El Canon de las Sagrada Escrituras

CANONICIDAD

«Mirad que ninguna os engañe con filosofías falaces y vanas, fundadas en tradiciones humanas, dicho por vía de ejemplo de mí y de Apolos, os lo explico a vosotros para que en nosotros aprendáis a no ir más allá de lo que está escrito» (Colosenses 2:8; 1 Corintios 4:6)

«La Santa Iglesia Cristiana, de la cual Jesucristo es la cabeza, ha nacido de la Palabra de Dios, en la cual permanece y no escucha la voz de un extraño» (Zwinglio)

1. Definición de la Canonicidad

1) El significado de la palabra «canon» deriva del griego «kanon» y, probablemente, también del hebreo «kane», que significa una vara para medir, o una regla; metafóricamente, la palabra ha venido a significar «norma» o «medida» de la verdad religiosa.

2) El uso de la palabra en la Biblia lo encontramos en Gálatas 6:16, Filipenses 3:16, donde significa que «la nueva creación» es el canon para el nuevo pueblo de Dios, «la regla», la norma del cristiano (2 Corintios 10: 13-16).

3) Uso de la palabra referido a la Biblia. En el lenguaje de la Biblia «canónico» significa todo el contenido de las Escrituras; la «lista» o «catálogo» de los libros que componen la Biblia. la norma escrita reconocida por la Iglesia de los libros inspirados y, por tanto, normativos para ella.

Por oposición se llama apócrifo a todo escrito que, habiendo pretendido o pretendiendo todavía la canonicidad, no es inspirado y, por lo tanto, no es reconocido por el pueblo de Dios.

4) Reconocimiento de la canonicidad. la Iglesia reconoció como canónicos únicamente aquellos libros que reunieron las siguientes características propias de todo escrito portador de la Revelación divina:

a) Inspiración divina.

b) Apostolicidad en el caso del N.T. y Profetismo en el A.T. que son la garantía de la inspiración divina requerida.

El principio para aceptar un libro era la tradición histórica de su apostolicidad. Pero hemos de entender claramente que por esta apostolicidad no se quiere decir siempre que el autor haya sido un apóstol. Desde luego, cuando éste era el caso no había dudas: porque desde muy temprano la apostolicidad fue identificada con la canonicidad. Hubo dudas en relación a Hebreos, en Occidente, y a Santiago y Judas, que retrasaron la aceptación de estos libros en el canon de ciertas iglesias. Pero en un principio no fue así. El principio de canonicidad no es, pues, estrictamente la paternidad literaria apostólica de un escrito, sino la imposición que los apóstoles hacen del mismo. De ahí que el nombre que Tertuliano usa para canon sea «instrumentum»; habla del Antiguo y Nuevo Instrumento como nosotros nos referimos al Antiguo y Nuevo Testamento.

Nadie niega que los apóstoles impusieron el Antiguo Testamento a la Iglesia -como su instrumento o regia-. Al imponer nuevos libros a las iglesias que fundaban, por la misma autoridad apostólica, no se limitaron a libros de su propia redacción. Es el evangelio de Lucas, un hombre que no era apóstol, el que Pablo coloca paralelamente en 1 Timoteo 5: 1 8 con Deuteronomio y le llama «Escritura». los Evangelios, que constituían la primera parte de los Nuevos libros -«Los Evangelios y los Apóstoles» fue el primer título que recibió el Nuevo Testamento-, según Justino, fueron «escritos por los apóstoles y sus compañeros». la autoridad de los apóstoles se hallaba en los libros que entregaron a la Iglesia como regla, no sólo en los que ellos mismos escribieron. las comunidades primitivos recibieron en su Nuevo Testamento todos los libros que llevaban evidencias de haber sido dados por los apóstoles a la iglesia como código de ley; y no deben desorientarnos las vicisitudes históricas de la lenta circulación de algunos de estos libros, como si la lenta circulación significara lenta «canonización» por una parte de las Iglesias (Benjamín B. Warfield, The lnspiration and Authority of the Bible, 1960, PP.415, 416).

c) Unidad de la doctrina, que se deduce de los puntos anteriores y es su corolario.

d) Autenticidad, es decir, genuinidad del escrito en cuanto a paternidad que se atribuye, fecha, etc., a prueba de la crítica honesta.

La aceptación del Canon de la Escritura por parte de la Iglesia se basa en un criterio fundamentalmente cristológico. la Iglesia siguió el ejemplo de Jesús al admitir el A.T. como Escritura Sagrada, y estuvo atenta a la autoridad conferida a sus apóstoles por el Señor.

Fue el Espíritu de Cristo el que habló por medio de los profetas, y también de los apóstoles (1° Pedro 1:11). «Las ovejas de Cristo oyen su voz indefectiblemente». (F. Bruce, El Fundamento apostólico, pp. 23,24) .

Establecemos ante todo que el libro de los Evangelios tiene por autores a los apóstoles, a quienes impuso el Señor mismo el encargo de predicar las Buenas Nuevas. Si tenemos también por autores a los discípulos de los apóstoles (apostólicos Marcos y Lucas), estos últimos no han escrito solos, sino con los apóstoles y según los apóstoles. Porque la predicación de los discípulos podría ser sospechosa de vanagloria si no estuviera apoyada por la autoridad de los maestros y por la autoridad de Cristo mismo, quien hizo a los apóstoles maestros. Tertuliano, Contra Marción, IV, 2.

2. El Canon del Antiguo Testamento

La Biblia usada Por Cristo y sus apóstoles (la Biblia de Israel) constaba de tres partes: La Ley, los Profetas y los Salmos.

1. La Ley (5 libros): Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.

2. los Profetas (8 libros)

a) Primeros profetas: Josué, Jueces, Samuel y Reyes.
b)
Profetas posteriores: Los mayores: Isaías, Jeremías y Ezequiel. Los menores: los doce.

3. Los Salmos o Escritos (11 libros)

a) Poéticos: Salmos, Proverbios, Job.
b)
Los cinco rollos: Cantares, Rut, Lamentaciones, Eclesiastés y Ester.
c)
Tres libros históricos: Daniel, Esdras-Nehemías, Crónicas.


El contenido de este canon es exactamente el que figura en nuestras Biblias, solamente cambia su distribución y agrupación en libros. Así los judíos contaban los dos libros de Reyes como una unidad (y también Crónicas), así Esdras y Nehemías, que en nuestras ediciones contamos como libros individuales.

¿A qué obedecía esta división de los judíos? la triple división del A.T., tal como hemos detallado, correspondía al parecer a la posición de sus autores y dependía también del uso litúrgico en el Templo.

Los primeros cinco libros fueron escritos por Moisés con pocas excepciones (Deuteronomio 34, por ejemplo). Moisés fue el gran legislador hebreo, el primer profeta del pueblo de Israel. Los autores de la segunda división eran hombres que desempeñaban el oficio profético, para lo cual poseyeron el don de la profecía. Y los autores de la sección tercera eran siervos de Dios que tuvieron el don, pero no el oficio de profetas; es decir, hombres inspirados por Dios, pero no profetas de oficio (David, Daniel, Salomón, etc.).

¿Por qué, pues, las Lamentaciones se hallan en la tercera sección? Esto ocurría en algunos lugares, pero no siempre (según testimonio de Josefo y Jerónimo) a veces juntamente con Rut se hallaba en la segunda sección como apéndice de Jeremías, y Rut como apéndice de Jueces. En realidad, se supone que fue así hasta el siglo II antes de Cristo, y no fueron colocados en la tercera sección por razones litúrgicas y prácticas para el uso del culto público.

