9. VIDAS RESTAURADAS

Bienvenidos al sermón número 9 de la serie “El poder de la fe”, estoy seguro que Dios está haciendo cambios significativos en tu vida, porque ahora estás aprendiendo a no guiarte por tus sentidos, por tu intuición, por tu inteligencia o por referencia de otros. Sino que has empezado caminar en la fe, la que proviene de Dios. La semana pasada tratamos el asunto de aprender a hablar el lenguaje de la fe, porque hasta en tu manera de comunicarte y expresarte está permeado del don de la fe.

El tema de hoy es cómo la fe empieza a regenerar nuestras vidas el don de la fe, porque una vez que la fe empieza a actuar en tu vida, Dios empieza a restaurarte y prepararte para lago bueno. ¿Qué es lo que Dios va a restaurar en tu vida? ¿Hay algo que Dios no restaurará? ¿Cómo puedo cooperar con el plan divino de restauración?

Nuestra naturaleza humana se inclina a estudiar la fe de manera que nos ayude a llevar a cabo nuestros propósitos. Es triste cuando se busca la fe sólo como una manera de satisfacer una necesidad personal, como una aspirina que te quita el dolor de cabeza.

Todos los seres humanos tenemos necesidades y esto nos puede lleva a caer en una trampa. Por un lado, Dios quiere satisfacer todas nuestras necesidades (Mateo 6:33). Por otro lado, ¡Dios tiene un plan! Él no existe por el solo hecho de satisfacer nuestras necesidades. Desde la eternidad, Dios se ha comprometido a llevar adelante un curso de acción, y no torcerá su plan. Al ejecutar ese programa eterno, en su gracia satisface nuestras necesidades. Pero su plan va mucho más allá que el mero alivio de la condición humana, de nuestros problemas, enfermedades o pérdidas.

La fe alcanza su mayor exponente cuando tú y yo cooperamos con el plan eterno de Dios y nos unimos a Él en su búsqueda, en vez de exigirle que se una al nuestro. La restauración implica que se ha perdido algo. Nadie puede vivir en un planeta caído, tratar con la naturaleza propia caída y enfrentar la naturaleza caída de los demás sin sufrir pérdidas. Tienes que aprende a vivir por fe, a enfrentar todo lo que sucede en tu vida y salir victorioso. Es cuando te has comprometido a estar en el plan de Dios, sentirás la gracia y el poder de los ministerios de restauración de Dios.

En la Biblia tenemos varios ejemplos de cómo Dios restaura después de experimentar una pérdida, el papel que juega la fe y la manera de cómo interviene el Espíritu Santo para hacer nuevas todas las cosas.

Hageo es uno de los profetas que pertenecieron al período de restauración. Generalmente se cree que este período vino después de que gran parte de la población de Israel fuera deportación a Babilonia. Israel fue entonces repoblado por los babilonios, y más tarde por el imperio persa. Aun antes de que comenzara la deportación, después de años de derrotas humillantes a mano de los asirios, Dios habló a través de sus profetas e indicó que Israel sería restaurado en sus tierras. Al comenzar dicha restauración, tal como Dios había dicho, Hageo fue usado para hacerle recordar al pueblo el plan de Dios.

Hageo profetizó durante los esfuerzos de Esdras (520 a.C.) y su pueblo por reconstruir el templo de Salomón que había sido demolido. «El libro de Hageo aborda tres problemas comunes a todos los pueblos en todas las épocas, y ofrece tres inspiradoras soluciones a estos problemas. El primero de los problemas es el desinterés (1:1–15). El pueblo había retornado del exilio con el propósito de reconstruir el templo de Jerusalén (Esdras 1:2–4) y había comenzado la tarea asignada; pero surgió la oposición y la obra se detuvo. La gente se interesó más en construir sus propias casas, quizás para olvidar el tiempo vivido en tierra extraña (1:4). Dios les habló en dos ocasiones para despertarlos de su apatía. Primero debían reconocer que su vida era infructuosa (1:5, 6), porque habían desestimado la casa de Dios para ocuparse de sus propias casas (1:7, 9). Los esfuerzos por construir su propio reino no podrían jamás producir frutos permanentes. Después de tomar conciencia de sus problemas, el pueblo debía comprender que Dios aceptaría la obra que pudieran hacer, lo glorificarían con solo dedicarle lo que tenían (1:8).

»El segundo problema es el desaliento (2:1–9). Algunos los mayores dentro del grupo de los exilados que retornaron habían visto el templo de Salomón cuando eran niños; así que ningún edificio, por hermoso que haya sido, podía compararse con la gloria del templo anterior (2:3). El desaliento de los mayores pronto influyó en los jóvenes, y a sólo un mes de iniciada la obra cesó la edificación del templo. Pero, de nuevo Hageo trae un mensaje dirigido a enfrentarse enérgicamente al desaliento del pueblo. La solución consta de dos partes: una trata del problema inmediato, la otra ofrece una solución a largo plazo. Por el momento, es suficiente que el pueblo se esfuerce… se esfuerce… y trabaje (2:4). La otra clave para superar el desaliento es hacer saber a los constructores que están edificando un templo para que Dios lo llene con su gloria, de tal manera, que sobrepase la antigua gloria del templo de Salomón (2:9).

»El último problema que Hageo enfrenta es el de la insatisfacción (2:10–23). Ahora que pueblo está trabajando espera recuperar rápidamente los años de inactividad. Entonces el profeta se presenta ante los sacerdotes con una pregunta (2:12, 13) sobre las cosas limpias e inmundas y su influencia recíproca. La respuesta de los sacerdotes es que la inmundicia se contagia, mientras que la santidad no. La lección es obvia: no esperes que la obra de tres meses compense dieciséis años de negligencia. El siguiente mensaje de Dios para el pueblo constituye una sorpresa: Mas desde este día los bendeciré (2:19). La gente debía comprender que la bendición de Dios no podía ser comprada, sino que era una dádiva gratuita del Dios misericordioso. Dios escogió a Zorobabel como una señal (2:23), es decir, como representante de la naturaleza del siervo, la cual tuvo su máxima expresión en el más grande hijo de Zorobabel, Jesús. El nombre de Zorobabel en las dos listas genealógicas que aparecen en los Evangelios (Mateo 1;  Lucas 3), lo que indica que la más alta y definitiva bendición de Dios se encarna en una persona, la de su Hijo Jesucristo» 

Hacer restitución (Shalam). En forma figurada, ser o estar (completar; por insinuación, ser amigable; por extensión, corresponder). Se traduce como «desagraviar», «terminar», «llenar», «hacer el bien», «restaurar», «restituir». Da la idea de devolver algo a su propietario, o de enmendar, en el sentido de intentar devolver algo a su sitio original.

Restablecer (shuwb). Devolver en forma práctica o figurada (no necesariamente con la idea de que sea a su punto de origen). Esta palabra trae la connotación de un nuevo comienzo. El regreso al punto de partida podría ser imposible en términos geográficos o de tiempo. Sin embargo, en este sentido, «restablecer» hace posible un nuevo comienzo.

Ante toda crisis que ha provocado pérdida, se requiere todo un programa de restauración divina. El efecto de vivir bajo el poder de la fe, te hace experimentar una vida restaurada y restituida. Qué efecto tiene desde la fe, la vida restaurada, en qué restaura, veamos algunos de ellos:

  1. Restaura nuestro gozo de la salvación.

El problema de muchos creyentes que viven el cristianismo como una costumbre y no como una experiencia nueva, con mucha religiosidad muerta, tal parecería que la experiencia de la salvación ya no resulta de alegría o gozo. Pero no sólo la costumbre de vivir en una religión hace que se pierda el gozo de salvación, también los problemas que enfrentamos pueden generarte desánimo cuando piensas que Dios no está escuchando tu oración o súplica; también se puede perder el gozo cuando cometes una falta que perjudica gravemente a las personas y te genera sentimiento de culpa, siente que te has alejado del amor de Dios y de su presencia. Salmos 51:10–12: « Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva la firmeza de mi espíritu. No me alejes de tu presencia ni me quites tu santo Espíritu. Devuélveme la alegría de tu salvación; que un espíritu obediente me sostenga».

Esta oración de David es su respuesta a la obra de convicción del Espíritu Santo luego de su pecado con Betsabé. Está incluida en las Escrituras porque nos ofrece un modelo de la posibilidad de recibir perdón y la restauración del gozo de salvación.

  1. Restaura nuestras ganas para vivir.

Cuando llegas a pasar por momentos muy difíciles, puedes experimentar este tipo de sentimiento que se denomina depresión. La depresión (del latín depressus, que significa 'abatido', 'derribado') es un trastorno del estado de ánimo que en términos coloquiales se presenta como un estado de abatimiento e infelicidad que puede ser transitorio o permanente.

El término médico hace referencia a un síndrome o conjunto de síntomas que afectan principalmente a la esfera afectiva: la tristeza patológica, el decaimiento, la irritabilidad o un trastorno del humor que puede disminuir el rendimiento en el trabajo o limitar la actividad vital habitual, independientemente de que su causa sea conocida o desconocida.

Sólo un problema muy significativo como un evento no deseado o programado en tu vida lo puede provocar la muerte de un familiar, la pérdida del empelo, un divorcio, una infidelidad, una enfermedad incurable; pero la gracia de Dios hace que todas estas cosas no prevalezcan sobre nosotros, Él tiene un plan para estos casos, es muy claro; y seguramente, sus promesas, como lo muestra el profeta del Antiguo Testamento en Isaías 57:18 « He visto sus caminos, pero lo sanaré; lo guiaré y lo colmaré de consuelo. Y a los que lloran por él».

¿Qué clase de actitud atrae esta promesa de restauración de Dios? «No hay paz para los impíos» contrasta con la restauración del consuelo y ayuda a definir el significado de consuelo. No quiere decir consuelo en el sentido de conveniencia. Tiene más que ver con el llanto. La obra de restauración divina quitará ese tipo peculiar de tristeza que le roba al hombre la motivación por la vida. Cuando el penitente toma los pasos necesarios para avanzar más allá de la tristeza personal y el llanto se arrepiente ante el Señor y Él le dará tal renovación que renace la posibilidad de vivir de nuevo.

