FRUTO ABUNDANTE PARA LA GLORIA DE DIOS

"En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos". Juan 15:8 (RVR60)

Este versículo forma parte del discurso de Jesús sobre la vid verdadera en Juan 15, donde Él compara la relación entre Él, el Padre y los creyentes con la relación entre una vid, el viñador y las ramas. Aquí, Jesús nos enseña que la vida cristiana está destinada a producir frutos visibles, y que esos frutos glorifican a Dios y confirman nuestra identidad como discípulos de Cristo.

"En esto es glorificado mi Padre"

El propósito de nuestra existencia como creyentes es glorificar a Dios. Esta declaración de Jesús nos recuerda que nuestras vidas deben reflejar el carácter y la obra de Dios de tal manera que otros lo vean y lo exalten. Glorificar a Dios no es un acto ocasional; es una vida entera rendida a Él, demostrando Su amor, Su gracia y Su poder en nuestras acciones y decisiones.  

Dios es glorificado cuando mostramos que Su obra en nosotros es real. El fruto que llevamos no solo da evidencia de nuestra transformación, sino que también apunta hacia Él como la fuente de todo lo bueno. En otras palabras, cuando nuestras vidas dan fruto, revelamos el carácter de Dios al mundo, y eso trae gloria a Su nombre. Este fruto no es para nuestra propia alabanza, sino para reflejar Su bondad, Su poder y Su fidelidad.

"En que llevéis mucho fruto"

Jesús nos llama a llevar "mucho fruto", no simplemente a producir un poco aquí o allá. Esto implica abundancia, crecimiento continuo y un impacto visible en nuestras vidas y en las de los demás. Pero ¿qué significa llevar fruto? En el contexto bíblico, el fruto se refiere a las cualidades del carácter cristiano que se producen al vivir en comunión con Cristo. En Gálatas 5:22-23, Pablo menciona el "fruto del Espíritu", que incluye el amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio.  

Además, llevar fruto también significa multiplicar el impacto del evangelio al influir en otras vidas para Cristo. Esto puede suceder al compartir el evangelio, discipular a otros o simplemente al vivir de una manera que inspire a otros a buscar a Dios. El fruto es el resultado natural de permanecer en Cristo, quien es la vid verdadera. No es algo que podamos producir por nuestra cuenta; es el Espíritu Santo quien obra en nosotros para hacer posible esta transformación y esta abundancia.

Es importante notar que Jesús no nos llama a producir fruto en nuestra propia fuerza, sino a permanecer en Él (Juan 15:5). Permanecer en Cristo significa vivir en comunión constante con Él a través de la oración, el estudio de la Palabra y la obediencia. De esa comunión fluye el fruto que glorifica al Padre. Cuando nuestra conexión con Cristo es sólida, el fruto se produce de manera natural y abundante.

"Y seáis así mis discípulos"

Llevar mucho fruto no solo glorifica al Padre, sino que también confirma nuestra identidad como discípulos de Cristo. Ser discípulo no es solo identificarse con Jesús de manera superficial; es seguirle con devoción, obedecer Sus mandamientos y vivir según Su ejemplo. El fruto en nuestras vidas demuestra que somos verdaderamente Sus seguidores.  

Un discípulo genuino vive para reflejar a su Maestro. Esto significa que nuestro carácter, nuestras palabras y nuestras acciones deben alinearse con la vida y las enseñanzas de Cristo. Llevar fruto no es un esfuerzo opcional para los creyentes; es una evidencia necesaria de que estamos caminando con Él. Jesús dejó claro que los verdaderos discípulos serán conocidos por sus frutos (Mateo 7:20).

Además, ser un discípulo implica un compromiso continuo con el crecimiento espiritual. Esto no sucede de la noche a la mañana, sino a lo largo del tiempo, mientras permanecemos en Cristo y permitimos que Su Palabra y Su Espíritu nos transformen. Ser discípulo también implica aceptar el proceso de poda que menciona en Juan 15:2. A veces, Dios corta lo que no produce fruto en nuestra vida para que podamos dar más fruto. Aunque este proceso puede ser doloroso, nos asegura que estamos siendo moldeados para Su gloria.

Reflexión final

Juan 15:8 nos llama a vivir de manera intencional, buscando glorificar a Dios en todo lo que hacemos y permitiendo que el Espíritu Santo produzca fruto en nosotros. Nuestra relación con Cristo no es estática, sino dinámica y transformadora. Permanecer en Él es la clave para llevar fruto abundante y demostrar al mundo que somos verdaderos discípulos.  

Este versículo también nos desafía a evaluar nuestra vida. ¿Estamos llevando fruto que glorifique a Dios? ¿Estamos permaneciendo en Cristo y permitiendo que Él obre en nosotros? Llevar fruto no solo beneficia nuestra relación con Dios, sino que también impacta a quienes nos rodean, apuntándolos hacia Él.  

Como creyentes, nuestro propósito es glorificar al Padre a través de una vida fructífera, llena de amor, gozo y servicio. Que nuestras vidas sean un reflejo de Su obra en nosotros, trayendo honra y gloria a Su nombre.

Oración

Señor, gracias por recordarme que mi vida tiene el propósito de glorificarte a Ti. Ayúdame a permanecer en Cristo cada día, para que pueda llevar mucho fruto que refleje Tu carácter y Tu obra en mi vida. Transfórmame por medio de Tu Espíritu Santo y hazme un verdadero discípulo que viva para Tu gloria. Que todo lo que haga y diga apunte hacia Ti, y que otros puedan ver en mí el fruto de Tu amor y gracia. En el nombre de Jesús, amén.

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