12. UN EJEMPLO DEL PODER DE LA FE

Bienvenidos al último mensaje de la serie “El Poder de la Fe”, sin duda, Dios ha hechos cambios importantes en tu vida porque la fe te hace ver el mundo diferente, te da un nuevo significado de vida y una nueva esperanza para vivir mejor con un alto grado de confianza.

Dios nos permitió conocer mucho de su Palabra para activar la fe que él ha puesto en nuestra vida. Los temas fueron diversos, se logró que cada una de las áreas de tu vida fuera explorada y confrontada con el poder de la fe. Los temas fueron los siguientes:

El testimonio de la fe

La fe como don

La decisión de creer

La provisión de sanidad

Existen los milagros

La esperanza en el sufrimiento

La fe salvadora

Cómo hablar el lenguaje de la fe

Vidas restauradas

La prosperidad espiritual

El poder de la oración

El último tema de esta serie, está enfocado a la vida de Abraham, de hecho, el primer tema exploramos un poco de su testimonio, y ahora terminamos nuevamente con su testimonio. Abraham es considerado padre de la fe de todos los creyentes. Los judíos y los árabes se sienten orgullos porque se consideran descendientes de él, pero la Biblia nos enseña que en realidad los hijos de Dios redimidos por Jesucristo, somos hijos espirituales de Abraham, porque su vida fue un verdadero testimonio de fe, que inspira al cristiano a ser aventurero en la vida espiritual. Por supuesto, no fue un hombre perfecto, pero cada episodio de su vida es una enseñanza de fe, aún los errores, son parte del peregrinaje de la fe.

Qué dice la Biblia acerca de Abraham, lo primero que enseña es que es considerado indudablemente como «el padre de la fe» Romanos 4:11 Es más, cuando todavía no estaba circuncidado, recibió la señal de la circuncisión como sello de la justicia que se le había tomado en cuenta por la fe. Por tanto, Abraham es padre de todos los que creen, aunque no hayan sido circuncidados, y a éstos se les toma en cuenta su fe como justicia. Entonces, es considerado padre de los creyentes en Cristo (los que no son circuncidados). Es a quien Dios prometió: «Y serás padre de muchedumbre de gentes» (Génesis 17:4); cuando Pablo escribe a los Gálatas, señala que todo el que cree en Jesucristo se ha convertido en descendencia de Abraham Gálatas 3:29 Y si ustedes pertenecen a Cristo, son la descendencia de Abraham y herederos según la promesa. Como personas de fe, nos hemos convertido en miembros de la casa de Abraham (Romanos 4:13), así que las promesas que se hicieron para la descendencia de Abraham se aplican a nuestras vidas de fe (Romanos 4:16; Gálatas 3:16).

Existen dos secciones de la Escritura que debemos estudiar cuando examinamos el poder de la fe de Abraham: Primero, la narración histórica de su vida comenzó con la conclusión de la genealogía en  Génesis 11:27–32. Hasta que Dios le dio el nombre Abraham, se le conocía por Abram (Génesis 17:5); el relato bíblico de la vida de Abraham concluye más adelante, en Génesis 25:11.

La segunda sección de las Escrituras que tratan con la vida de Abraham, aunque en perspectiva histórica, establece una proposición teológica. Esa sección se encuentra en Romanos 4. En los evangelios, Abraham aparece a menudo como el padre de la fe, y Pablo utiliza el ejemplo de su vida para enseñar eficazmente a los Gálatas. Sin embargo, la sección que mejor define el papel de Abraham en los asuntos de fe se ubica en la carta de Pablo a los Romanos.

Seguir la vida de Abraham significa trazar una jornada de fe que merece ser vista como un modelo para todo creyente. El seguir su vida, nos ofrece un testimonio ejemplar de fe, su peregrinaje nos da pauta para entender el poder de la fe. El viaje de 2.400 km de Abraham estaba alimentado por la fe.

  1. La fe te lleva al desarraigo.

«Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios» (Hebreos 11:8–10). Abram deja Harán para dirigirse a Canaán por causa de la palabra del Señor Génesis 12.1–3. El Señor le dijo a Abram: «Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, y vete a la tierra que te mostraré. »Haré de ti una nación grande, y te bendeciré; haré famoso tu nombre, y serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan; ¡por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra!»