  1. Restaura nuestra relación con Dios.

La vida acelerada en nuestras ciudades son altamente estresantes, vivimos bajo el terror, el miedo, la desconfianza, la incertidumbre, la soledad y nuestro abandono. Todo esto genera una pérdida de relación con Dios y esa pérdida se refleja en los síntomas que te esté impulsando. Jeremías 30:17 « He visto sus caminos, pero lo sanaré; lo guiaré y lo colmaré de consuelo. Y a los que lloran por él».

Esta promesa es especial porque se refiere al fin del juicio. Cuando el profeta Jeremías dijo: «Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis» (Jeremías 29:11), se refería al fin de la dispersión de Israel; cuando regresaran a la tierra. El poder de la Palabra se emite durante la época en que Israel cosecha lo que sembró. Aun allí, Dios les dice: «Esto pasará. No es esto lo que quiero para ti. Yo te daré paz, y cumpliré las expectativas que todavía son posibles porque eres mi pueblo». Las heridas en  Jeremías 30.17  no son causadas por hombres. ¡Las causa el juicio de Dios! Por tanto podemos con seguridad dar expresión al corazón y a la voluntad de Dios para quien ha vivido el juicio del Señor por los pecados cometidos. Él desea sanar las heridas de su juicio y restaurar su corazón hacia Él.

  1. Restaura el poder para vivir con fortaleza.

Cuando pasas por momentos de muchos problemas, se genera un desgaste en tu vida, inviertes mucha energía en tratar de soportar el problema en tu cabeza y corazón, invierte mucha energía en buscar una solución, piensas, buscas, consultas, lloras, te enojas, te impacientas, cuestionas, regresas, etc. y al final quedas agotado de ese problema y ya no quieres saber nada. Es cuando el poder de la fe, te renueva las fuerzas, para continuar con tu vida, para que puedas vivir con fortaleza, el poder de la fe te mueve en esperanza y fortaleza, dice el profeta Isaías 40:31 « Pero los que confían en el Señor renovarán sus fuerzas; volarán como las águilas: correrán y no se fatigarán, caminarán y no se cansarán».

Esta restauración tiene también una condición. La renovación de la fuerza está disponible para quienes descansan en el Señor. ¡La idea de depender de otro no es popular en nuestra cultura! Se ve como señal de debilidad y disfunción. Pero en lo que respecta a tu relación con el Señor, la dependencia es un factor de fuerza. ¡Tu fuerza depende de tu debilidad! En efecto, ¿no es lo que dijo el apóstol Pablo? «Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2 Corintios 12:10). Descubrirás que tiene que ver con el cambio, con la renovación de lo que muere y algo nuevo que toma su lugar.

Fuente: Pastor Alberto Arenas Mondragón.

8. CÓMO HABLAR EL LENGUAJE DE LA FE

Bienvenidos al sermón número ocho de la serie “El poder de la fe”. En esta ocasión desarrollaremos el uso del lenguaje de la fe. El lenguaje es visto como un instrumento de la capacidad intelectual y afectiva de la persona, lo que indica que el conocimiento lingüístico que el niño posee depende de su conocimiento del mundo. Se dan aspectos en la lingüística del niño desde el nacimiento:

  • El prelenguaje es un sistema de comunicación rudimentario que aparece en el lenguaje de los bebés y que constituye la base de la adquisición de este. Se da a través y mediante un conjunto de cualidades necesarias para que el bebé pueda adquirir el lenguaje, y constituyen capacidades neurofisiológicas y psicológicas entre las que destacan percepción, motricidad, imitación y memoria.
  • El lenguaje es una capacidad o facultad extremadamente desarrollada en el ser humano; un sistema de comunicación más especializado que los de otras especies animales, a la vez fisiológico y psíquico, que pertenece tanto al dominio individual como al social y que nos capacita para abstraer, conceptualizar y comunicar. Según Ferdinand Saussure, en el lenguaje humano estructurado debe diferenciarse entre lengua y habla:

a) Lengua: llamada también idioma, especialmente para usos extralingüísticos. Es un modelo general y constante para todos los miembros de una colectividad lingüística. Los humanos crean un número infinito de comunicaciones a partir de un número finito de elementos, por ejemplo a través de esquemas o mapas conceptuales. La representación de dicha capacidad es lo que se conoce como lengua, es decir el código. Una definición convencional de lengua es la de "signos lingüísticos que sirve a los miembros de una comunidad de hablantes para comunicarse".

b) Habla: materialización o recreación momentánea de ese modelo en cada miembro de la colectividad lingüística. Es un acto individual y voluntario en el que a través de actos de fonación y escritura, el hablante utiliza la lengua para comunicarse. Son las diversas manifestaciones de habla las que hacen evolucionar a la lengua.

Esto nos dice que no podemos prescindir del lenguaje, en todo momento usamos un código de comunicación. Existen diversos tipos de lenguajes, pero hablaremos uno muy peculiar que no cualquiera habla, sólo los que han tenido una experiencia de fe. Las Escrituras que resaltan la importancia del lenguaje de la fe. Tal como hay un cierto sonido para la duda y el temor, también hay un sonido claro para la fe. ¡Los que creen se distinguen por cómo hablan! A menudo hablan con un lenguaje muy particular, el de la fe.

Debemos considerar tres grandes aspectos que caracterizan el lenguaje de la fe:

  1. El lenguaje de la fe no crea una falsa realidad.

A veces los que escuchan la palabra «fe» piensan que esta es una manera de negar la realidad que a todo mundo le consta, como si se tratar de un leguaje de fanáticos, como aquellos que predican que el mundo se va acabar o los que piensan que Dios habló a sus vidas más allá de las Escrituras. Existen lenguajes religiosos que desvirtúan la realidad y la verdad.

Por ejemplo, el lenguaje de la fe no niega la existencia de la enfermedad, no niega las carencias económicas, no niega los problemas o conflictos que se presentan; así como ni ninguna otra cosa como la bajeza humana o la maldición que ha caído sobre el hombre como consecuencia del primer pecado. Los lenguajes religiosos se caracterizan por evadir la realidad y el mundo caído, argumentando que nuestro objetivo no está en la tierra, que no pertenecemos a esta sociedad.

Por otro lado, el lenguaje de la fe no es un lenguaje de «pretensiones», como si sólo pronunciando ciertas palabras mágicas, pudiéramos salir de la pobreza, la enfermedad, el divorcio o cualquier otro problema que vemos o enfrentamos. Tú no puedes, y la fe verdadera no se trata de eso.

Pero hay una manera especial de responder en fe a la realidad. Cuando lo haces, ¡hablarás de cierta manera! Tu lenguaje empleará palabras de fe. En vez de rendirse a la realidad de la circunstancia, la fe hablará de la voluntad del Señor para ese momento. En vez de ahondar en los síntomas de la realidad, la fe meditará en las promesas de Dios. En vez de someterte a la derrota o al desánimo, la fe dará alabanza a Dios por su bondad.

Hablar en fe no es practicar el arte de hacer caso omiso a la realidad, sino expresar con confianza lo que Dios ha prometido hacer con nuestra realidad. En el lenguaje de la fe, hablarás de cosas positivas a partir de una realidad negativa, no disfraza las causas y consecuencias, le da un sentido nuevo, positivo, de bendición, porque encima de la realidad crítica, está el lenguaje de esperanza, de bendición, en medio de la maldición. El autor de una libro de máxima sabiduría dice, Proverbios 10:32 Los labios del justo dan a conocer lo agradable, Pero la boca de los impíos, lo perverso. La realidad en que vivimos corrompe a las personas, los aliena. Cuando escuchas a hablar a las personas en la calle, por lo general hablan con maldiciones, obedecen a una realidad.

El lenguaje de la fe no es un lenguaje de “mochos”, de puritanos, es un lenguaje que bendice y nunca maldice, construye para la vida sobre la realidad de muerte; edifica sobre las ruinas de destrucción. La gente que maldice es porque su corazón atesora maldición, por eso su lenguaje responde a esa realidad maldecida. En lenguaje de la fe es positivo, es agradable, de buenas noticias en medio de sinsabores. En el lenguaje de la fe se manifiesta en el corazón regenerado, donde los labios del justo darán a conocer lo agradable, lo positivo, lo de bendición.

  1. El lenguaje de la fe habla para la vida.

Podemos mostrar que el pensamiento negativo es la causa de muchos fracasos, pero hablar del pensamiento positivo no es lo mismo que hablar en «fe». El lenguaje de la fe, sea positivo o negativo, habla la Palabra de Dios, la Palabra siempre es vida, Dios siempre tiene Palabras de vida. Hablar en fe es utilizar las promesas de Dios, esas promesas siempre son vida y respiro para los creyentes, no sólo las buenas intenciones del hombre. Hablar positivamente es muy bueno, pero el lenguaje de la fe accede al trono de Dios, accede a la vida. Hablar positivamente puede mover a muchos, pero no mueve la mano de Dios ni la vida.

El que genera la vida, es el mismo soplo de la existencia de todo lo que respira: el Espíritu Santo, es el portador de la vida. La fe es el don del Espíritu, el que usa el lenguaje de la fe, habla de la vida. El Espíritu Santo es el Espíritu de fe y de gracia, no de «obras». Él da fe viva, dinámica. No hay nada más superficial que una apariencia de fe sin la sustancia dada por el Espíritu Santo.

Piensa en lo siguiente: Uno de los peligros graves a la vida de fe es el legalismo. Proverbios 15:4 La lengua amable es un árbol de vida; la lengua perversa hace daño al espíritu. Este es el intento humano de reducir la gracia de Dios a un tipo de conducta que no requiere la obra dinámica del Espíritu Santo. Dondequiera que Pablo predicaba, los judaizados lo perseguían. Su preocupación más grave era que los nuevos creyentes cayeran en la trampa de lo que él llamaba «otro evangelio diferente» (Gálatas 1.6–9). Si no opera en nosotros el poder cálido, amoroso y vital del Espíritu Santo, aun la fe expresada con convicción puede volverse «otro evangelio diferente» hundido en los vestigios de la tradición religiosa.

