"Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano."
1 Juan 4:21 (RVR60)
Introducción: Un Mandamiento Inseparable
El apóstol Juan, conocido como el discípulo amado, nos deja una de las verdades más profundas y desafiantes de la vida cristiana: el amor a Dios y el amor al prójimo son inseparables. No podemos decir que amamos a Dios si no amamos a aquellos que Él ha creado a Su imagen. Este versículo no es una sugerencia, sino un mandamiento divino, una orden que refleja el corazón mismo de Dios.
En un mundo donde el amor muchas veces se reduce a sentimientos superficiales o intereses personales, la Palabra de Dios nos llama a un amor radical, sacrificial y práctico. Pero, ¿por qué es tan importante este mandamiento? ¿Cómo podemos vivirlo en nuestra vida diaria?
1. El Origen del Mandamiento: Viene de Dios
Juan comienza diciendo: "Tenemos este mandamiento de él". No es una idea humana, sino una instrucción divina. Jesús mismo lo resumió en Mateo 22:37-39:
"Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo."
Dios no divide estos dos amores; están entrelazados. Si decimos amar a Dios pero despreciamos a nuestro hermano, nuestra adoración está incompleta (1 Juan 4:20).
2. La Naturaleza del Amor Verdadero
Amar a Dios implica obediencia (Juan 14:15), pero también se manifiesta en cómo tratamos a los demás. El amor al prójimo no es opcional; es la evidencia de que conocemos a Dios (1 Juan 4:7-8).
Es práctico: No basta con palabras; el amor se demuestra en acciones (1 Juan 3:18).
Es inclusivo: No solo amamos a quienes nos caen bien, sino también a los difíciles, a los diferentes e incluso a nuestros enemigos (Mateo 5:44).
Es sacrificial: Como Cristo dio Su vida por nosotros, nosotros debemos estar dispuestos a dar de nosotros mismos por los demás (1 Juan 3:16).
3. El Peligro del Amor Falso
Juan advierte contra el engaño de un amor teórico. Podemos cantar alabanzas, orar largamente y servir en la iglesia, pero si hay amargura, chismes o indiferencia hacia otros creyentes, nuestro amor a Dios es cuestionable.
¿Amamos más nuestras opiniones que a las personas?
¿Juzgamos en lugar de restaurar con humildad?
¿Cerramos nuestro corazón ante las necesidades ajenas?
Si es así, necesitamos arrepentirnos y permitir que el Espíritu Santo nos llene de Su amor.
4. El Testimonio del Amor
Cuando amamos como Cristo nos mandó, el mundo ve a Dios en nosotros (Juan 13:35). Nuestro amor se convierte en un testimonio poderoso de que Jesús está vivo en nuestros corazones.
En la familia: Paciencia, perdón y servicio.
En la iglesia: Unidad, ánimo y compasión.
En la sociedad: Justicia, misericordia y generosidad.
Conclusión: Un Llamado a Amar como Cristo
1 Juan 4:21 no es un versículo para admirar, sino para obedecer. Hoy, Dios nos desafía a examinar nuestro corazón:
¿Estamos amando a Dios con todo nuestro ser?
¿Ese amor se traduce en amor genuino hacia los demás?
Que el Espíritu Santo nos guíe a vivir este mandamiento con integridad, recordando que "el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios, a quien no ha visto" (1 Juan 4:20).
Oración
Padre celestial, gracias por enseñarnos que el amor a Ti y el amor a nuestros hermanos van de la mano. Perdónanos por las veces que hemos fallado en amar como Tú nos mandas. Llena nuestro corazón de Tu amor inagotable, para que podamos reflejarlo en cada relación, cada palabra y cada acción. Ayúdanos a ver a los demás como Tú los ves y a servirles con humildad y compasión. Que nuestro amor sea genuino, práctico y transformador, para que el mundo conozca que somos Tus discípulos. En el nombre de Jesús, amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario