MISERICORDIA QUIERO Y NO SACRIFICIO

 Mateo 9:13 RVR60:
"Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento."

Introducción: Un Llamado de Amor
En medio de un mundo que valora el rendimiento, la perfección y las apariencias, las palabras de Jesús en Mateo 9:13 resuenan con una verdad transformadora. Él no busca rituales vacíos ni sacrificios externos, sino un corazón quebrantado y dispuesto a amar como Él ama. Este versículo surge cuando los fariseos cuestionan por qué Jesús come con pecadores, revelando una profunda lección sobre la esencia del Evangelio.

1. La Prioridad de la Misericordia
Jesús cita Oseas 6:6: "Misericordia quiero y no sacrificio". Los fariseos se enorgullecían de cumplir minuciosamente la ley, pero su religión carecía de compasión. Hoy, podemos caer en la misma trampa: servir en la iglesia, dar ofrendas, orar largamente… pero olvidar amar al necesitado. La misericordia es el corazón de Dios; es perdón al caído, paciencia con el débil y bondad con el herido.

Reflexión: ¿Hay alguien a quien juzgas en lugar de mostrarle gracia? ¿Tu fe se expresa más en reglas que en amor tangible?

2. La Misión de Jesús: Llamar a Pecadores
Jesús no vino por los "justos" (los que se creen sin necesidad), sino por quienes reconocen su fragilidad. Él se acerca a los rechazados: cobradores de impuestos, prostitutas, enfermos. Su mesa es un símbolo de inclusión. ¿Cómo respondemos nosotros? ¿Alejamos a los "pecadores" o, como Cristo, les ofrecemos esperanza?

Ilustración: Imagina un hospital donde los médicos solo atienden a los sanos. ¡Absurdo! Así es la iglesia si solo recibe a los "perfectos".

3. El Arrepentimiento: Puerta a la Transformación
Jesús no aprueba el pecado, pero llama al arrepentimiento. Su misericordia no es licencia para pecar, sino poder para cambiar. El verdadero encuentro con Cristo produce convicción y libertad.

Aplicación: ¿Hay áreas en tu vida donde resistes el cambio? Dios te invita a rendirlas con confianza en Su perdón.

Conclusión: Siguiendo el Ejemplo de Jesús
Ser misericordioso como Cristo implica:

Ver a las personas como Él las ve (con valor infinito).

Actuar con compasión práctica (Gálatas 6:2).

Vivir en humildad, recordando que también somos pecadores redimidos.

Oración
Señor Jesús, gracias por recordarme que tu amor no se basa en mis méritos, sino en tu gracia. Perdóname cuando he priorizado el 'sacrificio' sobre la misericordia, cuando he juzgado en lugar de tender la mano. Ayúdame a reflejar tu corazón, a buscar a los perdidos y a vivir en constante arrepentimiento. Que mi vida sea un altar de amor, no de rituales vacíos. En tu nombre, amén.

LA REALIDAD DEL PECADO Y LA NECESIDAD DE LA GRACIA

"Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque."
Eclesiastés 7:20 (RVR60)

1. La Universalidad del Pecado
El libro de Eclesiastés, escrito por el sabio Salomón, es un recordatorio contundente de las limitaciones humanas. En este versículo, se nos presenta una verdad incómoda pero necesaria: no hay nadie completamente justo en la tierra. Por más moralmente ejemplar que alguien parezca, todos hemos fallado, todos hemos pecado.

Esta declaración no es pesimista, sino realista. La Biblia afirma en Romanos 3:23: "Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios." No importa cuánto lo intentemos, nuestra naturaleza caída nos lleva una y otra vez a cometer errores, a alejarnos de la voluntad de Dios.

2. El Peligro de la Autojustificación
Muchas veces, caemos en la trampa de compararnos con otros y pensar: "Al menos no soy tan malo como...". Pero Eclesiastés 7:20 nos recuerda que nadie está exento del pecado. Ni el más piadoso, ni el más disciplinado. La justicia propia es un espejismo que nos aleja de la humildad y de la dependencia de Dios.

Jesús ilustró esto en la parábola del fariseo y el publicano (Lucas 18:9-14). Mientras el fariseo se jactaba de sus obras, el publicano, consciente de su pecado, clamó: "Dios, ten misericordia de mí, pecador." Y fue este último el que fue justificado.

3. La Respuesta Correcta: Humildad y Dependencia de Dios
Reconocer que no somos justos en nosotros mismos nos lleva a dos actitudes fundamentales:

Humildad: Dejamos de juzgar a otros con dureza, porque sabemos que también nosotros somos falibles.

