Proverbios 10:32:
"Los labios del justo saben lo que agrada; Mas la boca de los impíos sólo perversidades."
Proverbios 10:32 (RVR60)
Introducción: El Poder de Nuestras Palabras
En el libro de Proverbios, la sabiduría no es un concepto abstracto, sino una cualidad práctica que se manifiesta en nuestra vida diaria, y quizás en ninguna parte es más evidente que en el uso de nuestra lengua. Salomón, bajo la inspiración divina, dedica una parte significativa de este libro a contrastar el habla del sabio y del necio, del justo y del impío. Proverbios 10:32 encapsula esta dicotomía de manera poderosa y concisa. Nos invita a una reflexión profunda: ¿Qué sale de nuestros labios? ¿Estamos cultivando un lenguaje que agrada a Dios y bendice a los demás, o uno que está lleno de "perversidades"?
Parte 1: "Los Labios del Justo Saben lo que Agrada"
La primera mitad de este versículo pinta un cuadro hermoso y alentador. No se trata simplemente de que el justo diga cosas agradables, sino que sus labios saben lo que agrada. Este "saber" implica un conocimiento íntimo, una sabiduría internalizada que proviene de una relación con Dios.
1. Un Conocimiento que Trasciende la Cortesía Humana:
Esto va más allá de la etiqueta social o la diplomacia. Es una sensibilidad espiritual cultivada al pasar tiempo en la Palabra de Dios y en Su presencia. El justo, aquel que ha sido hecho recto por la fe en Cristo, tiene su mente renovada (Romanos 12:2). Comienza a ver las situaciones desde la perspectiva de Dios y, por lo tanto, sus palabras están alineadas con la verdad, la gracia y el amor divinos. Sabe cuándo hablar una palabra de aliento (1 Tesalonicenses 5:11), cuándo callar (Proverbios 17:28), cuándo corregir con amor (Gálatas 6:1) y cuándo perdonar (Efesios 4:32).
2. Un Lenguaje que Agrada a Dios:
El estándar último de lo "agradable" no es la opinión pública, sino el agrado de Dios. Nuestras palabras pueden ser elogiadas por los hombres pero vacías ante Él, o pueden ser simples y sinceras, llenas de un poder que edifica y honra al Creador. Los labios del justo agradan a Dios cuando confiesan Su nombre (Hebreos 13:15), cuando declaran Su verdad (2 Timoteo 4:2) y cuando hablan con integridad (Salmo 15:2-3). Cada palabra amable, cada verdad proclamada, cada oración de fe, es un incienso de agrado que asciende al trono de la gracia.
3. Un Fruto del Corazón Transformado:
Jesús dejó claro que "de la abundancia del corazón habla la boca" (Lucas 6:45). Los labios que saben lo que agrada son el síntoma externo de un corazón que ha sido habitado por el Espíritu Santo. Cuando nuestro interior está lleno de Cristo, el fruto del Espíritu—amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gálatas 5:22-23)—comienza a fluir naturalmente a través de nuestras conversaciones. No es un esfuerzo forzado, sino el desborde de una vida transformada.
Parte 2: "Mas la Boca de los Impíos Sólo Perversidades"
El contraste no podría ser más marcado. Mientras los labios del justo son una fuente de vida y agrado, la boca del impío es un manantial de "perversidades". Esta palabra hebrea (tahpukah) implica algo torcido, distorsionado, corrupto y contrario a lo que es recto.
1. El Carácter de la Perversidad:
La boca del impío no solo ocasionalmente se equivoca; su patrón natural, su "solo", es la perversidad. Esto incluye la mentira (Proverbios 12:22), la calumnia (Santiago 4:11), el chisme (Proverbios 16:28), las palabras ásperas (Proverbios 15:1), la blasfemia y la queja constante (1 Corintios 10:10). Son palabras que tuercen la verdad, distorsionan la realidad y corrompen a los que las escuchan. Son como un fuego que puede incendiar un gran bosque (Santiago 3:5-6), causando un daño incalculable en relaciones, reputaciones y comunidades.
2. La Raíz de un Corazón Sin Dios:
Al igual que con el justo, el habla del impío revela la condición de su corazón. Un corazón que no ha sido regenerado por Dios está en rebelión contra Él. Está lleno de orgullo, egoísmo y maldad (Marcos 7:21-23). Por lo tanto, es lógico que lo que salga de su boca sea una expresión de esa realidad interna torcida. Sus palabras no buscan agradar a Dios ni edificar al prójimo, sino que sirven a sus propios intereses, pasiones y deseos corruptos.
3. Las Consecuencias de un Lenguaje Perverso:
El libro de Proverbios es muy claro sobre el fin de este tipo de habla. La boca del impío es un lazo para su propia vida (Proverbios 18:7). Sus palabras, eventualmente, se volverán contra él, trayendo ruina, conflicto y el juicio de Dios (Mateo 12:36-37). Mientras que los labios del justo son un árbol de vida (Proverbios 15:4), la boca del impío es un instrumento de muerte.
Aplicación: Examinando Nuestros Labios
Este versículo nos confronta directamente. Nos obliga a hacer una pausa y evaluar nuestro propio discurso.
¿Nuestras conversaciones en el hogar, en el trabajo y en las redes sociales reflejan la sabiduría que agrada a Dios?
¿Somos rápidos para escuchar y lentos para hablar (Santiago 1:19)?
¿Nuestras palabras construyen puentes o levantan muros? ¿Sanan heridas o las infligen?
Cuando somos provocados, ¿respondemos con bendición (1 Pedro 3:9) o con amargura?
No podemos cambiar nuestros labios sin primero rendir nuestro corazón a Dios. Es un trabajo del Espíritu Santo. Comencemos pidiéndole que nos muestre cualquier "perversidad" en nuestro hablar. Llenemos nuestras mentes con Su Palabra, para que cuando hablemos, sea Su verdad y Su gracia la que fluya de nosotros.
Conclusión: La Fuente de Nuestro Habla
La esperanza para nosotros no está en nuestra propia capacidad de controlar la lengua, sino en la obra transformadora de Jesucristo. Él, el Justo por excelencia, nunca pronunció una palabra torcida. Sus labios siempre supieron lo que agradaba al Padre. En la cruz, Él cargó con el pecado de nuestra lengua impía—nuestras mentiras, nuestro chisme, nuestras palabras duras—y nos ofrece a cambio Su justicia.
Al acercarnos a Él en arrepentimiento y fe, recibimos un nuevo corazón y el Espíritu Santo que mora en nosotros. Él es quien nos da el poder para domar nuestra lengua y para que, cada día más, nuestros labios sepan y pronuncien lo que verdaderamente agrada.
Oración
Señor Dios y Padre nuestro,
Te acercamos hoy con corazones humildes, reconociendo la verdad poderosa de Tu Palabra en Proverbios 10:32. Examinamos nuestros labios y, al hacerlo, examinamos nuestro corazón. Confesamos que muchas veces hemos fallado. Nuestras palabras han sido impulsivas, ásperas, quejumbrosas y llenas de orgullo. Hemos hablado perversidades en lugar de lo que Te agrada.
Perdónanos, Señor. Límpianos con la preciosa sangre de Jesús.
Te rogamos, Padre, que transformes nuestro corazón desde adentro hacia afuera. Llénalo de Tu Espíritu Santo, para que el fruto de Tu carácter sea lo que abunde en nosotros. Danos una sabiduría celestial para nuestras conversaciones. Ayúdanos a saber cuándo hablar y cuándo callar, qué decir y cómo decirlo. Que nuestras palabras sean como lámparas que guíen, como bálsamo que sane y como incienso que ascienda agradable a Ti.
Que cada palabra que salga de nuestra boca esté sazonada con gracia, edificando a quienes nos escuchan y glorificando Tu santo nombre. Encomendamos nuestra lengua a Tu cuidado, confiando en que Tú puedes hacer que incluso nuestros labios declaren Tu alabanza.
En el nombre poderoso de Jesús, el Verbo hecho carne, Amén.