7. LA FE SALVADORA

Bienvenidos a un sermón más de la serie “El poder de la fe”, Dios ha sido muy bueno con todos porque nos permite conocer más de la fe que él nos proporcionó con el propósito que la pongamos en práctica. La fe no es un adorno religioso o un amuleto de la buena suerte, es una manera de vivir diferente a la vida regular. Una vida en el poder de la fe, te permite que tus horizontes se amplíen y logres ver aún antes que se presente. La verdadera fe que no proviene de nosotros, nos permite vivir en esperanza y tranquilidad en el interior, porque tenemos la seguridad que Dios hace nuevas todas las cosas y él tiene el control de todo lo que sucede.

En una ocasión Jesús estaba enseñando todo lo relacionado al Reino de Dios, como tenía fama, la gente lo aglomeraba como lo hacen hoy en día con los políticos en las campañas electorales. Por su puesto, que en esas condiciones, se daba la ocasión para que la gente lo apretujara, lo tocara y lo abordara, todos al mismo tiempo. Pero una mujer se acercó y tocó sus vestidos teniendo la seguridad de que al tocarlo sería sanada de su sangrado. En medio de la turbulencia humana, Jesús pregunta ¿quién me tocó? Casi como una pregunta inocente ante los demás que también lo habían tocado. Cuando la mujer se presenta espantada sobre la insistencia de Jesús, lo único que Jesús le dijo: “Tu fe te ha salvado”.

No le dice que su fe le ha sanado, sino que le ha salvado, aunque sanidad y salvación son sinónimos en el N. T., el énfasis de Jesús en la mujer es que ella tenía la seguridad que Jesús sería su Salvador, la seguridad de que no estaba desamparada, la seguridad de que él era la solución a sus problemas. La seguridad que tan sólo el tocarlo sería sana, porque ella ya creía en la sanidad antes de sentirla en su cuerpo; porque ella ya creía que Jesús era su sanador antes de acudir a él. Por eso Jesús le dice, tu fe te ha salvado, porque ya creía antes de ver lo que vio y sintió.

En el poder de la fe tenemos la oportunidad de aprender que el don de la fe que nos dio el Padre proviene de la obra salvadora de Cristo. La fe que debemos poner en práctica no pertenece al orden de la inteligencia de la mente humana, ni a la motivación que cada uno pude tener. La fe que nos impulsa a realizar las cosas, a creer aún antes de verlo, es la fe salvadora. Pero, ¿Cómo se da la fe salvadora?

Primero, se centra en Cristo:

  1. La fe salvadora es por medio de la persona de Cristo Jesús.

La fe de salvación siempre enfoca hacia Jesús como persona, y no hacia Él como un simple concepto. Las religiones se caracterizan por establecer un sinfín de teorías y conceptos sobre cuestiones y dilemas morales y éticos para que las personas sigan esos preceptos. El cristianismo verdadero no se basa en reglas, sino en experiencia. La fe verdadera no se descifra de preceptos morales, se basa en la experiencia con Dios, en la Biblia encontramos la manera de vivir esa fe por medio de la persona de Jesús.

En otras palabras, cuando permitimos que se separe a Jesús de nuestro estudio de la Palabra de Dios, este estudio se vuelve únicamente un objetivo académico sin el poder del Espíritu que nos enseña a glorificar a Jesús en nosotros por medio de la Palabra. Por verdaderas que sea la Biblia y por maravillosa que sea la sabiduría que destila, la vida de las Escrituras está ligada a Cristo. No nos atrevemos a separar la Palabra de la Persona.

Por esta razón los primeros cristianos manifestaban su razón de vivir en la fe en Cristo, la manera en que se distinguían de los demás no fue por su código ético, muchas religiones de esa época enseñaban buena moral; se distinguían porque sus hechos de vida y su propio lenguaje estaba permeado de la fe en Jesús, un ejemplo lo tenemos en Hechos 24:24 Algunos días después llegó Félix con su esposa Drusila, que era judía. Mandó llamar a Pablo y lo escuchó hablar acerca de la fe en Cristo Jesús.

En el poder de la fe, tu razón de vida debe ser Cristo, porque la fe se basa en la persona de Jesús, él es la razón de nuestra vida. La fe no es una religión, es una manera de vivir, es lo que orienta tu vida, por eso Pablo les reconoce a sus discípulos que su forma de vida se basa en la fe en Cristo, Colosenses 2:5 Aunque estoy físicamente ausente, los acompaño en espíritu, y me alegro al ver su buen orden y la firmeza de su fe en Cristo.

  1. La fe salvadora se genera por la Palabra del Evangelio.

En el poder de la fe no sólo se basa en la vida y obra de Cristo, la fe salvadora se genera por la Palabra de Dios. Cuando declaras que Jesús es tu Salvador y Señor, el Espíritu Santo te proporciona la fe para que creas. El creer siempre es obra del Espíritu Santo, la fe es producto de la Palabra de Dios, cuando tú escuchas la Palabra de Dios, el Espíritu obra en tu corazón para que tengas la fe verdadera. Escucha lo que dice el apóstol Pablo en Romanos 10:17 Así que la fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios.