Dependencia de Dios: Entendemos que nuestra justicia no proviene de nuestros esfuerzos, sino de Cristo, quien "fue hecho por nosotros sabiduría, justificación, santificación y redención" (1 Corintios 1:30).

4. La Esperanza del Evangelio
Aunque Eclesiastés 7:20 nos muestra nuestra condición, el Evangelio nos señala la solución: Jesús, el único Justo. Él vivió sin pecado (1 Pedro 2:22) y, en la cruz, tomó nuestro lugar para que, por fe, seamos revestidos de Su justicia (2 Corintios 5:21).

No somos salvos porque seamos buenos, sino porque Él es bueno. Y aunque sigamos luchando contra el pecado, tenemos la seguridad de que "si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos" (1 Juan 1:9).

Oración
Padre celestial,
Reconozco delante de Ti que no hay justicia en mí por mis propias fuerzas. Como dice Tu Palabra, he pecado y he fallado muchas veces. Gracias porque, en Tu misericordia, me recuerdas que mi esperanza no está en mi perfección, sino en Cristo, quien cumplió toda justicia por mí.

Ayúdame a caminar en humildad, recordando que sin Ti nada puedo hacer. Perdóname cuando me enaltezco o juzgo a otros, y llévame siempre a la cruz, donde encuentro gracia y redención.

Que mi vida refleje Tu amor y justicia, no por mis méritos, sino por Tu poder obrando en mí. En el nombre de Jesús, amén.

EL PODER DE LA ORACIÓN UNÁNIME

 (Hechos 4:31 RVR60):
"Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios."

Introducción: Un Momento de Crisis y Fe
El libro de Hechos registra la vida de la iglesia primitiva, un tiempo de gran unción, pero también de intensa oposición. En Hechos 4, Pedro y Juan habían sido arrestados por predicar acerca de Jesús y, aunque liberados, fueron amenazados para que callaran. Ante esta presión, la iglesia no respondió con miedo, sino con oración ferviente. El resultado fue una manifestación poderosa de Dios: el lugar tembló, fueron llenos del Espíritu Santo y predicaron con valentía.

1. La Oración que Conmueve lo Inmóvil
El temblor del lugar no fue solo físico; fue una señal de que Dios respondía de manera sobrenatural. En la Biblia, los terremotos a menudo acompañan la presencia divina (Éxodo 19:18; Mateo 27:51). Esto nos enseña que cuando la iglesia ora unida, Dios interviene de manera tangible. No es una oración rutinaria, sino una que clama con fe, reconociendo la soberanía de Dios frente a las imposibilidades humanas.

2. La Plenitud del Espíritu Santo
La oración los preparó para ser "llenos del Espíritu Santo". Esta no era la primera vez (Hechos 2:4), lo que muestra que necesitamos constantes renovaciones espirituales. La plenitud del Espíritu no es solo para sentir emociones, sino para ser capacitados en la misión. Sin el Espíritu, nuestra predicación carece de poder; con Él, nuestras palabras trascienden lo humano.

3. El Denuedo que Vence el Temor
Antes, Pedro había negado a Jesús por miedo (Mateo 26:69-75); ahora, junto a los demás, hablaba con denuedo. El Espíritu Santo transforma nuestras debilidades en fortalezas. El denuedo no es imprudencia, sino convicción sobrenatural que desafía las amenazas del mundo. Hoy, Dios sigue buscando creyentes que proclamen Su verdad sin vergüenza.

Aplicación Personal
Ora con fe: Como la iglesia primitiva, lleva tus luchas ante Dios en oración persistente.

Busca la llenura del Espíritu: Pídele a Dios que te renueve cada día.

Habla con valentía: No temas compartir el evangelio; el mismo Espíritu que fortaleció a los discípulos está en ti.

Conclusión
Hechos 4:31 nos recuerda que la oración unánime, la dependencia del Espíritu y el denuedo son esenciales para la vida cristiana. Cuando la iglesia se une en oración, Dios se mueve de manera extraordinaria.

Oración
Padre celestial, gracias porque escuchas las oraciones de Tus hijos. Hoy nos postramos ante Ti, reconociendo que sin Tu Espíritu nada podemos hacer. Llena nuestros corazones con Tu presencia, quita todo temor y danos un espíritu de valentía para proclamar Tu verdad. Conmueve nuestros lugares de oración como lo hiciste en Hechos 4, y que Tu gloria sea manifestada en medio de nosotros. En el nombre de Jesús, amén.

EL PODER DE LA ORACIÓN UNÁNIME

(Hechos 4:31 RVR60):
"Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios".

