El Canon de las Sagrada Escrituras

CANONICIDAD

«Mirad que ninguna os engañe con filosofías falaces y vanas, fundadas en tradiciones humanas, dicho por vía de ejemplo de mí y de Apolos, os lo explico a vosotros para que en nosotros aprendáis a no ir más allá de lo que está escrito» (Colosenses 2:8; 1 Corintios 4:6)

«La Santa Iglesia Cristiana, de la cual Jesucristo es la cabeza, ha nacido de la Palabra de Dios, en la cual permanece y no escucha la voz de un extraño» (Zwinglio)

1. Definición de la Canonicidad

1) El significado de la palabra «canon» deriva del griego «kanon» y, probablemente, también del hebreo «kane», que significa una vara para medir, o una regla; metafóricamente, la palabra ha venido a significar «norma» o «medida» de la verdad religiosa.

2) El uso de la palabra en la Biblia lo encontramos en Gálatas 6:16, Filipenses 3:16, donde significa que «la nueva creación» es el canon para el nuevo pueblo de Dios, «la regla», la norma del cristiano (2 Corintios 10: 13-16).

3) Uso de la palabra referido a la Biblia. En el lenguaje de la Biblia «canónico» significa todo el contenido de las Escrituras; la «lista» o «catálogo» de los libros que componen la Biblia. la norma escrita reconocida por la Iglesia de los libros inspirados y, por tanto, normativos para ella.

Por oposición se llama apócrifo a todo escrito que, habiendo pretendido o pretendiendo todavía la canonicidad, no es inspirado y, por lo tanto, no es reconocido por el pueblo de Dios.

4) Reconocimiento de la canonicidad. la Iglesia reconoció como canónicos únicamente aquellos libros que reunieron las siguientes características propias de todo escrito portador de la Revelación divina:

a) Inspiración divina.

b) Apostolicidad en el caso del N.T. y Profetismo en el A.T. que son la garantía de la inspiración divina requerida.

El principio para aceptar un libro era la tradición histórica de su apostolicidad. Pero hemos de entender claramente que por esta apostolicidad no se quiere decir siempre que el autor haya sido un apóstol. Desde luego, cuando éste era el caso no había dudas: porque desde muy temprano la apostolicidad fue identificada con la canonicidad. Hubo dudas en relación a Hebreos, en Occidente, y a Santiago y Judas, que retrasaron la aceptación de estos libros en el canon de ciertas iglesias. Pero en un principio no fue así. El principio de canonicidad no es, pues, estrictamente la paternidad literaria apostólica de un escrito, sino la imposición que los apóstoles hacen del mismo. De ahí que el nombre que Tertuliano usa para canon sea «instrumentum»; habla del Antiguo y Nuevo Instrumento como nosotros nos referimos al Antiguo y Nuevo Testamento.

Nadie niega que los apóstoles impusieron el Antiguo Testamento a la Iglesia -como su instrumento o regia-. Al imponer nuevos libros a las iglesias que fundaban, por la misma autoridad apostólica, no se limitaron a libros de su propia redacción. Es el evangelio de Lucas, un hombre que no era apóstol, el que Pablo coloca paralelamente en 1 Timoteo 5: 1 8 con Deuteronomio y le llama «Escritura». los Evangelios, que constituían la primera parte de los Nuevos libros -«Los Evangelios y los Apóstoles» fue el primer título que recibió el Nuevo Testamento-, según Justino, fueron «escritos por los apóstoles y sus compañeros». la autoridad de los apóstoles se hallaba en los libros que entregaron a la Iglesia como regla, no sólo en los que ellos mismos escribieron. las comunidades primitivos recibieron en su Nuevo Testamento todos los libros que llevaban evidencias de haber sido dados por los apóstoles a la iglesia como código de ley; y no deben desorientarnos las vicisitudes históricas de la lenta circulación de algunos de estos libros, como si la lenta circulación significara lenta «canonización» por una parte de las Iglesias (Benjamín B. Warfield, The lnspiration and Authority of the Bible, 1960, PP.415, 416).

c) Unidad de la doctrina, que se deduce de los puntos anteriores y es su corolario.

d) Autenticidad, es decir, genuinidad del escrito en cuanto a paternidad que se atribuye, fecha, etc., a prueba de la crítica honesta.