La Palabra genera nuestra fe, pero es importante declarar esa fe, no es una fe privada, es una fe pública, los creyentes y los no creyentes debe saber que declaramos la fe salvadora porque hay promesa, como lo dice: Romanos 10:9–10 que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para ser justificado, pero con la boca se confiesa para ser salvo.

He aquí la lección más relevante sobre la importancia y el poder de la confesión de fe que se puede hallar en todas las Escrituras. El principio de la fe se establece desde el comienzo mismo de nuestra vida en Cristo. Exactamente igual a como la salvación (la obra justa de Dios en nuestro favor) se confirma por creer de corazón y por la confesión pública de nuestra fe, así también la continua manifestación de Cristo en nuestras vidas se logra por los mismos medios.

La palabra «confesar» tiene el significado de «una vinculante declaración pública por la cual se establece una relación legal mediante un contrato». Dios establece un Pacto de salvación con nosotros (contrato como sinónimo), en ese Pacto está mediado por la fe; por lo tanto, Dios proporciona la obra y el poder de Cristo; aquí tenemos un principio para toda la vida. Crezcamos en la fe activa a partir de este espíritu de fe salvadora, creyendo en el gran poder de Dios para suplir todas nuestras necesidades y proclamando con los labios lo que nuestros corazones reciben y creen de las muchas promesas de su Palabra. Aceptemos el Pacto de Dios para toda necesidad nuestra, dotándolos con la confesión de nuestra creencia, tal como cuando fuimos salvos». Entonces, el paralelo entre la fe «salvadora» y la fe de «poder» se encuentra en su dependencia de la Palabra del evangelio.

  1. La fe salvadora es por la gracia.

La fe salvadora es por medio de la obra de Cristo y dijimos que se genera por la Palabra de Dios, pero la obra de Cristo en la cruz y la enseñanza de la Palabra en la Biblia se resume en una sola palabra: GRACIA. Es el regalo sin condición que sólo otorga Dios por medio del sacrificio en la cruz de Cristo.

Cuando el ser humano apareció  en la tierra, la relación que Dios tenía con ellos era por medio de un Pacto de obras, sólo tenían que obedecer al único mandato de Dios (no comerás de este árbol), pero este Pacto se invalidó por la desobediencia. Dios tuvo que establecer otro Pacto que no estuviera mediado por la obediencia porque nadie podría cumplirlo, así que estableció uno nuevo que le llamó Pacto de Gracia que es mediado por la fe, este Pacto es que nos da la salvación, como lo dice Efesios 2:8-9 Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte.

En este versículo se mencionan tres elementos importantes en nuestro beneficio: Gracia, Fe y Salvación. Pablo quiere que se entienda bien que bajo ninguna circunstancia nadie puede decir que logra salvarse por iniciativa personal. Aunque la fe salvadora es tu respuesta que permite a un Dios de gracia traerte vida eterna, ésta sería imposible sin el don y la gracia del Espíritu que te atrae hacia el Salvador.

A medida que crece en la experiencia cristiana, esta faceta de la gracia de Dios (que Él es el iniciador, autor y consumador de tu fe) no sólo se volverá más preciosa para ti, sino que también descubrirás que la fe salvadora tiene el poder para encender la fe de poder en el diario vivir. Ya que Dios es el iniciador, el creyente sólo tiene que descubrir lo que Él está iniciando en su vida, como una nueva fuerza que le vitaliza para su diario vivir. Cuando descubrimos la provisión que Dios ya ha puesto en marcha, podemos confiadamente apropiarnos de ella en fe, tal como hicimos en la conversión cuando recibimos a Cristo.

En  Romanos 3:24  Pero por su gracia son justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó.

Redención, (apolutrosis): Una liberación asegurada por el pago de un rescate, liberación, dar en libertad. La palabra, en el griego secular, describía a un conquistador soltando a los prisioneros, un amo redimiendo a un esclavo. En el NT, la palabra designa la liberación del mal y de la condenación del pecado por medio de Cristo. El precio que se pagó para la compra de esa liberación fue su sangre derramada. 

  1. La fe salvadora no confía en las emociones.

La conversión es un milagro. Es la tendencia normal del ser humano olvidarse que la naturaleza de la provisión y el poder operante al momento de nuestra experiencia de fe salvadora es absoluta y magníficamente milagrosa. Con el paso del tiempo, muy fácilmente nuestra conversión se vuelve parte de un viejo álbum, un diario personal o un recuerdo de tiempos antiguos. Sin embargo, si podemos mantener candente la naturaleza milagrosa de la «fe salvadora», podemos seguir preparados a experimentar muchísimos momentos más de fe de poder, operando en las circunstancias diarias de la vida tal como la salvación fue el momento de decisión en nuestra vida.

