¡Descanse!

Dedicamos gran parte de nuestra vida a soñar con el descanso. “¡Ah! Si yo pudiera irme lejos a un lugar tranquilo seguramente encontraría reposo”, exclaman algunos. “¡Cómo quisiera no tener que trabajar tantas horas!”, puntualizan otros. Mientras que miles de personas se preguntan día a día si realmente existe en esta vida la posibilidad de descansar (¡en el sentido pleno de la palabra!).


Cuando digo “descansar” no me refiero solamente al hecho de dormir o permanecer en un estado de pasividad con relación a cualquier actividad laboral. Todo lo contrario. Lo que humildemente quiero plantearle es que a partir de hoy comience a disfrutar del descanso activo.


Miguel Panasiuk, uno de mis bisabuelos maternos, nació en Rusia a fines del siglo XIX y junto a su esposa perteneció al inmenso grupo de inmigrantes que llegó a Sudamérica en busca de supervivencia y prosperidad económica. A los pocos años de arribar a estas tierras, con sus cuatro hijos transitando la juventud, su amada esposa amaneció muerta a su lado víctima de una enfermedad. Por entonces él ya empezaba a padecer una leve sordera que le impedía escuchar claramente. Tiempo después uno de sus hijos falleció asfixiado en un incendio que ocurrió en el taller en donde trabajaba. Y como si esto fuera poco, sufrió todo tipo de percances económicos, incluyendo una estafa que casi le cuesta la casa.


Como bisnieto tuve el inmenso privilegio de conocerlo y puedo asegurar que había dos cosas que lo caracterizaban: buen humor y un vivo deseo de vivir. Fue uno de los primeros integrantes de la familia que viajó al exterior y a otras provincias en avión; se sacrificó para que sus nietos tuvieran un lugar en donde vivir, pero sobre todo nos legó un ejemplo de fe. Muchas veces escuché que le decían: “Abuelo, descanse, quédese tranquilo”, a lo que él respondía, casi enojado: “¿Para qué? ¡Ya voy a descansar en el cementerio!”.


Jesús dijo: “Ustedes viven siempre angustiados; siempre preocupados. Vengan a mí, y yo los haré descansar. Obedezcan mis mandamientos y aprendan de mí, pues yo soy paciente y humilde de verdad. Conmigo podrán descansar” (San Mateo 11.28-29).


No pretendo crear un nuevo concepto psicológico, o inculcar en usted un fugaz pensamiento positivo que le sirva para entretener su mente. Lo que deseo es que a partir de hoy pueda disfrutar de la vida y encontrar el verdadero reposo para su alma. Acepte su realidad, pero a medida que se esmera por progresar y lograr el éxito en todos los niveles de su vida, le animo a que practique continuamente el secreto que le permitió a mi bisabuelo permanecer feliz hasta el fin de sus días: vivir cada segundo confiando plenamente en Dios. ¡De eso se trata el descanso activo!

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