"Prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús." - Filipenses 3:14 (RVR60)
Introducción: La Imagen de la Carrera
La vida cristiana a menudo es comparada en las Escrituras con una carrera. No es un sprint corto y explosivo, sino un maratón que requiere resistencia, enfoque y una visión clara de la línea final. En su carta a los Filipenses, el apóstol Pablo, desde la prisión, nos entrega una de las metáforas más poderosas y alentadoras para nuestro caminar con Cristo. El versículo 14 del capítulo 3 es el clímax de su pensamiento, un grito de determinación que resuena a través de los siglos para animarnos en nuestra propia jornada.
I. El Contexto: Olvidando lo que Queda Atrás
Para entender plenamente la profundidad de "prosigo a la meta", debemos leerlo en el contexto de los versículos anteriores. En el versículo 13, Pablo declara: "Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante".
Pablo tenía mucho en su pasado que podía haberlo frenado. Por un lado, sus éxitos y credenciales impresionantes: "hebreo de hebreos", fariseo estricto, celoso de la ley (Filipenses 3:5-6). Por otro lado, sus terribles fracasos: haber perseguido a la iglesia de Dios y consentido en la muerte de Esteban (Hechos 8:1). Sin embargo, el secreto de su avance era olvidar. No un olvido literal, sino una negativa a permitir que su pasado—ya sea de logros o de derrotas—definiera su presente o limitara su futuro. No se dejaba paralizar por la culpa ni envanecerse por la autosuficiencia.
Aplicación: ¿Qué hay en tu pasado que te impide correr hoy? ¿Viejos pecados que crees que Dios no puede perdonar? ¿Éxitos pasados que te hacen sentir que ya has hecho lo suficiente? La palabra de Pablo para nosotros es: "¡Suéltalo! Extiéndete hacia lo que Dios tiene por delante". La gracia de Dios no solo perdona nuestro ayer, sino que nos capacita para un mañana nuevo.
II. La Acción: "Prosigo" - Una Determinación Activa
La palabra griega que se traduce como "prosigo" (diōkō) es enérgica y vibrante. Significa perseguir, buscar ansiosamente, esforzarse por alcanzar, incluso perseguir con celo. No describe una caminata casual o un paseo despreocupado. Implica esfuerzo, intensidad y un corazón apasionado.
Pablo no estaba simplemente "esperando llegar al cielo". Él estaba activamente, deliberadamente y con todas sus fuerzas, corriendo hacia ello. Su fe no era pasiva; era una búsqueda activa de Cristo. Esta misma palabra se usa para describir la forma en que él mismo persiguió a la iglesia, pero ahora ese celo feroz había sido redirigido y santificado hacia un objetivo glorioso.
Aplicación: La vida cristiana requiere participación activa. No somos espectadores en las gradas; somos corredores en la pista. ¿Cómo se manifiesta este "proseguir" en nuestra vida diaria? En la disciplina de la oración, en el hambre por la Palabra, en la búsqueda intencional de la santidad, en el servir a los demás. Es una decisión diaria de poner a Cristo en el centro de todo y mover nuestras piernas hacia Él, incluso cuando nos sentimos cansados.
III. La Meta y el Premio: Cristo Mismo
¿Cuál es esta "meta" y este "premio del supremo llamamiento"? En el contexto inmediato, Pablo se refiere a la resurrección de entre los muertos y la consumación de nuestra salvación (Filipenses 3:11-12). Pero en un sentido más profundo, la meta y el premio no son cosas, sino una Persona.
A lo largo de Filipenses 3, Pablo deja claro que todo su esfuerzo, toda su carrera, está centrada en conocer a Cristo. Él considera todas sus ganancias previas como "pérdida" y "basura" "por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor" (Filipenses 3:8). La meta es la presencia plena de Cristo. El premio es la comunión perfecta e inquebrantable con Él. El "supremo llamamiento de Dios" es la invitación a ser hechos hijos de Dios, a ser conformados a la imagen de Su Hijo (Romanos 8:29-30), y a compartir Su gloria por la eternidad.
Aplicación: A veces podemos correr hacia metas equivocadas: éxito ministerial, reconocimiento, comodidad personal o incluso simplemente la ausencia de problemas. Pero Pablo nos recuerda que la única meta que vale la pena es Cristo mismo. Cada paso que damos en obediencia y fe es un paso para conocerle más, para confiar en Él más profundamente y para reflejar Su carácter más plenamente.
Conclusión: Corriendo con los Ojos Puestos en Jesús
La carrera no es fácil. Hay obstáculos, tropiezos, dolores y temporadas de agotamiento profundo. Pero no corremos con nuestra propia fuerza. El mismo Cristo que está al final de la pista como nuestro premio, corre con nosotros como nuestro fortalecedor. Él es el "autor y consumador de la fe" (Hebreos 12:2). Él nos ha llamado, y Él nos capacitará para terminar la carrera.
Hoy, sea cual sea tu circunstancia—ya sea de gozo desbordante o de dolor abrumador—escucha el grito de determinación de Pablo y hazlo tuyo. Suelta el lastre del pasado. Avanza con propósito activo. Y mantén tus ojos fijos en la meta suprema: el rostro glorioso de nuestro Salvador, Jesucristo.
Oración
Señor Jesucristo, gracias por el ejemplo del apóstol Pablo y por tu Palabra que nos guía e impulsa. Reconocemos que muchas veces nos detenemos, mirando hacia atrás, permitiendo que los fracasos nos condenen o que los éxitos pasados nos adormezcan. Perdónanos.
Hoy, te pedimos la gracia para "olvidar" aquello que nos frena y el valor para "extendernos" hacia el futuro que tienes para nosotros. Infúndenos tu Espíritu Santo para que nuestro "proseguir" no sea en nuestra propia fuerza, sino en el poder de tu resurrección.
Mantén nuestros ojos fijos en Ti, que eres la Meta y el Premio de nuestra fe. Que todo en nuestra vida—nuestros pensamientos, palabras y acciones—esté alineado con el supremo llamamiento de conocerte y ser como Tú. Cuando nos sintamos cansados, renueva nuestras fuerzas. Cuando nos sintamos perdidos, sé nuestra brújula.
Te confiamos nuestra carrera. Corre con nosotros, Señor. Llévanos a la meta, que es el abrazo eterno de tu presencia. Te lo pedimos en tu nombre poderoso, Amén.