¿Por qué Daniel está también en la tercera sección? Porque Daniel fue político y sabio, pero no profeta, aunque poseyó el don de la profecía en alto grado. Su labor, sin embargo, fue como la de su contemporáneo Ezequiel, profético. Se le llama profeta en el N.T. (Mateo 24:15) en el mismo sentido que a David (Hechos 2:29, 30; Mateo 1 3:15) en el sentido de haber hecho predicciones, pero el significado de la palabra profeta (nabhi) en hebreo es más que esto. El oficio y la obra de Daniel fueron algo excepcional, y para ello, estuvo equipado con el don de la profecía, como David.

¿Por qué Amós, que manifestó él mismo no ser profeta, fue colocado por los judíos en la segunda sección?

En Amós 7:14, 15 el autor explica cómo fue llamado por el Señor al oficio profético siendo él un pobre hombre de las montañas, sin haber imaginado nunca antes desempeñar dicho oficio, por no haber asistido ni a las escuelas de los profetas, ni ser hijo de profeta. En el momento de su llamamiento recibió la investidura de su nuevo oficio, lo que no sucedió con Daniel. Amós fue un auténtico profeta por llamamiento directo del Señor. Aún más: su llamamiento es el ejemplo más claro de vocación al oficio profético.

Los varones del tercer grupo ocupan en el A.T. la posición que, en cierta medida, tuvieron en el N.T. hombres como Marcos, Lucas y Judas, a los cuales Tertuliano llamaba «varones apostólicos» para diferenciarlos de los mismos apóstoles.

3. El Canon del Nuevo Testamento

El Canon del N.T. se formó dentro de un período de tiempo mucho más corto que el del A.T. por ser la culminación, la cima de éste. El Nuevo Testamento fue compuesto en la segunda mitad del primer siglo (alrededor de 51 años, 45-96 después de Cristo), «en el cumplimiento de los tiempos» (Gálatas 4:4), la época sagrada y única de la manifestación del Hijo de Dios. Este canon consta de 27 escritos.

4. El Significado del Canon

Para entender correctamente lo que el canon bíblico significa para la Iglesia, y para cada cristiano, hemos de tener en cuenta:

1. La Iglesia confesó, pero no confirió, la canonicidad de los libros inspirados.

2. la Iglesia informó al mundo, y sigue informándole, acerca del fundamento sobre el que se asienta, pero no es ella la que formó dicho fundamento, sino Cristo mismo.

3. la Iglesia fue la editora, no la autora del canon.

4. El reconocimiento del canon, no la formación del canon, por parte de la Iglesia fue aquel proceso por medio del cual el pueblo fiel fue discerniendo, con creciente toma de conciencia, su fundamento profético y apostólico. Este proceso tiene su propia historia, en la que es notable ver cómo y cuándo la Iglesia primitiva consideró uno por uno los 27 libros que componen el N.T. como la colección de escritos divinamente inspirada y de igual autoridad que el A.T. (cf. El fundamento Apostólico, caps. VI y VII).

5. El canon debe controlar a la Iglesia, no la Iglesia al canon, porque Dios es soberano no sólo como Señor y Salvador, sino como Revelador. Ninguna Iglesia debe pretender, someter el canon a su autoridad, sino todo lo contrario: someterse ella a la autoridad del canon. Este es su deber primario.

Ninguna Teología, como hace el modernismo existencialista o racionalista, debe pretender tampoco someter el canon, y la misma Iglesia, a la arbitrariedad de la última moda filosófica (léase la cita de Zwinglio al comienzo de este estudio).

6. El canon es una norma cerrada y única. «Al aceptar el canon y reconocer sus límites, la Iglesia no sólo distinguió entre escritos canónicos y no canónicos, sino que señaló los límites donde se encierra la única tradición apostólica autorizada. Todo esto carecería de significado si al mismo tiempo hubiera de haber continuado una tradición oral ¡limitada también canónica» (H. Ridderbos y Oscar Culimann).


