EL SACRIFICIO DE JESÚS EN LA CRUZ

"Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él". 2 Corintios 5:21.

Tendremos que esperar al regreso de Jesús para explicar totalmente el significado de este versículo. Pero esto no significa que este pasaje esté totalmente más allá de nuestra comprensión. Podemos decir algunas cosas acerca de él, aun cuando gran parte permanece inexplicable.

1. «Al que no conoció pecado»: Que Jesús no cometió pecado alguno está indicado en varios lugares del Nuevo Testamento (1 Juan 3:5; 1 Ped. 2:22; Heb. 4:15). Esto no significa sencillamente la ausencia de un acto de desobediencia de su parte, sino también la ausencia de la mancha del pecado en su persona. Su absoluto distanciamiento del pecado en cualesquiera de sus formas y expresiones yace en el mismo fundamento del poder salvador de su muerte. Aparte de Cristo, nadie más ha quebrado el poder esclavizante del pecado (Rom. 3:9, 10). Permanentemente derrotó el poder universal del pecado. Estas son las buenas noticias: aquel sobre quien el pecado fue incapaz de reinar, ha colocado su victoria al servicio de la raza humana, como medio de expiación.

2. «Por nosotros lo hizo pecado»: Esta frase revela varias ideas importantes. 

Primero, rechaza la visión de que el Padre estaba en contra de nosotros y que el Hijo debía persuadir al Padre de que nos ame. Fue Dios el que tomó la iniciativa y proveyó lo que necesitábamos; nos amó aun en nuestra rebelión y pecado.

Segundo, somos confrontados con el misterio insondable de la expiación. La expiación ocurre misteriosamente en el encuentro entre la santidad y el pecado, la muerte y la vida, la pureza y la impureza. Se podría argumentar que Cristo llegó a ser pecado al portar nuestro pecado, asumiendo total responsabilidad por ello y experimentando su castigo. Pero no deberíamos separar la imagen legal del hecho de que, sobre la cruz, Cristo en verdad experimentó al absoluto abandono de Dios.

Tercero, Cristo llegó a ser pecado «por nosotros», en nuestro beneficio, como nuestro Sustituto. Conocemos la carga de nuestro propio pecado sin experimentar el total abandono de Dios. Sin embargo, nuestra culpa, insuficiencia y vergüenza es una pesada carga sobre nuestras almas. Como nuestro Sustituto, Cristo experimentó la culpa, la vergüenza y la humillación de toda la raza humana enteramente abandonada por Dios. La culpa y la ignominia del pecado fueron acumuladas sobre él hasta que lo aplastaron, mientras él gemía bajo su peso (Heb. 5:7).

Nota que él no llegó a ser un pecador, sino pecado. El pecado de la raza humana fue acreditado a él no de una manera impersonal, sino en la realidad. El que no tuvo pecado, fue tratado como si hubiera cometido el pecado de cada ser humano que haya vivido alguna vez o vivirá en este mundo de pecado y muerte. Él «nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición» (Gál. 3:13). La maldición que estaba sobre nosotros fue cargada en su persona, y a través de su muerte consumió su poder condenador en favor de los que creen. Él «se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos» (2 Cor. 8:9). Las palabras «su pobreza» se refieren al hecho de que llegó a ser maldición por nosotros, y nuestro pecado y su culpabilidad fueron transferidos de nosotros a él como nuestro Sustituto. Jesús tomó nuestra pobreza sobre sí con el fin de poder enriquecernos.

3. «Para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él»: Aquí se revela el propósito de la maravillosa muerte sacrificial de Cristo. Tomó lo que era nuestro -nuestro pecado- y nos dio lo que no teníamos: la justicia de Dios. Este don está únicamente disponible para los que están en Cristo; aquellos que existen en una relación de fe con él como el Hijo de Dios.

La frase «justicia de Dios» podría designar la justicia que el Señor imparte sobre nosotros por medio de la santificación. O podría significar la justicia que tenemos ante Dios, la justicia imputada que Dios nos acredita por fe en Cristo. Esta última interpretación parece la más apropiada en el contexto. Cristo tomó lo que no era suyo, nuestro pecado. Ahora, en él participamos de lo que no era nuestro: el don de la justificación por la fe. Dios hizo en Cristo y a través de Cristo lo inimaginable: lo hizo pecado. Por causa de todo esto, somos aceptados en el Amado.
(Por Ángel Manuel Rodríguez)

Oración

Padre Celestial,

Te damos gracias por el inmenso amor que demostraste al enviar a tu Hijo Jesús a morir por nosotros. Te pedimos que nos ayude a comprender la profundidad de tu sacrificio y a vivir una vida que refleje tu gracia y justicia.

Ayúdanos a ser como Jesús, a vivir una vida libre de pecado y llena de amor por los demás. Que nuestras acciones sean un reflejo de tu justicia y que podamos llevar tu mensaje de esperanza al mundo.

Te lo pedimos en el nombre de Jesús,

Amén.

UN SOLO DIOS Y UN SOLO MEDIADOR

"Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo". 1 Timoteo 2:5-6.

En estos dos versículos encontramos una verdad fundamental de la fe cristiana: la existencia de un solo Dios y un solo mediador entre Él y la humanidad: Jesucristo.

Un solo Dios

La afirmación de que solo hay un Dios nos recuerda la exclusividad y la supremacía de nuestro Creador. No hay otro ser comparable a Él, ni en poder, ni en sabiduría, ni en amor. Él es el único que merece nuestra adoración y nuestra reverencia.

Un solo mediador

Jesucristo, siendo Dios y hombre a la vez, es el único que puede unirnos a Dios. Su muerte en la cruz como sacrificio por nuestros pecados nos abrió el camino a la salvación. A través de Él, podemos tener una relación personal con Dios Padre.

Rescate por todos

La muerte de Jesús no fue solo por unos pocos, sino por todos. Su amor y su gracia son universales, y están disponibles para cualquier persona que se arrepienta de sus pecados y lo reciba como Señor y Salvador.

Testimonio a su debido tiempo

El mensaje de la muerte y resurrección de Jesús ha sido proclamado a lo largo de la historia. Millones de personas han dado testimonio de su poder transformador en sus vidas.

¿Cómo te anima la verdad de que hay un solo Dios y un solo mediador entre Él y la humanidad? ¿De qué manera puedes compartir este mensaje con otros?

Oración

Padre celestial, te adoramos como el único Dios verdadero. Te damos gracias por enviar a tu Hijo Jesucristo, nuestro único mediador, para que nos reconciliara contigo.

Gracias por su sacrificio perfecto en la cruz, que nos abrió el camino a la salvación. Te pedimos que nos ayudes a vivir una vida que te honre y que refleje tu amor a los demás.

En el nombre de Jesús, amén.

LA SALVACIÓN Y GLORIA PROVIENEN SOLO DE DIOS

"En Dios está mi salvación y mi gloria; en Dios está mi roca fuerte, y mi refugio". Salmos 62:7.

En este hermoso versículo del libro de Salmos, encontramos una profunda declaración de confianza en Dios. El salmista nos recuerda que nuestra salvación y gloria provienen únicamente de Dios. Él es nuestra roca fuerte, nuestro refugio seguro en tiempos de dificultad.

En medio de las pruebas y los desafíos de la vida, es fácil caer en la desesperación y buscar soluciones en nuestras propias fuerzas. Sin embargo, este versículo nos insta a depositar nuestra confianza en Dios, reconociendo que Él es nuestro único salvador y protector. Él es la fuente de nuestra fortaleza y seguridad.

Cuando enfrentamos dificultades, podemos buscar refugio en Dios. Él nos invita a acercarnos a Él en oración, a depositar nuestras preocupaciones y cargas en sus manos amorosas. En lugar de confiar en nuestras propias habilidades o en las soluciones temporales del mundo, podemos confiar en la fidelidad y el poder de nuestro Dios.

Oración

Amado Dios, te agradecemos por ser nuestra salvación y nuestra gloria. En ti encontramos refugio y fortaleza. En medio de las pruebas y tribulaciones, te pedimos que nos des la confianza para depositar nuestras cargas en tus manos amorosas. Ayúdanos a recordar que tú eres nuestra roca fuerte y nuestro refugio seguro. Fortalécenos y guíanos en tu camino. En el nombre de Jesús, Amén.

Que este versículo y devocional nos recuerden la importancia de confiar en Dios en todas las circunstancias. Que su amor y poder nos guíen y nos den la paz que solo Él puede brindar. Amen.

TENEMOS EL PRIVILEGIO DE CREER EN CRISTO Y PADECER POR ÉL

"Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él". Filipenses 1:29.

En este pasaje de Filipenses, el apóstol Pablo nos enseña una verdad profunda y desafiante. Nos dice que no solo se nos ha concedido el privilegio de creer en Cristo, sino también el de padecer por Él. ¿Qué significa esto?

En primer lugar, debemos entender que creer en Cristo no es simplemente asentir intelectualmente a su existencia, sino confiar en Él como nuestro Salvador y Señor. Es un compromiso total de nuestras vidas, entregándonos a su voluntad y propósito. Pero eso no es todo. Pablo nos recuerda que también se nos ha dado el privilegio de sufrir por amor a Cristo.