Una vida de fe requiere (1) que respondamos a una promesa y (2) que al salir abandonemos algo. En el caso de Abram, vemos que fue enviado a una tierra hasta ese momento no identificada. Aunque no tenía idea a dónde lo llevaría su decisión de fe, sabía que debía ir. Así es a menudo la jornada de fe. Dios nos dice con claridad solamente lo que debemos dejar o suspender, mientras que el futuro permanece poco claro. Esto no sugiere un futuro incierto para quienes caminan en fe, sino que a veces es confuso. La presencia y promesa del Señor sostienen la certeza, aun cuando no veamos el futuro.

La obediencia de Abram al irse se basa en la clara instrucción de Dios: «Vete de tu tierra y de tu parentela» (Génesis 12:1). Aunque el Señor prometió sólo mostrarle la tierra prometida en algún momento futuro, el resto de sus promesas fueron bastante claras. Las mismas promesas pueden aplicarse de igual manera a la vida de todo aquel que cree como lo hizo Abraham.

Una de las cosas que no estamos dispuestos en la vida es a dejar, y eso impide que tenga una vida de fe. Necesitas aprender a renunciar y experimentar el desarraigo. El desarraigo significa el dejar los lugares cómodos y apropiados para ir a lo nuevo. El desarraigo es parte de las transiciones de cada una de las etapas de la vida, por ejemplo, cuando vamos por primera vez a la escuela, es un proceso de desarraigo, cuando nos casamos, cuando nos independizamos, cuando nos cambiamos de casa o de trabajo.

En todo momento estamos expuestos al desarraigo, pero una de las cosas que más trabajo nos cuesta renunciar al desarraigo, es vivir con nuestros problemas, vivir con nuestro desánimo de lograr metas, de conformarnos con nuestro estilo de vida y no aspirar a más. El verdadero desarraigo es renunciar a lo que tu viste alcanza a ver, a lo que tus emociones te mueven, a lo que tus pensamiento te encajona.

La vida en el poder de la fe, es moverte constantemente de la apatía a la acción, del conformismo a la renovación, del fracaso al éxito, de la enfermedad a la sanidad, de la opresión a la libertad. Así como Dios sacó a Abraham de los lugares cómodos y apropiados, Dios quiere sacarte de tu pesimismo, de tu egoísmo, de tu confusión, de tu depresión, de tu enojo, de tus dudas, de aquello que era más cómodo a los lugares de bendición. En poder de la fe, Dios te llevará a la bendición eterna.

  1. La fe te da la victoria sobre la adversidad.

Abram parte de Canaán hacia Egipto por causa del hambre (Génesis 12:10). Aunque creemos en Dios, obedecemos su Palabra y andamos en su camino, no tenemos ninguna garantía contra el hambre. Nuestra jornada de fe, al igual que la de Abraham, atravesará momentos de hambre. Estas sequías a veces se dan cuando perdemos el trabajo, cuando hay enfermedad y/o a través de algún otro modo de sufrimiento. La fe no es tan solo el poder para defenderse del mal, es el poder que nos da Dios para procesar la realidad. La fe nunca niega la realidad sino que la atraviesa con la confianza de la victoria prometida por Dios. En verdad,  1 Juan 5:4 En realidad, todo el que es hijo de Dios vence lo malo de este mundo, y todo el que confía en Jesucristo obtiene la victoria. Específicamente anuncia que la fe es la victoria que ha vencido al mundo.

¿Cuándo vences? ¡Al momento en que empiezas a creer! La lucha de la fe no concluye en la victoria de conseguir aquello en lo que tenía puesta la esperanza. ¡No! Tú ganas en el momento en que tomas una posición de fe cuando decides poner la confianza en el Señor, en lo que El ha dicho en medio de circunstancias amenazadoras.

