El Desprecio

He aquí que Dios es grande, pero no desestima a nadie; es poderoso en fuerza de sabiduría.Job 36:5.

Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey.1ª Pedro 2:17.

«El desprecio es más cotidiano que el pan», constata el humanista argelino Noureddine Aba. Un proverbio indio declara: «El dardo del desprecio perfora el caparazón de la tortuga». Esto ilustra bien el mal que podemos hacer al prójimo despreciándolo. Ese sentimiento trae consigo el dominio, la intolerancia, las violencias del racismo, los actos de crueldad…

Los ejemplos de personajes menospreciadores no faltan en la Biblia, y siempre son hombres opuestos a Dios. Goliat, por ejemplo, ese gigante que desafiaba las tropas alineadas de Israel, cuando vio que David, el joven elegido por Dios, se le acercaba, lo despreció y se burló de él. Pero David, con una destreza recibida de Dios, mató al gigante que se creía invencible (1° Samuel 17:41-54).

Creyentes, recordemos que el desprecio es una forma de orgullo producida por nuestro corazón malo (Marcos 7:21-22). Cada uno de nuestros semejantes es, como nosotros, creado a imagen de Dios, y por ello merece nuestro respeto y aprecio. Imitemos nuestro modelo, al Señor Jesús, quien se hizo hombre para acercarse a nosotros, y no temió simpatizar con los marginados y despreciados (Mateo 9:10-13; 11:19). Recordemos también que, en su sabiduría, “lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia” (1ª Corintios 1:27-29).

Fuente: http://bit.ly/VHLubm

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