Proverbios 18:21  La muerte y la vida están en poder de la lengua; Y el que la ama comerá de sus frutos. Cuando se trata del lenguaje de la fe, cada uno de nosotros necesita un tratamiento profundo del Espíritu, para que de la abundancia del corazón, hablemos palabras de fe (Mateo 12:34).

Poder, yad. Traducido casi exclusivamente como «mano», «en tu mano», indicando poder, medios, fuente y dirección. ¡El aspecto figurativo del lenguaje hebreo dibuja una lengua con una mano! La lengua puede «agarrar» la vida y la muerte. Las palabras que usas pueden retener o liberar poderes vinculados con la vida y la muerte. La expresión «sus frutos» indica que la palabra hablada es semejante a la semilla. Las palabras plantadas mediante el poder del habla son como plantas que llevan fruto y dan vida o muerte, dependiendo de lo que se haya hablado.

El lenguaje de la fe al hablar de la vida, te beneficia en obtener el lenguaje de la sabiduría. Proverbios 3:13 Dichoso el que haya sabiduría, el que adquiere inteligencia. Revela lo que la sabiduría divina (su Palabra) enseña a nuestros corazones verdades y promesas que deben reflejarse en nuestra conversación y transmitir esas enseñanzas a nuestros labios. La Palabra en nuestros corazones debe influir sobre nuestra conducta y conversación. La «dulzura» y la «medicina» que tales palabras promueven son deseables, ya sea para nuestras relaciones humanas o para la recepción de la gracia divina en nuestro diario vivir. Llevan al creyente a una vida victoriosa a través del reconocimiento del poder y la fortaleza de Dios, tanto con nuestras acciones como con nuestros labios.

Después de entender que el lenguaje de la fe no niega la realidad y que habla para la vida, ¿cómo puedes ponerlas por obra en tu propia vida? ¿Existe la posibilidad de que las palabras que pronuncias sean semillas, así como la Palabra de Dios es semilla? ¿Existen ocasiones en que debes usar tus propias palabras para hacer guerra? O, ¿puedes expresar palabras que sean usadas para el lavamiento y la purificación? Por supuesto que la respuesta es «sí». Pero esto sólo es posible en la medida en que estés dispuesto a dejar que la palabra de Dios se convierta en el patrón de tus propias palabras.

  1. El lenguaje de la fe es hablar de lo que Dios sigue haciendo en nuestras vidas.

El lenguaje de la fe es testimonial, porque da testimonio de lo que Dios hizo y hace en nuestras vidas. Al poner en práctica el lenguaje de la fe debes considerar y hacer memoria de todo lo que Dios te ha provisto sobre todo en los momentos de escases; hacer memoria de cuántas veces  te libró de peligros; hacer memoria de cuántas veces te ha bendecido; te ha salvado, te ha guiado, te ha orientado; de todo debes de hablar como respuesta inmutable a las circunstancias presentes. Dice el Salmo 77:11-12 Acordarme de las obras de JAH: Sí, haré yo memoria de tus maravillas antiguas. Y meditaré en todas tus obras, Y hablaré de tus hechos.

Una de las grandes enseñanzas de Jesús acerca del poder del habla se encuentra en  Marcos 11:23–24 Tengan fe en Dios —respondió Jesús—. Les aseguro que si alguno le dice a este monte: “Quítate de ahí y tírate al mar”, creyendo, sin abrigar la menor duda de que lo que dice sucederá, lo obtendrá. Por eso les digo: Crean que ya han recibido todo lo que estén pidiendo en oración, y lo obtendrán.

«De los propios labios de Jesús recibimos la más directa y práctica instrucción concerniente al ejercicio del lenguaje de la fe. Considera estos tres puntos: 1) Tu fe debe depositarse «en Dios». La fe te debe expresar antemano y no la fe que se busca. El Todopoderoso es la fuente y la base de tu fe y de tu ser. La fe fluye sólo hacia Él, debido a que la fidelidad fluye directamente de Él. 2) La fe no es una treta que haces con los labios, sino una expresión que brota de la convicción de tu corazón. No es bíblica la idea de que la confesión de fe es una “fórmula” para conseguir cosas de Dios. Lo que Jesús nos enseña es que la fe que hay en tu corazón debe expresarse, lo que la convierte en algo activo y eficaz, que produce resultados concretos. 3) Las palabras de Jesús: “Todo lo que pidas”, extienden este principio a todos los aspectos de nuestra vida. Las únicas restricciones son: (a) que nuestra fe esté puesta “en Dios”, nuestro Padre viviente en concordancia con su voluntad y palabra; y (b) “que creamos” en nuestros corazones y no dudemos. Así, decir “al monte” no es un ejercicio vano o supersticioso, sino más bien una forma de invocar la promesa de la palabra creadora de Dios» 

Puesto que tú tomas la fe en serio y deseas aprender el lenguaje de la fe, querrás prestar atención especial a la conexión entre el hablar que mueve montañas y la fe que echa fuera el pecado. Tal como lo hemos visto, ¡Jesús habló del lenguaje de la fe de las dos maneras!

Fuente: Pastor Alberto Arenas Mondragón.

8. La fe mueve montañas

Una pequeña congregación en las faldas de las Montañas “Great Smokies” construyó un Nuevo santuario en un lote de terreno donado por un miembro de la iglesia. Diez días antes de que la nueva iglesia fuese inaugurada, el inspector municipal de la localidad le informó al pastor que la playa de estacionamientos no era lo suficientemente grande para el tamaño del edificio. Hasta que la iglesia doblase el tamaño de la playa de estacionamientos, no podrían utilizar el nuevo santuario.


Desafortunadamente, la iglesia con la playa de insuficiente tamaño había usado cada pulgada de su terreno excepto por la montaña contra la que había sido construida. Para poder construir más estacionamientos, tendrían que sacar la montaña fuera de su patio trasero. Sin amilanarse, el pastor anunció el siguiente domingo en la mañana que se reuniría esa noche con todos los miembros que tuviesen una “fe que mueve montañas”. Ellos celebrarían una sesión de oración pidiéndole a Dios que removiese la montaña de su patio trasero y que de alguna manera proveyese suficiente dinero para pavimentarlo y pintarlo antes de la fecha del culto de inauguración la semana siguiente. 

En el tiempo señalado, 24 de los 300 miembros de la congregación se reunión para orar. Oraron por casi tres horas. A las diez de la noche, el pastor pronunció el “amén” final. “Celebraremos el culto de inauguración el próximo domingo tal y como está programado”, les aseguró a todos. “Dios nunca nos ha fallado antes y estoy seguro de que será fiel en esta ocasión también”.

A la siguiente mañana mientras trabajaba en su estudio, oyó un fuerte golpeteo en su puerta. Cuando gritó “entre”, un capataz de aspecto rudo apareció, quitándose el casco al entrar. “Perdóneme, Reverendo. Soy de la Compañía de Construcción Acme del condado aledaño. Estamos construyendo un enorme centro comercial allá y necesitamos algo de tierra para relleno. ¿Podría usted vendernos un pedazo de esa montaña detrás de su iglesia? Le pagaremos por la tierra que removamos y le pavimentaremos el área desocupada a costo nuestro, si la podemos tener de una vez. 

No podemos hacer nada más hasta que rellenemos con tierra y le permitamos asentarse”. 

Aquella pequeña iglesia fue dedicada el siguiente domingo de acuerdo al plan original y ¡hubo muchísimos más miembros con “fe que mueve montañas” en el domingo inaugural que los que había habido la semana anterior! 

¿Nos hubiéramos nosotros presentado para aquella reunión de oración? Alguna gente dice que la fe viene de los milagros. ¡Pero otros saben que los milagros vienen por la fe!

-¡Mujer, qué grande es tu fe! -contestó Jesús-. Que se cumpla lo que quieres. Y desde ese mismo momento quedó sana su hija. Mateo 15:28
Porque ustedes tienen tan poca fe -les respondió-. Les aseguro que si tienen fe tan pequeña como un grano de mostaza, podrán decirle a esta montaña: ‘Trasládate de aquí para allá. Mateo 15:20 

Les aseguro que si tienen fe y no dudan -les respondió Jesús-, no sólo harán lo que he hecho con la higuera, sino que podrán decirle a este monte: “¡Quítate de ahí y tírate al mar!” Mateo 21:21

Citas de la Biblia sobre sexualidad

"Sucedió que al cabo de unos tres meses fue dado aviso a Judá, diciendo: Tamar tu nuera ha fornicado, y ciertamente está encinta a causa de las fornicaciones. Y Judá dijo: Sacadla, y sea quemada" (Génesis 38:24).

"No cometerás adulterio" (Éxodo 20:14)

"No habrá mujer que aborte, ni estéril en tu tierra; y yo completare el numero de tus días" (Éxodo 23:26)

"Y les harás calzoncillos de lino para cubrir su desnudez; serán desde los lomos hasta los muslos" (Éxodo 28:42)

"Hablad a los hijos de Israel y decidles: Cualquier varón, cuando tuviere flujo de semen, será inmundo" (Levítico 15:2)

"Y esta será su inmundicia en su flujo: sea que su cuerpo destiló a causa de su flujo, o que deje de destilar a causa de su flujo, él será inmundo" (Levítico 15:3)

"Toda cama en que se acostare el que tuviere flujo, será inmunda; y toda cosa sobre que se sentare, inmunda será" (Levítico 15:4)

"Y si el que tiene flujo escupiere sobre el limpio, éste lavará sus vestidos, y después de haberse lavado con agua, será inmundo hasta la noche" (Levítico 15:8)

"Y todo aquel a quien tocare el que tiene flujo, y no lavare con agua sus manos, lavará sus vestidos, y a sí mismo se lavará con agua, y será inmundo hasta la noche" (Levítico 15:11)

"Cuando el hombre tuviere emisión de semen, lavará en agua todo su cuerpo, y será inmundo hasta la noche" (Levítico 15:16)

"Y cuando un hombre yaciere con una mujer y tuviere emisión de semen, ambos se lavarán con agua, y serán inmundos hasta la noche" (Levítico 15:18)

"Ningún varón se llegue a parienta próxima alguna, para descubrir su desnudez" (Levítico 18:6)

"La desnudez de tu padre, o la desnudez de tu madre, no descubrirás; tu madre es, no descubrirás su desnudez" (Levítico 18:7)

"La desnudez de la mujer de tu padre no descubrirás; es la desnudez de tu padre" (Levítico 18:8)

"La desnudez de tu hermana, hija de tu padre o hija de tu madre, nacida en casa o nacida fuera, su desnudez no descubrirás" (Levítico 18:9).

"La desnudez de la hija de tu hijo, o de la hija de tu hija, su desnudez no descubrirás, porque es la desnudez tuya" (Levítico 18:10).

"No tendrás acto carnal con la mujer de tu prójimo, contaminándote con ella" (Levítico 18:20)

"No te echarás con varón como con mujer; es abominación" (Levítico 18:22).

"Ni con ningún animal tendrás ayuntamiento amancillándote con él, ni mujer alguna se pondrá delante de animal para ayuntarse con él; es perversión" (Levítico 18:23)

"No contaminarás a tu hija haciéndola fornicar, para que no se prostituya la tierra y se llene de maldad" (Levítico 19:29).

"Cualquiera que yaciere con la mujer de su padre, la desnudez de su padre descubrió; ambos han de ser muertos; su sangre será sobre ellos" (Levítico 20:11).

"Si alguno durmiere con su nuera, ambos han de morir; cometieron grave perversión; su sangre será sobre ellos" (Levítico 20:12)

"Si alguno se ayuntare con varón como con mujer, abominación hicieron; ambos han de ser muertos; sobre ellos será su sangre" (Levítico 20:13).

"El que tomare mujer y a la madre de ella, comete vileza; quemarán con fuego a él y a ellas, para que no haya vileza entre vosotros" (Levítico 20:14).

"Cualquiera que tuviere cópula con bestia, ha de ser muerto, y mataréis a la bestia" (Levítico 20:15).

"Y si una mujer se llegare a algún animal para ayuntarse con él, a la mujer y al animal matarás; morirán indefectiblemente; su sangre será sobre ellos" (Levítico 20:16)

"Si alguno tomare a su hermana, hija de su padre o hija de su madre, y viere su desnudez, y ella viere la suya, es cosa execrable; por tanto serán muertos a ojos de los hijos de su pueblo; descubrió la desnudez de su hermana; su pecado llevará" (Levítico 20:17)

"Cualquiera que durmiere con mujer menstruosa, y descubriere su desnudez, su fuente descubrió, y ella descubrió la fuente de su sangre; ambos serán cortados de entre su pueblo" (Levítico 20:18)

"Con mujer ramera o infame no se casarán, ni con mujer repudiada de su marido; porque el sacerdote es santo a su Dios" (Levítico 21:7).

"No tomará viuda, ni repudiada, ni infame, ni ramera, sino tomará de su pueblo una virgen por mujer" (Levítico 21:14)

"No cometerás adulterio" (Deuteronomio 5:18).

"No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni desearás la casa de tu prójimo, ni su tierra, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo" (Deuteronomio 5:21).

"Más si resultare ser verdad que no se halló virginidad en la joven, entonces la sacarán a la puerta de la casa de su padre, y la apedrearán los hombres de su ciudad, y morirá, por cuanto hizo vileza en Israel fornicando en casa de su padre; así quitarás el mal de en medio de ti" (Deuteronomio 22:20-21).

"Si fuere sorprendido alguno acostado con una mujer casada con marido, ambos morirán, el hombre que se acostó con la mujer, y la mujer también; así quitarás el mal de Israel" (Deuteronomio 22:22)

"Cuando algún hombre hallare a una joven virgen que no fuere desposada, y la tomare y se acostare con ella, y fueren descubiertos; entonces el hombre que se acostó con ella dará al padre de la joven cincuenta piezas de plata, y ella será su mujer, por cuanto la humilló; no la podrá despedir en todos sus días" (Deuteronomio 22:28-29).

Mas el que comete adulterio es falto de entendimiento; corrompe su alma el que tal hace. (Proverbios 6:32)

"El hombre que ama la sabiduría alegra a su padre; mas el que frecuenta rameras perderá los bienes reposo" (Proverbios 29:3)

"Reconoce, pues, tu maldad, porque contra Jehová tu Dios has prevaricado, y fornicaste con los extraños debajo de todo árbol frondoso, y no oíste mi voz, dice Jehová" (Jeremías 3:13)

"Fornicaste también con los asirios, por no haberte saciado; y fornicaste con ellos y tampoco te saciaste" (Ezequiel 16:28)

"Sufre tú el castigo de tu lujuria y de tus abominaciones, dice Jehová" (Ezequiel 16:58)

"Pero yo os digo que cualquiera que mira una mujer para codiciarla ya adulteró con ella en su corazón" (Mateo 5:28).

"Oíste que fue dicho No cometerás adulterio" (Mateo 5:27)

"Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separé el hombre". (Mateo 19:6)

"Y de igual modo también los hombres dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío" (Romanos 1:27)

"La mujer no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido: ni tampoco el marido sobre su propio cuerpo, sino la mujer" (1 Corintios 7:4)

"¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones" (1 Corintios 6:9).

"Pero si no tienen el don de continencia, cásense, pues es mejor casarse que estarse quemando" (1 Corintios 7:9)

"Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2 Corintios 7:1)

"Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios" (Gálatas 5:19-20).

"La voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación” (1 Tesalonicenses 4:3)

"Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación" (1 Tesalonicenses 4:7)

"Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios, y a los adúlteros, los juzgará Dios" (Hebreos 13:4).

7. LA FE SALVADORA

Bienvenidos a un sermón más de la serie “El poder de la fe”, Dios ha sido muy bueno con todos porque nos permite conocer más de la fe que él nos proporcionó con el propósito que la pongamos en práctica. La fe no es un adorno religioso o un amuleto de la buena suerte, es una manera de vivir diferente a la vida regular. Una vida en el poder de la fe, te permite que tus horizontes se amplíen y logres ver aún antes que se presente. La verdadera fe que no proviene de nosotros, nos permite vivir en esperanza y tranquilidad en el interior, porque tenemos la seguridad que Dios hace nuevas todas las cosas y él tiene el control de todo lo que sucede.

En una ocasión Jesús estaba enseñando todo lo relacionado al Reino de Dios, como tenía fama, la gente lo aglomeraba como lo hacen hoy en día con los políticos en las campañas electorales. Por su puesto, que en esas condiciones, se daba la ocasión para que la gente lo apretujara, lo tocara y lo abordara, todos al mismo tiempo. Pero una mujer se acercó y tocó sus vestidos teniendo la seguridad de que al tocarlo sería sanada de su sangrado. En medio de la turbulencia humana, Jesús pregunta ¿quién me tocó? Casi como una pregunta inocente ante los demás que también lo habían tocado. Cuando la mujer se presenta espantada sobre la insistencia de Jesús, lo único que Jesús le dijo: “Tu fe te ha salvado”.

No le dice que su fe le ha sanado, sino que le ha salvado, aunque sanidad y salvación son sinónimos en el N. T., el énfasis de Jesús en la mujer es que ella tenía la seguridad que Jesús sería su Salvador, la seguridad de que no estaba desamparada, la seguridad de que él era la solución a sus problemas. La seguridad que tan sólo el tocarlo sería sana, porque ella ya creía en la sanidad antes de sentirla en su cuerpo; porque ella ya creía que Jesús era su sanador antes de acudir a él. Por eso Jesús le dice, tu fe te ha salvado, porque ya creía antes de ver lo que vio y sintió.

En el poder de la fe tenemos la oportunidad de aprender que el don de la fe que nos dio el Padre proviene de la obra salvadora de Cristo. La fe que debemos poner en práctica no pertenece al orden de la inteligencia de la mente humana, ni a la motivación que cada uno pude tener. La fe que nos impulsa a realizar las cosas, a creer aún antes de verlo, es la fe salvadora. Pero, ¿Cómo se da la fe salvadora?

Primero, se centra en Cristo:

  1. La fe salvadora es por medio de la persona de Cristo Jesús.

La fe de salvación siempre enfoca hacia Jesús como persona, y no hacia Él como un simple concepto. Las religiones se caracterizan por establecer un sinfín de teorías y conceptos sobre cuestiones y dilemas morales y éticos para que las personas sigan esos preceptos. El cristianismo verdadero no se basa en reglas, sino en experiencia. La fe verdadera no se descifra de preceptos morales, se basa en la experiencia con Dios, en la Biblia encontramos la manera de vivir esa fe por medio de la persona de Jesús.

En otras palabras, cuando permitimos que se separe a Jesús de nuestro estudio de la Palabra de Dios, este estudio se vuelve únicamente un objetivo académico sin el poder del Espíritu que nos enseña a glorificar a Jesús en nosotros por medio de la Palabra. Por verdaderas que sea la Biblia y por maravillosa que sea la sabiduría que destila, la vida de las Escrituras está ligada a Cristo. No nos atrevemos a separar la Palabra de la Persona.

Por esta razón los primeros cristianos manifestaban su razón de vivir en la fe en Cristo, la manera en que se distinguían de los demás no fue por su código ético, muchas religiones de esa época enseñaban buena moral; se distinguían porque sus hechos de vida y su propio lenguaje estaba permeado de la fe en Jesús, un ejemplo lo tenemos en Hechos 24:24 Algunos días después llegó Félix con su esposa Drusila, que era judía. Mandó llamar a Pablo y lo escuchó hablar acerca de la fe en Cristo Jesús.

En el poder de la fe, tu razón de vida debe ser Cristo, porque la fe se basa en la persona de Jesús, él es la razón de nuestra vida. La fe no es una religión, es una manera de vivir, es lo que orienta tu vida, por eso Pablo les reconoce a sus discípulos que su forma de vida se basa en la fe en Cristo, Colosenses 2:5 Aunque estoy físicamente ausente, los acompaño en espíritu, y me alegro al ver su buen orden y la firmeza de su fe en Cristo.

  1. La fe salvadora se genera por la Palabra del Evangelio.

En el poder de la fe no sólo se basa en la vida y obra de Cristo, la fe salvadora se genera por la Palabra de Dios. Cuando declaras que Jesús es tu Salvador y Señor, el Espíritu Santo te proporciona la fe para que creas. El creer siempre es obra del Espíritu Santo, la fe es producto de la Palabra de Dios, cuando tú escuchas la Palabra de Dios, el Espíritu obra en tu corazón para que tengas la fe verdadera. Escucha lo que dice el apóstol Pablo en Romanos 10:17 Así que la fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios.

La Palabra genera nuestra fe, pero es importante declarar esa fe, no es una fe privada, es una fe pública, los creyentes y los no creyentes debe saber que declaramos la fe salvadora porque hay promesa, como lo dice: Romanos 10:9–10 que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para ser justificado, pero con la boca se confiesa para ser salvo.

He aquí la lección más relevante sobre la importancia y el poder de la confesión de fe que se puede hallar en todas las Escrituras. El principio de la fe se establece desde el comienzo mismo de nuestra vida en Cristo. Exactamente igual a como la salvación (la obra justa de Dios en nuestro favor) se confirma por creer de corazón y por la confesión pública de nuestra fe, así también la continua manifestación de Cristo en nuestras vidas se logra por los mismos medios.

La palabra «confesar» tiene el significado de «una vinculante declaración pública por la cual se establece una relación legal mediante un contrato». Dios establece un Pacto de salvación con nosotros (contrato como sinónimo), en ese Pacto está mediado por la fe; por lo tanto, Dios proporciona la obra y el poder de Cristo; aquí tenemos un principio para toda la vida. Crezcamos en la fe activa a partir de este espíritu de fe salvadora, creyendo en el gran poder de Dios para suplir todas nuestras necesidades y proclamando con los labios lo que nuestros corazones reciben y creen de las muchas promesas de su Palabra. Aceptemos el Pacto de Dios para toda necesidad nuestra, dotándolos con la confesión de nuestra creencia, tal como cuando fuimos salvos». Entonces, el paralelo entre la fe «salvadora» y la fe de «poder» se encuentra en su dependencia de la Palabra del evangelio.

  1. La fe salvadora es por la gracia.

La fe salvadora es por medio de la obra de Cristo y dijimos que se genera por la Palabra de Dios, pero la obra de Cristo en la cruz y la enseñanza de la Palabra en la Biblia se resume en una sola palabra: GRACIA. Es el regalo sin condición que sólo otorga Dios por medio del sacrificio en la cruz de Cristo.

Cuando el ser humano apareció  en la tierra, la relación que Dios tenía con ellos era por medio de un Pacto de obras, sólo tenían que obedecer al único mandato de Dios (no comerás de este árbol), pero este Pacto se invalidó por la desobediencia. Dios tuvo que establecer otro Pacto que no estuviera mediado por la obediencia porque nadie podría cumplirlo, así que estableció uno nuevo que le llamó Pacto de Gracia que es mediado por la fe, este Pacto es que nos da la salvación, como lo dice Efesios 2:8-9 Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte.

En este versículo se mencionan tres elementos importantes en nuestro beneficio: Gracia, Fe y Salvación. Pablo quiere que se entienda bien que bajo ninguna circunstancia nadie puede decir que logra salvarse por iniciativa personal. Aunque la fe salvadora es tu respuesta que permite a un Dios de gracia traerte vida eterna, ésta sería imposible sin el don y la gracia del Espíritu que te atrae hacia el Salvador.

A medida que crece en la experiencia cristiana, esta faceta de la gracia de Dios (que Él es el iniciador, autor y consumador de tu fe) no sólo se volverá más preciosa para ti, sino que también descubrirás que la fe salvadora tiene el poder para encender la fe de poder en el diario vivir. Ya que Dios es el iniciador, el creyente sólo tiene que descubrir lo que Él está iniciando en su vida, como una nueva fuerza que le vitaliza para su diario vivir. Cuando descubrimos la provisión que Dios ya ha puesto en marcha, podemos confiadamente apropiarnos de ella en fe, tal como hicimos en la conversión cuando recibimos a Cristo.

En  Romanos 3:24  Pero por su gracia son justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó.

Redención, (apolutrosis): Una liberación asegurada por el pago de un rescate, liberación, dar en libertad. La palabra, en el griego secular, describía a un conquistador soltando a los prisioneros, un amo redimiendo a un esclavo. En el NT, la palabra designa la liberación del mal y de la condenación del pecado por medio de Cristo. El precio que se pagó para la compra de esa liberación fue su sangre derramada. 

  1. La fe salvadora no confía en las emociones.

La conversión es un milagro. Es la tendencia normal del ser humano olvidarse que la naturaleza de la provisión y el poder operante al momento de nuestra experiencia de fe salvadora es absoluta y magníficamente milagrosa. Con el paso del tiempo, muy fácilmente nuestra conversión se vuelve parte de un viejo álbum, un diario personal o un recuerdo de tiempos antiguos. Sin embargo, si podemos mantener candente la naturaleza milagrosa de la «fe salvadora», podemos seguir preparados a experimentar muchísimos momentos más de fe de poder, operando en las circunstancias diarias de la vida tal como la salvación fue el momento de decisión en nuestra vida.

En verdad cada área de tu vida se ha diseñado para sentir la iniciación, la atracción, la conquista y la convicción de Dios por medio de su Palabra y su Espíritu. Milagrosamente, El nos motiva hacia la fe para con nosotros mismos, el matrimonio, los niños, nuestros asuntos y para todas las áreas de la vida. Por eso, en la fe, Dios trabaja en nuestras emociones, sin Cristo, nuestras emociones no son nada confiables, porque hoy podemos sentir ganas de orar y mañana no, hoy siento el deseo de ir a la iglesia y la próxima semana prefiero quedarme más tiempo en cama. No es por los sentidos como trabaja nuestra fe, así lo dice Pablo en 2 Corintios 5:6-7 Por eso mantenemos siempre la confianza, aunque sabemos que mientras vivamos en este cuerpo estaremos alejados del Señor. Vivimos por fe, no por vista.

Quiere mostrar que nuestra relación con Dios a través de Cristo no es algo que se pueda apreciar con los sentidos naturales. El ojo, el oído o el corazón no pueden percibir lo que Dios ha preparado para nosotros. ¿Cómo se puede percibir? Pablo dice que podemos ver estas maravillas sólo si las revela el Espíritu de Dios. Su Espíritu no las muestra a los ojos, los oídos o el corazón, el centro de las emociones humanas. Si no es por el Espíritu, entonces es emoción humana. El Espíritu Santo interviene en nuestro espíritu redimido para poder recibir la Palabra de Dios y la revelación, separadas de la distorsión que viene de los ojos, los oídos y el corazón.

Confiar en tus propias emociones es jugar a caminar sobre la orilla de una alberca con los ojos vendados. No puedes confiar en tus sentimientos porque tarde o temprano te van a traicionar. De la misma manera, tus emociones son las menos indicadas para que entiendas o escuchas la voz de Dios, como aquel joven que le dijo a una señorita que le gustaba: “el Señor me dijo que tu y yo nos casaríamos”. Por eso el apóstol Pablo nos aclara lo siguiente: 1 Corintios 2:11 Nadie puede saber lo que piensa otra persona. Sólo el espíritu de esa persona sabe lo que ella está pensando. De la misma manera, sólo el Espíritu de Dios sabe lo que piensa Dios.

En ocasiones nuestros sentidos nos impiden ver más allá de nuestros horizontes, y muchas veces contradicen la voz de Dios, no aceptando una promesa que nos parece imposible cumplirse. Porque cada promesa que procuremos percibir comprenderá la prueba de nuestra fe y lo que Pablo llama «la buena batalla» (1 Timoteo 6:12). Nuestra fe se fortalecerá únicamente en la medida en que aprendamos a confiar en su Palabra, yendo más allá de las emociones, viviendo y respondiendo a las circunstancias a través de lo que entendemos por verdad a causa de su Palabra, no por lo que sintamos, veamos o pensemos en el plano natural.

Un ejemplo de no conformarse con los sentidos y emociones fue la fe de Abraham para que le ayuden a entender el significado de andar por fe y no por vista. Romanos 4:18.Cuando Dios le prometió a Abraham que tendría muchísimos descendientes, esto parecía imposible. Sin embargo, por su esperanza y confianza en Dios, Abraham llegó a ser el antepasado de gente de muchos países que también confían en Dios.

  1. La fe salvadora es una experiencia continua.

Con esto quiero decir que la fe que empleas para confiar todos los días en Dios es la misma fe que utilizaste para la conversión. La fe se desarrolla, se vuelve más fuerte y también evoluciona; pero no cambia en su esencia. Esto es algo digno y maravilloso de observar y recordar, porque muestra cómo Dios promete cubrir cada necesidad que tengas hoy en tu vida, ¡y cubrirla a través de ese sencillo proceso de fe que el Espíritu inició en ti.

Narra tu propia experiencia de fe salvadora. Describe cómo llegaste a creer en el Hijo de Dios. ¿Cómo te atrajo Dios? ¿Cómo oíste por primera vez el evangelio, la palabra de salvación por gracia? Al escribir tu experiencia, pídele al Señor que te muestre cómo ha continuado la obra que puso en marcha la posibilidad de fe para tu vida. ¡Pídele al Señor que te muestre cualquier corrección y arrepentimiento que deba ofrecer para que tu vida de fe te examine de tal manera que otra vez vuelva a ser fe salvadora!

Si aún no la tienes, te invito a que la recibas, lo único que debes de hacer es hacer esta oración de conversión a Cristo

Dios mío:

Ahora mismo, admito que soy un pecador, pero Padre, yo creo y sé que tú enviaste a Jesucristo para morir en la cruz y resucitó al tercer día, todo para pagar con su sangre el precio de mi salvación y así perdonar mis pecados.

Señor, te pido que me perdones mis pecados y que apuntes mi nombre en el libro de la vida, límpiame y seré limpio, y así podre merecer ese precioso regalo que tu nos concedes, el de la vida eterna.

Ahora mismo confieso con mi boca que Jesucristo es mi Señor y Salvador, y solo a El yo serviré.  Gracias Padre, en el nombre de Jesús, Amen.

Fuente: Pastor Alberto Arenas Mondragón

7. CÓMO VER LO QUE OJO NO VE

Estoy de pie a poca distancia de una cama. Nadie se ríe. La habitación tiene aspecto solemne. Una máquina bombea aire hacia un cuerpo cansado. Un monitor mide el ritmo de los latidos de un agotado corazón. La mujer en la cama no es ninguna niña, pero lo fue. Hace décadas. Lo fue. Pero no ahora A sólo días de haber estado en el quirófano, acaban de informarle que debe regresar allí. Su débil mano aprieta la mía. Sus ojos se humedecen de temor. 

No ve padre alguno. Pero el Padre la ve a ella. Confía en Él, digo para bien de ambos. Confía en la voz que susurra tu nombre. 

Estoy sentado ante una mesa enfrentado a un hombre bueno. Bueno y asustado. Su temor tiene asidero. Las acciones han bajado. La inflación ha subido. No es que haya malgastado ni apostado ni jugado. Ha trabajado intensamente y ha orado con frecuencia, pero ahora tiene temor. Debajo del traje de franela se oculta un tímido corazón. 

Revuelve su café y fija en mí su vista con los ojos de Coyote que acaba de darse cuenta que ha corrido hasta más allá del borde del precipicio. Está a punto de caer y caer rápidamente. Es Pedro sobre el agua., que mira la tormenta en lugar del rostro. Es Pedro en medio de las olas, que escucha el viento y no la voz. 

Confía lo animo. Pero la palabra cae como una piedra. No está acostumbrado a algo tan extraño. Es un hombre de lógica. Aun cuando el barrilete se remonta por detrás de las nubes sigue sosteniendo la cuerda. Pero ahora la cuerda se ha resbalado. Y el cielo está en silencio. 

Estoy de pie a poca distancia de un espejo y veo el rostro de un hombre que fracasó… le falló a su Creador otra vez. Prometí que no lo haría, pero lo hice. Me mantuve callado cuando debí haber sido denodado. Me senté cuando debí haber adoptado una postura. 

Si esta fuera la primera vez, sería diferente. Pero no lo es. ¿Cuántas veces puede uno caer y tener la expectativa del rescate?

Confiar. ¿Por qué resulta fácil decírselo a otros y tan difícil recordárselo uno mismo? ¿Sabe Dios qué hace con la muerte? A la mujer le dijo que sí. ¿Sabe qué hace con la deuda? Eso fue lo que le comuniqué al hombre. ¿Puede Dios escuchar otra confesión de estos labios?

El rostro en el espejo pregunta. 
Estoy de pie a pocos metros de un hombre condenado a muerte. Judío de nacimiento. Fabricante de carpas de oficio. Apóstol por llamado. Sus días están contados. Tengo curiosidad por saber qué es lo que sostiene a este hombre al aproximarse su ejecución. Así que le hago unas preguntas. 
¿Tienes familia, Pablo? Ninguna. 
¿Qué tal su salud? Mi cuerpo está golpeado y cansado. 
¿Cuáles son tus posesiones? Tengo mis pergaminos. Mi pluma y un manto. 
¿Y tu reputación? Pues, no vale mucho .Para algunos soy un hereje, para otros un indómito. 
¿Tienes amigos? Sí, pero incluso algunos de ellos se han echado atrás. 
¿Tienes galardones? No en la tierra. 
Entonces, ¿Qué tienes, Pablo? Sin posesiones. Sin familia. Criticado por algunos. Escarnecido por otros. ¿Qué tienes Pablo? ¿Qué cosa tienes que valga la pena? 
Me reclino en silencio y espero. Pablo cierra su puño. Lo mira. Yo lo miro. ¿Qué es lo que sostiene? ¿Qué tiene? 
Extiende su mano para que la pueda ver. Al inclinarme hacia delante, abre su puño. Observo su palma. Está vacía. 

Tengo mi fe. Es todo lo que tengo. Pero es lo único que necesito. He guardado la fe.

Pablo se reclina contra la pared de su celda y sonríe. Y yo me reclino contra la pared y fijo la vista en el rostro de un hombre que ha aprendido que la vida es más de lo que el ojo percibe. 

Pues de eso se trata la fe. La fe es confiar en lo que el ojo no puede ver.
Los ojos ven al león que se acerca. La fe ve el ángel de Daniel. 
Los ojos ven tormentas. La fe ve el arcoiris de Noé. 
Tus ojos ven tus fallas. Tu fe ve a tu Salvador. 
Tus ojos ven tu culpa. Tu fe ve su sangre. 
Tus ojos ven tu tumba. Tu fe una ciudad cuyo constructor y creador es Dios. 

Tus ojos miran al espejo y ven un pecador, un fracasado, un quebrantador de promesas. Pero por fe miras al espejo y te ves como pródigo elegantemente vestido llevando en tu dedo el anillo de la gracia y en tu rostro el beso de tu Padre. 

Pero aguarda un minuto, dice alguien. ¿Cómo sé que esto es cierto? Linda prosa, pero quiero hechos. ¿Cómo sé que estas no son sólo vanas esperanzas? 
“El poder de Dios es muy grande para los que creen”, enseña Pablo. “Ese poder es como la acción de su fuerza poderosa, que ejerció en Cristo cuando lo resucitó de entre los muertos” (Efesios 1:19-20

La próxima vez que te preguntes si Dios te puede perdonar, lee ese versículo. Las mismas manos que clavaron a la cruz están abiertas para ti.

¿Por qué es que debemos amar a Dios con temor cuando el amor echa fuera el temor?

1 Juan 4:18 dice que en el amor no hay temor y que el perfecto amor echa fuera el temor, en Deuteronomio 6:5 dice que debemos amar a Dios de todo corazón, pero en el mismo capítulo, versículo 13 dice: A Jehová tu Dios temerás. ¿Por qué es que debemos amar a Dios con temor cuando el amor echa fuera el temor?

Respuesta

Vamos primero a explicar el significado de lo que tenemos en 1 Juan 4:18. Para ello leamos este versículo y también el anterior para introducirnos en el contexto. 1 Juan 4:17-18 dice: “En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo. En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.”

Poco antes de citar este pasaje, Juan declaró que Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él.

Una de las manifestaciones de la relación de amor entre Dios y el hombre, es que el hombre desarrolla una relación de confianza con Dios. Confianza principalmente en lo que tiene que ver con lo que la Biblia llama el día del juicio. Por eso es que el texto leído dice que el amor se ha perfeccionado o madurado en nosotros, otorgándonos confianza.

¿Confianza en qué? Pues en el día del juicio. El día del juicio no reviste temor alguno para los que amamos a Dios de corazón, no por los méritos que hemos hecho mientras estamos en la tierra sino por la fe que tenemos en Cristo nuestro Salvador. Todo lo que es Cristo somos los que creemos en Cristo. Entonces no existe razón para temer en el día del juicio.

Juan dice por tanto: Pues como él es, es decir Cristo, así somos nosotros en el mundo. El creyente que tiene esta relación de amor con Dios, es visto por Dios como si fuera Cristo mismo y esto nos debe traer una sensación de total confianza en el día del juicio. Es por eso que Juan declara que en el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor.

Si Usted ama a Dios, Usted no debe tener temor de ser castigado en el día del juicio. Pero si Usted no ama a Dios, entonces, allí sí, Usted vivirá en constante temor de que algún día Dios traerá sobre Usted el castigo merecido. Juan dice por tanto: El que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.

Recuerde que para amar a Dios, primero se necesita nacer de nuevo. Los incrédulos no pueden amar a Dios porque están muertos espiritualmente hablando. Para nacer de nuevo es necesario recibir a Cristo como Salvador.

En esencia entonces, cuando Juan dice que el perfecto amor echa fuera el temor, está hablando en el contexto del día del juicio. Los que amamos a Dios, no tenemos ningún temor del día del juicio, porque somos salvos, porque nuestros pecados nos han sido perdonados, porque el castigo que merecemos por nuestros pecados ya fue recibido por Cristo en la cruz y nosotros fuimos liberados de recibir ese castigo.

Muy bien, ahora vamos a ver las otras citas que Usted mencionó en su consulta. Una de ellas es Deuteronomio 6:5 donde dice: “Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas”

La principal responsabilidad de un judío hacia Jehová era un amor sin reservas, un amor con toda el alma y con todas las fuerzas, también un amor de corazón, esto significa un amor sincero, un amor que nos es de labios para afuera. Este es el tipo de amor que echa fuera el temor de que algún día, en el día del juicio, Dios nos pueda castigar. Cuando un ser humano ama a Dios de esta manera, vivirá en total seguridad de que nunca va a ser condenado a castigo eterno por el pecado.

La otra cita se encuentra en Deuteronomio 6:13 donde dice: “A Jehová tu Dios temerás, y a él solo servirás, y por su nombre jurarás.”

El verbo Hebreo que se ha traducido como temer, significa tanto reverenciar o adorar, como tener temor de. Ambas ideas están inmersas en el mandato de temer a Jehová tu Dios. Jehová Dios es el único que debe ser reverenciado o adorado y además, Jehová Dios es el único que debe ser temido en el sentido de no ofenderle con el pecado.

Es un temor santo o temor reverencial, como han dicho algunos. Mientras más elevada es la posición o dignidad de una persona, más temor reverencial infunde en sus subordinados. Un miedo de caer en sus manos si se hace algo en contra de esa persona.

Bueno, este sentimiento también debe estar presente en la relación del hombre con Jehová Dios. Un temor reverencial, un temor santo de caer en sus manos si hacemos algo contrario a su voluntad. Esta faceta de la relación del hombre con Jehová Dios no es muy popular que digamos. A todos nos gusta pensar en un Dios de amor, de gracia, de misericordia, un Dios bondadoso, etc.

Y ciertamente Dios es todo esto, pero recordemos que además de eso, es un Dios a quien debemos temer. Porque simplemente él es Dios. Textos como Deuteronomio 6:2; 5:29; 10:12; 13:4 ordenan a los hombres a temer a Dios. Insisto, que esto puede ser entendido en el sentido de adorar o reverenciar a Dios, pero no olvidemos jamás que puede ser entendido también en el sentido de un miedo a ofender su santidad.

Interesante que en la versión Reina Valera, cuando Mateo y Lucas citan el texto en Deuteronomio 6:13, aparece así: “A Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás”

Así que, este temor en el libro de Deuteronomio es diferente al temor que hablamos en el libro de 1 Juan. Allí se refería al miedo en el día del juicio. Los que amamos a Dios no debemos tener miedo al día del juicio, porque ya somos salvos. Cristo Jesús ya recibió el castigo que nosotros como pecadores merecíamos.

Fuente:

http://devocionalescristianos.org/2009/09/%C2%BFpor-que-es-que-debemos-amar-a-dios-con-temor-cuando-el-amor-echa-fuera-el-temor.html

6. LA FE Y EL SUFRIMIENTO

Bienvenida al sexto sermón de la serie “El poder de la fe”, estamos a la mitad para concluir esta serie, y ya estamos viendo cambios en las vidas de muchos que han seguido esta serie desde el principio, y estoy seguro que Dios ha hecho cambios importantes en tu vida desde que estás activando tu fe. Desde un principio dijimos que la fe no proviene de ti mismo, la fe verdadera es un dos de Dios, él es la fuente de nuestra fe. Él te proporcionó la fe y ahora tu responsabilidad es practicarla. No fue tu decisión en adquirir la fe, pero es tu decisión actuar conforme a la fe. En situaciones de pruebas o aflicciones, tú decides si actúas de acuerdo a tus temores y preocupaciones o de acuerdo a la fe que te da seguridad y tranquilidad.

No es una casualidad que estos mensajes lleguen a tu vida, en las condiciones sociales y económicas en que vivimos, ha provocado en la gente renunciar a sus sueños, en tener una actitud pesimista del futuro, una autoestima baja, ausencia de aspiraciones en la vida. La crisis económica genera incertidumbre, desánimo. La delincuencia organizada y sofisticada, genera inseguridad, temor, desconfianza, paranoia.

Qué requiere el ser humano antes estas situaciones de vida, cómo enfrentar estas condiciones que nos producen dolor y sufrimiento. ¿Qué respuesta tenemos ante estas condiciones de vida? Una vez alguien dijo: “la vida es un sufrimiento”, desde de que nacemos hasta la muerte hay sufrimiento. Benjamín Franklin dijo: “lo bueno siempre es doloroso”. Las mujeres que dan a luz un bebé, primero sufren y después se alegran de su hijo. Un estudiante que además de estudiar su carrera, también trabaja, y sufre porque a veces su trabajo le impide realizar todos sus trabajo o hacer investigaciones, pero al final de su carrera encuentra la satisfacción de graduarse con honores.

Si te das cuenta, el sufrimiento aparece en diversas circunstancias de la vida, en la mayoría de las ocasiones, aparece sin que lo planees, cualquier desequilibrio o cambio provoca el sufrimiento. En cada una de las dimensiones de sufrimiento existe una provisión especial de gracia que Dios nos ofrece, gracia que capacita al creyente a vencer el sufrimiento en lugar de ser víctima del mismo.

Para empezar, es importante discernir entre vencer y ser víctima. Dios nos ayuda cuando somos víctimas, pues su amor alcanza a todos los que de una manera u otra nos afectamos por el sufrimiento. Sin embargo, la Biblia no da razón alguna para creer que Dios quiere que seamos algo menos que vencedores en cualquier circunstancia.

En este estudio repasaremos las enseñanzas bíblicas sobre el sufrimiento. Primero, pensemos juntos en las tres áreas de la vida donde la Biblia revela que los creyentes sufrirán:

  1. El sufrimiento por la persecución.

Sufrimiento tiene varias acepciones en griego y con sus respectivas concepciones como pathema: estar sometido a, por ejemplo: dificultad o dolor; subjetivamente: emoción o influencia: se traduce como afección, aflicción, dolor, padecimiento. Pathos: apropiadamente, sufrimiento («pathos»), por ejemplo (subjetivamente) una pasión; se traduce como (desordenado) afección, lascivia. Pascho: tener una sensación o impresión (generalmente dolorosa): se traduce como sentir, pasión, sufrimiento, vejación. Sumpascho: experimentar dolor con o del mismo tipo (específicamente, persecución; «simpatizar»): se traduce como sufrir con.

Uno de los sufrimientos que vivimos los creyentes en Cristo es la persecución, el rechazo o vituperio por la fe verdadera. Los que son rechazados por la fe sienten sufrimiento porque son excluidos de la vida social o de los beneficios públicos, y también sufren por la agresión hacia sus personas, familiares y bienes. Este tipo de violencia es lo que genera sufrimiento.

La persecución es un riesgo que todo cristiano debe estar dispuesto a pasar, el verdadero discipulado corre el riesgo de ser rechazado por la fe en Cristo, de que alguien se burle de ti, o minimice tus principios cristianos y bíblicos, te critiquen de religioso, te comparen con los grupos fanáticos que satanizan todo lo que les rodea o simplemente te vean como un ignorante; es algo que de la Biblia ya lo anticipó que iba a suceder, en 2 Timoteo 3.12 Así mismo serán perseguidos todos los que quieran llevar una vida piadosa en Cristo Jesús.

Cuando Pablo escribió a Timoteo, a quién había dejado en Éfeso para pastorear la iglesia creciente, ordenó al joven a ser fuerte frente a la persecución. En el contexto del pasaje, se nos recuerda el precio que pagó Pablo por predicar el evangelio. Tal como le escribió a Timoteo, hasta el día de hoy a todos se nos enseña que los creyentes encontraremos resistencia cuando encauzamos nuestra vida en un orden divino. Porque el mundo y Satanás no acepta una vida santa, odio todo lo puro y lo bueno, lo de buen nombre, lo eterno, están en contra no de ti, sino de Dios, del Evangelio, de la Palabra, del sacrificio de Cristo en la cruz.

En la persecución se entiende la acción implacable de un enemigo, alguien que lo persigue y no se rinde. El texto de arriba  se usa a menudo para advertir a los creyentes de la persecución que sufrirán al seguir a Cristo. Sin embargo, el apóstol Pablo es un ejemplo para todo creyente que enfrenta persecución: Si sufres persecución por tu fe y por tu vida santa, ¡Jesús mismo te librará! de sufrir persecución por el evangelio. 1 Pedro 4:15-16  Pero si alguien sufre por ser cristiano, que no se avergüence, sino que alabe a Dios por llevar el nombre de Cristo.

  1. El sufrimiento por la naturaleza caída.

Otras de las causas por las que sufrimos los creyentes en Cristo y el resto de la humanidad es por causa de nuestra propia naturaleza pecaminosa. Todo el género humano nacemos con el pecado que nos heredaron nuestros primeros padres. Por naturaleza misma cometemos pecado. El pecado no sólo tiene que ver con aspectos morales o éticos, tienen que ver en el ámbito de la política, la economía, la cultura. Por ahora me enfocaré a nuestra propia naturaleza ética.

La psicología dice que ninguno de nosotros llegamos al mundo dispuestos a ajustarnos a las reglas y a obedecer todos los preceptos, desde pequeños comenzamos un proceso de crianza que significa en pocas palabras, proceso de socialización y civilidad, porque por naturaleza somos anárquicos y egocéntricos. Desde bebés, los seres humanos son anárquicos y egocéntricos, no estamos dispuestos a sujetar nuestro espíritu; luego viene el freno impuesto por nuestros padres quienes se encargan de bajar nuestra sublimación y indicarnos que necesitamos límites a nuestras demandas y exigencias.

El gran psicoanalista S. Freud decía que nuestra estructura psicológica se compone de tres elementos: el ello, son los deseos, impulsos, desbalances, lo que genera la anarquía y la sublimación de nuestro yo para hacer lo que queramos; el superyó, es la moral, la conciencia, las reglas sociales impuesta por los padres y sociedad y representa el freno para no dar rienda suelta al ello; y el yo, es el balance, donde se logra satisfacer las necesidades físicas (hambre, sueño, sed, sexo). Así que en nosotros mismos existe una lucha entre el bien y el mal, y en la mayoría de las ocasiones vence el mal.

Cuando nos gana nuestra humanidad corrompida o actuamos de acuerdo al ello, comenzamos a sufrir las consecuencias del pecado; alguien que comete corrupción en su trabajo y luego es descubierto, sufrirá las consecuencias de su maldad; alguien que comete adulterio y luego es descubierto, sufrirá las consecuencias de desintegrar a su familia, de vivir lejos de sus hijos, de perder la confianza de su pareja; por eso hasta donde sea posible, por medio de la fe, podemos evitar este sufrimiento. 1 Pedro 2:11–17. Queridos hermanos, les ruego como a extranjeros y peregrinos en este mundo, que se aparten de los deseos pecaminosos que combaten contra la vida. Nota cómo Pedro se dirige a nosotros como «peregrinos» de la fe y nos alienta a armarnos en nuestra mente para la batalla contra el pecado. Aunque este pasaje también está vinculado con la persecución, la exhortación de Pedro trata directamente con el sufrimiento que enfrentamos por haber elegido vivir de manera diferente que antes de venir a Cristo. Esa es la diferencia, el sufrimiento de la persecución la puedes soportar por medio de la fe, pero el sufrimiento por el pecado, lo puedes evitar si actúas conforme a la fe.

