La omnisciencia de Dios

Llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero (1 Pedro 2:24).

Oh Señor, tú me has examinado y conocido. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; has entendido desde lejos mis pensamientos (Salmo 139:1-2).

Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno. (Salmo 139:23-24).

Dios ve, oye y conoce todo, incluso nuestros pensamientos más secretos. Ante él nadie puede disimular ni ocultar sus malos sentimientos. Lo que se hace a escondidas, a espalda de todos, algún día será puesto en plena luz.

Los problemas que encontramos, pequeños o grandes, a veces nos dejan desconcertados, y suspiramos: –¿Por qué Dios no interviene? Podríamos pensar que él no se interesa por nosotros. Por eso a menudo repite claramente en su Palabra que él ve todas las injusticias: “Trastornar al hombre en su causa, el Señor no lo aprueba” (Lamentaciones de Jeremías 3:36). A su debido tiempo, Dios juzgará todo con perfecto conocimiento “según la obra de cada uno” (1 Pedro 1:17).

¡Nadie puede escapar de la mirada de Dios! (Salmo 139:7-8). Según la relación que mantenemos con Dios, o nos molesta su mirada, o nos tranquiliza. Si conozco a Dios sólo como juez supremo, seguramente que no me sentiré muy cómodo. Pero si por la fe le he recibido como Padre en Jesús, como el que me ama y me ha perdonado, entonces estaré feliz de saber que nada se le escapa: ni mis problemas, ni mis preocupaciones, ni mis dudas, ni mis penas… Al contrario, cada una de mis circunstancias me invita a acercarme aún más a él.

 

Fuente: http://www.amen-amen.net/podcast/index.php?id=184

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