Estas tres citas sitúan el problema en su auténtica perspectiva:

«Los escritos bíblicos no poseen autoridad divina porque están en el canon, sino que están en el canon porque son inspirados, es decir, porque poseen autoridad divina» (N.B. Stonehouse).

«La autoridad precede a la canonicidad» (F.F. Bruce).

«Al establecer el principio del canon, la Iglesia ha reconocido por esta misma actitud, que a partir de entonces, a partir de aquel momento, la tradición ya no era más criterio de verdad. Subrayó la tradición apostólica. Declaró implícitamente que, a partir de aquel momento, toda tradición posterior debería quedar sujeta y sumisa al control de la tradición apostólica (la Biblia)» (Oscar Culimann).


Fuente: Conocereis la Verdad

El Canon Cristiano-Hebreo y el Canon Romano

Hay unanimidad total entre todas las Iglesias que pretenden el nombre de cristianas por lo que se refiere al Nuevo Testamento, es decir, en cuanto al número de libros y al texto. Todas tenemos el mismo N.T.

Pero no ocurre así con el Antiguo Testamento. Nuestras Biblias tienen 39 libros inspirados, cuyo texto corresponde exactamente a la división de 24 rollos practicada por Israel.

En cambio, en las Biblias editadas por los católico-romanos aparecen 7 libros más, amén de ciertas adiciones a algunos libros canónicos. Por las razones que expondremos seguidamente, estos libros son apócrifos, no inspirados, mera literatura humana, con todo el valor histórico (en algunos casos, no siempre), o literario que se quiera, pero escritos humanos al fin.

Los libros apócrifos son: Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiástico (no confundir con Eclesiastés), Baruc, 1 y 2 de Macabeos y las siguientes adiciones: Esther (10 vv. del cap. 10 al 16 de las versiones católico- romanas), Daniel 3:24-90 y caps. 13 y 14 de dichos versiones.

Estos son los libros judíos no canónicos que Roma acepta como tales; pero existen aún otros libros apócrifos que ni los judíos ni la Iglesia Cristiana, ni Roma han aceptado jamás (por ejemplo: 2 y 3 de Esdras, la oración de Manasés, Enoc, etc.).

1) Las razones que aduce Roma en favor de su canon

a) Que algunos Padres de la Iglesia (muy pocos por cierto) citaron estos libros como si fueran inspirados. Cierto, pero también citaron los otros apócrifos. ¿Por qué no los admiten todos, guiados meramente por estas citas?

b) Que los libros apócrifos se encuentran en muchas versiones antiguas. En la versión llamada de los Setenta, sobre todo, que sirvió de base para muchas versiones posteriores. Vale aquí lo mismo que hemos dicho ya: ¿por qué no acepta, pues, Roma todos los apócrifos que contienen estas ediciones?

2) Las razones que tenemos para no incluir los apócrifos

a) No formaron parte nunca del canon judío. Pablo afirma que los judíos fueron los depositarios de la Revelación (Romanos 3:2) y el suyo es, por tanto, el canon válido. No existe ni un solo ejemplar del Antiguo Testamento editado en hebreo que contenga los apócrifos.

b) los libros apócrifos no son citados nunca por el Señor ni por sus apóstoles en el N.T. según reconoce el Diccionario de la Biblia de Herder (católico), artículo: Canon del A.T., p. 269. Téngase en cuenta que el N.T. cita 280 veces al A.T. y casi siempre de la versión griega de los Setenta que contenía los apócrifos.

c) Josefo, el gran historiador judío, testifica que los apócrifos no se hallaban en el canon judío.

d) Filón, el gran filósofo judío de Alejandría y la comunidad judía alejandrina de habla griega (que solía usar la versión de los Setenta) no consideraron, ni usaron jamás, los apócrifos como Sagrada Escritura.

e) No encontramos los apócrifos en ningún catálogo de libros canónicos reconocidos por la Iglesia en sus primeros cuatro siglos de existencia.

f) Los más ilustres Padres de la Iglesia rechazaron categóricamente los apócrifos: Melitón, Atanasio, Jerónimo, Cirilo, Rufino.

g) La versión de los Setenta fue una edición compuesta por motivos culturales, no religiosos. Tolomeo II Filadelfo quería reunir en la famosa biblioteca de Alejandría la sabiduría de todo el mundo antiguo y mandó ordenar la traducción al griego de todos los libros existentes en hebreo o escritos por los hebreos, de modo que pudiera disponer de todo el acervo cultural judío. Fue traducido todo este material por judíos alejandrinos alrededor del año 280 a.C.

h) Los mismos libros apócrifos delatan no ser de inspiración divina. Por ejemplo, los libros de los Macabeos que tienen un cierto e indudable interés (y aun en ocasiones un evidente valor histórico) renuncian a toda pretensión de inspiración (2 Macabeos 15:39).

i) los apócrifos enseñan doctrinas contrarias a otras enseñanzas bíblicas (Sabiduría 10: 1-4 compárese con Génesis 6:5-7); dejan sentir la influencia pagana sobre sus autores, pues toleran la salvación por obras, los encantamientos mágicos, las oraciones por los muertos, etc.

j) Casi todos estos apócrifos fueron escritos mucho después de que se hubiera cerrado el tiempo del canon del A.T., que duró hasta Malaquías. Sus autores no pueden ser profetas, ni tener el oficio profético, ni ser, por tanto, inspirados. 1 Macabeos 3:46-49 demuestra que Israel, después de Malaquías, se regía por el «Libro de la ley», y en 1 Macabeos 9:27 se confiesa paladinamente que Israel vivía en una época «desde el tiempo en que no había entre ellos profetas».

k) Las Iglesias Evangélicas, al rechazar la apócrifa, siguen fieles a la norma que rigió la historia de Israel y la Iglesia Primitiva.

Una edición completa de la apócrifa admitida por la Iglesia romana se puede encontrar en cualquier versión de la Biblia católica romana. Recomendamos la Nácar-Colunga por el cuidado que tiene en deslindar y advertir cuándo comienza y acaba el texto «deuterocanónico» en oposición al canónico.

Nota curiosa:

Uno de los manuscritos más antiguos del antiguo testamento, y según la opinión de muchos eruditos uno de los más valiosos, es el CÓDICE VATICANO o Código Vaticano, escrito probablemente en Egipto a mediados del siglo IV. Este manuscrito, que se guarda en la Biblioteca Vaticana (como mínimo desde 1481), es de extraordinaria perfección, escrito en caracteres unciales y por una sola mano. Tiene una altura y anchura de 27 cm. y cuenta con 759 hojas, de ellas 617 para el Antiguo Testamento y 142 para el Nuevo.

Lo notable es que en él jamás han figurado los libros de los Macabeos.

“¿Cómo llegó la Biblia hasta nosotros?” Compilado por Pedro Puigvert – Autor David Estrada – pág. 48 – editorial Clie)

Fuente: Conocereis la Verdad

Apócrifos, Cánon, Deuterocanónicos.

Apócrifos

Etimología: del griego apokryphos, que significa "oculto, escondido".

Originalmente se llamaban apócrifos aquellos libros sagrados cuyo contenido era demasiado sublime para que lo comprendiera el público en general. Pero el término "apócrifo" fue tomando un matiz peyorativo, pues con mucha frecuencia resultaba discutible la ortodoxia de estos libros.

Dado que estos libros secretos eran a menudo escritos por herejes, los Padres de la Iglesia llegaron a aplicar el término "apócrifo" a las obras heréticas. Su lectura no estaba permitida en las iglesias.

En tiempos de San Jerónimo (c.400), el término "apócrifo" adquirió un nuevo sentido. Desde entonces se llaman apócrifos los libros que pretenden ser revelados pero que no forman parte del canon.