La aceptación del Canon de la Escritura por parte de la Iglesia se basa en un criterio fundamentalmente cristológico. la Iglesia siguió el ejemplo de Jesús al admitir el A.T. como Escritura Sagrada, y estuvo atenta a la autoridad conferida a sus apóstoles por el Señor.

Fue el Espíritu de Cristo el que habló por medio de los profetas, y también de los apóstoles (1° Pedro 1:11). «Las ovejas de Cristo oyen su voz indefectiblemente». (F. Bruce, El Fundamento apostólico, pp. 23,24) .

Establecemos ante todo que el libro de los Evangelios tiene por autores a los apóstoles, a quienes impuso el Señor mismo el encargo de predicar las Buenas Nuevas. Si tenemos también por autores a los discípulos de los apóstoles (apostólicos Marcos y Lucas), estos últimos no han escrito solos, sino con los apóstoles y según los apóstoles. Porque la predicación de los discípulos podría ser sospechosa de vanagloria si no estuviera apoyada por la autoridad de los maestros y por la autoridad de Cristo mismo, quien hizo a los apóstoles maestros. Tertuliano, Contra Marción, IV, 2.

2. El Canon del Antiguo Testamento

La Biblia usada Por Cristo y sus apóstoles (la Biblia de Israel) constaba de tres partes: La Ley, los Profetas y los Salmos.

1. La Ley (5 libros): Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.

2. los Profetas (8 libros)

a) Primeros profetas: Josué, Jueces, Samuel y Reyes.
b)
Profetas posteriores: Los mayores: Isaías, Jeremías y Ezequiel. Los menores: los doce.

3. Los Salmos o Escritos (11 libros)

a) Poéticos: Salmos, Proverbios, Job.
b)
Los cinco rollos: Cantares, Rut, Lamentaciones, Eclesiastés y Ester.
c)
Tres libros históricos: Daniel, Esdras-Nehemías, Crónicas.


El contenido de este canon es exactamente el que figura en nuestras Biblias, solamente cambia su distribución y agrupación en libros. Así los judíos contaban los dos libros de Reyes como una unidad (y también Crónicas), así Esdras y Nehemías, que en nuestras ediciones contamos como libros individuales.

¿A qué obedecía esta división de los judíos? la triple división del A.T., tal como hemos detallado, correspondía al parecer a la posición de sus autores y dependía también del uso litúrgico en el Templo.

Los primeros cinco libros fueron escritos por Moisés con pocas excepciones (Deuteronomio 34, por ejemplo). Moisés fue el gran legislador hebreo, el primer profeta del pueblo de Israel. Los autores de la segunda división eran hombres que desempeñaban el oficio profético, para lo cual poseyeron el don de la profecía. Y los autores de la sección tercera eran siervos de Dios que tuvieron el don, pero no el oficio de profetas; es decir, hombres inspirados por Dios, pero no profetas de oficio (David, Daniel, Salomón, etc.).

¿Por qué, pues, las Lamentaciones se hallan en la tercera sección? Esto ocurría en algunos lugares, pero no siempre (según testimonio de Josefo y Jerónimo) a veces juntamente con Rut se hallaba en la segunda sección como apéndice de Jeremías, y Rut como apéndice de Jueces. En realidad, se supone que fue así hasta el siglo II antes de Cristo, y no fueron colocados en la tercera sección por razones litúrgicas y prácticas para el uso del culto público.

¿Por qué Daniel está también en la tercera sección? Porque Daniel fue político y sabio, pero no profeta, aunque poseyó el don de la profecía en alto grado. Su labor, sin embargo, fue como la de su contemporáneo Ezequiel, profético. Se le llama profeta en el N.T. (Mateo 24:15) en el mismo sentido que a David (Hechos 2:29, 30; Mateo 1 3:15) en el sentido de haber hecho predicciones, pero el significado de la palabra profeta (nabhi) en hebreo es más que esto. El oficio y la obra de Daniel fueron algo excepcional, y para ello, estuvo equipado con el don de la profecía, como David.