Este pasaje describe el sufrimiento que enfrentaremos al lidiar con nuestra caída naturaleza humana. Este sufrimiento viene en dos formas: interna y externa. La tentación nos llega de la misma manera en que el enemigo se apareció ante nuestro Señor Jesucristo (Lucas 4.1–13). Pero todos tenemos una naturaleza caída que nos acosa, aun cuando no experimentemos ningún estímulo externo hacia el pecado: una "vida propia" con la capacidad total de asaltarnos, ¡y a veces hasta de mostrarse como el tentador mismo!

Pero su resistes hay una promesa en  Santiago 1.12–15 Dichoso el que resiste la tentación porque, al salir aprobado, recibirá la corona de la vida que Dios ha prometido a quienes lo aman. Que nadie, al ser tentado, diga: «Es Dios quien me tienta.» Porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni tampoco tienta él a nadie. Todo lo contrario, cada uno es tentado cuando sus propios malos deseos lo arrastran y seducen. Luego, cuando el deseo ha concebido, engendra el pecado; y el pecado, una vez que ha sido consumado, da a luz la muerte.

Tentación (peirazo) significa: probar (objetivamente), por ejemplo: esforzarse, escrutar, inducir, disciplinar: se traduce como ensayar, examinar, intentar, tentar, tratar. Siempre serás tentado no porque Dios quiere que caigas, sino para que refuerces tu sistema de confianza en él, porque si confías en las promesas de Dios, serás prosperado, serás bendecido, serás engrandecido, pero si caes, sufrirás las consecuencias de tu carne. Dios no castiga, pero deja que te embarres de tu maldad.

En cada paso de tu vida siempre habrá tentaciones, están a la orden del día, pero también en esto hay una promesa, 1 Corintios 10:13 Ustedes no han sufrido ninguna tentación que no sea común al género humano. Pero Dios es fiel, y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar. Más bien, cuando llegue la tentación, él les dará también una salida a fin de que puedan resistir. Esta promesa llena de poder permite a todo creyente tener confianza en la lucha contra la tentación.

No le llegará tentación a menos que tú tengas la facultad de encararla correctamente. Como un padre amado que no dejaría a su niño andar en bicicleta antes de aprender a caminar, tu Señor no te permitiría enfrentarse con tentaciones que están fuera del límite de sus capacidades. Él te dará la capacidad para manejar y resistir la tentación por medio del poder de la fe, nunca por medio de tus habilidades, siempre con el poder de la fe.

Esta es una promesa poderosa. Empero, aunque ofrece un escape, también implica que no hay cómo escapar al sufrimiento que viene de lidiar con la tentación. ¿Cómo deberías prepararte para enfrentar este tipo de sufrimientos? Sólo por medio del poder de la fe.

  1. El sufrimiento por un mundo sin Dios.

Decíamos al principio que vivimos en un mundo que rechaza la Palabra de Dios y como tal, el estilo de vida social está alejado del poder de Dios y de su voluntad. Un mundo sin Dios genera problemas económicos como modelos que excluyen a las mayorías de los recursos. El sistema económico actual en el mundo enriquece más al rico y empobrece más al pobre, el desempleo y la falta de oportunidades para recibir educación provocan desigualdad social, corrupción, delincuencia, inseguridad, familias desintegradas.

La corrupción en los sistemas gubernamentales, la mala impartición de la injusticia donde se castiga a buenos y se libera a los malvados, los jueces que se venden al mejor postor, los funcionarios que hacen negocios personales para obtener ganancias ilícitas, la libre acción del narcotráfico protegido por la misma policía ejército, el tráfico de influencias, los sueldos exuberantes de los funcionarios sin mencionar sus bonos y beneficios extras. Estas condiciones del mundo caído, también genera sufrimiento, el apóstol Pablo describe al mundo caído como corrupción o frustración. Romanos 8.19–21 La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios.

Es un desafío estar expuestos al sufrimiento mientras vivamos en un mundo en decadencia y de corrupción porque el vivir bajo los principios bíblicos y los valores del Evangelio es exponerse a los ataques del mundo caído y su rechazo. Esto mismo le manifestó Pablo a la iglesia en Roma (Romanos 8.18–25): toda la creación gime a una y nosotros gemimos con ella, aguardando aquel día en que seremos liberados para siempre en la aparición de Cristo. Pero no debemos tomar la palabra "gemido" como si nos entregáramos a la derrota por medio del sufrimiento.

¡Nunca! El creyente que perdura en la vida en un planeta caído puede aferrarse a las promesas de Dios por medio del poder de la fe. A partir de nuestra experiencia de sufrimiento, al lidiar con toda la realidad del efecto del pecado, el Espíritu de Dios nos da poder en la fe para llevar una vida de victoria, siendo vencedores en todo lo que hagamos y extendiendo esa vida de victoria a todos los que el Señor nos pone en el camino.

Fuente: Pastor Alberto Arenas Mondragón

6. Fe cristiana y pagana

«Esta mujer, que era pagana y de origen sirofenicio, le pidió que expulsara de su hija el demonio.» Marcos 7, 24-37

Las tradiciones, como factores instituyentes en la sociedad, generan determinados grupos de poder, y cultivan cierta exclusividad acaparando los beneficios que se produzcan en los desarrollos logrados. Por ejemplo los beneficios del ‘progreso’ no son disfrutados por todos/as, ni los desarrollos tecnológicos; lo mismo ocurre en el plano de la salud, de lo laboral, de la educación, o de los servicios en general. Siempre impera una exclusividad que permite -a determinado grupo- gozar de los beneficios que son producto de determinadas maneras de implementar políticas sociales, económicas y religiosas, que (dicho sea de paso) alcanzan con sus exigencias a todos/as. Los judíos creen poseer la exclusividad de la salvación. Jesús se encuentra en una situación, donde alguien que no es del pueblo judío (una mujer griega), pide la curación-salvación de su hija (Mc 7, 25-26), y llama la atención la respuesta de Jesús: ‘deja que antes se sacien los hijos; no está bien tomar el pan de los hijos para tirárselo a los cachorros’ (Mc 7,27). Con esa respuesta trata de poner de manifiesto los valores que se han cultivado en la sociedad, esos de exclusividad para algunos/as, e inferioridad y postergación para otros/as. Trato de imaginarme cuál sería la reacción de alguien, que en nuestras costumbres sociales, fuese comparado con un perro; hagan lo mismo, creo que no estaremos pensando cosas muy distintas. La respuesta de la mujer fue: ‘…pero hasta los cachorros, debajo de la mesa, comen de la migaja que dejan caer los hijos’. Esta mujer pudo transgredir los valores instituidos, pudo reenfocar la vida desde otro lugar, hasta pudo cambiar la vida de su hija (generación futura), en la confianza plena de la misericordia de Cristo, y sin ser judía. Jesús le dice: ‘A causa de lo que has dicho, puedes irte: el demonio ha salido de tu hija’ (Mc 7,29).

La mujer griega puede superar el determinismo de la inferioridad y postergación, propugnado por el grupo que pretende siempre beneficiarse desde la exclusividad que se ha atribuido. Ella puede hacer esto desde su confianza en Cristo, y no confiando en los poderes instituidos, o en los valores determinantes de la sociedad. Tomemos como ejemplo una tradición instituyente en la sociedad: La Iglesia. Muchas veces se hace difícil distinguir en ella su rol cristiano propiamente dicho (es decir, ese rol que ayuda a posibilitar el reenfoque y la trasgresión de aquellos instituidos dañinos que postergan y minimizan la dignidad del ser humano), y el rol conservador que hace perpetuar el cultivo de las exclusividades que acaparan los beneficios para determinado grupo que maneja el poder de turno. Si la Iglesia se torna exclusivista, me temo que no estará cumpliendo su rol cristiano; si se torna ‘abierta’, tampoco es abierta a cualquier cosa, sino a todo aquello que le permita colaborar en la superación de los instituidos que postergan la dignidad humana, con ello cumple un rol cristiano en la sociedad.

La pregunta para los que estamos dentro, y fuera de la institución Iglesia, es la siguiente: cuando hablamos de fe cristiana ¿desde qué lugar se la puede definir? Por ejemplo, ¿desde los instituidos judíos exclusivistas?, o ¿desde la mujer griega? La fe cristiana tiene que ver con Cristo, y con su ejemplo, por lo tanto, todo/a cristiano/a siempre debe brindarse a la colaborar en la superación de las necesidades postergadas y minimizadas por el grupo beneficiado por exclusividades acaparadas desde el mal uso del poder de turno. Esto implica una ‘Iglesia activa’, o si queremos pensarlo en ‘actividades de la Iglesia’, que a través de su accionar demuestre su fe cristiana. Demostrar la fe cristiana está lejos de mostrar una aparente ‘piedad’ social, mientras que en forma más íntima se desea conservar un espacio de exclusividad para determina do sector en la sociedad (sea en el ámbito religioso, social o político); más bien se demuestra en un compromiso por proteger y sanar la dignidad de la creación de Dios, desde adentro o desde afuera de la institución Iglesia.

Se trataría -como lo demostró en su accionar la mujer griega- de confiar en un apuntalamiento poderoso (Cristo), que sea mayor que cualquier artilugio de la inteligencia humana (ciencia, legalismos, condenaciones o juicios, estereotipos y limitaciones), y así contar con el valor para confrontar y desafiar los determinismos establecidos por los grupos de poder.

Fabián Paré.

Aclaración

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