Introducción:
El Salmo 112 es un canto a la bienaventuranza del hombre que teme a Jehová. Pinta un cuadro de una vida llena de propósito, seguridad y bendición. En medio de estas promesas, el versículo 5 destaca una característica fundamental que define al justo y revela una ley espiritual eterna: "El hombre de bien tendrá misericordia, y prestará; dirigirá sus asuntos con juicio." (Salmo 112:5, RVR60). Este versículo, aparentemente sencillo, es un profundo tesoro que nos habla del corazón de Dios y del carácter que Él desea formar en nosotros. No se trata solo de un acto aislado de caridad, sino de una disposición constante del alma que fluye de un corazón transformado por la gracia.
1. La Fuente: "El Hombre de Bien"
La primera clave para entender este versículo está en su sujeto: "el hombre de bien". Este no es un título que uno se gana por unas cuantas acciones buenas. El "bien" aquí se refiere a una integridad fundamental, una rectitud que nace de una relación correcta con Dios. El Salmo comienza diciendo: "Bienaventurado el hombre que teme a Jehová, y en sus mandamientos se deleita en gran manera" (Salmo 112:1). El "hombre de bien" es, ante todo, un hombre que teme a Dios. Su bondad es un reflejo de la bondad de Dios en él. No da desde su propia justicia, sino desde la sobreabundancia de la gracia que ha recibido. Su vida está arraigada en la confianza de que Dios es su proveedor, y esa seguridad le libera para ser un canal de bendición para los demás.
2. El Corazón Compasivo: "Tendrá Misericordia"
Antes de la acción, está la emoción. Antes de prestar, está el sentir. La palabra "misericordia" (en hebreo, jessed) es una de las más ricas en el Antiguo Testamento. Significa amor leal, bondad amorosa, fidelidad compasiva. No es un simple sentimentalismo pasajero, sino una determinación activa y constante de hacer el bien. El hombre de bien tiene misericordia; la posee como un atributo de su carácter. Su corazón está tan en sintonía con el corazón de Dios que se conmueve ante la necesidad ajena, tal como Jesús se conmovía al ver a las multitudes. Esta misericordia es el motor que impulsa todo acto de generosidad genuina. Es la diferencia entre dar por obligación y dar por amor.
3. La Mano Abierta: "Y Prestará"
Aquí vemos la misericordia en acción. La generosidad es la expresión tangible de un corazón compasivo. En el contexto bíblico, prestar, especialmente a los pobres y necesitados dentro de la comunidad, era un acto de justicia y solidaridad. Es importante notar que el versículo no dice "regalará" siempre, sino "prestará". Esto implica sabiduría y mayordomía. Sin embargo, en la economía de Dios, este "préstamo" se hacía con un espíritu tan generoso que la ley incluso ordenaba la condonación de deudas cada cierto tiempo (Deuteronomio 15). El principio es claro: el hombre bendecido por Dios no se aferra a sus bienes, sino que los ve como herramientas para bendecir. Su mano está abierta para dar, confiando en que Dios es quien suple todas sus necesidades.
4. La Sabiduría Práctica: "Dirigirá Sus Asuntos Con Juicio"
Este es el contrapeso divino que evita que la generosidad se convierta en irresponsabilidad. La persona no da de manera imprudente, descuidando a su propia familia o sus obligaciones. No. La misma gracia que le impulsa a ser generoso, le da la sabiduría para "dirigir sus asuntos con juicio". La palabra "juicio" (mishpat) implica discernimiento, justicia, orden y buen gobierno. El hombre de bien es un excelente mayordomo. Administra lo que Dios le ha dado con inteligencia y prudencia, lo que a su vez le permite seguir dando de manera sostenible. Su generosidad no nace del descuido, sino de una gestión tan sabia que siempre hay suficiente para compartir. Es la paradoja del Reino: la mayordomía fiel abre la puerta a una mayor capacidad para dar.
Conclusión:
El Salmo 112:5 nos presenta un hermoso ciclo de la bendición divina. El hombre que teme a Dios recibe de Él un corazón compasivo ("tendrá misericordia"). Ese corazón compasivo se expresa en actos concretos de generosidad ("prestará"). Y esa generosidad no lo lleva a la ruina, porque Dios le dota de la sabiduría necesaria para administrar fielmente lo que tiene ("dirigirá sus asuntos con juicio"). No se trata de un simple intercambio comercial con Dios ("doy para recibir"), sino de la transformación total de nuestro carácter para asemejarnos a Él, el Dador por excelencia (Juan 3:16). Cuando vivimos así, nos alineamos con la realidad del Reino y experimentamos la veracidad de las palabras de Jesús: "Más bienaventurado es dar que recibir" (Hechos 20:35).
Oración
Señor Dios, Padre de misericordia y de toda bendición,
Te damos gracias por tu Palabra, que es lámpara a nuestros pies. Hoy nos confrontas con la belleza del Salmo 112:5 y reconocemos que, a menudo, nuestro corazón está más cerrado que abierto, más aferrado a lo temporal que confiado en tu provisión eterna.
Perdónanos por las veces que la indiferencia ha endurecido nuestro corazón y hemos pasado de largo ante la necesidad de nuestro prójimo. Perdónanos por la ansiedad que nos lleva a acumular en lugar de compartir.
Te rogamos, oh Dios, que transformes nuestro carácter desde adentro hacia afuera. Haz de nosotros "hombres y mujeres de bien", cuyo fundamento sea el temor reverente a tu Santo Nombre. Infunde en nosotros tu jessed, tu misericordia amorosa, para que se convierta en la motivación principal de nuestras vidas.
Danos un corazón compasivo que se conmueva, y unas manos abiertas y generosas que estén siempre listas para prestar, dar y socorrer. Y, sobre todo, te suplicamos que nos des tu sabiduría celestial. Enséñanos a dirigir todos nuestros asuntos con juicio y discernimiento, para que seamos mayordomos fieles de los recursos que, en tu bondad, nos has encomendado.
Que nuestra vida entera sea un reflejo de tu generosidad sin límites, y que al dar, encontremos la verdadera bienaventuranza que solo se halla en parecerse a Ti.
En el nombre de Jesús, el mayor ejemplo de entrega, Amén.
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