"Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró". (Lucas 23:46, RVR60)
Introducción
Las últimas palabras de una persona suelen revelar lo más profundo de su corazón. En el caso de Jesús, sus palabras finales en la cruz no fueron de derrota, sino de victoria; no de desesperación, sino de confianza absoluta en el Padre. Lucas 23:46 registra el momento culminante de la vida terrenal de Cristo, donde, con un clamor poderoso, entrega voluntariamente Su espíritu al Padre. Esta declaración no solo muestra Su completa sumisión a la voluntad de Dios, sino que también nos enseña el modelo perfecto de fe y entrega en los momentos más difíciles.
1. El Grito de Victoria en la Entrega
Jesús no murió como un mártir agotado, sino como el Hijo obediente que cumplió Su misión. Su clamor "a gran voz" indica fortaleza y plena conciencia, a pesar del dolor físico y emocional. Mientras muchos moribundos susurran sus últimas palabras, Jesús las proclama con autoridad, demostrando que nadie le quitaba la vida, sino que Él la entregaba voluntariamente (Juan 10:18).
En medio del sufrimiento, Jesús no maldice, no se queja; en cambio, confía. Su grito es eco del Salmo 31:5, donde David expresa su fe en Dios como refugio. Jesús, el Hijo perfecto, vive esta Escritura en su máxima expresión, mostrándonos que incluso en la muerte, el creyente puede descansar en las manos del Padre.
2. "Padre": La Relación que Sustenta
Jesús no dice "Dios", sino "Padre". En el momento más oscuro, se aferra a la intimidad de Su relación con el Padre. Aunque sintió el peso del abandono cuando cargó nuestro pecado (Mateo 27:46), ahora restaura esa comunión. Nos enseña que, sin importar la prueba, podemos acudir a Dios como Abba (Romanos 8:15), sabiendo que somos amados.
3. "En Tus Manos Encomiendo Mi Espíritu": La Fe que Trasciende la Muerte
Las manos del Padre simbolizan cuidado, protección y soberanía. Jesús no entrega Su espíritu al destino o a la muerte, sino al amoroso control del Padre. Esto refleja:
Confianza absoluta: Jesús sabe que la muerte no es el fin. Sus manos son seguras (Juan 10:28).
Modelo para nosotros: Como Esteban (Hechos 7:59), aprendemos a confiar nuestra vida—y muerte—a Dios.
4. "Y Habiendo Dicho Esto, Expiró": El Poder de una Vida Entregada
Jesús muere con propósito. Su entrega no es resignación, sino cumplimiento (Juan 19:30). Su muerte:
Redime: Pagó el precio por nuestro pecado.
Invita: Nos llama a confiar en Él como Salvador.
Transforma: Nos enseña a vivir—y morir—en fe.
Aplicación: ¿En Qué Manos Está Tu Vida?
Jesús no solo murió por nosotros; nos mostró cómo vivir. Hoy, Él nos pregunta: ¿En qué manos está tu espíritu? ¿En las manos de la ansiedad, el pecado o el miedo? O, como Él, ¿en las manos del Padre?
Oración
Padre celestial, en este día vengo delante de Ti con un corazón humilde, recordando las palabras de Tu Hijo en la cruz. Enséñame a confiar en Ti como Jesús lo hizo, aun en mis momentos más difíciles. Hoy encomiendo mi espíritu, mi vida, mis temores y sueños en Tus manos, sabiendo que eres fiel y que Tu amor nunca me abandonará. Que mi vivir—y mi morir—glorifiquen Tu nombre. En el nombre de Jesús, amén.
Palabra de Bendición:
"Que el Dios de paz, que levantó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, guarde vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús. Amén". (Hebreos 13:20-21).
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