Actualmente son considerados como "apócrifos" los libros pertenecientes al período bíblico o que pretenden pasar como pertenecientes al mismo, pero que no han sido aceptados por la Iglesia en el canon de las Sagradas Escrituras. Entre ellos hay evangelios pseudónimos que llevan nombres de personajes famosos de la Iglesia primitiva (de La Virgen María, Apóstoles, Nicodemo, etc.). Otras veces, el título se refiere al contenido de la obra (Evangelio de la Verdad) o a su origen (evangelios atribuidos a Marción, a Cerinto).

Estos evangelios pertenecen a distintas categorías y tratan de varios temas. Uno de los favoritos temas de los círculos gnósticos es una aparición de Jesús resucitado a algún personaje famoso de la Iglesia, a través del cual Jesús revela un camino secreto de perfección. Por regla general, la revelación tiene poca semejanza con el pensamiento de Jesús que nos presentan los evangelios canónicos.

Otros libros apócrifos buscan suplir por los detalles de la vida de Jesús que no aparecen en los Evangelios canónicos. La curiosidad de la gente hace que estos sean muy populares. (Brown, R.: Apócrifos: CBSJ V, 101-102; 122).

DESARROLLO DEL CANON DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS

¿Quién estableció la lista de los libros que forman parte de la Biblia?
¿Por qué reconocemos el Evangelio de Juan y no el de Judas?

Significado de la palabra "canon"


1) El significado de la palabra «canon» deriva del griego «Kanön» y, probablemente, también del hebreo «kane», que significa una vara para medir, o una regla; metafóricamente, la palabra ha venido a significar «norma» o «medida» de la verdad religiosa.

2) El uso de la palabra en la Biblia lo encontramos en Gálatas 6:16, Filipenses 3:16, donde significa que «la nueva creación» es el canon para el nuevo pueblo de Dios, «la regla», la norma del cristiano (2° Corintios 10:1 3-16).

3) Uso de la palabra referido a la Biblia. En el lenguaje de la Biblia «canónico» significa todo el contenido de las Escrituras; la «lista» o «catálogo» de los libros que componen la Biblia. la norma escrita reconocida por la Iglesia de los libros inspirados y, por tanto, normativos para ella.

Por oposición se llama apócrifo a todo escrito que, habiendo pretendido o pretendiendo todavía la canonicidad, no es inspirado y, por lo tanto, no es reconocido por el pueblo de Dios.

Veamos un poco de historia...

Por el año 605 Antes de Cristo, el Pueblo de Israel sufrió una dispersión o, como se le conoce bíblicamente, una "diáspora". El rey Nabucodonosor conquistó Jerusalén y llevó a los israelitas cautivos a Babilonia, comenzando la "Cautividad de Babilonia” (cf. 2 Reyes 24,12 y 2 Reyes 25,1).

Pero no todos los israelitas fueron llevados cautivos, un "resto" quedó en Israel (cf. 2 Reyes 25,12; 2 Reyes 25,22; Jeremías 40,11; Ezequiel 33,27). También un número de Israelitas no fueron cautivos a Babilonia sino que fueron a Egipto (cf. 2 Reyes 25,26; Jeremías 42,14; Jeremías 43,7).

El rey Ciro de Persia conquistó Babilonia (cf. 2 Crónicas 36,20; 2 Crónicas 36,23) y dio la libertad a los israelitas de regresar a Israel, terminando así su esclavitud. Algunos regresaron a Palestina (cf. Esdras 1,5; 7,28 y Nehemías 2,11) pero otros se fueron a Egipto, estableciéndose, en su mayoría, en la ciudad de Alejandría (fundada por Alejandro Magno en el 322 a.C, que contaba con la biblioteca más importante del mundo en esa época). Así que los judíos estaban disgregados aun después del fin del cautiverio, unos en Palestina y otros en la diáspora, sobre todo en Alejandría. En el tiempo de los Macabeos había mas judíos en Alejandría que en la misma Palestina (cf. 1 Macabeos 1,1)

La Traducción de los Setenta (Septuagésima)

En el siglo III antes de Cristo, la lengua principal de Alejandría, como en la mayor parte del mundo civilizado, era el griego. El hebreo cada vez se hablaba menos, aun entre los judíos (Jesús y sus contemporáneos en Palestina hablaban arameo). Por eso había una gran necesidad de una traducción griega de las Sagradas Escrituras.

La historia relata que Demetrio de Faleron, el bibliotecario de Plotomeo II (285-246 A.C.), quería unas copias de la Ley Judía para la Biblioteca de Alejandría. La traducción se realizó a inicios del siglo tercero A.C. y se llamó la Traducción de los Setenta (por el número de traductores que trabajaron en la obra). Comenzando con la Torá (primeros cinco libros del Pentateuco; Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio), tradujeron todas las Sagradas Escrituras, es decir todo lo que es hoy conocido por los católicos como el Antiguo Testamento. Introdujeron también una nueva organización e incluyeron Libros Sagrados que, por ser más recientes, no estaban en los antiguos cánones pero eran generalmente reconocidos como sagrados por los judíos. Se trata de siete libros, llamados hoy deuterocanónicos; Tobías, Judit, Ester, I Macabeos, II Macabeos, Sabiduría, Eclesiástico (también llamado "Sirac"), Baruc.

El canon de los Setenta (Septuagésima) contiene los textos originales de algunos de los deuterocanónicos (Sabiduría y 2 Macabeos) y la base canónica de otros, ya sea en parte (Ester, Daniel y Sirac) o completamente (Tobit, Judit, Baruc y 1 Macabeos).

Los judíos establecen un nuevo canon después Cristo

Al final del primer siglo de la era cristiana, una escuela judía hizo un nuevo canon hebreo en la ciudad de Jamnia, en Palestina. Ellos querían cerrar el período de revelación siglos antes de la venida de Jesús, buscando así distanciarse del cristianismo. Por eso cerraron el canon con los profetas Esdras (458 A.C.), Nehemías (445 A.C.), y Malaquías (433 A.C.). Por lo tanto dejaron fuera del canon los últimos siete libros reconocidos por el canon de Alejandrino.

Pero en realidad no hubo un "silencio bíblico" (una ausencia de Revelación) en los siglos precedentes al nacimiento de Jesús. Aquella era la última etapa de revelación antes de la venida del Mesías. Los judíos reconocían el canon alejandrino en tiempo de Jesús.

De esta forma surgieron dos principales cánones del Antiguo Testamento:

1: El canon Alejandrino: Reconocido por los judíos en la
traducción de los setenta al griego. Este canon contiene los libros deuterocanónicos y es el reconocido por la Iglesia Católica.


2: El canon de Jamnia: Establecido por judíos que tradujeron al hebreo. Ellos rechazaron los últimos 7 libros del Antiguo Testamento reconocidos en el canon alejandrino, por lo tanto la iglesia católica no lo reconoce, pero es aceptado por los cristianos no católicos.

La Vulgata de San Jerónimo

La primera traducción de la Biblia al latín fue hecha por San Jerónimo y se llamó la "Vulgata" (año 383 AD). El latín era para entonces el idioma común en el mundo Mediterráneo. San Jerónimo en un principio tradujo del texto hebreo del canon de Palestina. Por eso no tenía los libros deuterocanónicos. Esto produjo una polémica entre los cristianos de aquel tiempo. En defensa de su traducción, San Jerónimo escribió: "Ad Pachmmachium de optimo genere interpretandi", la cual es el primer tratado acerca del arte de traducir. Por eso se le considera el padre de esta disciplina. Ahí explica, entre otras cosas, el motivo por el cual considera mejor traducir directo del hebreo.