Introducción: Un Momento de Crisis y Fe
El libro de Hechos registra la vida de la iglesia primitiva, un tiempo de gran unción, pero también de intensa oposición. En Hechos 4, Pedro y Juan habían sido arrestados por predicar acerca de Jesús y, aunque liberados, fueron amenazados para que callaran. Ante esta presión, la iglesia no respondió con miedo, sino con oración ferviente. El resultado fue una manifestación poderosa de Dios: el lugar tembló, fueron llenos del Espíritu Santo y predicaron con valentía.

1. La Oración que Conmueve lo Inmóvil
El temblor del lugar no fue solo físico; fue una señal de que Dios respondía de manera sobrenatural. En la Biblia, los terremotos a menudo acompañan la presencia divina (Éxodo 19:18; Mateo 27:51). Esto nos enseña que cuando la iglesia ora unida, Dios interviene de manera tangible. No es una oración rutinaria, sino una que clama con fe, reconociendo la soberanía de Dios frente a las imposibilidades humanas.

2. La Plenitud del Espíritu Santo
La oración los preparó para ser "llenos del Espíritu Santo". Esta no era la primera vez (Hechos 2:4), lo que muestra que necesitamos constantes renovaciones espirituales. La plenitud del Espíritu no es solo para sentir emociones, sino para ser capacitados en la misión. Sin el Espíritu, nuestra predicación carece de poder; con Él, nuestras palabras trascienden lo humano.

3. El Denuedo que Vence el Temor
Antes, Pedro había negado a Jesús por miedo (Mateo 26:69-75); ahora, junto a los demás, hablaba con denuedo. El Espíritu Santo transforma nuestras debilidades en fortalezas. El denuedo no es imprudencia, sino convicción sobrenatural que desafía las amenazas del mundo. Hoy, Dios sigue buscando creyentes que proclamen Su verdad sin vergüenza.

Aplicación Personal
Ora con fe: Como la iglesia primitiva, lleva tus luchas ante Dios en oración persistente.

Busca la llenura del Espíritu: Pídele a Dios que te renueve cada día.

Habla con valentía: No temas compartir el evangelio; el mismo Espíritu que fortaleció a los discípulos está en ti.

Conclusión
Hechos 4:31 nos recuerda que la oración unánime, la dependencia del Espíritu y el denuedo son esenciales para la vida cristiana. Cuando la iglesia se une en oración, Dios se mueve de manera extraordinaria.

Oración Final:
Padre celestial, gracias porque escuchas las oraciones de Tus hijos. Hoy nos postramos ante Ti, reconociendo que sin Tu Espíritu nada podemos hacer. Llena nuestros corazones con Tu presencia, quita todo temor y danos un espíritu de valentía para proclamar Tu verdad. Conmueve nuestros lugares de oración como lo hiciste en Hechos 4, y que Tu gloria sea manifestada en medio de nosotros. En el nombre de Jesús, amén.

EL PODER DE LA FE Y LA PROVISIÓN DE DIOS

Gálatas 3:5 RVR60:
"Aquel, pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?"

Introducción: La Fuente del Poder Divino
El apóstol Pablo, al escribir a los gálatas, confronta una peligrosa tendencia que se había infiltrado en la iglesia: la idea de que las obras de la ley eran necesarias para complementar la salvación y la vida espiritual. En este versículo, Pablo hace una pregunta reveladora que sigue siendo relevante hoy: ¿Recibimos el poder y las bendiciones de Dios por nuestros esfuerzos humanos o por medio de la fe?

La respuesta es clara: Dios actúa en nosotros y a través de nosotros no por nuestras obras, sino por nuestra fe en Él.

1. Dios es Quien Suministra
El texto comienza destacando que es Dios quien "os suministra el Espíritu". Esto nos recuerda que toda provisión espiritual viene de Él. No es algo que ganamos, sino que recibimos por gracia.

El Espíritu Santo es un regalo (Hechos 2:38), no un salario.

Las maravillas en nuestra vida son obra de Dios, no resultado de nuestra perfección.

Pablo enfatiza que el creyente no puede generar por sí mismo el poder divino; este fluye solo mediante una dependencia humilde y confiada en el Señor.

2. La Fe, no la Ley, es el Canal de las Bendiciones
La pregunta de Pablo contrasta dos caminos:

Las obras de la ley: Intentar agradar a Dios mediante el cumplimiento de reglas.

El oír con fe: Recibir con confianza la Palabra de Dios y creer en Sus promesas.

La ley tenía un propósito (mostrar nuestra necesidad de Cristo), pero la fe es el medio por el cual Dios obra milagros. Ejemplos bíblicos como Abraham (Gálatas 3:6) y la mujer con el flujo de sangre (Marcos 5:34) demuestran que la fe activa el poder de Dios.