Algunos sugieren que Abram no debería haber dejado la tierra que el Señor le acababa de indicar que le sería dada (Génesis 12:7–9). Si esto fuera en verdad una falla en la fe de Abram, si este fracasó en confiar en Dios frente a las circunstancias difíciles, entonces aún ese tropezón (al ninguno está excepto), Dios lo trató, y Abram sacó aprendizaje. En vez de mandarle una plaga por su falta de fe, Dios mandó una plaga a Faraón. Aunque no parece que Abram estaba en condiciones de decidirse a salir de Egipto, Dios intervino de manera tal que fue provisto y virtualmente forzado a volver a la tierra que llegaría a ser suya.

Regocíjate en esto. Tu jornada de fe no requiere que seas perfecto. Un creyente no es una persona infalible. Sin embargo, un creyente es alguien que responde a Dios cuando se descubren las fallas. Abram volvió al altar que había hecho antes, al principio, cuando vino a la tierra, entonces invocó de nuevo en ese lugar al nombre del Señor (Génesis 13:3–4).

Si tú no confías en Dios cuando te enfrentas a circunstancias amenazadoras, vuelve lo más rápido posible al lugar donde lo invocaste por primera vez, y renueva tu compromiso. Él te da la victoria sobre la adversidad, ni siquiera tienes que esperar a ver la solución, la victoria está desde que ya confías y crees que Dos te la dio.

  1. La fe te genera bendición.

Otro apisodio en la jornada de Abram fue cuando rescata a Lot su sobrino, el resultado de esta historia de victoria concluye con la consagración de Abram en Génesis 14:20 ¡Bendito sea el Dios altísimo, que entregó en tus manos a tus enemigos!» Entonces Abram le dio el diezmo de todo.

Estamos revisando la jornada de Abram, pero vale la pena analizar la vida de Lot. Eligió mal, pensando que era la mejor tierra (espíritu egoísta) dio fruto amargo. Lo llevó a asociarse con Sodoma y Gomorra. También, cuando los reyes de la región pelearon entre sí, Lot se convirtió en víctima de esas riñas. Elegir lo aparentemente mejor sin consultar a Dios te dará como resultado graves problemas en tu vida, pero aún así, de todas maneras, Dios saldrá a tu encuentro para ser rescatado de algún tipo de dificultad por tus malas decisiones. El poder de la fe, Dios sale a tu encuentro para sacarte de la maldición y llenarte de bendición y tú responder a esa bendición.

Como contraste al egoísmo de Lot, se ve el espíritu generoso de Abram. Cuando supo Abram de la cautividad de Lot, convocó inmediatamente a sus sirvientes y los preparó para rescatar a su sobrino. Este hecho es otra ojeada al carácter de este «padre de la fe». La misión tuvo éxito, y como resultado de la victoria ocurrieron dos incidentes importantes que sirven de enseñanza a todos los que viven por fe.

Primero, Abram se encuentra con Melquisedec, rey de Salem, a quien la Biblia describe como «sacerdote del Dios Altísimo» (Génesis 14:18). Abram le mostró gran reverencia a Melquisedec y le ofreció el diezmo de todo lo que había ganado en la batalla. En otras partes de la Escritura se nos dice que Melquisedec es la representación de Jesucristo (Salmos 110:4;  Hebreos 7:1–10). Al pagar los diezmos al rey de Salem, el «padre de la fe» nos enseña a los hombres y mujeres de fe que debemos pagar diezmos de nuestras prebendas. Ya tratamos el tema de la prosperidad, pero es importante resaltar que los creyentes son generosos con los diezmos y las ofrendas.

Segundo, la gente de fe no es generosa sólo con los diezmos y las ofrendas, exhiben otro aspecto que se caracteriza en la actitud de Abram para con el rey de la vil Sodoma. Abram no le permitió a este rey corrupto que lo bendijera. El rey de Sodoma quería los prisioneros, ofreciendo bienes a Abram pero pretendiendo a cambio el dominio de las personas. Abram rehusó entrar en sociedad con este rey. ¿Por qué? «Para que no digas: Yo enriquecí a Abram». Dios ya había enriquecido a Abram, y él entendía claramente que sus recursos provenían de su relación con el Altísimo.