¿Por qué Amós, que manifestó él mismo no ser profeta, fue colocado por los judíos en la segunda sección?

En Amós 7:14, 15 el autor explica cómo fue llamado por el Señor al oficio profético siendo él un pobre hombre de las montañas, sin haber imaginado nunca antes desempeñar dicho oficio, por no haber asistido ni a las escuelas de los profetas, ni ser hijo de profeta. En el momento de su llamamiento recibió la investidura de su nuevo oficio, lo que no sucedió con Daniel. Amós fue un auténtico profeta por llamamiento directo del Señor. Aún más: su llamamiento es el ejemplo más claro de vocación al oficio profético.

Los varones del tercer grupo ocupan en el A.T. la posición que, en cierta medida, tuvieron en el N.T. hombres como Marcos, Lucas y Judas, a los cuales Tertuliano llamaba «varones apostólicos» para diferenciarlos de los mismos apóstoles.

3. El Canon del Nuevo Testamento

El Canon del N.T. se formó dentro de un período de tiempo mucho más corto que el del A.T. por ser la culminación, la cima de éste. El Nuevo Testamento fue compuesto en la segunda mitad del primer siglo (alrededor de 51 años, 45-96 después de Cristo), «en el cumplimiento de los tiempos» (Gálatas 4:4), la época sagrada y única de la manifestación del Hijo de Dios. Este canon consta de 27 escritos.

4. El Significado del Canon

Para entender correctamente lo que el canon bíblico significa para la Iglesia, y para cada cristiano, hemos de tener en cuenta:

1. La Iglesia confesó, pero no confirió, la canonicidad de los libros inspirados.

2. la Iglesia informó al mundo, y sigue informándole, acerca del fundamento sobre el que se asienta, pero no es ella la que formó dicho fundamento, sino Cristo mismo.

3. la Iglesia fue la editora, no la autora del canon.

4. El reconocimiento del canon, no la formación del canon, por parte de la Iglesia fue aquel proceso por medio del cual el pueblo fiel fue discerniendo, con creciente toma de conciencia, su fundamento profético y apostólico. Este proceso tiene su propia historia, en la que es notable ver cómo y cuándo la Iglesia primitiva consideró uno por uno los 27 libros que componen el N.T. como la colección de escritos divinamente inspirada y de igual autoridad que el A.T. (cf. El fundamento Apostólico, caps. VI y VII).

5. El canon debe controlar a la Iglesia, no la Iglesia al canon, porque Dios es soberano no sólo como Señor y Salvador, sino como Revelador. Ninguna Iglesia debe pretender, someter el canon a su autoridad, sino todo lo contrario: someterse ella a la autoridad del canon. Este es su deber primario.

Ninguna Teología, como hace el modernismo existencialista o racionalista, debe pretender tampoco someter el canon, y la misma Iglesia, a la arbitrariedad de la última moda filosófica (léase la cita de Zwinglio al comienzo de este estudio).

6. El canon es una norma cerrada y única. «Al aceptar el canon y reconocer sus límites, la Iglesia no sólo distinguió entre escritos canónicos y no canónicos, sino que señaló los límites donde se encierra la única tradición apostólica autorizada. Todo esto carecería de significado si al mismo tiempo hubiera de haber continuado una tradición oral ¡limitada también canónica» (H. Ridderbos y Oscar Culimann).


Estas tres citas sitúan el problema en su auténtica perspectiva:

«Los escritos bíblicos no poseen autoridad divina porque están en el canon, sino que están en el canon porque son inspirados, es decir, porque poseen autoridad divina» (N.B. Stonehouse).

«La autoridad precede a la canonicidad» (F.F. Bruce).

«Al establecer el principio del canon, la Iglesia ha reconocido por esta misma actitud, que a partir de entonces, a partir de aquel momento, la tradición ya no era más criterio de verdad. Subrayó la tradición apostólica. Declaró implícitamente que, a partir de aquel momento, toda tradición posterior debería quedar sujeta y sumisa al control de la tradición apostólica (la Biblia)» (Oscar Culimann).


Fuente: Conocereis la Verdad

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