En verdad cada área de tu vida se ha diseñado para sentir la iniciación, la atracción, la conquista y la convicción de Dios por medio de su Palabra y su Espíritu. Milagrosamente, El nos motiva hacia la fe para con nosotros mismos, el matrimonio, los niños, nuestros asuntos y para todas las áreas de la vida. Por eso, en la fe, Dios trabaja en nuestras emociones, sin Cristo, nuestras emociones no son nada confiables, porque hoy podemos sentir ganas de orar y mañana no, hoy siento el deseo de ir a la iglesia y la próxima semana prefiero quedarme más tiempo en cama. No es por los sentidos como trabaja nuestra fe, así lo dice Pablo en 2 Corintios 5:6-7 Por eso mantenemos siempre la confianza, aunque sabemos que mientras vivamos en este cuerpo estaremos alejados del Señor. Vivimos por fe, no por vista.

Quiere mostrar que nuestra relación con Dios a través de Cristo no es algo que se pueda apreciar con los sentidos naturales. El ojo, el oído o el corazón no pueden percibir lo que Dios ha preparado para nosotros. ¿Cómo se puede percibir? Pablo dice que podemos ver estas maravillas sólo si las revela el Espíritu de Dios. Su Espíritu no las muestra a los ojos, los oídos o el corazón, el centro de las emociones humanas. Si no es por el Espíritu, entonces es emoción humana. El Espíritu Santo interviene en nuestro espíritu redimido para poder recibir la Palabra de Dios y la revelación, separadas de la distorsión que viene de los ojos, los oídos y el corazón.

Confiar en tus propias emociones es jugar a caminar sobre la orilla de una alberca con los ojos vendados. No puedes confiar en tus sentimientos porque tarde o temprano te van a traicionar. De la misma manera, tus emociones son las menos indicadas para que entiendas o escuchas la voz de Dios, como aquel joven que le dijo a una señorita que le gustaba: “el Señor me dijo que tu y yo nos casaríamos”. Por eso el apóstol Pablo nos aclara lo siguiente: 1 Corintios 2:11 Nadie puede saber lo que piensa otra persona. Sólo el espíritu de esa persona sabe lo que ella está pensando. De la misma manera, sólo el Espíritu de Dios sabe lo que piensa Dios.

En ocasiones nuestros sentidos nos impiden ver más allá de nuestros horizontes, y muchas veces contradicen la voz de Dios, no aceptando una promesa que nos parece imposible cumplirse. Porque cada promesa que procuremos percibir comprenderá la prueba de nuestra fe y lo que Pablo llama «la buena batalla» (1 Timoteo 6:12). Nuestra fe se fortalecerá únicamente en la medida en que aprendamos a confiar en su Palabra, yendo más allá de las emociones, viviendo y respondiendo a las circunstancias a través de lo que entendemos por verdad a causa de su Palabra, no por lo que sintamos, veamos o pensemos en el plano natural.

Un ejemplo de no conformarse con los sentidos y emociones fue la fe de Abraham para que le ayuden a entender el significado de andar por fe y no por vista. Romanos 4:18.Cuando Dios le prometió a Abraham que tendría muchísimos descendientes, esto parecía imposible. Sin embargo, por su esperanza y confianza en Dios, Abraham llegó a ser el antepasado de gente de muchos países que también confían en Dios.

  1. La fe salvadora es una experiencia continua.

Con esto quiero decir que la fe que empleas para confiar todos los días en Dios es la misma fe que utilizaste para la conversión. La fe se desarrolla, se vuelve más fuerte y también evoluciona; pero no cambia en su esencia. Esto es algo digno y maravilloso de observar y recordar, porque muestra cómo Dios promete cubrir cada necesidad que tengas hoy en tu vida, ¡y cubrirla a través de ese sencillo proceso de fe que el Espíritu inició en ti.

Narra tu propia experiencia de fe salvadora. Describe cómo llegaste a creer en el Hijo de Dios. ¿Cómo te atrajo Dios? ¿Cómo oíste por primera vez el evangelio, la palabra de salvación por gracia? Al escribir tu experiencia, pídele al Señor que te muestre cómo ha continuado la obra que puso en marcha la posibilidad de fe para tu vida. ¡Pídele al Señor que te muestre cualquier corrección y arrepentimiento que deba ofrecer para que tu vida de fe te examine de tal manera que otra vez vuelva a ser fe salvadora!

Si aún no la tienes, te invito a que la recibas, lo único que debes de hacer es hacer esta oración de conversión a Cristo

Dios mío:

Ahora mismo, admito que soy un pecador, pero Padre, yo creo y sé que tú enviaste a Jesucristo para morir en la cruz y resucitó al tercer día, todo para pagar con su sangre el precio de mi salvación y así perdonar mis pecados.

Señor, te pido que me perdones mis pecados y que apuntes mi nombre en el libro de la vida, límpiame y seré limpio, y así podre merecer ese precioso regalo que tu nos concedes, el de la vida eterna.

Ahora mismo confieso con mi boca que Jesucristo es mi Señor y Salvador, y solo a El yo serviré.  Gracias Padre, en el nombre de Jesús, Amen.

Fuente: Pastor Alberto Arenas Mondragón

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