(Jesús dijo:) Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. – Juan 17:18.
Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío. – Juan 20:21.
El envío de embajadores o la designación de delegados o portavoces
entre diferentes países o campos es una práctica muy antigua. En el
primer siglo, el apóstol Pablo empleó esta imagen para explicar a los
creyentes de Corinto su nueva posición como creyentes. “Somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros”, les escribía (2ª Corintios 5:20).
Un embajador no actúa por iniciativa propia, pues representa al país
que lo ha enviado y vela por sus intereses; al mismo tiempo, sigue
siendo un extranjero en el país donde vive. Así ocurre con el creyente
en el mundo; su vocación es ser ciudadano del cielo (Filipenses 3:20), por lo tanto es extranjero en la tierra.
Seamos conscientes de ello o no, como creyentes que somos debemos
representar a Cristo. Muchos incrédulos son indiferentes respecto a la
Biblia, pero no pierden ninguna ocasión para observar nuestra vida y
comportamiento. ¿Qué conclusión sacarán? ¿Mi vida refleja un poco la
humildad, la dulzura y la rectitud que caracterizaban a Cristo cuando
estaba en la tierra? Contemplemos al Señor Jesús; él, quien no tenía
dónde recostar su cabeza (Lucas 9:58), nos dejó un ejemplo perfecto.
Ya que por gracia y mediante la fe hemos recibido la salvación en
Jesucristo, somos portadores del mensaje de la salvación del hombre.
Pidamos a Dios que nos dé el celo y la fuerza para ser testigos vivos de
nuestro Señor.
Fuente: http://bit.ly/1174gwv
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