve divisiones, el cuerpo de Cristo debe mostrar unidad. Donde el mundo ve rechazo, los cristianos deben ofrecer aceptación. Este tipo de vida no solo honra a Dios, sino que también atrae a otros hacia Él.

Aplicación práctica

Este versículo nos desafía a evaluar cómo tratamos a las personas en nuestra vida diaria. ¿Estamos dispuestos a aceptar a otros tal como Cristo nos aceptó? Esto puede significar perdonar a alguien que nos ha herido, extender gracia a alguien que es diferente a nosotros, o buscar la reconciliación en lugar de fomentar divisiones. En cada interacción, tenemos la oportunidad de reflejar el amor de Cristo y glorificar a Dios.

También debemos recordar que aceptar a otros no significa aprobar el pecado o comprometer la verdad. Cristo aceptó a los pecadores, pero también les llamó al arrepentimiento. De la misma manera, debemos equilibrar la gracia con la verdad, amando a las personas lo suficiente como para guiarlas hacia la transformación que solo Dios puede dar.

Oración

Señor, gracias porque en Tu gracia me recibiste y me hiciste parte de Tu familia. Ayúdame a reflejar Tu amor al aceptar a los demás, tal como Tú me aceptaste. Enséñame a amar sin condiciones, a extender gracia y a vivir en unidad con mis hermanos y con quienes me rodean. Que mi vida sea un reflejo de Tu amor, y que a través de mi testimonio, otros puedan verte a Ti. Todo esto te lo pido para Tu gloria. En el nombre de Jesús, amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Aclaración

Este Blog no tiene fines de lucro, ni propósitos comerciales, el único interés es compartir los gustos y las preferencias de su autor, con personas afines. Julio Carreto. Predicador