Deuteronomio 30:9 Entonces el Señor tu Dios te bendecirá con mucha prosperidad en todo el trabajo de tus manos y en el fruto de tu vientre, en las crías de tu ganado y en las cosechas de tus campos. El Señor se complacerá de nuevo en tu bienestar, así como se deleitó en la prosperidad de tus antepasados,

Una persona de fe no se asociará con quien mancille la fuente de bendición . De este incidente nuestra jornada de fe nos enseña: (1) A rescatar inclusive a los pecadores, (2) a manifestar generosidad en los diezmos y en las ofrendas y (3) a oponernos a cualquier sociedad que pudiera manchar la fuente de nuestras bendiciones.

En tu vida, ¿qué personas estarías dispuesto a rescatar? Escribe los nombres, asegúrate de incluir los que puede que no sean «inocentes».

¿Cuál es tu plan de ofrendar? Evalúa tu propia generosidad. Si tú lidias con el pago de los diezmos, reflexiona la razón principal o las razones principales, si son más de una. Por último, ¿has hecho acuerdos que como persona de fe hayan deshonrado la fuente de su bendición? Pide perdón a Dios y desarrolla un plan de acción para corregirlas.

  1. La fe te garantiza la promesa.

En la trayectoria del padre de la fe vemos otro ejemplo a seguir cuando decide establecer una relación duradera, pero Dios le pide algo que no estaba en la agenda de fe de Abram, la historia bíblica lo denomina como un pacto con sacrificio de (Génesis 15), seguido de este pacto viene la promesa cumplida. Representa un ejemplo de fe como lo dice Pablo en Romanos 4:16 Por eso la promesa viene por la fe, a fin de que por la gracia quede garantizada para toda la descendencia de Abraham; esta promesa no es sólo para los que son de la ley sino para los que son también de la fe de Abraham, quien es el padre que tenemos en común.

Cuando Abram se quejó de no tener heredero, Dios le prometió que alguien nacido de su simiente sería su heredero. Dios le pide a Abram mirar a las estrellas. Cuando miraba los innumerables astros, Dios le dijo: «Así será tu descendencia» (Génesis 15:6). Abram creyó al Señor cuando miró las estrellas, oyó la promesa de Dios. En ese momento, la fe de Abram permitió al Señor «impartirle» justicia. ¿Qué clase de fe es esta? ¿Qué significa que el Señor nos imparte justicia? Es cuando Dios (por su gracia y elección de amor) nos atribuye un complemento total de su justicia y de su justificación prometida.

Cuando tú te conviertes en una persona de fe, serás de suma importancia que reconozcas la diferencia entre creer en la promesa y creer en Aquel que ha hecho la promesa. Para Abram, lo segundo se hizo realidad. Y esta fe permitió al Señor impartirle justicia. Abraham recibió la promesa de un hijo a través de Sara (Génesis 18:1–5).

Una de las grandes lecciones que enseña la jornada de fe de Abraham tiene que ver con el tiempo. Vivimos en una cultura en que el tiempo parece estar comprimido. Casi todo lo que nos rodea se mueve con rapidez: el internet, las computadoras y los hornos de microondas actúan de inmediato. Sin embargo, la fe no opera en una atmósfera donde todo se hace de inmediato o por conveniencia. En ese momento de la jornada de Abraham, Dios le había prometido un hijo muchos años antes. Esta promesa provocó risa pero no fue por la incredulidad, más bien por la falta de entendimiento de las promesas de Dios que se mueven en el tiempo de Dios y no en el nuestro.

Finalmente, Abraham se enfrentó con el llamado supremo a la fe: A dejar frente al altar todo lo que Dios le había dado. A rendir todo, inclusive la promesa cumplida, y confiar en el que hizo la promesa por sobre todo.

Este encuentro fue el momento cumbre en la jornada de fe de Abraham. Los propósitos más altos de Dios no son enriquecernos (aunque lo haya hecho con Abraham), sanarnos (aunque haya «sanado» el cuerpo de Abraham, haciendo posible así el nacimiento de Isaac) o cumplir su promesa con nosotros (aunque dio a Abraham y a Sara el hijo prometido, Isaac). Su objetivo es traernos de vuelta a confiar en Él bajo cualquier circunstancia y en toda situación, y a caminar con él, por encima y más allá de todo.

 

Fuente: Pastor Alberto Arenas Mondragón

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