Casiodoro de Reyna escribió su versión castellana de la Biblia, fue conocida como La Biblia del Oso, por aparecer un dibujo con este animal en su portada y se publicó al fin en Basilea, en 1569. Líderes cristianos y el Consejo Municipal de esa ciudad habían apoyado la obra con todas sus fuerzas, y como muestra de gratitud, Casiodoro de Reina dedicó un ejemplar a la Biblioteca de la Universidad de Basilea. Se tiraron de esta primera edición 2.600 ejemplares, pero a pesar de los obstáculos que había para su venta, en 1596 ya se había agotado totalmente.

Dicha obra fue la primera Biblia cristiana completa impresa en idioma castellano, lo que hoy es reconocido como su más valioso aporte. La Biblia de Cipriano de Valera, publicada en 1602, es en realidad una edición corregida de la traducción de Reina, tal como se reconoce en las versiones contemporáneas Reina-Valera, las cuales, sin embargo, suprimen los libros deuterocanónicos traducidos por Reina y colocados como apéndices en la edición de Valera, a la manera de la Biblia de Lutero.

Casiodoro de Reina vivió en Amberes hasta 1585, año en que las tropas del rey español Felipe II se apoderaron de la ciudad, y retornó a Fráncfort del Meno, donde le habían concedido la ciudadanía en 1573. Se sostuvo ocho años con su trabajo en un comercio de sedas que estableció. Teniendo ya más de 70 años, fue elegido pastor auxiliar en 1593. Pudo ejercer su ministerio ocho meses, hasta que murió el 15 de marzo de 1594.

Carta de Amor del Padre

Mi hijo.

Puede que tu no me conozcas, pero Yo conozco todo sobre ti.

Salmos 139:1 Yo se cuando te sientas y cuanto te levantas....
Salmos 139:2 Todos tus caminos me son conocidos....
139:3 Aún todos los pelos de tu cabeza están contados....

Mateo 10:29-31 Porque tu has sido hecho a mi imagen.. ...
Génesis 1:27 En mi tu vives, te mueves, eres ...
Hechos. 17:28 Porque tu eres mi descendencia....
Hechos 17:28 Te conocí aún antes de que fueras concebido....
Jeremías 1:4-5 Yo te escogí cuando planee la creación....

Efesios 1:11-12 Tu no fuiste un error, porque todos tus días están escritos en mi libro.
Salmos 139: 15-16 Yo he determinado el tiempo exacto de tu nacimiento y donde vivirías ...
Hechos 17:26 Tu has sido creado de forma maravillosa...
Salmos 139:13 Yo te forme en el vientre de tu madre...

Salmos 139:16 Yo te saqué del vientre de tu madre el día que naciste...
Salmos 71:6 Yo he sido mal representado por aquellos que no me conocen....
Juan 8 Yo no estoy enojado y distante, Soy la manifestación perfecta del amor....Y es mi deseo gastar mi amor en ti simplemente, porque tu eres mi hijo y yo tu padre....Te ofrezco mucho mas de lo que tu padre terrenal te pudiera ofrecerPorque Yo Soy el Padre PerfectoCada dádiva que tu recibes viene de mis manos....Porque Yo Soy tu proveedor quien suple tus necesidades...

Mateo 6:31 El plan que tengo para tu futuro está lleno de esperanzas. Porque yo te amo con amor eterno. Mis pensamientos sobre ti son incontables. Me regocijo por ti. Yo no pararé de hacerte bien, porque tú eres mi tesoro más precioso..
Éxodo 19:5 Yo deseo afirmarte dándote todo mi corazón y Yo quiero mostrarte cosas, Si me buscas con todo tu corazón, me encontrarás.

En este día del Padre, no olvidemos que el Padre de los Padres también merece que le envies un regalito de agradecimiento desde tu corazón..!

Aclaración

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