El sufrimiento puede venir en diferentes formas: persecución, rechazo, dificultades, pruebas o incluso el desafío de vivir una vida conforme a los principios y valores de Cristo en medio de un mundo hostil. Sin embargo, a pesar de las dificultades, debemos recordar que el sufrimiento por Cristo tiene un propósito y un valor eterno.

Cuando padecemos por causa de Cristo, estamos identificándonos con Él y participando en su sufrimiento redentor. Nos unimos a la historia de la cruz y compartimos en la obra de Dios en el mundo. Nuestro sufrimiento se convierte en una oportunidad para mostrar la gloria de Dios, para fortalecer nuestra fe y para ser testimonios vivientes de su gracia transformadora.

Entonces, ¿cómo podemos enfrentar el sufrimiento con fe y esperanza? Primero, recordemos que no estamos solos en nuestras dificultades. Cristo está con nosotros en cada paso del camino, fortaleciéndonos y sosteniéndonos. Además, debemos confiar en la promesa de que Dios utiliza nuestro sufrimiento para su gloria y nuestro bien.

Finalmente, oremos a Dios, reconociendo que el sufrimiento es parte de nuestra experiencia como seguidores de Cristo. Oremos para que nos dé fortaleza y perseverancia en medio de las pruebas. Oremos para que nos ayude a mantener nuestros ojos puestos en Él y en su eterna recompensa. Y oremos para que, a través de nuestro sufrimiento, podamos ser testigos poderosos de su amor y gracia para aquellos que nos rodean.

Oración

Querido Dios, te agradecemos por el privilegio de creer en Cristo y de padecer por Él. Ayúdanos a confiar en ti en medio de las dificultades y a encontrar fortaleza en tu presencia. Te pedimos que utilices nuestro sufrimiento para tu gloria y nuestro crecimiento espiritual. Permítenos ser testigos valientes de tu amor y gracia en este mundo. En el nombre de Jesús, amén.

LA GRAN MISERICORDIA Y EL AMOR DE DIOS HACIA NOSOTROS.

"Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad". 1 Juan 1:9.

Este versículo nos recuerda la gran misericordia y el amor de Dios hacia nosotros. No importa cuán grande sea nuestro pecado, si lo confesamos con un corazón sincero, Dios está dispuesto a perdonarnos y limpiarnos de toda maldad.

* ¿Qué significa para ti el perdón de Dios?
* ¿Cómo puedes experimentar la libertad que viene del perdón?
* ¿Cómo puedes vivir una vida que agrade a Dios?

Oración

Padre Celestial, te venimos con corazones humildes a confesar nuestros pecados. Reconocemos que hemos fallado y te pedimos perdón. Sabemos que eres fiel y justo, y que tu amor por nosotros es infinito. Gracias por tu gracia y por la oportunidad de empezar de nuevo.

Te pedimos que nos ayudes a vivir una vida que te agrade, libre de pecado. Danos la fuerza y la sabiduría para resistir la tentación y seguir tus caminos.

En el nombre de Jesús, amén.

LA REALIDAD DEL PECADO Y LA GRACIA DE DIOS

"Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro". Romanos 6:23.

Este versículo nos habla de dos realidades contrastantes: la consecuencia del pecado y el regalo de la gracia de Dios. La "paga" o consecuencia del pecado es la muerte, no solo física sino también espiritual, una separación eterna de Dios. Por otro lado, la "dádiva" de Dios, que es un regalo inmerecido, es la vida eterna que se encuentra en Cristo Jesús, nuestro Señor.

La vida eterna es un regalo que no podemos ganar con esfuerzos o buenas obras; es un acto de amor y misericordia de parte de Dios hacia nosotros. En Jesucristo, Dios ofrece redención y una nueva vida que trasciende la muerte. Este regalo divino nos invita a vivir en una relación restaurada con Él, donde el pecado ya no tiene la última palabra.

La reflexión sobre este versículo nos lleva a reconocer nuestra necesidad de un Salvador y la magnitud del sacrificio de Jesús en la cruz. Nos anima a dejar atrás una vida de pecado y a abrazar la vida nueva que se nos ofrece en Cristo.

Oración

Señor Dios, reconozco que la paga del pecado es la muerte, pero Tú en tu infinita gracia me has ofrecido el regalo de la vida eterna a través de Jesucristo. Te pido que me ayudes a vivir en la libertad que este regalo conlleva, a alejarme del pecado y a caminar en la luz de tu presencia. Gracias por tu amor incondicional y tu misericordia que renueva cada día. En el nombre de Jesús, Amén.

Aclaración

Este Blog no tiene fines de lucro, ni propósitos comerciales, el único interés es compartir los gustos y las preferencias de su autor, con personas afines. Julio Carreto. Predicador