RASGANDO EL CORAZÓN, NO EL VESTIDO

Joel 2:13 (RVR60)
"Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos; y convertíos a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo."

En el antiguo Israel, en medio del dolor, la aflicción y el arrepentimiento, existía una práctica ceremonial poderosa y visible: rasgar las vestiduras. Este acto físico, dramático y público, era una expresión inequívoca de angustia profunda, de duelo nacional o de indignación moral. Era el lenguaje corporal del quebrantamiento. Sin embargo, a través del profeta Joel, Dios dirige a Su pueblo, sumido en una crisis devastadora (una plaga de langostas que simboliza el juicio venidero), y les da una orden que trasciende lo ceremonial para llegar a lo esencial: "Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos."

Dios no está condenando el acto externo en sí, sino señalando su inutilidad si no es el reflejo genuino de una realidad interna. Es un llamado a pasar de la representación teatral al quebrantamiento auténtico; de la religiosity superficial a la relación transformadora. Rasgar el vestido es fácil, rápido y se ve de inmediato. Rasgar el corazón es doloroso, privado y requiere una vulnerabilidad total ante Dios. Es un acto de cirugía espiritual donde somos nosotros quienes, guiados por la convicción del Espíritu Santo, exponemos nuestra necesidad más profunda.

¿Por qué haríamos algo tan drástico como rasgar nuestro corazón? El versículo no termina con la exigencia; culmina con la gloriosa motivación que hace que este quebrantamiento no sea un acto de desesperanza, sino de esperanza cierta. Nos convertimos "a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo."

He aquí el carácter de Dios, el imán que atrae nuestro corazón quebrantado:

"Misericordioso es y clemente" (Él es Jésed y Rajum): Su amor es inquebrantable, leal y basado en un pacto eterno. Su clemencia es la compasión visceral de un padre o una madre por su hijo. No nos recibe con un ceño fruncido, sino con los brazos abiertos.

"Tardo para la ira" (Érej Appayim): Literalmente, "largo de narices", una expresión hebrea que describe a alguien que tarda mucho en enfadarse. Su paciencia es vasta. Su justicia es perfecta, pero no es impulsiva. Nos da innumerables oportunidades para volver a Él.

"Grande en misericordia" (Rav-Jésed): Su bondad y gracia son inmensurables, superan con creces cualquier falta nuestra. Donde abundó nuestro pecado, sobreabundó Su gracia (Romanos 5:20).

"Y que se duele del castigo": Quizás la faceta más conmovedora. Aun en Su juicio justo, Él no se complace en castigar. Su corazón se aflige por la necesidad de disciplinar a Sus hijos. Es el Padre cuyo corazón se rompe aún más que el nuestro cuando debe corregirnos.

El llamado de Joel es urgente para nosotros hoy. En una era que premia la imagen perfecta en redes sociales, la autosuficiencia y ocultar nuestras debilidades, Dios nos invita a lo contrario: a un quebrantamiento honesto. ¿Qué "vestidos" estamos rasgando para mostrar una piedad que no sentimos? ¿La asistencia religiosa sin corazón? ¿Las palabras correctas en una oración vacía? ¿El servicio activo con un alma seca?

Dios anhela la verdad en lo íntimo (Salmo 51:6). Él ve más allá de nuestras ropas rasgadas de religiosidad y busca un corazón humilde y contrito, que Él no despreciará (Salmo 51:17).

Aplicación: Hoy, haz una pausa. Examina tu corazón. ¿Hay áreas donde estás cuidando la apariencia externa mientras interiormente hay orgullo, amargura, pecado no confesado o indiferencia? Deja de rasgar el vestido. Con valentía y fe, acude al Padre cuyo carácter es pura gracia. Rasga tu corazón delante de Él. Admite tu necesidad. Su trono no es un lugar de condenación, sino de gracia para el oportuno socorro (Hebreos 4:16). La promesa es que cuando nos volvemos a Él con un corazón genuinamente quebrantado, encontramos a un Dios cuya misericordia es tan grande como Su santidad, y cuyo amor es más fuerte que nuestro pecado.

Oración
Padre misericordioso y clemente,

Te acercamos hoy con corazones humildes, reconociendo que muchas veces hemos rasgado nuestros vestidos externos para impresionar a otros o incluso engañarnos a nosotros mismos, mientras nuestro corazón permanecía intacto, lleno de orgullo y autosuficiencia.

Perdónanos, Señor. Hoy, confiando en tu carácter compasivo, rasgamos nuestro corazón delante de Ti. No hay nada que esconder, pues Tú ya lo ves todo. Te traemos nuestras luchas, nuestras falencias, nuestra necesidad profunda de Tu gracia y perdón.

Nos convertimos a Ti, oh Jehová, nuestro Dios. Porque Tú eres lento para la ira y grande en misericordia. Recíbemos no por nuestro mérito, sino por tu inmenso amor. Sana nuestro corazón quebrantado, restáuranos y haznos verdaderos adoradores que te adoren en espíritu y en verdad.

Gracias porque tu corazón se duele más que el nuestro en el proceso de santificación. Descansamos en tu bondad y confiamos en tu fidelidad.

En el nombre de Jesús, Amén.

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