3. Maravillas en lo Cotidiano
Pablo menciona que Dios "hace maravillas entre vosotros". Esto no se limita a eventos espectaculares, sino también a:

Transformación interior (2 Corintios 5:17).

Providencia en tiempos difíciles (Filipenses 4:19).

Respuestas a oraciones (Marcos 11:24).

Dios sigue obrando hoy, no porque seamos dignos, sino porque Él es fiel.

Aplicación Práctica: Vivir por Fe
Examina tu corazón: ¿Estás confiando en tus esfuerzos o en la gracia de Dios?

Oye la Palabra con fe: Medita en las promesas bíblicas y créelas (Romanos 10:17).

Espera las maravillas de Dios: Él puede hacer más de lo que imaginamos (Efesios 3:20).

Conclusión: La Fe que Agrada a Dios
Dios no busca perfección legalista, sino corazones que creen. Como dijo Jesús: "Todo es posible para el que cree" (Marcos 9:23). Gálatas 3:5 nos invita a descansar en Su obra, no en la nuestra.

Oración
Padre celestial, gracias porque eres Tú quien nos das Tu Espíritu y obras maravillas en nuestras vidas. Reconocemos que no es por nuestras fuerzas, sino por Tu gracia. Perdónanos cuando hemos confiado en nuestros méritos en lugar de en Tu amor. Aviva nuestra fe para creer que eres poderoso y fiel. Que cada día vivamos dependiendo de Ti, esperando Tus obras sobrenaturales. En el nombre de Jesús, amén.

EL SEÑOR ES MI LUZ Y MI SALVACIÓN

(Salmo 27:1 RVR60):
"Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?"

Introducción: La luz en medio de las tinieblas
En un mundo lleno de incertidumbre, dolor y adversidad, el salmista David proclama una verdad eterna: Dios es nuestra luz y salvación. Estas palabras no son solo una declaración poética, sino un grito de confianza en medio de las batallas. David, quien enfrentó persecución, traición y peligro, sabía que su seguridad no dependía de las circunstancias, sino de la presencia del Señor.

1. Jehová es mi luz
La luz en la Biblia simboliza dirección, revelación y esperanza. Sin luz, caminamos en tinieblas, tropezando sin rumbo. Pero cuando Dios es nuestra luz, Él:

Ilumina nuestro camino (Salmo 119:105).

Disipa el miedo y la confusión (Juan 8:12).

Revela su verdad en medio de la mentira.

En los momentos más oscuros, cuando no entendemos lo que sucede, podemos clamar: "Señor, ¡brilla en esta situación!" Su luz nos guía hacia su propósito.

2. Jehová es mi salvación
No solo somos guiados, ¡somos rescatados! La palabra salvación (en hebreo yeshuah) implica liberación, victoria y redención. David recordaba cómo Dios lo había librado de leones, gigantes y enemigos. Pero más allá de lo físico, esta verdad apunta a Jesús, nuestra salvación eterna (Hechos 4:12).

¿Hay algo de lo que necesites ser salvo hoy? De pecado, angustia, enfermedad o desesperanza, Dios es tu rescate.

3. ¿De quién temeré?
La pregunta retórica del salmista revela una fe audaz. Si Dios está con nosotros:

El miedo pierde su poder (2 Timoteo 1:7).

Las amenazas se desvanecen (Romanos 8:31).

Ningún enemigo prevalece (Isaías 54:17).

David no negaba la existencia del peligro, pero su enfoque estaba en la grandeza de Dios, no en la magnitud del problema.

4. Jehová es la fortaleza de mi vida
No solo recibimos ayuda externa; ¡Dios es nuestra fuerza interior! (Filipenses 4:13). La palabra fortaleza (hebreo maoz) implica un refugio inexpugnable. Cuando nos sentimos débiles, Él nos sostiene (Isaías 40:29-31).

Aplicación práctica
Declara su luz: En lugar de enfocarte en la oscuridad, proclama que Dios alumbra tu camino.

Confía en su salvación: Entrega tus luchas a Él; nada es imposible para quien lo creó todo.

Vence el miedo: Recuerda que el que está en ti es mayor que el que está en el mundo (1 Juan 4:4).

Oración
Padre celestial, gracias porque eres mi luz en medio de la oscuridad. Hoy declaro que no hay tiniebla tan densa que pueda apagar tu gloria. Eres mi salvación, mi refugio y mi fortaleza. Renuncio al miedo y me aferro a tu promesa de que nada me apartará de tu amor. Ayúdame a confiar en ti cada día, recordando que contigo, ¡soy más que vencedor! En el nombre de Jesús, amén.

Aclaración

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