Hace algunos años, su servidor estuvo en la provincia la habana en Cuba enseñando una clase respecto al segundo capítulo del libro de los Hechos. El grupo congregado en ese apartamento particular se fijaba con mucho interés en los puntos mayores presentados por el apóstol Pedro en lo que a la deidad de Jesús el Nazareno se refiere. Por ejemplo, presenté la prueba del poder del Espíritu Santo el cual fue muy obvio para aquellos oyentes en el día de pentecostés mediante las lenguas habladas por los apóstoles (Hechos 2:14-21). En segundo lugar, me fijé en la prueba histórica o sea empírica que se encuentra en Hechos 2:22-24, y en el versículo 32. Luego, estudiamos la prueba de las profecías cumplidas del Antiguo Testamento en la vida y las enseñanzas de Jesús (Hechos 2:25-35). La conclusión de mi lección fue la de Pedro, a saber: «Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificásteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.» Al terminar con la lección, un señor que había escuchado atentamente se me acercó y me explicó respetuosamente que el no estuvo de acuerdo con ese cuadro de la vida de Jesús. Dijo que su concepto de Jesús se asemejaba más a la imagen pintada en la película del año 1988 llamada «La Ultima Tentación de Cristo» por Martin Scorsese. Ese película fue basada en la novela escrita por Nikos Kazantzaki publicada en 1955 en la cual Jesús aparece como un jóven miedoso, tormentado y confudido por la sexualidad e incierto de su senda de vida. La novela y luego la película fueron un ataque intencional contra la biografía tradicional de Jesús de Nazaret como pintado en los cuatro evangelios del Nuevo Testamento. Más tarde, me enteré de que ese señor esa noche que me escuchaba y que tuvo ese imagen de Jesús fue un oficial menor en el partido comunista de Cuba cuya tarea era de proveer varias distracciones en la comunidad para los jóvenes durante los tiempos cuando los cristianos solían de reunirse para el estudio bíblico y el culto. El punto de vista oficial, marxista es que el cuadro de la vida de Jesús pintado en los libros de Mateo, Marcos, Lucas y Juan no es exacto sino que es el mero invento de la iglesia primitiva, compuesto de mitos, leyendas, parábolas y dichos fabricados por los primeros creyentes. En este estudio veremos algunas evidencias históricas, sólidas, y eruditas que muestran que la historia de la vida de Cristo como relatada en los cuatro evangelios del Nuevo Testamento es verídica tal como es.
Las evidencias históricas superiores sostienen la historia tradicional de la vida de Jesús como encontrada en el Nuevo Testamento. Suspendiendo la cuestión de la inspiración sobrenatural de esos documentos para ahora, solo queremos averigüar si los documentos antiguos del Nuevo Testamento pueden servir como una fuente histórica confiable para la vida, las enseñanzas, y las acciones de Jesús el carpintero de Nazaret. Defenderemos tres puntos mayores: uno, que los documentos del Nuevo Testamento, sobre todo los cuatro evangelios, son auténticos (es decir, escritos por los hombres cuyos nombres ahora llevan); dos, que el texto de los cuatro evangelios que actualmente tenemos, en su forma en el lenguaje original, el griego, y en sus traducciones, es puro; y tres, que los datos relatados en esos documentos donde podemos probarlos son historicamente exactos. Al establecer esos tres puntos, tendremos una base sobre la cual podemos construir un argumento poderoso por la deidad y autoridad de Jesús. (Para una copia de este estudio, o para inscribirse en nuestro curso bíblico por correspondencia, escriba a: La Verdad Para el Mundo, Apartado 515, Villa Rica, Georgia, 30180 EE.UU; repito, Apartado 515, Villa Rica, Georgia, 30180.)
Primero, los documentos antiguos de Mateo, Marcos, Lucas y Juan son auténticos, es decir, que fueron escritos por los apóstoles o por otros discípulos estrechamente asociados con el ministerio de los apóstoles. Al mostrar la autenticidad de esos libros, estamos enfrentados con una de dos alternativas, o sea fueron historias verídicas o sea fueron mentiras monstruosas. Volveremos a este punto más tarde, pero ahora consideremos dos tipos de las evidencias para la autenticidad de estos documentos: uno, las evidencias internas, y dos, las evidencias externas.
En primer lugar, el estilo de esos escritos en el griego original es sencillo y vivo y exactamente lo que es de esperar de los autores tradicionalmente aceptados. Los autores muestran un conocimiento íntimo de los pormenores de la ciudad de Jerusalen antes de su destrucción por los romanos en el año 70 d.C. Además, los evangelios no contienen ningún anacronismo. Un anacronismo es un «error que consiste en suponer acaecido un hecho antes o después del tiempo que sucedió» (dice el diccionario de Cervantes). Por ejemplo, Lucas 2:1-2 es muy exacto y capaz de ser confirmado o refutado. Dice: «Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado. Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria.» No hay aquí ningún error cronológico. Todo eso cuadra bien con la paterniadad literaria de Lucas en el primer siglo, igual que los varios hebraismos y arameismos que se anotan en ciertos modismos encontrados en estos escritos. Las evidencias internas señalan la autenticidad de esos escritos.
Además, las evidencias externas confirman su autenticidad. Es obvio que los discípulos primitivos hubieran dejado algunos escritos acerca de los acontecimientos en la vida del fundador de su movimiento. Los apóstoles más que nadie hubieran sentido la necesidad de publicar narrativos exactos de Jesús. Por eso, cualesquiera escritos espurios hubieran sido desacreditados por esas obras auténticas. Es de notar que en la historia temprana «los Evangelios y Hechos fueron citados por una série de escritores, comenzando con los contemporaneos con los apóstoles y continuando en una sucesión contínua y estrecha» como escribe el doctor William Lane Craig. Este testimonio para la paternidad literaria de los evangelios comenzó con la Epístola de Bernabé, la de Clemente, y el Pastor de Hermas, hasta el tiempo de Eusebio en 315 d.C. Hay más y mejor testimonio para la autenticidad del Nuevo Testamento que para cualquier otra obra clásica de la antigüedad. Estos escritos fueron coleccionados y agrupados en grupos muy temprano. En cambio, no tenemos evidencia que ningún evangelio inauténtico nunca existía en el primer siglo. Entonces, los cuatro evangelios son auténticos.
Segundo, el texto de los evangelios es puro. Es obvio que por motivos de dar más instrucción y por las devociones personales, hubieran sido copiados estos escritos muchas veces, hecho que aumenta la posibilidad de preservar el texto original. No existe ningún otro escrito antiguo con tanto apoyo textual como el Nuevo Testamento en tantas copias y en tantos idiomas. Hubiera sido imposible de corromper deliberadamente todas esas copias o sea manuscritos. Tampoco existía ningún tiempo cuando pudiera haber ocurrido tal corrupción puesto que la sucesión de citaciones de esos libros fueron contínua y temprana. También, no pudo haber sido corrompido temprano el texto porque todavía fueron vivos los apóstoles para revisarlos. Hay más de 20.000 manuscritos del Nuevo Testamento. Los únicos cambios fueron accidentales y menores. Podemos restaurar el texto original y puro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario