"Todo lo que respira alabe a Jehová. Aleluya." — Salmo 150:6 (RVR60)
Este versículo, que cierra el libro de los Salmos, es un llamado universal y apasionado a la adoración. No es una invitación opcional, sino un mandato gozoso dirigido a toda criatura viviente. La alabanza no está reservada solo para ciertos momentos, personas o lugares, sino que es el propósito fundamental de todo ser que posee el aliento de vida.
1. La Universalidad de la Alabanza
El salmista no hace distinciones: "Todo lo que respira" incluye a jóvenes y ancianos, ricos y pobres, todas las naciones y toda la creación (cf. Salmo 148). La alabanza a Dios trasciende culturas, idiomas y circunstancias. Si tenemos vida, tenemos razón para adorar. La respiración misma, ese don divino que sostiene nuestra existencia, debería recordarnos que fuimos creados para glorificar a nuestro Hacedor.
2. El Objeto de Nuestra Alabanza: Jehová
No cualquier dios merece nuestra adoración, sino Jehová (Yahvé), el Dios de Israel, el Creador y Redentor. Él es santo, fiel, misericordioso y digno de toda exaltación (Apocalipsis 4:11). Alabarle no es solo cantar, sino vivir en obediencia, gratitud y entrega (Romanos 12:1).
3. El Aleluya Final
La palabra "Aleluya" (del hebreo Hallelujah) significa "Alabad a Jehová". Este cierre jubiloso nos recuerda que la adoración no termina; es eterna. En el cielo, los redimidos proclamarán sin cesar: "¡Aleluya! Porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina" (Apocalipsis 19:6).
Aplicación Práctica
Adora en todo tiempo: Aun en pruebas, como Job, di: "Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito" (Job 1:21).
Adora con todo tu ser: Usa tu voz, tus manos, tus talentos y tu vida entera para glorificar a Dios.
Adora en comunidad: La alabanza colectiva fortalece la fe y testifica al mundo (Hebreos 10:25).
Oración
Padre celestial, gracias por el don de la vida y por tu misericordia que nos permite alabarte. Perdónanos cuando hemos guardado silencio o permitido que las circunstancias apaguen nuestra adoración. Hoy, con todo nuestro ser, te exaltamos. Que cada respiro que tomemos sea un recordatorio de tu bondad y un motivo para decir: ¡Aleluya! Tú eres digno de toda honra, poder y gloria. Enséñanos a vivir en alabanza constante, hasta el día en que nos unamos al coro eterno ante tu trono. En el nombre de Jesús, amén.
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